Miré hacia un lado, después hacia el otro, hacia el frente y detrás mía. Y sólo vi gente. La calle estaba vacía.
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lunes, noviembre 24, 2008
viernes, noviembre 21, 2008
Los días de que no (II)
En los días de que no es deseable que no asome la lucidez siquiera por un instante. Si lo hiciere sería la perdición. Se hace consciente todo lo que uno pudo y no hizo. Pero después de todo hay esperanza. Por fortuna en los días de que no la lucidez, si asoma, sólo lo hace brévemente. Y vuelves al estado de letargo, de apatía, de que no con el que empezaste el no día.
Los días de que no
Por mucho que uno lo intente, por mucho que uno se diga a si mismo "venga, vamos a ponernos a ello". Pues no, no hay manera y lo único que puedes hacer es ver pasar las horas, pasar unas páginas sin mirar y oír sin escuchar. Incapaz, inhabilitado, acosado por el lento discurrir de los minutos y segundos, buscando dentro y desistiendo por falta de fuerzas, de ganas, de interés. Son los días de que no, en los que lo mejor que te pasa es que se acaban.
Conversación identitaria
- Buenos días, me llamo Javier y soy Repsoñol.
- Hola, yo me llamo Igor y soy Rusokoil.
- Hola, yo me llamo Igor y soy Rusokoil.
jueves, noviembre 20, 2008
Libre Mercado
Después de años defendiendo con uñas y dientes el libre mercado y la sumisión del Estado a la auto-regulación, se pusieron de rodillas y el Estado vino al rescate... Sólo por una temporadita, dijeron. Ahora que los rusos vienen a por Repsol claman por la intervención del Estado... ¡Repsol Española! gritan. ¿En qué quedamos?
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miércoles, noviembre 19, 2008
Blog de "Sonidos..." y nuevo programa
En el programa Sonidos... del Mundo de la Música estamos de estreno. Estrenamos blog como complemento a nuestra web en Libre Creacion y al audio del programa. La dirección del blog:
http://sonidosdelmundodelamusica.blogspot.com
El estreno del blog coincide con la salida de la edición número 49 del programa que en esta ocasión nos lleva de nuevo a la Ruta de la Seda de la mano del Silk Road Project de Yo-Yo Ma con una selección de grabaciones de campo y de músicas compuestas y arregladas inspiradas en la tradición de Mongolia, China y Persia.
http://sonidosdelmundodelamusica.blogspot.com
El estreno del blog coincide con la salida de la edición número 49 del programa que en esta ocasión nos lleva de nuevo a la Ruta de la Seda de la mano del Silk Road Project de Yo-Yo Ma con una selección de grabaciones de campo y de músicas compuestas y arregladas inspiradas en la tradición de Mongolia, China y Persia.
martes, noviembre 18, 2008
Jason Palmer - "Songbook"
Jason Palmer es un estupendo trompetista de Jazz. Lo es porque lo ha demostrado a los veintisiete años con una primera grabación discográfica madura en la que se evidencia su sobresaliente dominio del instrumento; porque es un notable improvisador y compositor de sus propias partituras; porque contar con la compañía de Ravi Coltrane y de Greg Osby en un primer disco ya es un síntoma. Pero lo es casi porque no podría ser de otra manera. ¿Se puede esperar menos hoy en día de un músico convenientemente formado y educado en una de las ciudades de referencia del Jazz USAmericano como Boston?
En el año 1997, tal y como confiesa en las notas del libreto del disco el propio Palmer, llegó a Boston para estudiar en el Conservatorio de Nueva Inglaterra. Estaba de paseo para "reconocer" el terreno cuando se cruzó con el trompetista Jeremy Pelt que, al ver que Palmer también lo era, le invitó a participar en la Jam Session del Wally´s Jazz Café. Reconoce Jason Palmer que una vez en el escenario, incitado por Pelt, su solo fue "horrible" y que en consecuencia temió un lanzamiento masivo de "tomates y huevos" por parte de los presentes. Sin embargo sólo recibió ánimo y apoyo para seguir adelante. A partir de ese momento el Wally´s Jazz Café se convirtió en la segunda escuela para este músico durante su estancia en Boston, hasta el punto de con el tiempo pasar a ser fijo en la banda de la casa. Con esfuerzo y constancia Palmer alcanzó su particular (modesto) sueño USAmericano. Del solo "horrible" a un trabajo fijo y la consideración de músicos como Osby y Coltrane que le invitan a participar en sus propios proyectos y que, además, graban en este Songbook.
