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sábado, diciembre 31, 2011

Bram Stadhouders, Sidsel Endresen, Jim Black - "Bell Time"


La madurez cultural de una sociedad requiere paciencia y perseverancia. Contra la tentación de la inmediatez, se impone el cuidado tenaz del lecho para la (posible) recogida futura de buenos frutos. Hay que ser muy consciente de qué implica crecer como sociedad cultural y, por eso, me llama la atención el nombre del festival en el que se registró este concierto, que ahora es grabación bajo el título de Bell time. En Tilburg, en Holanda, se celebra cada año el Incubate Festival, es decir, un espacio para incubar nuevas propuestas desde la música, el cine, la danza, etcétera. Me parece muy precisa y visual esa idea de la incubación, cuando de lo que se trata es de proponer desde el arte nuevos caminos, que no siempre serán transitables pero sí interesantes de explorar.

La innovación no es siempre cosa de jóvenes valores. Es más, uno intuye que una larga vida profesional, combinada con un espíritu en constante renovación, es más fiable a la hora de acometer según qué indagaciones sonoras. En este Bell time se dan la mano tres posibilidades: la veteranía (que es un grado) de Sidsel Endresen, la madurez profesional de Jim Black y la irrupción irreverente de Bram Stadhouders. Este último, holandés de nacimiento, ejerció de anfitrión de la noruega y el estadounidense con apenas 23 años. De ahí a los 58 con que se presentó Sidsel Endresen va un trecho enorme, un espacio temporal en el que la noruega ha evolucionado de la ortodoxia primeriza a un código tan personal que es sólo suyo; la tan soñada voz propia. Si toda experimentación vocal parte de un sufrido y solitario ejercicio gimnástico (según confesión de la cantante), hace tiempo que su gimnasio está en el escenario, y en él demuestra que las posibilidades expresivas de la voz son más de las que asume la costumbre.

Se puede caer en el error de pensar que sólo la electrónica permite la evolución y ampliación del espectro de los instrumentos acústicos. No es verdad. Si Peter Evans es la prueba (divina) de que la trompeta tiene todavía tierras yermas por cultivar, Sidsel Endresen ha sabido encontrar en su voz giros inverosímiles y efectos nada secundarios. Y lo ha hecho a partir de la voz, no ha externalizado el esfuerzo. La ha trabajado y ahora la ofrece muchas veces en contextos electrónicos, pero en los que ella permanece acústica. Y resulta maravillosa la capacidad que tiene de convertir su voz en un imán, de magnetizar las ondas instrumentales para que su voz forme parte del conjunto; porque ella es voz instrumento, no voz solista. Así, en ocasiones, Endresen se asemeja a una estrella que brota lejana en ese campo espacial que muchas veces sugiere la música. Brota el brillo de una voz ligeramente rasgada, que a veces vocaliza sin idioma, y otras se extingue en su camino hacia los agudos, hasta quedar de ella una cola de cometa. Es ejemplar su sentido rítmico, su capacidad para ocupar y crear espacios, y aunque lo suyo no es el vértigo de la velocidad, en ocasiones bordea la locura y parece ser realmente un ingenio programado.

Sin ni siquiera haber alcanzado la mayoría de edad, Bram Stadhouders declaró en una entrevista en 2004 haber abandonado los estudios de guitarra de Jazz porque, entre otras cosas, le ofrecían argumentos contrarios a su propia concepción de la música. Puede ser un ejercicio de soberbia, pero también de madurez anticipada. Me inclino por lo segundo. De momento su guitarra, al menos aquí, se decanta por ser generadora de escenarios colectivos, más que por ejercitar el asombro virtuoso. Stadhouders expone líneas que tienen más sentido armónico que melódico, incluso vocación de bajo (Receiven o Fallt). Eso sí, lee muy bien los momentos de intensidad, como cuando en Retrette se entrelaza con la batería de Jim Black en un intercambio de golpes más circular que lineal. En general, la guitarra de Stadhouders gira sobre ciertos modelos obsesivos y administra con mucha contención.

Es música improvisada, música experimental, con un halo de concentración íntima que prevalece de principio a fin. En ocasiones, como en Point, las electrónicas proponen una base rugosa, eléctrica y permeable para el discurso de Sidsel Endresen, que puede recordar al efecto de una voz reproducida de forma inversa, uno de sus habituales recursos; en otras, como en el caso de Remembrew, el trío deriva hacia los marcos ambientales, en los que apenas interviene Black como baterista, y donde se construye en un in crescendo que amaga con la épica cósmica, de la que la reverberación y los efectos electrónicos son responsables en gran medida (la relación entre electrónica y espacio exterior se ganó hace mucho formar parte del inconsciente colectivo). Es música que tiene más que ver con la ocupación del espacio que con la medida del tiempo, sin caer en el estatismo. Hay incluso un tema, Suspectum, en el que el trío parece funcionar por impulsos eléctricos, por espasmos de acción - reacción, a los que la guitarra de Stadhouders ofrece un contrapunto de frases independientes, en contraste al juego entre la voz rota en mil pedazos de Endresen y los estímulos más o menos compulsivos de la electrónica de Black (se deduce que son suyos, dado que suena la guitarra y no hay batería). En conjunto, la música permanece en una nocturnidad casi visual que alcanza en el cierre (Admitste) su  madrugada.

Contra el frecuente tic de la elección o el rechazo impulsivo, está la perseverancia; este Bell time bien la merece. Una escucha atenta y reiterada no sólo permite acceder a muy diversos grados de disfrute, sino que da una pista del dedicado y laborioso proceso de incubación de ideas, las que forman el bagaje individual puesto en escena al servicio del colectivo. Es un diálogo espontáneo pero, cuando fluye, brilla como el mejor de los guiones.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

jueves, diciembre 29, 2011

Farmers by Nature (Gerald Cleaver, William Parker, Craig Taborn) - "Out of this world´s distortions"


Tres árboles desnudos, sometidos por el rigor invernal, bañados en niebla, son fotografía de portada de este disco. Al abrir la caja y extraer el CD, los árboles se multiplican. Ya no son tres, son decenas, y el objetivo mira hacia el cielo rodeado por ellos, verdes y frondosos, bañados en sol. Puede parecer naíf la metáfora, pero de la desnudez a la frondosidad hay mucho trabajo entre medias. En el medio natural es parte de los ciclos naturales y de sus estaciones; en la música, de la desnudez a la frondosidad, no hay una regla infalible, ni siquiera los brotes están asegurados, y se puede padecer un invierno permanente. Claro que en el caso de estos tres Farmers by Nature la naturaleza creativa juega con cierta red: la de la experiencia de tres músicos consagrados cuyas biografías se entrelazan y dispersan, y cuyas semillas germinan en el abarrotado jardín neoyorquino.

Dice Gerald Cleaver (el "organizador administrativo" de esta reunión) que hay ciertas verdades esenciales que pueden ser dichas de infinitas maneras, y que pueden sonar de una forma sorprendentemente singular. Resulta complejo trasladar al idioma musical estas palabras, pero simplificaré diciendo que hay cuestiones esenciales del lenguaje musical que, a pesar de su aparente finitud, no dejan de sorprendernos por su capacidad para comunicar nuevas (viejas) ideas. Así, este proyecto parte de una tímbrica instrumental tan frecuentada en el Jazz que resulta asombroso seguir encontrando estímulo en ella. Y más, si cabe, cuando la propuesta de Farmers by Nature parte de una concepción musical en la que prima la improvisación más radical, entendida esta como la que se libera de las formas y estructuras previas, al menos de las más evidentes. Está claro que, por formación y por presupuestos, no hay nada nuevo bajo el sol pero, ¡demonios!, nadie dijo que se hubiera de inventar el fuego a cada rato. Lo sorprendente es que la pócima, una y mil veces aplicada, sigue resultando asombrosa, lo mismo en manos de quienes dan vueltas en torno a la idea de trío liberado de Bill Evans, como de q
uienes se bañan en aguas más agitadas. En realidad no hay tanta diferencia entre unos y otros, siempre y cuando la práctica musical se derive de una personalidad expresiva libre de las ataduras teóricas. La sutileza romántica o la contundencia expresionista no son sino piezas complementarias de esas verdades esenciales de las que habla Cleaver.

Out of this world´s distortions
es el segundo trabajo publicado por el trío (después de un primer registro en concierto de junio de 2008). La casualidad (que es una forma de causalidad) hizo que el trío grabara en estudio horas después de la muerte del saxofonista Fred Anderson (24 de junio de 2010), y que en homenaje al ilustre pionero del Free de Chicago arrancara la sesión de grabación. Una puesta en escena emocionante y contenida en la que William Parker (que en varias ocasiones trabajó con Anderson) sobrevuela con su arco la sucesión espaciada de notas del piano de Taborn (después se suman las pinceladas coloristas de Cleaver). Minimalista y etéreo, For Fred Anderson se va haciendo tangible en el expresivo y a veces onomatopéyico fraseo del contrabajista, que va y viene, que rompe el estatismo armónico para volver hacia él, hasta que Taborn golpea en dos ocasiones el Sol grave: el sonido de las campanas funerarias en memoria de Anderson, tras el que suspira, hasta desvanecerse, el pulso de marcha ritual impuesto por la batería de Cleaver. Es un recuerdo sereno y reconfortante, confiado en que todo está bien y siempre lo estará.

