Busca en "Carlos Crece"

viernes, agosto 18, 2017

"He's a nice guy" (de Charlottesville a Barcelona)

Entró y saludó a un conocido que estaba ejercitándose en una de las máquinas del gimnasio. Daba la impresión de que hacía tiempo que no se veían, el tono y la gestualidad eran las propias de dos personas que se alegran muy sinceramente de verse después de una temporada. Dos amigos que no esperaban encontrarse un domingo por la mañana y que contagian con sus risas su genuina alegría. Mi hermana y yo estábamos a unos metros, discutiendo la ley de la gravedad (de las pesas) con nuestras piernas. Aquella efusividad, sus voces distendidas, esas risas que abrazaban toda la sala, nos conmovieron.

¿Qué nos llegó tan hondo? Al fin y al cabo, sólo eran dos desconocidos que se saludaban con efusividad y buen ánimo. Sin necesidad de explicarnos, a ambos nos había emocionado la misma circunstancia. No sé si habla bien o no de nosotros, si explica más nuestros prejuicios o pone sobre la mesa los ajenos, pero que ella y él se trataran con aquel cariño; que él, probablemente en sus setenta, y ella, probablemente en sus cincuenta, se trataran de forma tan afectuosa, pinzó nuestra vena sensible.

Ella era negra, él blanco. Horas antes, a apenas dos horas en coche de allí, cientos de personas se habían manifestado con virulencia, en una localidad llamada Charlottesville, movidos por el odio al diferente, convencidos de estar cualificados como seres humanos superiores en razón del color de su piel (blanca) y su religión (cristiana). Las consecuencias son conocidas: una muchacha murió arrollada por un coche propulsado por la gasolina del fanatismo, y el presidente del país se encargó de que el combustible prendiera también sobre los rescoldos del odio racial de una nación cuya historia está marcada profundamente por él. Sin embargo, a apenas dos horas de allí, en la USAmérica que llamamos profunda, en la que la diversidad racial es escasa, donde hace unos meses se veían innumerables carteles de apoyo a la candidatura del actual presidente y algunos coches lucen pegatinas con las que se declaran "Deplorable and proud of it", ella y él se saludaban con esa naturalidad y en público. Mi hermana, que tiene un don para desarbolar la prevención del trato entre desconocidos, le hizo notar a aquella mujer cómo esa escena le había alegrado el día. "He's a nice guy", respondió sonriendo.

Me acordaba hoy de aquello después de horas siguiendo las informaciones que llegaban de Barcelona, de intentar ponerme en la posición de quien conduce una furgoneta y comienza a segar vidas como quien recolecta trigo, incapaz aparentemente de sentir la más mínima empatía y escalofríos al tener frente a sus ojos otros reflejando el pánico y el horror de la huida del monstruo. Me acordaba conforme iba leyendo tuits y más tuits que, entre los puramente informativos, pontificaban sobre esto y aquello (expertos como somos todos en la nada más absoluta), afeaban a unos y a otros, expresaban inanidades (porque lo importante es siempre decir algo, aunque tenga la solidez de un castillo de naipes), y señalaban acusadores a los sospechosos habituales que enferman nuestras vidas a través de redes y medios con el dióxido de carbono de la misma gasolina que movía el coche de Charlottesville (dándoles una omnipresencia de la que, sin duda, deben de estar muy agradecidos). Me acordaba conforme escuchaba declaraciones huecas de políticos que, a veces de forma obvia, otras sutil, arriman el horror al ascua de sus intereses, pasándose por el forro de su capote idológico el dolor de las víctimas (y el más mínimo sentido de la decencia).

Ruido y más ruido, violencia y saliva malgastada. Pontífices y ovejas que balan al unísono. Ella entró al gimnasio un domingo por la mañana, saludó a su amigo y ambos nos alegraron el día. "He's a nice guy". Sólo y tanto como eso.

Carlos Pérez Cruz
Free counter and web stats