Pero vuelvo a la pregunta anterior: ¿Se puede esperar menos de un músico como Palmer? Creo que no. Ahora la aparición de jóvenes talentos cada año no es una excepción, es la regla. Boston, con su Conservatorio de Nueva Inglaterra o la famosa Escuela de Música de Berklee, era hace no demasiado un sueño admirado por músicos en formación de todo el mundo. Ahora el mundo esta allí y cada año salen promociones de instrumentistas admirables que son lanzados, con diploma bajo el brazo, al cruel mundo. Una cosa es la dinámica diaria como estudiante y otra es la verdad de un mundo al que el Jazz no le importa. Y cuando todos estos músicos salen de allí, ¿qué? En su viaje de retorno muchos encuentran el desierto, la falta de oportunidades. Pero hay otra pregunta que va más allá de lo que el entorno le ofrece al profesional: ¿tengo algo que decir yo con mi música? Y no es una pregunta simplemente filosófica. Es el interrogante que resuelve una cuestión fundamental: además de tener voz, ¿tengo algo que decir?
¿Tiene algo que decir Jason Palmer? De momento tengo la sensación de que Jason Palmer tiene todas las opciones, todas las herramientas que la escuela le ha puesto a su disposición y que él ha ido probando en su vida académica y en sus experiencias en el Wally´s y en otros escenarios. Ahora falta que encuentre algo propio que decir, que no tiene por qué ser estrictamente novedoso (¿eso existe?), que arroje al suelo todas las herramientas y las esparza, las coja sin pensar, pruebe y se equivoque (¡como en aquel "horrible" solo de su primera vez en el Wally´s!), vuelva a probar y acierte y que, de pronto, un día alguien le diga: ¡Demonios! ¡¡Suenas a Jason Palmer!! Y ese día, que puede que llegue, Jason Palmer no sólo será un estupendo trompetista de sonido cálido, e incluso "afliscornado", que compone buenos temas, juguetones, con el conveniente corsé mainstream (¡Vamos Jason! ¡¡Se nota que te aprieta un poco!!) y espacio para un moderado virtuosismo sino un estupendo Músico al que me entrarán unas ganas irrefrenables de escuchar una y otra vez.
© Carlos Pérez Cruz
Comentario publicado originalmente aquí.
En el año 1997, tal y como confiesa en las notas del libreto del disco el propio Palmer, llegó a Boston para estudiar en el Conservatorio de Nueva Inglaterra. Estaba de paseo para "reconocer" el terreno cuando se cruzó con el trompetista Jeremy Pelt que, al ver que Palmer también lo era, le invitó a participar en la Jam Session del Wally´s Jazz Café. Reconoce Jason Palmer que una vez en el escenario, incitado por Pelt, su solo fue "horrible" y que en consecuencia temió un lanzamiento masivo de "tomates y huevos" por parte de los presentes. Sin embargo sólo recibió ánimo y apoyo para seguir adelante. A partir de ese momento el Wally´s Jazz Café se convirtió en la segunda escuela para este músico durante su estancia en Boston, hasta el punto de con el tiempo pasar a ser fijo en la banda de la casa. Con esfuerzo y constancia Palmer alcanzó su particular (modesto) sueño USAmericano. Del solo "horrible" a un trabajo fijo y la consideración de músicos como Osby y Coltrane que le invitan a participar en sus propios proyectos y que, además, graban en este Songbook.
Pero vuelvo a la pregunta anterior: ¿Se puede esperar menos de un músico como Palmer? Creo que no. Ahora la aparición de jóvenes talentos cada año no es una excepción, es la regla. Boston, con su Conservatorio de Nueva Inglaterra o la famosa Escuela de Música de Berklee, era hace no demasiado un sueño admirado por músicos en formación de todo el mundo. Ahora el mundo esta allí y cada año salen promociones de instrumentistas admirables que son lanzados, con diploma bajo el brazo, al cruel mundo. Una cosa es la dinámica diaria como estudiante y otra es la verdad de un mundo al que el Jazz no le importa. Y cuando todos estos músicos salen de allí, ¿qué? En su viaje de retorno muchos encuentran el desierto, la falta de oportunidades. Pero hay otra pregunta que va más allá de lo que el entorno le ofrece al profesional: ¿tengo algo que decir yo con mi música? Y no es una pregunta simplemente filosófica. Es el interrogante que resuelve una cuestión fundamental: además de tener voz, ¿tengo algo que decir?
¿Tiene algo que decir Jason Palmer? De momento tengo la sensación de que Jason Palmer tiene todas las opciones, todas las herramientas que la escuela le ha puesto a su disposición y que él ha ido probando en su vida académica y en sus experiencias en el Wally´s y en otros escenarios. Ahora falta que encuentre algo propio que decir, que no tiene por qué ser estrictamente novedoso (¿eso existe?), que arroje al suelo todas las herramientas y las esparza, las coja sin pensar, pruebe y se equivoque (¡como en aquel "horrible" solo de su primera vez en el Wally´s!), vuelva a probar y acierte y que, de pronto, un día alguien le diga: ¡Demonios! ¡¡Suenas a Jason Palmer!! Y ese día, que puede que llegue, Jason Palmer no sólo será un estupendo trompetista de sonido cálido, e incluso "afliscornado", que compone buenos temas, juguetones, con el conveniente corsé mainstream (¡Vamos Jason! ¡¡Se nota que te aprieta un poco!!) y espacio para un moderado virtuosismo sino un estupendo Músico al que me entrarán unas ganas irrefrenables de escuchar una y otra vez.
© Carlos Pérez Cruz
Comentario publicado originalmente aquí.
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sábado, noviembre 15, 2008
La cultura de la crisis (Josep Ramoneda)
La cultura de la crisis es la del individualismo salvaje, en que la competencia a muerte es la única regla, con la religión como consuelo y el miedo como instrumento paralizador.
Artículo completo aquí.
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miércoles, noviembre 12, 2008
Conversación con Arto Tunçboyaciyan
Decía Pablo Motos en "El Hormiguero" de Cuatro Televisión de esta noche que en la vida nos van dirigiendo y que en los medios se nos dice qué libro es el mejor, quién es el mejor músico, etcétera; que todo eso va por una especie de vía de tren única y que, sin embargo, lo más interesante está a uno y otro lado de la vía. Es cierto, ¡qué bien lo sabe él que trabaja en un medio de comunicación de masas! Lo dice la misma noche en que tiene a uno de los Morancos como invitado (supongo que estas son las ironías y peajes de la televisión).
Y toda esa reflexión era para presentar a un músico al que dice admirar y del que "tengo todos sus discos". Ese músico no es otro que Arto Tunçboyaciyan, al que ha calificado como "uno de los mejores músicos del mundo". ¡Y ha tenido a "uno de los mejores músicos del mundo" y éste no ha podido ni siquiera decir una palabra! ¡¡Qué desperdicio!! Ha hecho una breve aparición (con su tradicional juego de la botella de cristal y la pandereta), ha jugado con Pablo y adiós. Supongo que con el hecho de que Arto haya asomado en un programa de televisión en horario de máxima audiencia ya deberíamos darnos por satisfechos (tal y como está el patio) pero... NO.
Está bien la metáfora de la vía del tren, pero no estaría de más que los trenes que la circulan fueran un poco más despacio para no arrollar a nadie... y sobre todo para que "uno de los mejores músicos del mundo" pudiera expresarse con un mínimo de tiempo y dignidad y no quede en la memoria efímera del espectador como ¡El fabuloso hombre que hacía sonar una botella! como si de la mujer barbuda se tratara. Carne de zapping que como vino, se fue. Hoy Arto ha sido un gag más de esa televisión que todo lo engulle.
Si alguien quiere Arto con más calma esta semana en el "Club de Jazz" le tenemos a fuego lento aquí en audio y aquí en texto. A gusto del consumidor. Incluso en audio sin traducción.