No es fácil despertar del abatimiento apacible de For Fred Anderson, pero queda todo un mundo por recorrer en la generosa duración de este disco (del que quedó fuera un tema por falta de espacio en el soporte CD). Una hora larga de vértigos e imposibles, de temas percusivos que se abren a terrenos más propicios para la textura. Los dieciocho minutos de Tait´s traced traits se abren con un incendio de golpes, que perdura hasta que Parker intercede por un tempo en el que se va sugiriendo un sentido del swing que se resiste a ser tal, pero que está ahí, presente aunque indefinido, subyacente entre las frases entrecruzadas y más o menos flexibles, y cada vez más compulsivas, de las tres voces. Preludio de un exploratorio Out of this world´s distortions grow Aspens and other beautiful things (cuyo título ocupa casi media reseña) en el que tras un largo solo de Parker se establece (en apariencia) un tempo estable y lento. Taborn y Cleaver aplican efecto delay a sus respectivos instrumentos en varios momentos; con el eco, se genera un extraño efecto de espacialidad que contrasta con la crudeza pedestre del sonido de Parker en el contrabajo.

Sobre la base de varias obsesiones rítmicas en bloque se construye Sir Snacktray speaks, cuyo clímax se alcanza en el speech final del contrabajo, casi un rapeo (con arco) del señor Parker. Con Cutting´s gait se retoman los caminos de la improvisación a borbotones, del derrame compulsivo y frenético de notas hasta que, sobre el imaginario lienzo, se definen las líneas de un patrón rítmico que se va clarificando con la descarga de intensidad. En la feliz transición del aparente caos a la definición del pulso está parte de la magia de este tema.

Casi en el terreno de la invocación espiritual, el obsesivo riff circular del final Mud, mapped parece no salir de la rueda, hasta que un espléndido Taborn rompe con ella y se despliega sobre la vibrante pegada de Cleaver, de la que irá descabalgándose para que la música camine hacia su desvanecimiento.

Cómo fertilizar la tierra para que broten hojas en el árbol desnudo, sigue siendo uno de los grandes misterios de la música improvisada. Al igual que en los ciclos naturales, en el día a día de este segundo trabajo de Farmers by Nature, hay momentos de niebla espesa, pero también de lluvia de ideas; luces y sombras, nubes y claros. Es la vida misma la que se refleja en la música de un trío que, en palabras de Cleaver, intenta llegar a la raíz de las cosas, a esas verdades esenciales que, como las cuatro estaciones, son siempre las mismas pero nunca iguales.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

lunes, diciembre 26, 2011

La crítica hoy (un anacronismo reflexivo)

¿Confías en el lector? ¡Pum! Pregunta a bocajarro, un disparo directo al corazón de la honestidad del interpelado. ¿Respondo lo que pienso? ¿Lo que me conviene? Si digo que confío en el lector -entendido éste en términos globales- mentiría. Acaso confío en ciertos lectores, como confío en ciertos escritores.

Pero si defiendo mi desconfianza hacia la capacidad del lector para separar grano y paja en este mundo cacofónico (Everybody´s Talking at the Same Time, que canta Tom Waits), se me podría acusar de excesos egocéntricos, de falta de humildad.

No, lo siento, no confío demasiado. ¿De veras? ¿No confías en la cabeza pensante del lector? ¿En su capacidad para discernir lo bueno? ¿En su responsabilidad de hacerlo? Vaya, interesante asunto este de la responsabilidad del lector. Pero, ¿en qué se concreta? Intuyo que al lector le corresponde la exigencia. ¿De qué? De buen criterio del firmante. De una completa formación intelectual, de conocimientos contrastados, de buena escritura. ¿De algo más? De profundidad en el desarrollo crítico. ¿Estás seguro? Lo sé. Demasiado para una sociedad que forma su opinión en ciento cuarenta caracteres. (...)
 

domingo, diciembre 25, 2011

Dos años sin Vic Chesnutt


Se cumplen dos años de la muerte de Vic Chesnutt. El 25 de diciembre de 2009 se suicidó. No sé si en la fecha hay un motivo de causa – efecto; es decir, que le resultara francamente insufrible la hipocresía que supura tal impostura. Probablemente no sea más que esa cosa tan evanescente que llamamos azar. No lo sé, y no lo puedo saber. Pero ya que puso fin a su vida, y que no creo en la casualidad de su decisión (sí en la causalidad), parece una fecha francamente incómoda, una tocada de bolas, una mancha de sangre en la blancura del paisaje imaginario del día de Navidad. Vic Chestnutt es al 25 de diciembre lo que un rastafari a la mesa de Nochebuena de una familia de bien; lo que un librepensador a un coro de aduladores. Vamos, un incordio. No creo a nadie se le vayan a atragantar los turrones de la Nochebuena por el recuerdo de su muerte, pero que al menos alguien brinde por su vida, que por su muerte ya brindó el sistema.

En su día ya relaté los avatares médicos de Chesnutt, también cómo conocí su existencia después de muerto. Lo primero fue consecuencia de una sociedad que ha asumido (sí, a pesar de algunas molestas ocupaciones del espacio público, la sociedad ha asumido) que así es la vida, que el que tiene la suerte de que la bolita le toque, bien por él, y que el resto allá se las apañe. Que antes está el juego que los jugadores (voluntarios e involuntarios) de ese gran Monopoly que no tiene ni puta gracia. Lo segundo fue una (mala) suerte que debo al gran Jem Cohen (que me lo presentó en su bellísima e inteligente Evening´s civil twilight in empires of tin) y que me acercó más que cualquier día de todos los santos al cementerio de los caídos en la batalla de la verdad. Mi relación con él empezó con él muerto, sin más posibilidad que la de invocar su espíritu musical (no hay güija que valga, ni merece que le jodan el sueño eterno). No hay mes del año en que no lo escuche en alguna ocasión, como ahora que escribo, con su acongojante North Star Deserter desvastándome.

No quería faltar a mi cita anual (y voluntaria) con el recuerdo fatal de su muerte, con la evocación del músico que más ha quebrado la arquitectura de mi alma. No hay otro homenaje posible al músico desaparecido que la invocación de su música, que la reactivación de las frecuencias abrasivas de su lírica hiriente. Y en ello estoy. Ajeno a la estupidez institucionalizada, ajeno a la farándula y a los aplausos de regidor, ajeno a los supuestos que dirigen nuestros pasos allá donde no quieren estar. Camino con mis zapatos de domingo puestos hacia el único portal de adoración que hoy me importa: el de la verdad. Por dolorosa que esta sea. Gracias, Vic. Los que van a morir, te saludan.

© Carlos Pérez Cruz

MARATHON*

tareas pendientes apuntadas en un bloc de notas amarillo
nudos de corbata Windsor azul enmarcada por un negro básico
mesas resplandecientes
enormes bosques de platos desechables
soportando el peso del mundo
mina poco a poco tu fuerza.

preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de domingo puestos
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de vestir puestos.

pero todos tus sueños recurrentes
irán a más y después se consumirán y terminarán
las lagrimas se evaporan
pero oh, tan lentamente como el pis en el inodoro.

preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de domingo puestos
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de vestir puestos.


PD: Hay que tener menos sensibilidad que la mano de un pelotari, menos alma que Merkozy. Hace falta ser gilipollas de espíritu para cotorrear mientras te roban el alma con un tema así. Cuánta estupidez con aspecto humano, ¡pardiez!

* La traducción del tema es de cosecha propia. Pido disculpas por los posibles errores.

viernes, diciembre 23, 2011

Música para los días que discurren

Con el Alleluia Nativitas del siglo XII de Pérotin actualizada por el cuarteto vocal The Hilliard Ensemble y el saxofonista noruego Jan Garbarek; con la actuación del quinteto de Charlie Parker la madrugada del día de Navidad de 1948 y con la canción de Nochevieja de Tom Waits en su último disco Bad as Me se puede celebrar musicalmente la entrada del invierno, y sus diferentes celebraciones asociadas, sin empalagarse. Se puede, ¡incluso!, disfrutar:





jueves, diciembre 22, 2011

Cesária Évora


En el adiós a Cesária Évora (1941 - 2011) recupero dos secciones musicales de mi colaboración el programa Más Vale Tarde de Radio Vitoria (EiTB). El pasado 27 de septiembre escuchamos algunas de sus grabaciones con motivo del anuncio de su despedida de la actividad profesional:







Un año antes, el mes 26 de mayo de 2010, escuchamos algunas de las canciones de su carrera que forman parte de diversas bandas sonoras de película:





¡¡Exclusiva!! Las líneas maestras del nuevo Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Se venía rumoreando y el rumor se ha hecho verbo. El nuevo (viejo) gobierno de España ha disuelto el Ministerio de Cultura como un azucarillo en el agua ministerial de la cartera de Educación, Cultura y Deporte. Una noticia temida por muchos y que abre muchos interrogantes. ¿Qué supondrá para la cultura española? Este periodista ha tenido acceso al borrador que maneja el nuevo ministro José Ignacio Wert. Como se pueden imaginar, el borrador está lleno de tachones y la letra es casi ininteligible, ya que Wert ha conocido hace apenas unas horas que esa es la cartera que le corresponde y ha permanecido toda la madrugada trabajando en ello (Permítanme un aparte. ¿A nadie le resulta sospechoso que se llamen 'carteras' a los cargos ministeriales? Cierro el aparte). Entre esas anotaciones de confuso redactado, este periodista ha logrado descifrar algunas de las líneas de trabajo que el nuevo ministro pretende desarrollar.

Una pregunta preside el borrador: ¿Cómo coño me las apaño para unir Educación, Cultura y Deporte? Les ahorraré la serie de exabruptos marianos que siguen para ir al grano. Porque después de quién me mandará a mí es cuando José Ignacio Wert logra que la electricidad llegue a su bombilla. El ministro, excitado (el secreto profesional - más bien el pudor - me impide desvelar cómo he averiguado la expresión de su excitación), ha logrado la cuadratura del círculo: convertir un ministerio triple en un ministerio único. En esta legislatura, Educación, Cultura y Deporte vendrán a ser lo mismo. Músculo y cerebro serán una misma cosa al servicio de la patria.

Paso a detallar a continuación las líneas maestras del plan ministerial (porque de maestra hay que calificar la decisión ministerial) que Wert ha hecho llegar al presidente del gobierno, Mariano Rajoy:
  • Todo proyecto educativo y cultural girará en torno a la principal actividad exportadora española: el deporte.
  • Se cerrarán centros escolares, universidades, conservatorios, escuelas de arte, auditorios, museos... y se derivará toda la actividad educativa, artística y deportiva a grandes estadios y pabellones deportivos. Con el cierre de los centros que acogen las citadas actividades se logrará un gran ahorro energético y económico que ayudará a cuadrar el déficit público.
  • Educación: supresión de las enseñanzas intelectuales. Toda actividad será física. Los alumnos ejercitarán exclusivamente su cuerpo y estarán al servicio de los entrenadores de las diversas disciplinas deportivas que tanta gloria dan al país, que tendrán así a su disposición un inmenso caudal de imberbes en formación para lo que consideren menester. Así la tradicional clasificación por cursos será sustituida por las categorías de sparring de primer año, sparring de segundo año, etcétera. La gloria nacional tendrá, de esa manera, relevo permanente. (Nota: Mariano, será de gran ayuda para nuestra permanencia en el poder la anulación del desarrollo intelectual. Una sociedad deportista y sin intelecto es más permeable a nuestra voluntad).
  • Cultura: el fin último de este plan de integración ministerial es la extinción de la Cultura. Dado que gasear artistas está mal visto, integraremos a los todavía en activo en la acción deportiva única. (Nota: calculo una España exclusivamente física para dentro de unos treinta años). En los diversos puntos desarrollaré, querido Mariano, la función que asignaremos a quienes todavía hoy conocemos como gentes de la cultura. Ten en cuenta que sólo es un boceto, que ya desarrollaremos con más detalle en algún consejo de ministros (o en el bar del Congreso, donde prefieras):
  • Cine: a) los actores pasarán a ser animadores de grada. Su habilidad interpretativa permitirá poner buena cara en las derrota. b) los guionistas escribirán las declaraciones que los deportistas ofrecerán a los medios de comunicación antes, durante y después de los partidos. Habrán de ser textos breves y escritos a máquina (no conviene que les pase lo que a ti con Pedrojota, Mariano). c) directores, técnicos de luz, sonido, etc. se encargarán de la escenografía deportiva. Los operadores de cámara se sumarán al despliegue televisivo de las retransmisiones televisivas.
  • Literatura: Fácil, Mariano. Todo texto será crónica deportiva. Sólo se admitirán libros de ensayo sobre deporte, biografías de atletas y sonetos para catetos.
  • Escultura: Tanto deportista en activo requerirá de una buena asistencia fisioterapéutica. Las manos de quienes tratan el barro bien podrán trabajar los fatigados músculos del héroe patrio. Unas clases de reciclaje laboral y listo. (Nota: ¡Cuidado! Póngase especial empeño en el reciclaje de escultores con vocación cubista).
  • Fotografía: Obvio, Mariano. Todos al Marca y al As.
  • Danza: La labor de animación de los actores en la grada se verá complementada con la animación sobre el terreno. ¡No veas cómo va a subir el nivel de nuestras cheerleaders!
  • Pintura: Una buena mano de pintura siempre vendrá bien al mantenimiento de las instalaciones deportivas.
  • Música: a) Orquestas sinfónicas y coros: a ellas corresponderá la interpretación del himno nacional en cada partido o acontecimiento deportivo (al igual que en Estados Unidos, no se limitará su ejecución a la participación de la selección nacional, también se hará en el deporte de clubes). (Nota: Mariano, convendría de inmediato poner letra al himno; por muy afinada que sea la interpretación no da buena imagen ver orfeones cantando chunta chunta ta chunta chunta chunta chunta chun ta chun, ta chunta chunta chun por voces). b) Grupos pop: los vestuarios serán su escenario natural. La sencillez de su música servirá para comunicar al deportista - con letras breves, concisas y tatareables - que mi vida eres tú y que sin ti no soy nada. c) Grupos de Rock: Animación de los sectores más radicales de la grada. (Nota: téngase especial cuidado con los punkarras, pueden terminar animando al rival). d) Grupos de Jazz:...
... No sé Mariano. Después de darle muchas vueltas no se me ocurre qué hacer con ellos. ¿Para qué sirven? Quizá a estos sí se les pueda gasear. Nadie se daría cuenta. Ya me dirás qué te parece todo esto.

Tuyo,

J.I.W.

jueves, diciembre 15, 2011

Urtain ('Estudio 1' de TVE)


No tuve la oportunidad de ver en teatro la representación de la obra "Urtain", por eso anoche encendí el televisor (¡gesto inédito!) para ver la adaptación televisiva en el espacio 'Estudio 1' de La2 de TVE. En teatro tiene que ser una experiencia asombrosa pero, chapeau por la adaptación catódica. Como un derechazo a las partes nobles del alma, la obra - coproducida por Animalario y el Centro Dramático Nacional - gira en torno a la vida del boxeador José Manuel Ibar Aspiazu, "Urtain", y todas las lecturas que de ella se pueden extraer tanto sobre su persona, como sobre las amistades garrapata, los manejos propagandísticos del poder, la España de 1992 hasta 1943 (la obra camina cronológicamente hacia atrás), etcétera. Televisión pública ejerciendo como tal.

Urtain disponible en la web de RTVE:  

martes, diciembre 13, 2011

Lucía Martínez (AzulCielo sobre Berlín)


Conocí a Lucía en Berlín una noche fría, lluviosa y ventosa de noviembre de 2009. Era mi primera (y única) vez en la capital germana y después de un día de generosa caminata por sus calles quedamos con Lucía y Mario. Creo que ella se quedó impactada por la dimensión de nuestro paseo berlinés, pero es que somos muy de patear allá donde vamos, que así nos da tiempo a ver los lugares de un lado y del revés. Había entrevistado a Lucía por teléfono meses antes con motivo de la presentación de su primer disco, Soños e delirios. Una enorme y agradable sorpresa, tan acostumbrado como estoy a recibir trabajos rutinarios. El suyo tenía la fuerza, la pasión y la energía que uno espera (y exige) de un disco grabado por alguien de veintiséis años, y la sensibilidad y el poso de madurez que no sospecha de alguien de su edad. En la conversación telefónica descubrí a una mujer apasionada por descubrir, por compartir, por aprender, por el cine, por las palabras… lo que ya explicaba en parte la solidez de su música y de su discurso. Nada más estimulante que la curiosidad permanente. En persona, encontré las piezas para completar el puzle de su arte. Lucía se apoyaba en una muleta, estaba pasando una mala etapa. A pesar de lo desapacible de la noche, a pesar de que nada me debía y de que bien podía haberse excusado, ejerció de entusiasta anfitriona de nuestra primera noche berlinesa. Con el mismo impulso arrebatador de su música avanzaba bajo la lluvia, subía escaleras y negociaba la mesa para cenar. ¡Ris! ¡Ras! ¡¡Todo un carácter!! ¿Qué hubiera sido de nosotros sin aquella muleta que impedía la natural velocidad de sus actos?

Recuerdo que después de cenar nos llevó hasta uno de esos espacios para el arte que sólo son posibles en una isla llamada Berlín. Un edificio que mi memoria recuerda como un barco varado en las oscuras aguas de la noche centroeuropea; una casa que en España ya habrían desokupado a limpia hostia pero que en Berlín florecen como setas alucinógenas para el artista. El interior, un gran cuarto de estar con butacas y espacio casi industrial. Sobre el escenario, a ras de suelo, un cuarteto rasgaba el aire a golpes de baqueta y estallidos de saxofón con la vehemencia de la improvisación más aulladora del Jazz. La sala estaba llena, tuvimos que irnos hacia el fondo y desde nuestra posición se escuchaba, pero no se veía. Lucía, inquieta, se levantaba con el sostén de la muleta, se alejaba de nosotros buscando la visión del escenario. Pensé que en cualquier momento iba a arrojar la muleta e iniciar una lucha cuerpo a cuerpo por la propiedad de la batería. Los ojos le hacían chiribitas, su cuerpo se tensaba por la excitación. Puzle completo. Lucía aspiraba la música con tal intensidad que comprendí que la suya no era sino la sudoración de tanta pasión.

No aguantamos mucho tiempo allí. Recorrer el mapa berlinés por todos sus cuadrantes en un solo día deja secuelas de cansancio nocturno y sueño irrenunciable. Nos despedimos hasta una próxima vez. Desde entonces hasta hoy nos hemos encontrado en un par de ocasiones. La primera en su natal Vigo en junio de 2010, durante la celebración del festival ‘Imaxina Sons’. Apenas un saludo. La segunda este mismo año en su presentación en Bilbao con MBM, el trío que comparte con Baldo Martínez y Antonio Bravo. Durante el concierto nos contó la historia de los temas que ella había compuesto. Ahora sé que necesita que los temas tengan un relato, y ella lo cuenta antes de tocarlos. La seriedad, firmeza y concentración en el ejercicio de su pegada se transmuta en una candidez verbal que desarma con un discurso como de travieso pillado in fraganti. Sus manos se frotan nerviosas contra las piernas y, sin embargo, no es el tic de la vergüenza el que las mueve sino el pudor, que lucha por proteger la intimidad de su mundo interior. Pero le puede la necesidad de contar, la necesidad de compartir esas pequeñas cosas que dan forma a una música inmensa que desborda el espacio de resonancia de la batería y crea cómplices sobre el escenario.

 
He vuelto a charlar con ella. Lucía clausura la década de sus veinte con su segundo trabajo discográfico propio, AzulCielo. Es el proyecto final de un Máster en Composición y Batería en la Universidad de las Artes de Berlín, y la música desprende tanta luz como la palabra que titula el disco. Durante la charla Lucía verbaliza las musas que la inspiran pero también descubre los rudimentos que, con mucha paciencia y laboriosidad, van dando forma a la música. Es ese trabajo incansable e irritante, frustrante la mayor parte del tiempo, el que se oculta a los ojos del melómano. Lucía lo cuenta con la alegría que desprende la recogida de un fruto largamente esperado, pero sin ocultar la dureza artesana y concienzuda de toda buena creación.

Cuando la música habita entre fotos y textos, cuando el sonido se convierte en un álbum de recuerdos, es el momento del oyente. Y ese es hoy un momento frágil. Todo el trabajo, todas las horas de inmersión en el oficio, la laboriosidad fatigosa de la creación - que tanto tiene de maratón mental como físico -, los interminables días de parálisis, de miedo al vacío o de excesos punitivos contra uno mismo, se convierten, de pronto, en un simple disco entre las manos. Sí, nada más, un simple disco. Algo tan vulgar como una caja de plástico con un pequeño libreto y un CD insertados. Es entonces cuando a la expansión del alma por ver el sueño cumplido se le abre el vacío inmenso de la aspiración satisfecha. La duda ante el pentagrama vacío es ahora la duda por la valía de lo que tanto costó y parece tan sencillo entre las manos. Y no lo es. Nada tan complicado como llevar a buen puerto el bote de los sueños propios. Pero, ¡ay la música! La música es un sueño descargable. La música se arroja desde la nube en un descenso suicida, en un puenting sin cuerda ni colchón, hacia el inmenso gulag de nuestros ordenadores. Vastas extensiones de una nada matemática a la que se destierra la música. Los músicos la observan atónitos. ¿Cómo es posible? ¿Todo esfuerzo es gratuito? El  aprecio, fugaz, intercambiable, olvidable. ¡No me cabe en la cabeza cómo una persona se puede bajar doscientos discos en una hora! Doscientos discos, ¡¿cuántas horas de trabajo son?! A Lucía no le cabe en la cabeza, pero en el gulag de los unos y los ceros sí cabe. La dictadura no aprecia esfuerzos, no admite justicia y equidad, no contempla recompensa al trabajo. La dictadura, como su propia acepción indica, impone. Y hoy impone la música como pañuelo desechable (al menos en otro tiempo eran de tela y se guardaban en el bolsillo hasta la siguiente secreción) y cuyo uso (que no disfrute) nos es debido.

Y, sin embargo, ahí sigue Lucía, luminosa, creciendo cada día, buscando su propio ritmo inspirada por el Elogio de la lentitud con el que pone freno a su natural impaciencia (ella lo intenta, conste) y por los pacientes consejos y exigentes estímulos de maestros como John Hollenbeck. Ahí sigue, persiguiendo sus propios sueños y delirios, dibujando el AzulCielo sobre Berlín a brochazos de escobilla y golpes de mar Atlántico; viendo venir la amenazante tormenta de la catástrofe china para espantarla con un estallido de platos que gritan y muerden para defender la única caja que merece la vida, la de una batería. Y tal vez algún día, con un poco de suerte, como en aquel mirador de Vigo desde el que veía venir la tempestad, pueda celebrar con redoble alegría que la negra lluvia no tocó tierra y que su música exorciza al pesimismo.

© Carlos Pérez Cruz

Puedes escuchar una entrevista con Lucía Martínez en la edición de Club de Jazz del 14 de Diciembre de 2011.

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

lunes, diciembre 12, 2011

Notas de lunes

Después de una semana con dos festivos y sensación de sociedad en cierre o a medio gas, comienza una semana con sus preceptivos días laborables. Si a la semana de festivos encadenados se le denomina puente, ¿cómo denominar aquella que no los tiene? Se admiten sugerencias. La mía es puenting, salto al vacío sujeto al viernes. Se admite alcohol como avituallamiento.

Hace no mucho asomaba con fuerza en España la idea de la racionalización de los horarios con el objetivo de conciliar mejor las obligaciones laborales y el tiempo de... el otro, sí, vamos, el de las otras obligaciones. Ahora, trabajen más, cobren menos. Es otra concepción de la palabra 'puente', la de los que se tienden hacia China (previo peaje berlínes, claro está).

En el pequeño colmado en el que compro frutas, leche y una caja de caldo "de la abuela" (Dios la tenga en su gloria), surge esta mañana en nuestra conversación la acepción de puente entendida como encadenado de días festivos. Parece que "los van a quitar", me dice el tendero. El motivo es que "ha habido cuarenta y tantos muertos en la carretera". No sé qué me pasma más, si la sensación paternalista que transmite la reflexión de que las cosas 'nos son dadas' (y, por ende, arrebatadas a voluntad y "por nuestro bien") por las autoridades públicas, o la reflexión en sí.

Esta mañana desde la ventana de mi estudio podía mirar hacia la calle y ver la gente caminar. Por la tarde, al revés. Nada más irritante que girarte hacia la ventana y contemplar primero la cara, después los pies, de varios tipos. Sobre todo si tu ventana es la de una tercera planta. He corrido las cortinas. ¡Malditos andamios!

sábado, diciembre 10, 2011

El vuelo libre de la palabra Jazz (Reflexiones a partir de Nicholas Payton)


El Jazz ha muerto. Nicholas Payton fecha esa luctuosa noticia en 1959. Otros lo hicieron en 1967, el día en que John Coltrane falleció. Y otros, el día en que Miles metió los dedos en el enchufe. Este muerto está muy vivo y sigue dando que hablar después de muerto. De quien hacía mucho que no sabía nada era del propio Nicholas Payton. Eso no quiere decir nada en su contra – seguramente más bien en la mía – pero hace años que no sé nada de su música ni lo he escuchado en concierto (¿en 2002?). El caso es que hace unos días me di de bruces con una especie de texto-manifiesto del trompetista en su blog bajo el título de Sobre por qué el Jazz ya no es algo cool… (On why Jazz isn´t cool anymore…), publicado el día 27 de noviembre y que empezaba con esa contundente aseveración de que El Jazz murió en 1959. Palabras que han tenido su continuación (hasta la fecha) en otros cuatro textos escritos por Payton a partir de las furiosas reacciones del personal. Es uno de los riesgos de la continua interacción que promueve la red de internet. Si uno entra al trapo de todo lo que mueven sus palabras, corre el riesgo de perder la contundencia de los argumentos, como el gas de una botella abierta hace días. Es difícil abstraerse de lo que en la mayor parte de los casos no dejan de ser más que exabruptos y eructos virtuales con los que se conforma una parte no menor de internet. Y Payton no ha podido contenerse. O no ha querido.

En una sociedad que informativamente vive de los titulares breves (primero fueron los diarios gratuitos, ahora la twitterización de la información), un texto como el publicado por Payton tenía todos los condimentos para lograr cierta atención en la disputa global por la (efímera) relevancia informativa (siendo consciente de la irrelevancia más absoluta de la información jazzística; lo escrito por Payton fue una hormiguita a lomos del elefante). Hoy es difícil que un largo texto de reflexión alcance notoriedad (ansiosos como estamos por abarcarlo todo de un vistazo) y todas y cada una de las frases de Payton en su primer artículo pueden ser twitteadas sin problema. Sueltas pueden funcionar con cierta autonomía y así generar “revuelo” con sentencias necrológicas, como la citada El Jazz murió en 1959; sociológicas, como El Jazz se separó de la música popular americana; de lectura interpretativa, como El Jazz murió en 1959, eso es por lo que Ornette trató de liberar el Jazz en 1960 (en el original “Free Jazz”, título del disco de Ornette Coleman); historicistas, como Mis antepasados no tocaban Jazz, tocaban música de Nueva Orleans tradicional, moderna y de vanguardia; de denuncia comercial, al decir que El Jazz es una treta del marketing que sirve a una pequeña élite a partir de lo cual concluye que La música es más un medio que una marca, etcétera. Entre las más de cien frases cortas de Payton algunas sugieren que ‘Jazz’ es un concepto fruto de la mentalidad colonialista padecida por la población negra obligada durante siglos a agradecer las migajas. Una idea racial de sometimiento que desarrollará cada vez con mayor beligerancia en los textos posteriores.

Payton se ha expuesto. Payton ha puesto su trasero en la diana y de la red han surgido los suficientes dardos como para agujerearlo (más de lo que ya está por naturaleza). Y Payton ha reaccionado airado y soberbio. Tal ha sido el grado de soberbia que incluso él mismo ha evaluado su egolatría. Una valoración del ego, como se pueden imaginar, en positivo. El ego nos mantiene vivos, dice. El ego es la razón de levantarse cada mañana de la cama. El ego hace que no toleres que te pisoteen. Es cierto, una razonable dosis de ego no es per se algo negativo; al equilibrio personal bien le viene una autoestima con defensas. El problema es que el ego de Payton se desparrama con el desarrollo de la discusión hasta adquirir un matiz mesiánico con el que corre el riesgo de sepultar los razonamientos “aprovechables” que se extraen de toda la maraña de frases. Payton emite sentencias (no tanto opiniones) en las que incluso se arroga la exclusiva representación de todo el espectro de la música negra americana a través de su propia música (¡Nadie más que yo!, se hincha Payton, que dice representar desde la tradición de Nueva Orleans hasta la de Chicago, los lenguajes de Count Basie, Charlie Parker, Thelonious Monk, Ahmad Jamal, el estilo de Miles Davis, James Brown, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Earth Wind and Fire, George Clinton, Wayne Shorter, Herbie Hancock, James Williams, Bobby Watson, Donald Brown, Duck, Dilla…) o defiende estar intentando salvar esta música y llevarla de vuelta a sus raíces. ¿Habrá perdido el norte, Payton? Una cosa es una opinión con saludable dosis de agitación y otra una boutade desmedida y paranoica. Me viene incluso a la cabeza aquella chulesca frase del futbolista Cristiano Ronaldo sobre que se le tenía envidia porque era bueno, guapo y con dinero. Vamos que, aunque comparto la tercera aseveración, la credibilidad se le va por la fuerza de la chulería. Un poco de humildad (aunque uno mismo se crea el rey del mambo) no viene mal.

Son muchos los frentes que abre Payton y que se podrían intentar analizar, replicar o acompañar en el sentimiento, pero ciñámonos a algunos de los más relevantes. Por ejemplo, la cuestión de las etiquetas. ¿Es un problema llamar ‘Jazz’ a determinado tipo de músicas? ¿Limita al músico el ejercicio de su creación? ¿Es ‘Jazz’ un término de naturaleza colonial equivalente al insulto de negrata para un negro?

Quizá la primera pregunta que habría que hacerse es cuándo demonios aparece la palabra ‘Jazz’, y creo que es una cuestión que dista de estar resuelta. Estaremos de acuerdo en que la palabra ‘Jazz’ no deja de ser una convención que, como mucho, guía, da pistas, sobre aquello que vamos a escuchar. Que las etiquetas tienen vocación mercantil no escapa a nuestra inteligencia, pero que la palabra existe antes de que existiera un mercado manejando las mercancías culturales, también parece evidente. ¿Está el músico al servicio de la etiqueta? Me temo que sólo de forma individual se puede responder a esta pregunta.

¿Para qué crea música el músico? A priori, deberíamos encontrar tantas respuestas como músicos (aunque la mayoría no pase de aquello de que “los partidos duran noventa minutos”), pero será la personalidad del artista la que dirima fundamentalmente qué mueve su obra. Habrá quien se quiera (o pueda) mover dentro de unos parámetros de lo que le han dicho que es determinada música y trate de manejarse con ellos. Ahí encontramos un amplio espectro de la comunidad musical que se limita a repetir una y otra vez lo aprendido con apenas matices diferenciales. Es una mayoría, pero que tiene su explicación más allá del peso de la ‘marca’. No todo el mundo es genial e hipercreativo. Y no, no es una cuestión de autolimitación (Payton no cree en las limitaciones), es simplemente que la habilidad a veces no da para mucho más que para manejar las herramientas con cierta soltura. La facultad para la genialidad está al alcance de relativamente pocos, e incluso quienes la tienen ofrecen medianías a lo largo de su carrera.

El vuelo más o menos libre de la música suele estar en consonancia con la construcción personal e intelectual del individuo. Pocas palabras tan indefinidas como ‘Jazz’. De esa etiqueta se derivan tantas formulaciones estéticas que corresponde al individuo encontrar acomodo entre tantos mensajes con vocación de juicio final. O incluso, puede tratar de hacer volar por los aires cualquier intento de santificación del término.

¡Claro que es absurdo llamar ‘Jazz’ a una música que, bajo un mismo paraguas, se parece tan poco entre sí las más de las veces! Pero el músico libre, independiente, tiene en su mano hacer lo que le dé la gana… que ya se encargará luego la maquinaria mediática y social de ponerle un nombre, esté o no el creador de acuerdo con él. Si hay músicos que no se atreven a romper según qué patrones que entienden sagrados es tan problema suyo como una libre elección. No creo que a nadie en último término le amenacen con un látigo jazzístico para decirle lo que tiene que tocar y cómo. Otra cosa es que en la vida uno se encuentre con personajillos que desde sus pedestales procuran conducir el rebaño. Pero, insisto, en último término está en manos del músico seguir su propio camino o amoldarse, información no le falta hoy por hoy. Que en determinadas circunstancias esto resulte más o menos fácil es otro cantar. Puede suceder (sucede, de hecho) que, para tocar en determinado acontecimiento, el director de turno te obligue a un repertorio y maneras concretas, pero también sucede que el artista sometido a ese dictado dispone de brazos conque ejercitar el noble ejercicio del corte de mangas.

La cuestión racial, colonial, opresora… de la etiqueta ‘Jazz’ va adquiriendo mayor relevancia en los diferentes textos de Nicholas Payton. Que mediante el ejercicio (también limitador) de denominar su música como Música Negra Americana (BAM!) esté tratando de llamar la atención sobre la usurpación de la negritud fundacional de esta música, no deja de resultar un discurso anacrónico. No porque la lucha por la igualdad social de negros, blancos, amarillos, azules y verdes no siga teniendo vigencia, sino porque no creo que nadie en su sano juicio esté negando el origen negro de esta música. El relato de los campos de algodón es de sobras conocido por quienes ignoran el Jazz, su historia y desarrollo, e incluso he comprobado cómo músicos ajenos por completo a la dinámica del Jazz imaginan su cara pintada de negro cuando, por cuestiones laborales, tienen que afrontar un repertorio (pseudo)jazzístico (lo cual no deja de ser eco de aquellos vergonzantes minstrels del siglo XIX).

Que la práctica jazzística inicial de los músicos blancos pudiera ser la de quienes se acercan con otras señas de identidad cultural a otra cultura, puede ser más o menos discutible, pero hace ya mucho tiempo que es un lenguaje musical que ha ido creciendo y ramificándose por la acción de músicos de todos los colores. Que se deba llamar o no ‘Jazz’ a eso no deja de ser una discusión colateral a la propia música, pero no está claro que la ultra(ramificación) de etiquetas (los tags son casi tan perniciosos como los hashtags) haya ayudado a discernir de qué hablamos cuando hablamos de música. Y sin embargo difícilmente prescindiremos de ellas, como difícilmente dejará de escribirse sobre música aunque las palabras no sirvan para escucharla.

Por otro lado, al denominar Payton su música como Música Negra Americana (algún día los americanos no estadounidenses deberían luchar por recuperar la palabra, ¡eso sí que es racismo!) contribuye a la diferencia más que a la igualdad social. Que su música pretenda erigirse en representación de ese (supuesto) espectro cultural no es sino devolver la música al rincón del gueto (‘Nuestra’ música VS la otra). La separación racial crea los mismos estigmas que las etiquetas que denuncia Payton. ¿No debe el músico ser libre? ¿No debe ser ilimitado en sus ambiciones? Ser un músico de Música Negra Americana es tanto como decir que su música va a estar definida por lo que socialmente se entienda como tal. Al fin y al cabo, todas las clasificaciones generan expectativas y no dejan de ser convenciones sociales. Y tan libre es Payton de elegir abarcar todo el espectro de lo que él considera Música Negra Americana, como lo es otro músico de orientarse por los parámetros de lo que entienda que es el Jazz a partir de su propio bagaje. En fin, todo un galimatías intelectual.

En definitiva, las etiquetas en ocasiones orientan, en otras desorientan, y las más de las veces no significan nada. La dimensión de su significado depende de cada uno, de su bagaje, de su amplitud de miras y de su intencionalidad. Así nos encontramos festivales de ‘Jazz’ que firmarían alborozados la sentencia de muerte del Jazz en 1959, y otros que creen que tiene un presente, una historia e, incluso, un futuro. Lo mismo ocurre con algunos programas de radio o revistas musicales y con cada uno de los músicos y aficionados de este universo ‘Jazz’ en el que algunos se sienten acogidos, otros turistas y otros, como Payton, no quieren estar. Pero clamar por el robo de la identidad racial que supone la palabra ‘Jazz’ para la música negra es tanto como poner el grito en el cielo porque no se cite de forma expresa el fundamento irlandés del Country o se llame Americana Music a una cierta idea de la música estadounidense (repito, ¡rebélense los americanos no estadounidenses!).

Romper los grilletes lingüísticos mediante nuevas denominaciones es entrar en el juego, es perpetuar el sistema de convenciones en el que nos movemos. ¿Reduccionista? Sin duda. ¿Imperfecto? A más no poder. Pero al igual que la Estrella Polar es un medio de orientación y no el destino, ‘Jazz’ no deja de ser una luz que guía los pasos de algunos profesionales y aficionados. Y es de sobras conocido que todos los caminos conducen a Nueva Orleans.

© Carlos Pérez Cruz

Los textos de Nicholas Payton que inspiran este texto se publicaron en su blog entre el día 27 de noviembre y el 7 de diciembre de 2011. Algunos de esos textos los traduje y publiqué en mi blog.

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

miércoles, diciembre 07, 2011

Carta abierta a Marcus Strickland y a sus amigos de Facebook (por Nicholas Payton)


¿Me preguntas si estoy enfadado? Sí, Marcus, estoy enfadado. Enfadado con esos tipos con los que he compartido mi pan, a los que he apoyado abandonando mi camino, ayudado cuando necesitaban dinero, con quienes he compartido escenario, a quienes he contratado, que me han proclamado su mentor y una de sus grandes inspiraciones y que, sin embargo , van a Facebook y participan del asesinato virtual de mi personaje. Espero eso de la gente rastrera que no hace sino escupir violentamente todo el día en internet porque son infelices con sus vidas vacías pero, ¿de mis amigos? Está bien.

Marcus actúa como si le atacara a él personalmente. ¿Cuándo, aquellos que me conocéis, me habéis visto haciendo algo que no sea apoyar esta música? ¿Quién conoce aquí más sobre la historia de esta música que yo? ¿Quién está cualificado para ir mano a mano conmigo en este tema? ¿Hay alguien interesado? Responderé. Ninguno de vosotros. Ninguno.

Todos los que habéis participado de este ataque tenéis que avergonzaros. No va con el espíritu de esta música que llamáis Jazz. He escuchado a alguna gente que dice que Marcus ha hecho buenas observaciones. ¿Qué observaciones? No ha hecho mucho más que acusarme de haber hecho esto para conseguir atención. ¿Cuándo he hecho algo así para lograr que la gente hable de mí? No lo he hecho, no necesito hacerlo.

No hay ningún alma viviente que pueda subir a un escenario en el mundo y soplar más que yo.  Y punto. Ninguno de vosotros, cobardes. Nunca ha existido un músico que pueda representar todo el abanico de la tradición de esta música desde su implantación en Nueva Orleans a Chicago, del lenguaje de Basie a Charlie Parker, del lenguaje de Monk, Ahmad Jamal, el estilo de Miles, a James Brown o Marvin Gaye, Stevie Wonder, Earth, Wind and Fire, George Clinton, Wayne Shorter, Herbie Hancock, James Williams, Bobby Watson, Donald Brown, Duck, Dilla, etcétera , que yo.

Nunca.

Esto no es para fanfarronear o presumir sino para ilustrar cómo rendimos más tributo a un título como “JAZZ” que lo que queremos a alguien que vive y respira el espíritu de esta música cada día.

Podéis enfadaros, pero están tratando de alejar esta música de los negros. Muchos de vosotros simplemente no os dais cuenta. Vais a esperar hasta que sea demasiado tarde para hacer algo antes de daros cuenta de lo que está pasando. Aquellos que me conocéis sabéis que, generalmente, soy hombre de pocas palabras, pero que cuando hablo es por cosas importantes.

Estoy poniendo mi trasero en la diana por vosotros. No por mí. Sois vosotros, quienes no os dais cuenta de lo que está pasando, mis mayores críticos. No estoy enfadado. Estoy tratando de luchar por lo que quería Duke Ellington hace años, llamarlo Música Negra. ¿Por qué? Porque él sabía entonces que si no la etiquetábamos de una manera que hablara de sus orígenes, años después los blancos tratarían de reclamarla como algo creado colectivamente.

No me malinterpretéis, hay algunos tipos blancos brillantes, geniales, que han tocado esta música, pero es, en definitiva, una forma de arte negro. ¿Qué hay de malo en cambiar de nombre a la música de manera que ponga los argumentos sobre la mesa de una vez por todas? ¿Creéis que soy la única persona que ha querido esto? ¡Demonios! No. Miles, Max, Mingus, J-Mac, Dr. Donaldson Byrd y otros muchos han querido esto desde hace mucho. Ellos se rindieron porque se cansaron de las reacciones furibundas que recibieron tanto de negros como de blancos. ¿Sabes qué? Como dice Roy Haynes, “el tiempo de titubear ha terminado”.

Sobre la cibervalentía
¿Sabéis por qué lo que he dicho molesta tanto? ¿Por qué sacude vuestros cimientos? Porque leéis mi texto y lo sentís como un manifiesto contra VOSOTROS. Si no fuera así, no tendríais semejante rechazo hacia lo que estoy diciendo. ¿Por qué tomárselo de forma personal? ¿He llamado a alguno de vosotros por vuestros nombres? No, pero en efecto, os invoqué. Lo hice para retaros a pensar sobre lo que habéis estado haciendo todos estos años. ¿Tenéis de verdad la capacidad, el coraje y el intelecto para llevar esta música hacia adelante o vais a estar dando vueltas a la práctica del Jazz el resto de vuestras vidas?

Tenéis el cibercoraje de venir y arremeter contra mí online pero, ¿tenéis el coraje de hacer el trabajo de verdad para cambiar la situación en vez de acusar? ¿Me diríais toda la mierda que habéis dicho online a la cara? Lo dudo. En vez de atacarme, ¿por qué no practicáis, escribís vuestro propio blog, mantenéis a vuestras parejas y hacéis lago productivo con vuestras vidas?

Hans Schumann, ¿qué derecho tienes a ridiculizarme? ¿Con quién has tocado como para creerte con la autoridad para hacer algo semejante? Creaste una organización llamada “JazzReach”, que se supone que está dedicada a enseñar Jazz a los niños, y aquí haces afirmaciones pueriles como esta:

“¡La sal HA MUERTO! Yo uso “sodio cristalizado como condimento” y referirme a ello como “sal” es someterse a ciegas, conformarse y maniatarse por la costumbre. Así que no me pidáis NUNCA que os pase la sal. Yo no soy tú…

Bueno, ya sabéis lo que dicen, “los que pueden, lo hacen. Los que no, enseñan”.

Caramba, estoy enfadado. ¡Caramba! ¡Estoy a la defensiva! ¿Por qué no habría de estarlo? Esta música no es algo que yo haga como hobby. Esta música representa el camino de la gente hacia la libertad. La Música Negra Americana es el pasaporte del negro privado de derechos hacia el mundo. La Música Negra Americana hizo que la gente blanca en todo el globo haya tenido que aceptar el hecho de que los negros también eran personas. Que no somos salvajes, ni animales, ni esclavos, ni los descerebrados descendientes de los monos o cualquier otra cosa que los blancos pensaban de nosotros para justificar cómo nos trataban. Fue mediante la Música Negra Americana como los blancos tuvieron que enfrentarse al hecho de que los negros éramos igualmente seres humanos inteligentes.

Tampoco se dieron por vencidos tan pronto. Fue un largo y difícil camino hasta lograr la aceptación. Hemos hechos muchos progresos pero tenemos todavía un largo camino que recorrer.

