Una melosa balada pop irrumpe entre el rumor de voces del vagón. Una joven atiende la llamada así anunciada por el teléfono móvil. Durante unos minutos su voz destaca sobre la del resto y, como si de un mantra se tratara, repite una y otra vez: Que no cari... que no cari... que no cari... ¡¡que no cari!! ¿Por qué no, cari? Porque conduces muy rápido y además pones la música a todo volumen. Y encima tu música, que no me gusta. Conocido el motivo recupera la muletilla: Que no cari. Cambia el mantra: Que me voy a chinar... que me voy a chinar. En efecto: pues sí, me he chinado. Cuelga.
Minutos después un hombre de voz gruesa y ronca recibe una llamada telefónica. Es Antonio desde El Escorial. Discuten sobre Zapatero y su supuesto relevo en la próxima candidatura electoral. ¿Salgado? No. ¿Bibiana? No. Va a ser un tío, asegura con esa contundencia de quienes lo saben todo. Recita nombres, sabemos que el 30 de octubre tiene una boda en Bermeo, que su mujer trabaja mañana pero que él está de puente y anima a Antonio para que vaya a hablar con esa mujer ahora que se acaba de divorciar. Y, sobre todo, coño, si vas por Madrid llámame porque él suele estar mucho allí. Nos tomamos un par de botellas de vino y nos damos un homenaje y acabamos pedo...
En el asiento delantero del amigo de Antonio, ese al que hace un huevo que no ve, dos mujeres, madre e hija, rubias, con atuendo oscuro de estética heavy, resoplan molestas por el elevado tono de voz del hombre e incluso se permiten contestar algunos de sus comentarios en voz baja; un reproche pudoroso. La madre se gira una y otra vez para tratar de afear su conducta. Sin resultado. Lo que ella ignora es que, mientras compartía auriculares con su hija viendo una película en un DVD portátil, el teléfono de la menor nos regaló en dos ocasiones consecutivas un contundente y sonoro canto gutural y satánico que no fue respondido.
Minutos después un hombre de voz gruesa y ronca recibe una llamada telefónica. Es Antonio desde El Escorial. Discuten sobre Zapatero y su supuesto relevo en la próxima candidatura electoral. ¿Salgado? No. ¿Bibiana? No. Va a ser un tío, asegura con esa contundencia de quienes lo saben todo. Recita nombres, sabemos que el 30 de octubre tiene una boda en Bermeo, que su mujer trabaja mañana pero que él está de puente y anima a Antonio para que vaya a hablar con esa mujer ahora que se acaba de divorciar. Y, sobre todo, coño, si vas por Madrid llámame porque él suele estar mucho allí. Nos tomamos un par de botellas de vino y nos damos un homenaje y acabamos pedo...
En el asiento delantero del amigo de Antonio, ese al que hace un huevo que no ve, dos mujeres, madre e hija, rubias, con atuendo oscuro de estética heavy, resoplan molestas por el elevado tono de voz del hombre e incluso se permiten contestar algunos de sus comentarios en voz baja; un reproche pudoroso. La madre se gira una y otra vez para tratar de afear su conducta. Sin resultado. Lo que ella ignora es que, mientras compartía auriculares con su hija viendo una película en un DVD portátil, el teléfono de la menor nos regaló en dos ocasiones consecutivas un contundente y sonoro canto gutural y satánico que no fue respondido.
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