La valoración artística de un trabajo depende de muchos factores (determinados fundamentalmente por la experiencia previa del crítico) aunque, a pesar de que se tienda a considerar el juicio como algo subjetivo, hay elementos más objetivables que otros. Así la valoración de un trabajo como este de la Orquesta Nacional de Jazz de Francia dedicado a la música de Robert Wyatt depende de factores más allá de los puramente creativos del proyecto; depende, por ejemplo, de si el oyente es conocedor de la trayectoria de Robert Wyatt o no. No es algo baladí. Conocer las versiones originales de un tema y tener aprecio por ellas, haberlas disfrutado como algo propio, pone el listón muy alto para la versión. Así un servidor desconocía conscientemente la original del chileno Víctor Jara de su Te recuerdo Amanda y cree conocerla a partir de la que Robert Wyatt ofrece junto a la ONJ (Orchestre National de Jazz). Resultado: quedo fascinado con la narración (texto), con la interpretación de Wyatt (al límite y con el mayor dramatismo que da su lectura en un idioma ajeno) y con los hermosos, a la vez que nada concesivos, arreglos de Vincent Artaud. Sin embargo se la presento a dos conocedores del original de Jara y quedan desconcertados. “Repite muchas veces la letra”, me dice uno; “Se me hace rara la pronunciación”, dice la otra; en ambos casos, sin conocerse, coinciden: “Es que estoy acostumbrado a la original”. Ahí está el listón principal al que se enfrenta un trabajo de estas características. Y más cuando la versión aporta elementos nuevos a la partitura original, lejos de la repetición (como si de un eco del tiempo se tratara) a la que nos tiene acostumbrados el pop.
Desconocía hasta ahora la biografía de Robert Wyatt (apenas le recordaba de una colaboración en el disco Musik – Re-arranging the 20th century de Gilad Atzmon). Desconocía la existencia del grupo Soft Machine (más allá de su enunciado) del que fue fundador en 1966 (y del que se acaba de publicar un directo inédito hasta la fecha de 1971, etapa del grupo que incluía al saxofonista británico Elton Dean, fallecido en 2006 y a quien tuve oportunidad de escuchar junto al baterista Ramón López en 2002) y desconocía su caída al vacío desde un cuarto piso, producto de una alucinación resultado de los excesos, que le dejó en 1973 dependiente de una silla de ruedas. Desconocía igualmente una carrera profesional reflejo de sus inquietudes sociopolíticas así como su carácter de experimentador sonoro con afinidades jazzísticas. Ha sido para mí un descubrimiento su voz, de una languidez a medio camino entre la desesperanza y el estado de elevación mística, y por lo tanto debo agradecer a la ONJ la oportunidad que me ha ofrecido de empezar a indagar en su mundo sonoro, tal y como pretende el proyecto Around Robert Wyatt; oportunidad que he aprovechado buscando los originales de los que se hace versión en este disco y que proceden de un clásico de su discografía (así lo destaca la memoria de otros) como Rock Bottom (1974), de su primer larga duración en los ochenta, Old Rottenhat (1985), o de su más reciente Comicopera (2007). Hay versiones de otros autores como el Shipbuilding que Elvis Costello co-firmara con Clive Langer (y que grabó con un solo del trompetista Chet Baker) relativo a la Guerra de las Malvinas (1982) y que forma parte de los singles que Wyatt grabó fuera de sus largas duraciones. En ese capítulo se incluye la versión de la propia Te recuerdo Amanda que con los arreglos de Artaud adquiere una personalidad completamente diferente de la “original” de Wyatt. Si éste cantaba sobre un fondo de órgano un tanto psicodélico y hoy demodé dejando las emociones en suspenso, Artaud consigue que una interpretación melódica y vocalmente semejante de Wyatt gane intensidad emocional a partir de una utilización minimalista (en lo tímbrico como en lo estético) de los recursos de esta peculiar orquesta jazzística y de un sutil subrayado instrumental de lo que la letra de Víctor Jara nos contaba: de ese mundo eterno en cinco minutos del encuentro entre Amanda y Manuel que suena onírico y que se rompe cuando suenan las sirenas de vuelta al trabajo (Philip Glass estaría orgulloso de esos segundos musicales, de esas campanas electrónicas) y el drama se anuncia (muchos no volvieron, tampoco Manuel), hasta casi detener la música, que se reinicia como si la tragedia fuera reversible o terminara elevando al cielo eterno a Manuel con las voces (¿?) que ascienden y las campanillas que tintinean (¿una lira?) mientras Wyatt mantiene su voz a punto de quiebra. Concédanle varias oportunidades si a la primera no les parece una versión tan emocionante como me lo ha parecido a mí. Eso sí, si comparten la emoción escríbanme, empiezo a pensar que es cosa mía.