Sin la kalimba…
A mis eruditos blancos, ¿por qué cada vez que el negro dice que lo que se llama música Jazz es de los negros tenéis que decir cosas como que “sin los instrumentos europeos y la escala bien temperada, junto con la armonía y la forma de canción derivada históricamente de los europeos, no existiría el “jazz” tal y como lo conocemos?

Ese es el tipo de pensamiento revisionista que causa la división racial. Sin la kalimba, un instrumento africano, no hubiéramos tenido el clave bien temperado. Sin África, no hubiéramos tenido batería, instrumentos de cuerda o viento, todos ellos inventados en África largo tiempo antes de que la gente migrara a Europa. África es la madre tierra, sin la cual no tendríamos nada en la sociedad moderna.

Get ya mind right! (¡Despertad!)
Nosotros los negros sólo queremos respeto para nuestra contribución a la sociedad. ¿Por qué cada vez que alguien atribuye algo a los negros, algún blanco tiene que decir lo que han hecho los blancos? ¿No tenéis ya demasiadas cosas? ¿Pueden los negros tener algo? Nos habéis quitado nuestra tierra, nuestras casas, nuestro idioma, nuestras familias y nuestra cultura. La Música Negra Americana (lo que llamáis Jazz) era nuestra forma de reclamar lo que nos había sido birlado. Dejad que sea nuestro de una vez por todas. Permitidnos poder decirlo sin que los blancos se sientan mal por ello. Sí, los blancos han hecho algunas cosas brillantes, pero la cuna de la civilización es África.

A vosotros, mis gente negra. La energía negativa escuece especialmente cuando viene de vosotros. Aquí tenéis a un hermano tratando de hacer algo positivo por la mejora de nuestra raza y todo lo que se os ocurre pensar es en maneras de hundirme en un foro público. “Los negros (niggas) son como cangrejos en un cubo”. Este es el tipo de pensamiento colonialista que hace que los negros no levanten la cabeza. Los grilletes cayeron de nuestras muñecas hace siglos, pero los grilletes en nuestras mentes siguen presentes. Recuerda: No todos los negros querían abandonar a la “Masa”. Muchos se resistieron a abandonar la plantación porque sentían miedo de la libertad. Toda esta debacle ilustra claramente el punto de que el “JAZZ” tiene, ¡ya lo creo!, miedo de ser libre.

Y a todo el personal alrededor del mundo que ha mostrado con vehemencia su desacuerdo con mi desmantelamiento del JAZZ: Mi problema es con la palabra, no con la música. Lo he dicho un montón de veces, pero no importa cuántas veces lo haga porque algunos no lo entenderéis. No sorprende que el mundo esté tan jodido. La mayor parte de la gente no tiene la capacidad de aplicar el pensamiento crítico, muchos menos tiene la habilidad de leer algo y de considerar los puntos de forma objetiva.

Lo que es particularmente triste es los músicos que no lo logran. ¿Por qué lo pensáis todo de una forma lineal? El sistema educativo americano tiene un fallo abismal. No se enseña a la gente a pensar por sí misma y por lo tanto limita su capacidad para elegir y pensar por sí misma. En este aspecto, los americanos en general somos esclavos.

No me extraña que la música tenga problemas. Lo evidencian quienes están en desacuerdo con mi texto, que parece que no comprenden los que les digo. No tenéis que estar de acuerdo, pero debería quedar claro que:

Estoy a favor de la música y en contra del nombre.
Algunos de vosotros no sois tan brillantes y, por lo tanto, la música padece. Nuestros antepasados eran genios. Eran grandes pensadores que revolucionaron el mundo a muchos niveles. La actual corriente de músicos de lo que llaman Jazz simplemente carecen del intelecto que requiere ser un artista con el pedigrí de nuestros predecesores.

Como decimos en Nueva Orleans, ¡despertad! (Get ya mind right!)

Negro americano, manifiesto posmoderno
Sí, dije que soy un músico posmoderno de Nueva Orleans. Tengo que reivindicar primero mi hogar. Nunca aseveré que pensara que la música antes conocida como JAZZ debiera aceptar ese título. Nunca me proclamé el árbitro de lo que pensaba que debería ser la música. Simplemente proclamo que en quién baso mis raíces. ¿Por qué algunos se ofenden si esa verdad fundamental me sobrepasa?

Sí, muchas ciudades a lo largo de América, incluso del mundo, han hecho contribuciones a esta gran forma de arte, pero empezó en Nueva Orleans. Esto no es una opinión, es un hecho bien documentado.

De este modo muchas veces la gente se queja de cosas pero no da soluciones viables a la cuestión. Ya que me han preguntado insistentemente cómo se debería llamar a la música antes conocida como JAZZ, hice mis sugerencias.

En primer lugar creo que deberíamos reconocer su origen: Negro. Pero es más que eso. En segundo lugar, es también Americano. Aunque es una invención negra, sin los blancos, latinos, nativos americanos, judíos o cualquiera de las culturas que hacen de América lo que es, no habría sido posible. Y, por supuesto, por último, es música.

Ante eso digo, soy Nicholas Payton y toco Música Negra Americana.

La Música Negra Americana fue creada por Negros, pero pertenece a todo el mundo.

BAM!

¿Responde eso vuestras preguntas?

Nicholas Payton (Traducción: Carlos Pérez Cruz)
Publicado originalmente en la página web del trompetista con fecha 4 de diciembre de 2011. 

Carta abierta a quienes disienten de que el jazz ya no es algo cool... (por Nicholas Payton)

Dejadme aclarar una cosa. No me estoy cargando una forma de arte. Me estoy cargando el nombre, Jazz. De igual modo que llamar negrata (nigger) afecta el modo en el que se siente un negro, creo que el término “Jazz” afecta a la forma de tocar. No soy un negrata, al igual que no soy un músico de Jazz

¿Qué es lo que Duke Ellington, Miles Davis, Max Roach, Abbey Lincoln, Rashaan Roland Kirk, Gary Bartz y yo compartimos? Desprecio por el Jazz. Estoy poniendo de nuevo sobre la mesa un tema que mis antepasados hace tiempo que quisieron tratar. Llevo su carga sobre mí.

 “Jazz” es un término colonialista opresivo y no quiero formar parte de ello. Si el Jazz no fuera esclavitud, ¿por qué Ornette Coleman trató de liberarlo? Jazz no es música, es una idea que no nos ha servido a ninguno de nosotros. Me entristece ver cómo la mayoría de mis amigos no se dan cuenta. Algunos de los que me conocen y algunos para quien he trabajado, con quienes he compartido escenario, saben lo importante que es la tradición para mí. Mi trabajo habla por mí.

No estoy despotricando

Para todos aquellos que dicen que lo mío es una rabieta enloquecida, irritada, furiosa y sombría. No hay nada de locura, irritación, furia u oscuridad en lo que digo, al contrario que la energía llena de odio que he recibido en la red. Alguien incluso ha ido tan lejos como para llamarme el Charlie Sheen del Jazz. ¿Saben qué es lo que más me ofende de esa frase?

La parte del Jazz

Intento salvar esta música y la gente arremete contra mí. Lo gracioso es que, en su mayor parte, las respuestas han sido de forma abrumadora favorables y es ahí en donde me voy a concentrar. Me sacrifico por el bien de la Música Negra Americana y algunos me insultan, ¿quién es aquí el furioso? La mayoría de estos tipos no me conocen y sin embargo sienten un fuerte rechazo hacia Nicholas Payton. Soy un ser humano, no un robot de internet. Cuando se tiene un fuerte rechazo hacia alguien a quien no conoces, significa que en algún lugar dentro de ti sientes un fuerte rechazo hacia ti mismo.

Por favor, miraos a vosotros mismos. ¿Qué estáis haciendo para salvar esta música? ¿Vais por ahí matando dragones o intentando romper el statu-quo? ¿O simplemente funcionáis con el pretexto de que os habéis alimentado así durante muchos años y que ese es el modo en que tienen que ser las cosas?
Sois libres de que yo no os guste o de que no os guste lo que digo, pero eso no quita para que lo que dije sea verdad. Simplemente os molesta profundamente porque desmantela todo aquello sobre lo que habéis construido vuestra vida. Como decía en el texto, “Jazz” es resistencia a cambiar. Quieren que os agarréis al viejo modo de hacer las cosas, incluso aunque esté probado que no funciona.

¿De qué tenéis miedo? ¿De tener que pensar por vosotros mismos? ¿De responsabilizaros de la información que ha ido pasando de generación en generación? ¿De tener que cumplir con lo que el gran legado de esta música exige?

Reto a quienes disienten a que sean realmente independientes y a que se queden solos frente a cualquiera que les diga que estás equivocado, loco y que no se puede hacer. Eso es lo que hizo Duke. Eso es lo que hizo Miles. ¿Estáis dispuestos? ¿Sois capaces? Sólo unos pocos pueden realmente hacerlo y mi texto lo deja claro. No es algo para todo el mundo. Así que sigan así, sigan encasillándose en las etiquetas que han sido designadas para marginar a los músicos negros y limitar su brillantez.

BAM!

Cuando la Música Negra Americana se convirtió en “JAZZ”, se separó del lenguaje de la música popular americana. Simplemente trato de llevarla de vuelta a sus raíces. La música popular americana ha sido separada de sus raíces (aquello que llamáis Jazz) y, como resultado, todas las ramas del árbol están muriéndose. La música americana está muriendo y yo estoy tratando de salvarla. Enciende la radio si no me crees. ¿Cuántas grabaciones de Jazz que han salido en los últimos 5 años te gustan de verdad?

Apoyo esta música más que muchos de vosotros. No es que me conecte a la red y empiece a quejarme sobre el estado de esta música. Apoyo de verdad el arte y a sus artistas y tengo que ver cómo se me intenta derribar y se me dice que a ver si estoy intentando acabar con la música. Cuando sois algunos de vosotros los que queréis mantener una idea opresiva que no sirve a la Música Negra Americana, ¿quién es aquí el verdadero asesino?

La música ya estaba bien antes de que la llamaran Jazz y estará genial sin ese nombre.

No hay nada que temer excepto a vosotros.

BAM! (siglas de Black American Music)

Nicholas Payton (Traducción: Carlos Pérez Cruz)

Publicado originalmente en la página web del trompetista con fecha 2 de diciembre de 2011. 

lunes, diciembre 05, 2011

Sobre por qué el Jazz ya no es algo cool... (por Nicholas Payton)


El jazz murió en 1959.

Quizá haya tipos cool que digan que tocan Jazz, pero el Jazz en su conjunto no tiene nada de cool.

El Jazz murió cuando lo cool dejó de estar de moda.

El Jazz, para empezar, es una idea limitada.

El Jazz es una etiqueta que fue impuesta a los músicos.

Los músicos nunca deberían haber aceptado esa idea.

El Jazz no es nada.

El Jazz es incestuoso.

El Jazz se separó de la música popular Americana.

Gran error.

La música nunca se recuperó.

Ornette intentó salvar el Jazz de sí mismo llevando la música de vuelta a sus raíces en Nueva Orleans, pero sus esfuerzos fueron demasiado esotéricos.

El Jazz murió en 1959, eso es por lo que Ornette trató de liberar el Jazz ("Free Jazz") en 1960.

El Jazz sólo es algo realmente cool si no lo tocas como un modo de ganarte la vida.

Los músicos de Jazz han aceptado la idea de que está bien ser pobre.

John Coltrane fue un tipo extraordinario, pero el Jazz dejó de ser algo cool en 1959.

El hecho de que tantas personas estén defendiendo una idea acerca de lo que se supone que tiene que ser el Jazz es lo que hace que no sea algo cool.

La gente está defendiendo una idea que murió hace mucho.

El Jazz, como Buda, está muerto.

Dejadlo marchar, gentes, dejadlo marchar.

Paul Whiteman fue el Rey del Jazz y algún día todos los reyes han de caer.

El Jazz no es algo cool, es algo frío (cold), como la necrofilia.

Dejad de joder a los muertos y abrazad a los vivos.

El Jazz se preocupa demasiado por sí mismo como para ser algo cool.

El Jazz murió en 1959.

El número uno de las grabaciones de Jazz es Kind of Blue de Miles Davis.

Time out de Dave Brubeck salió en 1959.

1959 fue el año más cool del Jazz.

El Jazz está obsesionado por sus hambrientos fantasmas.

Dejadlo morir.

Podéis ser los mártires de una idea que murió hace medio siglo si queréis.

El Jazz se ha demostrado algo limitado y, por lo tanto, no es cool.

La mujer de Lot se convirtió en columna de sal al mirar hacia atrás.

El Jazz está muerto.

Miles Ahead (Miles hacia adelante)

Alguno debe decir que yo ya no soy el mismo tipo que grabó el disco con Doc Cheatham.

Correcto: No soy el mismo tipo que era hace 14 años.

¿No se trata de eso?

Nuestra finalidad en este planeta es evolucionar.

La Edad de Oro del Jazz se ha terminado.

Dejadla marchar.

Demasiados necrófilos en el Jazz.

Exponen los argumentos por mí.

Algunas personas pueden decir que estamos definidos por nuestras limitaciones.

No creo en las limitaciones pero si crees que estás limitado es algo que te definirá.

Las deficiones son retrospectivas.

Y si te estás enfadando es, probablemente, porque sabes que el Jazz está muerto.

¿Por qué enfadarse si lo que estoy diciendo no te parece verdad?

No puedo hablar por los demás, pero yo no toco Jazz.

Toco música posmoderna de Nueva Orleans.

Louis Armstrong y Danny Barker tocan música tradicional de Nueva Orleans.

Ellis Marsalis y James Black tocan música moderna de Nueva Orleans.

Kidd Jordan y Clyde Kerr tocan música de vanguardia de Nueva Orleans.

Donald Harrison toca música neoclásica de Nueva Orleans.

Yo toco música posmoderna de Nueva Orleans.

Soy parte de un linaje.

Soy parte de una línea consanguínea.

Mis antepasados no tocaban Jazz, tocaban música de Nueva Orleans tradicional, moderna y de vanguardia.

Yo no toco Jazz.

No permito que otros definan quién soy.

Soy un músico posmoderno de Nueva Orleans.

Creo música para el corazón y para la cabeza, para la belleza y la cartera (for the beauty and the booty)

Quien permite que los demás le definan es hombre muerto.

Con el debido respeto a los maestros, fueron víctimas de una mentalidad colonialista.

Los negros han sido condicionados durante siglos a agradecer las migajas.

Como músico posmoderno, es mi deber hacerlo mejor que mis predecesores.

Para cuestionar, reexaminar y redefinir qué es lo que hacemos.

Ellos lo aceptaron porque tenían que hacerlo.

Dado que mis antepasados me abrieron la puerta, no tengo que aceptarlo.

Louis accedió y peleó para que Miles pudiera darle la espalda.

Es lo que llaman evolución.

Es la mentalidad colonialista la que glorifica ser tratado como un esclavo.

No hay nada romántico en la pobreza, supervivientes músicos de Jazz.

A la mierda con esa idea.

No es cool.

El jazz es una mentira.

Tocar Jazz es como correr en una cinta; puedes romper a sudar pero al final no irás a ninguna parte.

Algunos pueden decir que somos limitados.

Yo digo, somos tan limitados como nuestra forma de pensar.

Yo no estoy limitado.

El Jazz es una treta del marketing que sirve a una pequeña élite.

Esa élite hace todo el dinero mientras dice a los verdaderos artistas que es cool andar pelado.

Occupy Jazz!

No estoy hablando de los que llamamos aspectos de la improvisación del Jazz.

La improvisación por su propia naturaleza nunca puede ser algo passé, pero los modos de pensar son invariablemente mortales.

No saber es lo más que puedes llegar a saber.

Esto se produce sólo cuando no sabes que "todo" es posible.

El Jazz no tiene nada que ver con la música o con ser cool.

Es una idea de marketing.

Un gran ejemplo de lo que está mal con el Jazz es cómo la gente pelea por él.

La gente tiene tanto miedo de dejar marchar un nombre que está matando el espíritu de la música.

La vida es más grande que la música, a menos que te guste el Jazz o lo toques.

El arte, o la falta de él, es sólo un reflejo.

Miles Davis personificó lo cool y odió el Jazz.

¿Qué es, de todos modos, el Jazz?

La vida no es lineal, es concéntrica.

Cuando estás creando de verdad no tienes tiempo de pensar en cómo llamarlo.

¿Quién piensa en cómo llamar al bebé mientras está follando?

Tocar Jazz es como utilizar el espejo retrovisor para conducir tu coche en la autopista.

Si piensas que el Jazz es un estilo de música, nunca empezarás a entenderlo.

Se trata en definitiva de los músicos.

La gente es voluble y va al bulto.

No hay suficientes artistas que sean disciplinados y luchen por lo suyo.

La gente sigue tendencias y marcas.

Tristemente, también los músicos.

Jazz es una marca.

Jazz no es música, es marketing, mal marketing.

Nunca ha sido, ni será, música.

Aquí yace el Jazz (1916 - 1959).

Muchos músicos e insuficientes artistas.

Creo que la música es más un medio que una marca.

El silencio es música, también.

No puedes practicar el arte.

Para que este sea verdadero, uno debe vivirlo.

La existencia no es más contingencia que pensamiento.

Dónde decides poner el silencio es lo que hace que la música suene.

Sonido y silencio igual a música.

A veces cuando hago un solo no toco nada.

Simplemente muevo bloques de silencio alrededor.

Las notas se piensan en el último momento.

El silencio es el que hace de la música algo sexy.

El silencio es cool. 

Nicholas Payton (Traducción: Carlos Pérez Cruz)

Publicado originalmente en la página web del trompetista con fecha 27 de noviembre de 2011.
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