Y toda esa reflexión era para presentar a un músico al que dice admirar y del que "tengo todos sus discos". Ese músico no es otro que Arto Tunçboyaciyan, al que ha calificado como "uno de los mejores músicos del mundo". ¡Y ha tenido a "uno de los mejores músicos del mundo" y éste no ha podido ni siquiera decir una palabra! ¡¡Qué desperdicio!! Ha hecho una breve aparición (con su tradicional juego de la botella de cristal y la pandereta), ha jugado con Pablo y adiós. Supongo que con el hecho de que Arto haya asomado en un programa de televisión en horario de máxima audiencia ya deberíamos darnos por satisfechos (tal y como está el patio) pero... NO.
Está bien la metáfora de la vía del tren, pero no estaría de más que los trenes que la circulan fueran un poco más despacio para no arrollar a nadie... y sobre todo para que "uno de los mejores músicos del mundo" pudiera expresarse con un mínimo de tiempo y dignidad y no quede en la memoria efímera del espectador como ¡El fabuloso hombre que hacía sonar una botella! como si de la mujer barbuda se tratara. Carne de zapping que como vino, se fue. Hoy Arto ha sido un gag más de esa televisión que todo lo engulle.
Si alguien quiere Arto con más calma esta semana en el "Club de Jazz" le tenemos a fuego lento aquí en audio y aquí en texto. A gusto del consumidor. Incluso en audio sin traducción.
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domingo, noviembre 09, 2008
Arto Tunçboyaciyan - Barañáin 8/11/2008 (Reseña)
Me enfrento al papel en blanco (aunque éste sea electrónico sigue siendo blanco) para escribir unas líneas sobre un concierto. No tengo muy clara la función de una crítica musical (aunque yo prefiero llamarla opinión o reseña) ya que es absurda, no suena, el lector no puede escuchar la música que mis oídos escucharon y si sí lo hizo es probable que mis palabras sirvan para refrendar su opinión o, al contrario, para enfadarle con una interpretación del mismo que no concuerde con su experiencia. Como mi peso mediático es liviano no hundiré ni ascenderé a los altares a nadie con mis opiniones. En fin, no pretendo resolver el misterio del valor de la crítica (da igual de qué disciplina artística) en unas pocas líneas así que será mejor que deje atrás este devaneo que sólo pretende justificar una cosa. Voy a escribir sobre el concierto (y alrededores) de un músico del que llevo muchos años enamorado. Y ya se sabe que el amor suele desvirtuar la correcta percepción de la realidad (o eso me dicen siempre los “objetos” de mi amor).
Hasta el día de hoy ningún músico me ha afectado tanto como Arto Tunçboyaciyan; ningún sonido creado por el hombre me ha “atravesado” de tal manera como los muchos que nos ha ido regalando el armenio a lo largo de una ya larga trayectoria profesional. Y mentiría si dijera que otros nombres, otros sonidos, no me han puesto “patas arriba”. Pero si la vida tuviera que elegir al autor de una única banda sonora ésta la firmaría sin duda Arto. De mi vida, claro. O de cómo yo siento la vida. Y es que Arto tiene la capacidad de abrir las puertas del interior más recóndito del alma humana (universal y personal). ¿Cómo? Con la sensibilidad. Su música parece estar a punto de desvanecerse en cualquier momento, te hace permanecer en tensión rogando que la magia no se esfume, consciente de que, aunque la belleza es lo más frágil de nuestra existencia, tiene, sin embargo, el poder de llevarte a un lugar de infinita felicidad. Y entonces baja del escenario y con una botella de cristal y una pandereta desciendes a la tierra y “simplemente” te diviertes durante unos minutos en los que no sólo eres inspiración para el creador sino partícipe de un juego musical que da forma a un coro popular que se pregunta mediante onomatopeyas “eh, why bum?” (¿por qué bombas?) La respuesta la tiene Bush y todos los “abush” (estúpido en armenio) como él.