Escucha aquí Te recuerdo Amanda en versión de Robert Wyatt y la ONJ y en la original de Víctor Jara (fragmento de la emisión del programa Club de Jazz del 30 de diciembre de 2009).
La Orquesta Nacional de Jazz de Francia es una institución que siempre me ha despertado, vista desde el Sur de los Pirineos, una envidia sin duda malsana. Creada en 1986 es un modelo de agrupación jazzística con soporte público, en efecto, envidiable. Un proyecto por el que han ido discurriendo diferentes creadores, directores, instrumentistas en ciclos creativos y estilísticos de unos tres años de duración. En la actualidad es el bajista (e intérprete de otros instrumentos) Daniel Yvinec quien rige la línea de trabajo de esta formación que pese a ser nominalmente “orquesta” forman para él diez músicos. Sin duda que haber colaborado en su carrera con nombres de tan diversa procedencia estética y geográfica como los saxofonistas Maceo Parker o Mark Turner, los cantantes Salif Keita, Sainkho, Yungchen Lamo o Suzanne Vega o el guitarrista David Fiuczynski muestra una amplitud de miras sobre la música que enriquece la manera de afrontar, desde una perspectiva inicialmente jazzística, proyectos diferenciales como éste. Porque si hay un lenguaje ortodoxo de orquesta de Jazz (de big band) no es el que maneja Yvinec en esta etapa, ni por número ni por estética. Y habrá que felicitarle por ello en su dimensión de director artístico aunque los parabienes más efusivos se los quiera dedicar al arreglista, bajista como Yvinec, de formación clásica pero también con experiencias en campos diversos (desde con el músico electrónico Arnaud Rebotini a la cantante africana Angélique Kidjo pasando por el saxofonista Julien Lourau) Vincent Artaud. Crear un mundo sonoro coherente contando con vocalistas invitados tan dispares como la gran vocalista maliense Rokia Traoré (una de mis debilidades recientes), los franceses Camille, Daniel Darc o Yael Naïm (esta última de origen israelí), el belga Arno, la actriz franco-suiza Irène Jacob y, sobre todo, con el propio Robert Wyatt no debe de resultar tarea fácil. Y el resultado final es espléndido, de una creatividad en los arreglos sorprendente, de una riqueza de recursos estilísticos que arropa con exigencia las expresiones más pop de la música, las de la interpretación vocal de las canciones, para abrirse luego a campos más experimentales donde tienen cabida solos jazzísticos al uso pero también desarrollos musicales que tienen del Rock tanto como del Jazz o la música electrónica y de otras manifestaciones musicales contemporáneas populares (y no tanto). De elementos tan dispares surge un trabajo que proporciona brillo a piezas de la trayectoria de Wyatt sin perder nunca el tono ciertamente oscuro de sus originales; sin perder el espíritu pero más rico en matices. Y en ello, insisto, el mérito de Artaud es indudable y plausible.
Imagino que la colaboración de Wyatt garantiza de algún modo la conformidad de este con el resultado final del proyecto cuyo regusto rezuma el mismo inconformismo creativo y abierto que el de la carrera del músico británico. Del mismo que tiene declarado (La Vanguardia 17/08/1998): El rock nunca me ha interesado demasiado; me gustan más el jazz, la música improvisada, el folklore del mundo… El rock es una celebración juvenil. Yo prefiero ser un hombre; no tengo nostalgia de ser joven.
2 comentarios:
Me voy a centrar en un pequeño epicentro, un momento de pensares que me llevan a la cuarta y quinta escucha de esta versión de Amanda y su querido Manuel.
Me agrada que un "extranjero" llegue siquiera a conocer la obra de Victor Jara, pero la segunda parte, la original, con la misma voz del mal parado Jara, me lleva a la lágrima de lo desconocido, de la lucha por la Libertad que nosotros parece ser que aborrecemos; la lágrima de lo conocido, del humo de tabaco negro y una explicación de mi padre, una larga tarde de historia chilena.
Es desconocimiento, lo se. Pero también es amor propio, cariño y corazón.
Querido Karlos, puede que sea cosa tuya, o no. El caso es que, ya sabemos que Wyatt se esmera con un tema harto difícil de expresar de la manera que lo hiciera el gran (hizo cosas buenas y verdaderos peñascos también) Victor Jara.
Agur olivarero.
Querido olivarero,
agradezco su noble aportación a mi comentario discográfico y la reiterada escucha de las versiones que en él expongo.
Imagino que no es una rareza que un "extranjero" conozca la obra de Jara, dado que la izquierda (¿qué es eso?) siempre ha tenido sus "iconos" y él fue (es) uno de ellos. Wyatt pone la voz que le caracteriza (lánguida, decadente, maravillosa) y Artaud un arreglo para mí soberbio.
Achuchones nórdicos
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