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jueves, junio 26, 2014

Barça, campeón ACB. Impresiones a vuela pluma.



Se acabó la temporada y ganó la Liga quien menos se esperaba, el Barça. En deporte, no siempre gana quien más lo merece (que se lo digan al Valencia), pero sí ha ganado la final el que mejor la ha jugado. En la final de Euroliga en Milán, el Madrid perdió el brillo con el que había apabullado hasta entonces (incluido a un Barça que en la semifinal milanesa tuvo "una noche de mierda", Pascual dixit) y ha terminado jugando en mate desde entonces. Da la impresión de que el Madrid de Laso lo fio todo a la Euroliga y la derrota contra el Maccabi (equipo asiático que juega la Euroliga, qué cosas) ha pesado como una losa anímica (y física) sobre los blancos.

Acaba la temporada y lo hace con una final que ha programado sus tercer y cuarto partidos entre semana a las siete y cuarto de la tarde. Un esperpento más de una competición fabulosa cuyos dirigentes están desde hace años encantados de machacar, con la ayuda inestimable de una TVE -a la que el basket le importa un pimiento y a la que la ACB no le cuesta un duro. Si no te haces valer...-. Un esperpento equivalente a un corte de mangas a los aficionados que hemos seguido la competición durante todo el año y que no hemos podido disfrutar de la final en sus dos partidos finales por culpa de una programación en horario de 'Barrio Sésamo'. Burla.

Acabó un año horrible del Barça en el que, sin embargo, perdió la final de Copa contra el Madrid por un triple de Llull en el último segundo, acabó tercero en la Euroliga después de perder contra el Madrid en un sonrojante partido de semifinales y gana la final ACB después de practicar el mejor baloncesto de la temporada. Síntomas del maldito duopolio que cada vez más se impone en la competición de élite de este país, y que ha creado una sima (casi) insalvable entre Barça-Madrid y los demás. 

Año horrible del Barça, sí. Con un juego exasperante, con sensación de plantilla desaprovechada y carencias tácticas en la cancha. No me resulta atractivo el juego de Pascual desde hace años. Hoy se ha despachado a gusto en la rueda de prensa contra las críticas con "sarna" de esta temporada. "Se ha sido francamente injusto con este equipo. Muchas veces he sentido que no tenía sentido venir aquí a explicar nada", ha dicho tras el partido. Ha puesto como ejemplo a Lampe, autor del triple decisivo del partido, y las críticas recibidas durante la temporada. "El tiempo pone a cada uno en su sitio", ha sentenciado. Una temporada horrible de Lampe no creo que dependa de un triple.


Se acabó. Barça campeón, Navarro MVP (cuya temporada, entre algodones, ha encontrado justa recompensa en una final memorable), Laso desquiciado (y lesionado) y negando en rueda de prensa la evidencia ("Nunca he hablado del arbitraje, di unos datos sobre el arbitraje"), Tomic como pivot capaz de marcar diferencias (¡¡Aleluya!!), con Sergio Rodríguez enmarañado en su barba, con Rudy tan extraordinario como jugador como reprobable en su comportamiento (hoy haciendo gestos de dinero hacia los árbitros) y con un Mirotic sorprendentemente (y preocupantemente) perdido. Arbitraje horrible en el último partido, final con los jugadores a punto de expirar, y con Huertas feliz como un niño subido al rincón de los aficionados "profesionales" del Barça, los Dracs, en una de las imágenes más curiosas de la final. Y chispum.

jueves, junio 12, 2014

La llave del Mundial

No soy nada futbolero, aunque lo fui y mucho en mi adolescencia. Culé lo he sido siempre (adjetivación extensible a mi afinidad por el resto de secciones deportivas del club, en especial la de baloncesto), pero incluso en aquella época veía partidos en los que no jugara el Barça. Eso sí, sólo con los del Barça podía llegar a terminar expulsado y sancionado en mi cuarto, tal era mi alteración ante los evidentes y constantes robos arbitrales. Y con Zubi (mi ídolo, como portero que fui), que no se metiera nadie que...

Hoy empieza el Mundial de fútbol de Brasil y, sinceramente, ni me va, ni me viene. No veré ningún partido. Tampoco vi ninguno hace cuatro años y hasta mucho tiempo después -meses, incluso- no llegué a ver el famoso gol que dio a la selección española el campeonato. No, no lo vi. ¿Cómo lo logré? Supongo que no encendiendo la tele ni dándole al 'play' a los videos de Youtube. Lo que sí recuerdo con enorme precisión, y difícilmente olvidaré, es el día de la final. Tenía un invitado en casa, al que cedí mi salón para que pudiera ver el partido. Yo me quedé en la cocina, leyendo el periódico y escuchando... Radio3. En eso que suena el teléfono y una amiga, desconsolada, me comunica que se ha dejado dentro las llaves de su piso. Las consultas con los servicios de cerrajería resultan disuasorias. Como es un piso compartido, lo mejor es buscar a uno de sus compañeros para que le deje una copia. Sólo hay un pequeño problema. Estamos en Pamplona y la llave más próxima está en...

Sí, a Zaragoza que nos fuimos a por la dichosa llave mientras la selección española jugaba su final. Si les soy sincero, reconozco que hubiera preferido que España no ganara por aquello de la brasa patriótica que iba a venir... y vino. Pero es que en este caso la razón era también práctica. Si España ganaba, a ver quién coño entraba con el coche en Zaragoza. Y España, ya lo saben, ganó. ¡Gol! Y de los pueblos que quedaban en los márgenes de la autopista nos llegó la noticia encarnada en fuegos artificiales. A ver quién entra ahora... Y, sobre todo, a ver quién sale de Zaragoza.