Hace cuatro años tuve la oportunidad de asistir a un concierto de Arto Tunçboyaciyan junto a su Armenian Navy Band (el nombre ya es toda una muestra de la filosofía del músico, si tenemos en cuenta que Armenia es un país sin salida al mar). Entonces recuerdo que eché en falta los momentos más íntimos de Arto que esta vez fueron muchos, aquellos en los que coge su sazabo (o bular, según le dé por llamarle a este pequeño instrumento de cuerda semejante a un pequeño laúd) y te sobrecoge con la voz y con su idioma propio que cada uno está invitado a traducir. No hace falta. Se le entiende perfectamente. No se necesitan palabras concretas cuando es capaz de decirlo todo sin decir nada. Te agarra por la solapa de las emociones y te zarandea hasta dejarte felizmente extasiado. ¡Y sí! Es un grandísimo humorista, un juguetón incansable que hace buena la propia confesión de que todo armenio ríe pero tiene un lado que siempre llora. Y cuando llora es cuando más ganas entran de sonreír, levemente, pero sonreír, porque de su dolor, de su mirada al mundo, viene toda la belleza de su Arte. Y te sientes bien. Muy bien.
© Carlos Pérez Cruz
Comentario publicado originalmente aquí.
Hasta el día de hoy ningún músico me ha afectado tanto como Arto Tunçboyaciyan; ningún sonido creado por el hombre me ha “atravesado” de tal manera como los muchos que nos ha ido regalando el armenio a lo largo de una ya larga trayectoria profesional. Y mentiría si dijera que otros nombres, otros sonidos, no me han puesto “patas arriba”. Pero si la vida tuviera que elegir al autor de una única banda sonora ésta la firmaría sin duda Arto. De mi vida, claro. O de cómo yo siento la vida. Y es que Arto tiene la capacidad de abrir las puertas del interior más recóndito del alma humana (universal y personal). ¿Cómo? Con la sensibilidad. Su música parece estar a punto de desvanecerse en cualquier momento, te hace permanecer en tensión rogando que la magia no se esfume, consciente de que, aunque la belleza es lo más frágil de nuestra existencia, tiene, sin embargo, el poder de llevarte a un lugar de infinita felicidad. Y entonces baja del escenario y con una botella de cristal y una pandereta desciendes a la tierra y “simplemente” te diviertes durante unos minutos en los que no sólo eres inspiración para el creador sino partícipe de un juego musical que da forma a un coro popular que se pregunta mediante onomatopeyas “eh, why bum?” (¿por qué bombas?) La respuesta la tiene Bush y todos los “abush” (estúpido en armenio) como él.
Hace cuatro años tuve la oportunidad de asistir a un concierto de Arto Tunçboyaciyan junto a su Armenian Navy Band (el nombre ya es toda una muestra de la filosofía del músico, si tenemos en cuenta que Armenia es un país sin salida al mar). Entonces recuerdo que eché en falta los momentos más íntimos de Arto que esta vez fueron muchos, aquellos en los que coge su sazabo (o bular, según le dé por llamarle a este pequeño instrumento de cuerda semejante a un pequeño laúd) y te sobrecoge con la voz y con su idioma propio que cada uno está invitado a traducir. No hace falta. Se le entiende perfectamente. No se necesitan palabras concretas cuando es capaz de decirlo todo sin decir nada. Te agarra por la solapa de las emociones y te zarandea hasta dejarte felizmente extasiado. ¡Y sí! Es un grandísimo humorista, un juguetón incansable que hace buena la propia confesión de que todo armenio ríe pero tiene un lado que siempre llora. Y cuando llora es cuando más ganas entran de sonreír, levemente, pero sonreír, porque de su dolor, de su mirada al mundo, viene toda la belleza de su Arte. Y te sientes bien. Muy bien.
© Carlos Pérez Cruz
Comentario publicado originalmente aquí.
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jueves, noviembre 06, 2008
Loreena McKennitt - "A Midwinter Night´s Dream"
Nos acercamos peligrosamente al invierno (ergo a la Natividad) y, como es habitual en la vida de un servidor, vuelven los clásicos de estas fechas. Así que un año más vuelve la musa celta, la canadiense Loreena McKennitt, en esta ocasión con nuevo trabajo, así que no hace falta acudir a grabaciones pretéritas. Nuevo pero con truco, porque cinco de los temas pertenecen a su disco de 1995 A Winter Garden (Five Songs for the Season) que completa ahora con nuevos arreglos instrumentales y vocales (con canciones en inglés, francés y, para alegría de Benedicto XVI, en latín) de textos y músicas de los siglos XVI al XX. Música para la estación del año que ya amenaza y para su celebración por excelencia (solsticio navideño). El susodicho lleva por título A Midwinter Night´s Dream. Para orejas curiosas no hace falta más que escuchar la edición número 48 de Sonidos... del Mundo de la Música aquí.
