Six. Seis.
Cifra de escalofriantes resonancias en territorio ibérico. Ese número,
enunciado por partida doble y entre exclamaciones - ¡seis toros, seis!
-, es el de astados torturados en las plazas en una corrida
convencional. Por fortuna no hay más paralelismo que ese (retorcido,
rebuscado si se quiere) en este sexto trabajo de la discografía del
trompetista, que comparte con otros cinco músicos (para sumar seis,
claro). Seis discos para confirmar un estilo propio que tiene varias
señas de identidad.
Técnica: la limpieza y calidez del sonido de Kase no se debe tanto al uso del fliscorno y la corneta (instrumentos que recortan las aristas tímbricas más "hirientes" de una trompeta convencional) sino a una forma de hacerlos sonar, a un sonido que le brota redondo, limpio; una caricia de pluma que vuela en un continuo soplo que jamás cesa (ejemplar para alumnos que han escuchado aquello de no interrumpir la "columna de aire" al soplar el instrumento). Su fraseo es tanto consecuencia como causa de ese sonido. Esa forma de emisión sonora le permite a Kase dibujar solos en un legato que es ágil, serpenteante y casi impresionista. Se recrea con placer en los registros medios y sigue preciso cuando sube a las alturas. Sin duda uno de los sonidos más depurados de la trompeta de jazz.
Arreglos y composiciones: la introspección como clima. La música de Chris Kase me recuerda al (mejor) cine de Clint Eastwood. Incluso cuando más trepidante se pone, la música permanece siempre en estado de quietud y calidez, territorio de confort para el oyente. Puede derrapar el mundo que Kase permanecerá impertérrito. Eso sí, su estatismo es móvil. Las voces conforman un orgánico sonoro que el trompetista consigue hilar con arreglos que nos permiten intuir la dedicación de un artesano. Dedicación y concentración. Líneas que empastan con preciosismo en el enlace tímbrico de Kase con el trombón de Toni Belenguer y que distribuye con gracia en cada composición. Temas que trabajan diversas estructuras, patrones y tempos, y que ligan el juego de las improvisaciones al marco general, nunca quedan desnudos tras la excusa temática. Chris Kase arregla el acompañamiento de estos como si de una big band se tratara (sirva la referencia de Maria Schneider, por ejemplo), tal es la riqueza con la que explota el sexteto. Todo ello siempre sazonado por una direccionalidad melódica llena de buen gusto y sensibilidad. Jazz que acaricia sin caer en el empacho meloso.
Hablo por intuición si digo que este es el disco más redondo de la trayectoria del estadounidense (residente en Madrid). Lo sea o sólo jueguen las emociones del presente en ello, este disco es una de esas (poco frecuentes) grabaciones que rompen la lógica impuesta ahora de picoteo musical. Aquí es necesario (recomendable, tal vez) sumirse de principio a fin en la hora de grabación que suman los nueve temas de su propia autoría. Son muchas las sutilezas como para reducirlo todo a un pasar liviano. Hay densidad y hay una labor colectiva plausible, bien cohesionado el sexteto. La música exige - contra la lógica que pueda sugerir la serenidad global - la acción continua de los seis, que toman y retoman y que tienen la habilidad de entrar en la frecuencia tímbrica y emocional que propone Kase (escúchese cómo irrumpe de la nada, sedoso y preciosista, el saxo alto de Mikel Andueza en el inicial Alberti).
Son muchos los detalles de interés para el oyente versado y Kase ofrece en el libreto del disco explicación a muchas de las formas compositivas, motivos rítmicos y estructuras que maneja. Del porqué del título Alberti (nada que ver con Rafael y sí con Domenico) a las escalas de la Diatonic fantasy, pasando por los obsesivos motivos melódicos con los que construye Reminiscence o el tipo de compás sobre el que trabaja en Magic five y en la bellísima Epic ballad (sin duda épica es esta crepuscular, heroica, hipnótica y adictiva balada). Valor añadido el del libreto para los que todavía compramos cedés. Héroes crepusculares.
Técnica: la limpieza y calidez del sonido de Kase no se debe tanto al uso del fliscorno y la corneta (instrumentos que recortan las aristas tímbricas más "hirientes" de una trompeta convencional) sino a una forma de hacerlos sonar, a un sonido que le brota redondo, limpio; una caricia de pluma que vuela en un continuo soplo que jamás cesa (ejemplar para alumnos que han escuchado aquello de no interrumpir la "columna de aire" al soplar el instrumento). Su fraseo es tanto consecuencia como causa de ese sonido. Esa forma de emisión sonora le permite a Kase dibujar solos en un legato que es ágil, serpenteante y casi impresionista. Se recrea con placer en los registros medios y sigue preciso cuando sube a las alturas. Sin duda uno de los sonidos más depurados de la trompeta de jazz.
Arreglos y composiciones: la introspección como clima. La música de Chris Kase me recuerda al (mejor) cine de Clint Eastwood. Incluso cuando más trepidante se pone, la música permanece siempre en estado de quietud y calidez, territorio de confort para el oyente. Puede derrapar el mundo que Kase permanecerá impertérrito. Eso sí, su estatismo es móvil. Las voces conforman un orgánico sonoro que el trompetista consigue hilar con arreglos que nos permiten intuir la dedicación de un artesano. Dedicación y concentración. Líneas que empastan con preciosismo en el enlace tímbrico de Kase con el trombón de Toni Belenguer y que distribuye con gracia en cada composición. Temas que trabajan diversas estructuras, patrones y tempos, y que ligan el juego de las improvisaciones al marco general, nunca quedan desnudos tras la excusa temática. Chris Kase arregla el acompañamiento de estos como si de una big band se tratara (sirva la referencia de Maria Schneider, por ejemplo), tal es la riqueza con la que explota el sexteto. Todo ello siempre sazonado por una direccionalidad melódica llena de buen gusto y sensibilidad. Jazz que acaricia sin caer en el empacho meloso.
Hablo por intuición si digo que este es el disco más redondo de la trayectoria del estadounidense (residente en Madrid). Lo sea o sólo jueguen las emociones del presente en ello, este disco es una de esas (poco frecuentes) grabaciones que rompen la lógica impuesta ahora de picoteo musical. Aquí es necesario (recomendable, tal vez) sumirse de principio a fin en la hora de grabación que suman los nueve temas de su propia autoría. Son muchas las sutilezas como para reducirlo todo a un pasar liviano. Hay densidad y hay una labor colectiva plausible, bien cohesionado el sexteto. La música exige - contra la lógica que pueda sugerir la serenidad global - la acción continua de los seis, que toman y retoman y que tienen la habilidad de entrar en la frecuencia tímbrica y emocional que propone Kase (escúchese cómo irrumpe de la nada, sedoso y preciosista, el saxo alto de Mikel Andueza en el inicial Alberti).
Son muchos los detalles de interés para el oyente versado y Kase ofrece en el libreto del disco explicación a muchas de las formas compositivas, motivos rítmicos y estructuras que maneja. Del porqué del título Alberti (nada que ver con Rafael y sí con Domenico) a las escalas de la Diatonic fantasy, pasando por los obsesivos motivos melódicos con los que construye Reminiscence o el tipo de compás sobre el que trabaja en Magic five y en la bellísima Epic ballad (sin duda épica es esta crepuscular, heroica, hipnótica y adictiva balada). Valor añadido el del libreto para los que todavía compramos cedés. Héroes crepusculares.
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com