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viernes, diciembre 31, 2010

El cante jondo de los alminares



Desde la costa del Mar Negro en el Norte hasta la frontera con Siria e Iraq en el Sur la voz del almúedano resuena en cada rincón de las grandes ciudades y de las más insignificantes aldeas turcas (y kurdas) Los alminares de las miles de mezquitas son postes repetidores de la oración y los preceptos del buen musulmán. Desde Trebisonda (en la costa del Mar Negro) hasta Mardin (junto a la frontera con Siria e Iraq) este cante jondo de la fe musulmana acompañó nuestro viaje día, noche y madrugada.

jueves, diciembre 30, 2010

El cuento de una noche de invierno en el "Club de Jazz"

'Crudo' ahogó las penas de las fiestas navideñas con una visita nocturna al Club de Jazz del señor Pérez (aka servidor) que recordó con la audiencia en la edición de Carne Cruda (RNE3) del 29 de diciembre de 2010. Una hora de recuerdos personales a través de la música de John Coltrane, Vic Chesnutt, Johnny Cash, Germán Díaz y el trío formado por Robert Wyatt, Gilad Atzmon y Ros Stephen como regalo de fin de fiesta 2010.



martes, diciembre 28, 2010

Savina Yannatou / Barry Guy "Attikos"


Los tiempos que corren lo hacen de veras. Al menos corren frenéticos los usuarios del espacio / tiempo que van de un lado para otro desorientados, llenando huecos a toda velocidad. La música no es inmune a este frenesí; es más, lo padece. Para tiempos tan caóticos, música sin freno. Da igual cómo y dónde. Música por un tubo por el que bajarla a chorro de no sé sabe muy bien dónde. Del espacio exterior, que es de donde parece que viene todo aquello que llega de internet. ¡Ya! ¡¡Rápido!! No me gusta, otra cosa. Pero, ¡si no la has escuchado! ¿Escuchar? A lo sumo oír... ¡más!

Admítaseme este preámbulo (lamento) para dejar constancia de que la música que aquí me ocupa no es música para nuestro tiempo. Sí lo es de nuestro tiempo pero no para aquellos que mayoritariamente lo entienden como un tiempo banal, como un tiempo al que una cosa le sigue otra y otra y otra. Da igual qué, para eso se inventó el icono de 'avanzar pista', ese con el que zapean los que niegan valor hoy en día a la idea de un disco completo (claro, su música no lo vale, lo malo es que arrasen con el resto en su deriva). Para ellos carece de sentido esperar que las cosas se asienten, que la relación se establezca para llegar a algún puerto. O a un ático, en el caso de este dúo entre Savina Yannatou y Barry Guy.

El valor del disco en su soporte físico depende no sólo de la música en él grabada sino de la presentación y contenido del envoltorio. Los discos de Maya Recordings son cuidadas ediciones que, en el caso de Attikos, nos permite sentir la textura de la pintura de portada del irlandés Stephen Vaughan (Aeon, su obra de 2006) así como entender mediante las palabras de Barry Guy impresas en el libreto la idea de un concierto que tuvo lugar el 27 de mayo de 2010 en el Bimhuis de Amsterdam y que ahora es disco. Barry, apasionado de la arquitectura, parte su reflexión de una idea constructiva de los arquitectos Ilya y Emilia Kabakov: un espacio operístico vertical de varias plantas. En cada planta se tocan diferentes músicas. El público asciende por una escalera espiral hasta alcanzar un ático en el que el espectáculo finaliza. En ese ascenso el espectador pasa por diferentes estados afectados por los colores de la techumbre y los sonidos de cada piso. Una ascensión que encuentra cierto paralelismo con lo que pudieron experimentar tanto Savina y Barry como el público el día del concierto.

Puedo llegar a percibir Attikos como el espacio sonoro sentido en ascensión espiral que propone Barry pero no es menos cierto que mi percepción de esta música es menos unidireccional, es más juguetona, asciende y desciende para volver a ascender, como si Savina y Barry fueran dos niños que juegan a mostrar y a esconder; chiquillos insolentes que corretean escaleras arriba y abajo. Al fin y al cabo improvisar desde la nada es un juego. Un juego de creación, de construcción musical con tan pocas herramientas en su caso (voz y contrabajo) que produce vértigo incluso desde los cimientos. Sin embargo, cuando el concierto llega a su fin (al Attikos) uno olvida los escasos pilares que sostienen semejante monumento y se deja caer por la espiral para volver a ascender tantas veces como quiera, que no se cansa uno de escucharles jugar.

Entusiasma comprobar que dos personas de bagajes e idiomas tan diferentes se atrevan a dialogar del modo en que ellos lo hacen frente al público. De las ocho plantas de Attikos tres se cimentan a partir de planos previamente compuestos (al menos indicativos). Savina Yannatou aporta de su repertorio Sumiglia, una canción tradicional de la isla de Córcega que dio título a uno de sus discos ECM con Primavera en Salonico así como Nani nani, uno de los muchos tradicionales sefardíes que ha grabado la ateniense. Él The ancients, composición que trabajaba por aquel entonces con el pianista Agustí Fernández. Sumiglia remansa la tormenta sonora del tanteo inicial en el First Sky con una preciosa revisión que ella interpreta de manera medianamente ortodoxa y Barry Guy acompaña de forma ejemplar con preciosas líneas melódicas (¡qué calidez en su sonido!). Estremecido como se queda el corazón después de la maravilla, Savina sube un escalón hacia el Second Sky y rompe su voz en mil sonidos, pía, borbotea, declama de forma inverosímil en un idioma indescifrable y fragmentario hasta que declina para que Barry dibuje con el arco sobre las cuerdas de su contrabajo la acogedora atmósfera palaciega de The ancients. Con ella envuelve las frases más lineales de Savina hasta que sus voces se cruzan en un flirteo eléctrico que Barry descarga hacia su remanso inicial. Ya habrá tiempo en el Third Sky y Fourth Sky para romper tempos, percutir el contrabajo y dejar que Savina vaya y venga sobre todo ello en un diálogo de expresiones que contienen la reacción, más que de preguntas y respuestas. Entre medias Nani nani asoma al final de una larga improvisación. La nana en voz de Savina va penetrando en el subconsciente nervioso de Barry que sucumbe al final a la placidez del sueño. Arriba espera el Attikos, explosión de júbilo, culminación alocada y eufórica del edificio obra de dos desacomplejados arquitectos sonoros.

Nada tan aparentemente anacrónico como un disco que reclame atención de principio a fin (de abajo a arriba en este caso); nada tan demodé como dar a la música su tiempo de maduración y digestión. Nada tan necesario como que tipos como Savina Yannatou y Barry Guy puedan seguir explorando los límites de la comunicación humana y de la arquitectura sonora musical.


© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

Puedes escuchar las entrevistas con Savina Yannatou y Barry Guy emitidas en el Club de Jazz con fecha 22 de diciembre de 2010, también en su versión original en inglés.

sábado, diciembre 25, 2010

Un año sin Vic Chesnutt



Hoy se cumple un año de la muerte de Vic Chesnutt. Desde que lo descubrí apenas semanas después de su suicidio su voz se encadenó a mi vida como ninguna otra, irrumpió con toda su terriblemente hermosa crudeza para no ser capaz de olvidarla ni un sólo día.

viernes, diciembre 24, 2010

Piratería (o de cómo la costumbre genera derecho)

Hola. Soy un miembro de la 'comunidad de internautas'. Hasta donde alcanza mi entendimiento todo aquel que haga uso de la red de internet es, hasta cierto punto, integrante de esa comunidad. Hago esta aclaración de inicio porque en muchas informaciones periodísticas tiende a confundirse el todo con la parte y, en estos días de acalorado debate ibérico sobre leyes antipiratería, uno tiene la sensación de que los usuarios de la red formamos una unidad ideológica sin fisuras, una masa orgánica que se mueve al unísono, que gesticula de forma conjunta como en una de esas performances militares de Corea del Norte tan brillantes por su masiva concordancia como inquietantes por la ausencia de discordancia.

Soy usuario activo de internet y gran parte de mi trabajo depende de que mi conexión no desfallezca. Un corte en la línea puede ser fatal para la feliz culminación de mis esfuerzos creativos. Mi trabajo utiliza la red para su difusión. Realizo un programa semanal de radio (anacrónica descripción esta, lo sé) que utiliza diversas formas que internet le proporciona para que los interesados en él puedan escucharlo. Se puede descargar y escuchar online por el módico precio de lo que la compañía telefónica te cobre por el acceso a internet más el gasto de electricidad que conlleva mantener el ordenador enchufado (o bien el coste que haya supuesto cargar la batería). Diez años de programas complementados por reseñas discográficas y de conciertos, además de artículos, transcripciones de entrevistas, etcétera, en la web asociada al programa. Casi diez años de trabajo sin beneficio económico alguno y con los gastos de tiempo de dedicación, inversión económica en discos, servidor para el alojamiento de audios y web, llamadas telefónicas, etcétera. La decisión de la gratuidad en el ofrecimiento de mi trabajo es producto de varias circunstancias pero, por encima de ellas, gravita una cuestión básica: la voluntariedad de que así sea. Es mi decisión y mientras pueda desarrollar este trabajo de forma gratuita lo haré. Pero, ¿qué pasaría si esas circunstancias no se dieran? ¿Qué pasaría si para poder seguir sacando adelante el programa del que cada semana se realizan miles de descargas en todo el mundo tuviera que cobrar por su disfrute? (imagino que es un disfrute para quien lo descarga, lo contrario es masoquismo). Un apunte: Curiosamente sin ser de pago algunos de mis programas figuran en una página de descargas "ilegales". No hay perjuicio económico pero sí contable para mi ego.

En este tótum revolútum que son las discusiones en España se mezclan en el asunto de la piratería tantas realidades paralelas que parecieran una única (al igual que con la llamada 'comunidad de internet'). Se habla de industria musical, libertad de expresión, prensa, modelos de negocio, propiedad intelectual, castas privilegiadas, derecho a la cultura... Aunque existen elementos comunes tengo la sensación de que esa confusión torrencial es interesada. Conozco bien a personas que mezclándolo todo consiguen que sea imposible encauzar una discusión a partir de razonamientos lógicos. Gentes que agitan la coctelera de ideas inconexas cual cóctel molotov que cuando estalla hace imposible el diálogo. Resulta agotador. Muy español, por cierto. Es imposible (al menos terriblemente agotador e inútil) desenmarañar todo ese tejido de conexiones tramposas así que no aspiro a ello en este texto. Sí le daré al zoom para mirar de cerca algunas trampas de esa tela de araña.

¿Quién podría oponerse a la libertad de expresión? Resulta inconcebible que una persona que aspire a la libertad del individuo proponga cortar las alas de la opinión ajena. Por lo tanto los argumentos que en estos días se han manejado contra la intromisión en la libertad en la red de internet son incontestables. Pero, ¿estamos realmente ante un caso de ataque contra esa libertad? ¿Constituía la ley tumbada en el parlamento un riesgo a la libertad de expresión de los ciudadanos? Seguramente la idea de un comité extrajudicial que analizara y agilizara el proceso de denuncia de páginas web no era el mecanismo más plausible y democrático pero, ¿acaso no se puede delimitar su funcionamiento para evitar excesos del poder? ¿Acaso no se puede incluso eliminar esa figura y dejar que los estamentos de la Justicia de este país hagan su trabajo a partir de leyes que delimiten qué es o no legal?

Mucho se preocupan algunas voces de la 'comunidad de internet' por esa supuesta libertad coaccionada por las leyes pero, ¿acaso es posible la libertad en este mundo de convivencia forzosa sin unas leyes que unifiquen criterios de comportamiento? ¿Acaso la red vive al margen de este imperfecto mundo de legislaciones que nos hemos dado? Sería fenomenal si esa Second life cibernética no incidiera en la vida tangible pero mucho me temo que la interconexión es de tal grado a estas alturas que es imposible desligar un mundo de otro (si es que tales mundos existen por separado). En el mundo de lo tangible entrar en una tienda de discos (¡toma nuevo anacronismo!), coger diez discos de una estantería y salir sin pagar haría saltar todas las alarmas de la tienda. En la Second Life esos mismos diez discos robados no hacen saltar alarma alguna. Esa, y no ninguna ideología de defensa de la Cultura libre, ni otras grandilocuencias miríficas y espirituales, es la realidad. La impunidad con la que uno puede hacerse con discografías, fimografías, etcétera, se ha convertido en una costumbre tan normalizada en los usos y costumbres del personal que, a base de repetirse la mentira hasta la extenuación, muchos han terminado por creer que eso forma parte de una verdad universal, o algo parecido. Como nunca ha pasado nada, como ya forma parte de mi vida diaria, de mi cotidianidad, ¿cómo va a ser eso un delito? ¡Cultura libre! proclaman.

De acuerdo, Cultura libre. ¿Quién obliga a la libertad (¿o era gratuidad?) de la Cultura? ¿Una especie de jurado compuesto por la masa social - una forma sin rostro ni voz concreta - o el autor de la creación cultural? Me acojo a mi caso concreto: ¿quién debe determinar que mi programa, mi creación personal, mi esfuerzo y dedicación de tantos años y horas sea de disfrute gratuito? ¿El coro público o yo? Si mis circunstancias económicas me impidieran regalar mi trabajo, ¿me obligaría la sociedad a seguir ofreciéndolo a costa de mi propia supervivencia? ¿Me vería obligado a renunciar a mi dedicación porque la sociedad ha decidido que mi dedicación (profesión) no es digna de permitirme subsistir? ¿Hay acaso profesiones sin derecho a remuneración? Pero, ¿no vivimos en un sistema capitalista? Sí, si a mí tampoco me gusta pero... ¿tienen los creadores de contenidos que formar parte obligatoriamente de algún tipo de comuna para dar satisfacción al resto de la sociedad que sí, esa sí, vive bajo las normas del capitalismo que nos hemos dado? ¡Qué hipocresía! El creador obligado a ser parte de una utópica sociedad libertaria y sometido, sin embargo, a las normas del capitalismo democrático que rigen la sociedad actual. ¡¡Qué equilibrismo circense sin red!!

Si yo cobrara 1 euro por programa a cada uno de los que se lo descargan puedo asegurar que tendría una vida francamente acomodada. Un sueldo más que digno. ¿Cuántos de mis oyentes pagarían 1 euro a la semana por escucharlo? ¿Cuántos pasarían por caja si algún libertario de boquilla decidiera descargarlo y ponerlo de forma gratuita en alguna página ajena a la mía? Esa gratuidad impune es, y no otra (insisto), la verdadera razón de fondo de la costumbre que ha generado derecho en la mente de tantas y tantas personas.

Voy finiquitando mi larga perorata con una reflexión acerca de eso que algunos proponen de que, en el caso de la música, el músico obtenga sus beneficios por medio del merchandising y los conciertos, no por su música grabada. Lo primero que se me ocurre es una pregunta muy básica: ¿por qué lo uno es gratis y lo otro no? ¿No será acaso porque las camisetas no pueden ser virtuales? ¿Por qué el beneficio tiene que venir de los conciertos? ¿Porque hay un torno en la entrada que si no pagas no entras? Cuánta falta de escrúpulos y de ética hay detrás de todo este argumentario tan falaz. Qué tristeza de país.

Acabo. Yo soy libre de ofrecer mi programa de forma gratuita. Un músico es libre de ofrecer su música de forma gratuita, un escritor sus textos, un cineasta su película... ¿Es posible ser libre de elegir cobrar por ello? ¿Tan pernicioso es cobrar por el trabajo propio?

miércoles, diciembre 22, 2010

Sensibilidad anal

Desde mi posición sobre el escenario era imposible no verla. Situada en uno de los palcos del teatro su posición entraba como un chorro de obsceno realismo social en mi campo visual cada vez que levantaba la mirada para ver los gestos del director. Y de tanto mirar (soy de los que incluso echa un ojo al director para ver cómo quiere llevar la música) sus gestos se impusieron a los de la batuta, de modo que todavía no sé cómo logré llegar al último compás junto con mis compañeros. En este país se fusila poco, dice un buen amigo mío.

¡Y qué razón tiene! Durante la primera parte de la actuación lo comentó todo, TODO, absolutamente TODO. TODO es TODO. ¿Qué? No lo sé. TODO. Y, de pronto... ay de pronto... ¡de pronto respondió una llamada de teléfono móvil! ¡¡¡Por todos los celulares del mundo!!! ¡Qué alguien se lleve de aquí a este incordio con forma de mujer! Pero, ¿será consciente de que ahí abajo hay un concierto? ¿Consciente? ¡Vamos que sí es consciente que ahora es ella la que marca un número en el teléfono para hacerle escuchar a su interlocutor el concierto! Escucha dónde estoy, parecía decir. ¡Mira qué guay!

Cuánto daño ha hecho la cultura audiviosual a este país. La cultura (¿es cultura la palabra?) de la interactividad, los SMS en pantalla, el chateo mientras se le supone a uno siguiendo una serie, un programa cualquiera. Opina, opina, opina, dí lo que piensas, no te cortes, por el módico precio de nosecuantos euros más IVA. ¡¡Ahmadineyad!! Si necesitas un lugar en el que probar tus armas nucleares... ¡empieza por ese palco!

Y puedes seguir por alguna emisora que yo me sé en la que, al pinchar esa joya titulada Pequeño vals vienés con voz de Enrique Morente, música de Leonard Cohen y letra de Federico García Lorca, la presentadora exclamó: ¡Pero si parece una broma! ¡¡Parece el Príncipe Gitano ese!!

¿Se fusila poco o no?

martes, diciembre 14, 2010

Enrique Morente

Desde hacía días parecía que la muerte le iba a llegar en cualquier momento. No eran buenos presagios los que llegaban de la prensa y en este frío lunes de diciembre la fatalidad ha cumplido. Se ha muerto Enrique Morente y, ahora que no es presagio, que es certeza, un frío helador recorre mis emociones cuando recuerdo los momentos de su música que me hicieron salir de este mundo. El mundo del Flamenco - dice la muletilla periodística - se encuentra en estado de shock. Y no puede ser más inexacta la información (¡una más!) porque si algo hizo este hombre fue derribar los géneros para abrazar los otros y confluir en la Música. Y por lo tanto somos los músicos y los aficionados a la música (también los 'flamencos', claro) los que nos encontramos así. Inquietos por la certidumbre de que no habrá más mañana para él y, por lo tanto, para nosotros con él. Aunque llegue la nueva grabación, aunque se rescate su obra, inéditos, lo que fuere que quede para el olfato rastreador de los oportunismos, se acabó.

Leía en algún lugar que su familia, en las horas finales, decía que todo estaba en manos de Dios. Vaya Dios cabrón, pienso, si nos dejara tan pronto sin tanta belleza, sin esa expresión de otro mundo posible en este. Y nos hemos quedado sin él. Qué cabrón Enrique, qué cabrón por irte.

jueves, diciembre 09, 2010

Razones de una destitución: Baldo Martínez e 'Imaxina Sons'

Conocí hace unos días una noticia relacionada con el festival de Jazz ‘Imaxina Sons’ de Vigo que me sorprendió. Me refiero al cese de Baldo Martínez al frente de la dirección del festival. Una sorpresa muy desagradable.

Es lógico, hasta cierto punto, que los festivales cambien de dirección. