Carlos Crece, sí, pero Carlos ya lleva unos añitos con este cuerpo y alma como para que algunos temas empiecen a aburrirle por recurrentes. Por decirlo de otra manera, ¡qué brasa con la idea de España! España, ese ente administrativo dividido hoy en día en comunidades autónomas, forales y principados (entre otras formas de gestión) sigue siendo día sí, día también, elemento de discusión acerca de su naturaleza y conformación. Ni qué decir tiene que España no existe desde el origen de los tiempos como tal (¡vaya descubrimiento!) y que la actual no es más que la manera coyuntural de organización de este territorio. Con esto creo que el lector da por descontado que una idea sobre España entendida como ser supremo, congregación de almas iguales y determinadas españolas por algún tipo de divinidad que nos ha ungido con este don, está algo alejada de mi idea de lo que es una nación. Y es que, es probable, que aquello de lo más que puede presumir uno por ser español es de haber tenido la fortuna de no haber nacido unos kilómetros más abajo y estar suspirando por saltar una valla o no ahogarse en el mar para llegar no a España, sino a tierras más fértiles para el estómago.
Dicho esto, y por ir al grano, considero gravemente distorsionada la visión de quienes, en viendo en España un ente unitario de las almas que por ella vagan, pretendan implantar (por cojones, formulación muy ibérica) una idea única representada por los colores rojigualdos que, extendidos por el lienzo geográfico, nos igualen a todos en armonía. Iguales somos todos, desde luego, pero iguales los españoles a los españoles que a los senegaleses o a los tailandeses (en igualdad la muerte es un medidor infalible).
¿Qué significa ser español? En la medida saludable de la pertenencia a una nación se trata simplemente de la definición de ciudadanía de aquellos que viven en un territorio administrativo así denominado. Otro tipo de consideraciones de raza o estirpe no van conmigo. ¿Es la españolidad un gen o una geografía común? Ni lo uno ni lo otro. Aquí cada uno es de su padre y de su madre y, si a geografía nos referimos, a ver cómo justificamos lo de Canarias. Pero dicho lo cual, insisto, los territorios de la España administrativa son los que son a día de hoy (con independencia de posibles variaciones posteriores). Así que, si cada uno es de su padre y de su madre y la geografía es tan variable como le convenga a la Historia, ¿por qué demonios el plato nacional ha de ser el mismo? ¿Es la paella una costumbre en las aldeas del Alto Aragón? ¿Es la butifarra un clásico de la Ribera de Navarra? ¿El pulpo un plato típico manchego? A todo ello una respuesta común: no. Entonces, ¿por qué el castellano ha de ser lengua única e indivisible de la españolidad? ¿Por qué las regiones que componen la España administrativa han de ser regiones en las que el castellano prime sobre otras lenguas que son propias e históricas en dichas regiones? ¿Por qué suponemos que la idea de país impone algún tipo de efecto una y grande en vez de muchas y pequeñas?
Me aburro de escuchar argumentos que no son sino efecto de la propaganda político/mediática que nosotros, los ciudadanos, repetimos como verdaderos loros. ¿Cuántas veces hemos oído el argumento de que un español de Murcia lo tiene chungo para trabajar en Catalunya por aquello del idioma? (¿Alguien se ha preguntado qué tal lo tiene el catalán a la inversa?). Y digo yo (un simple ciudadano), ¿por qué demonios habría de tenerlo menos chungo el murciano (andaluz, madrileño, vasco, cántabro, castellano-leonés (con permiso de Julio Llamazares), castellano-manchego, extremeño, riojano, navarro, aragonés, melillense...) para trabajar en Catalunya por motivos de idioma que un catalanoparlante? ¿No es acaso la catalana un región oficialmente bilingüe? ¿No es acaso una característica peculiar y determinante de esta región administrativa llamada Catalunya? Ah, no, claro. Lo que caracteriza a España es que es igual desde Vigo a Barcelona pasando por Cádiz (por cierto, coño qué difícil es entender a un gaditano). Luego volvamos a la gloriosa España una, grande y libre y dejémonos de chorradas culturales que no hacen sino dificultar el avance unitario de la gran España de los iguales. Y de paso cambiemos la constitución europea (¿?) para que en toda Europa reine el castellano y, como europeos, podamos optar a un puesto de trabajo en Varsovia en igualdad de oportunidades con un polaco que, ¡vaya! ¡¡no habla castellano!!