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lunes, noviembre 03, 2008
Tres apuntes
No comparto el entusiasmo por Barack Obama. Con tantos intereses de por medio resulta insólito pensar que una utopía se cuele hasta alcanzar la cima de la pirámide (¡y qué pirámide la de los grandes partidos!). Antes de pronunciarlos sus discursos ya eran históricos. Y nada ha dicho que pueda ser considerado como tal. Si es por lo simbólico del color de su piel (¡a estas alturas!) bienvenido sea el entusiasmo. Si es por lo que no ha hecho todavía concedámosle, como mucho, el beneficio de la duda.
Son las nueve de la mañana. En un bar un señor de unos sesenta y tantos años discute en la barra con un joven de veintitantos que bebe una cerveza. Un amigo del joven juega mientras a la máquina tragaperras. El señor se queja de la pérdida de oficios, de que los “de fuera” vienen porque “los de aquí” no quieren trabajar. Asume su responsabilidad: “no hemos sabido educaros”. Resumen: os lo hemos dado todo sin que supierais lo que cuestan las cosas y a los jóvenes de hoy os falta educación. El joven conversador y bebedor matinal de cerveza zanja: “La educación no sirve para nada”.
Aeropuerto de Barajas (Madrid). Una joven madre de dos niños (de meses uno, de apenas dos años y medio el otro) vuelve a su país de residencia (Estados Unidos). Le acompaña su padre (abuelo de los niños). Lleva una doble silleta y equipaje de mano con las cosas necesarias para atender durante el vuelo las necesidades de los niños (pañales, por ejemplo). Solicita que su padre (el abuelo) pueda acompañarle hasta el avión para facilitarle el embarque con los dos niños, la silleta doble y el equipaje de mano. En el viaje de ida, asegura, le permitieron a su marido hacerlo (en Washington). En Madrid NO. La seguridad del embarque se confiesa: “Esto es según les dé. Unos días pasa cualquiera, otros nadie”. Antes le cobraron 50 euros por exceso de equipaje de una única maleta para tres (para ella y los dos pequeños). Si cada uno de ellos hubiera dispuesto de maleta propia (mismo peso repartido) no habría pagado sobrepeso.
Son las nueve de la mañana. En un bar un señor de unos sesenta y tantos años discute en la barra con un joven de veintitantos que bebe una cerveza. Un amigo del joven juega mientras a la máquina tragaperras. El señor se queja de la pérdida de oficios, de que los “de fuera” vienen porque “los de aquí” no quieren trabajar. Asume su responsabilidad: “no hemos sabido educaros”. Resumen: os lo hemos dado todo sin que supierais lo que cuestan las cosas y a los jóvenes de hoy os falta educación. El joven conversador y bebedor matinal de cerveza zanja: “La educación no sirve para nada”.
Aeropuerto de Barajas (Madrid). Una joven madre de dos niños (de meses uno, de apenas dos años y medio el otro) vuelve a su país de residencia (Estados Unidos). Le acompaña su padre (abuelo de los niños). Lleva una doble silleta y equipaje de mano con las cosas necesarias para atender durante el vuelo las necesidades de los niños (pañales, por ejemplo). Solicita que su padre (el abuelo) pueda acompañarle hasta el avión para facilitarle el embarque con los dos niños, la silleta doble y el equipaje de mano. En el viaje de ida, asegura, le permitieron a su marido hacerlo (en Washington). En Madrid NO. La seguridad del embarque se confiesa: “Esto es según les dé. Unos días pasa cualquiera, otros nadie”. Antes le cobraron 50 euros por exceso de equipaje de una única maleta para tres (para ella y los dos pequeños). Si cada uno de ellos hubiera dispuesto de maleta propia (mismo peso repartido) no habría pagado sobrepeso.
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