¡Oh, fortuna! El susodicho compañero de piso vivía en un barrio periférico así que, bueno, entramos y salimos con cierta facilidad. Eso sí, hube de sumarme al jolgorio con un pi pi pi pi piii pi pi pi piii pi piii de bocina del coche para que los fanáticos rojigualdos nos abrieran paso. Y conseguimos llegar a Pamplona donde, por otro lado, no esperaba y no encontré problemas de ese tipo. Llegamos pasadas las dos y media de la madrugada después de unas cuatro horas de coche entre ida y vuelta. Una hora razonable, de no ser porque el despertador iba a sonar tres horas después. ¡Campeones!

Por cierto, creo que el último Mundial de fútbol que recuerdo haber seguido fue del de Estados Unidos. Y yo, claro, iba con Bulgaria. Jugaba Stoichkov. Y al que no le guste, pisotón y cuenta nueva.

Carlos Pérez Cruz

sábado, junio 07, 2014

Periodismo de mierda

Harto. Asqueado. Cansado de tanto servilismo, de alfombras rojas al poder, de genuflexiones monárquicas, presidenciales, partidistas y empresariales. De que se atienda a intereses y no a hechos (por no decir a la verdad), de que se haga campaña por las élites, del fomento de la inversión colonial en América Latina, de que los enemigos del orden y la justicia sean quienes plantean alternativas a la globalización y el franquicidio, de que el malo sea Putin porque el nuestro es Obama (cuando los dos son unos hijosdelagranputa), del monopolio declarativo de los dos linces ibéricos de la corrupción, de la permanente cobertura de la nadería declarativa, del color rosa de las páginas del fin de semana, de las revistas de moda y complementos inalcanzables en tiempos en que cada vez tenemos menos y menos, de los silencios medrosos de las redacciones que sólo claman indignadas una vez se ven en la puta calle, de que la única garantía de colocación sea la mamada al superior, de que la publicidad privada pase por información, de que la publicidad institucional pase por información, de que no se llame a las cosas por su nombre y se les dé un rodeo de taxista, de los putos censores sin escrúpulos salidos de las escuelas de negocio (¿?), de los titulares que incriminan al muerto para así matarlo dos veces, de las encuestas que ocupan titulares y de los porcentajes que sepultan relatos, de las palmaditas en la espalda de los compañeros y las adhesiones sotto voce, de los “te entiendo perfectamente pero …”, de Rosa Márquez y El Corte Inglés, de que un telefonazo del PPSOE sea motivo de autocensura, de que un criminal, corrupto y sinvergüenza como Felipe González sea el puto oráculo de Prisa, del fraude periodístico de las tertulias y sus miserables todólogos, de que las portadas se miren por morbo y no por su interés, de la basura indigesta que esparce la televisión digital, de las horas y horas de radio simpatiquista en tiempos que no lo son, de que la información provenga de fuentes y no de personas con nombres y apellidos (¡¿qué es esto, el puto Aquapark?!), de la disciplina de partido de las redacciones, de que sólo se hable de las hostias policiales si joden a la policía del otro, de que la cultura sea ocio, de que señorías decimonónicas me digan lo que tengo que pensar y hacer en el siglo XXI… Harto, muy harto y asqueado de que nuestro mundo no exista, de que la prensa nos aleje del quiosco, de encender la radio para apagarla al instante, de que el televisor sea un mueble más de la casa. ¡Vaya mierda de periodismo!

Carlos Pérez Cruz

lunes, junio 02, 2014

Lucía Martínez - "De viento y de sal"


Hay belleza que sólo ilumina la nostalgia, hija de la distancia. Hay distancias insalvables, distancias que nos salvan, océanos de distancia y mil lágrimas derramadas. Hay casas en el exilio y exilios que son como una casa. Hay kilómetros, miles de kilómetros, asfaltados con sal, con lágrimas que marcan un camino que es de ida y vuelta, de vuelta e ida, porque la distancia no es el olvido, es recuerdo en construcción. A casa siempre se vuelve y de casa siempre se va. Por tierra, por mar, por aire… por música. 

Hay nostalgias febriles, enfermas de distancia. Nostalgia de luz, de mar, de olores y sabores. Hay voces y acentos que, cuanto más lejos, más propios, más íntimos, más dulces, más yo. Hay luz atlántica bajo las nubes, olas que rompen a miles de kilómetros y mecen sueños, olores que aturden, sabores que bañan de sal las mejillas, voces que despiertan anhelos, acentos que devuelven, como el eco del valle, algo de uno mismo, que siempre es más propio cuanto más lejos está. 

Hay milagros de la distancia, músicas que la acortan y liberan de peso a la nostalgia. Músicas que son palabras, palabras compuestas de notas que son poemas, versos de un alma que es sincera y se sincera, que mira adentro. Ahí está la luz, hay vida, pequeñas virutas de una pureza tan sensible que Lucía Martínez vuelca y dispersa como corcheas de sal sobre el papel pautado. Y sopla el viento y la música se mueve y nos conmueve, se hace nuestra siendo tan suya. Su nostalgia tiende puentes hacia nuestra felicidad.

Carlos Pérez Cruz (texto incluido en el libreto del disco)


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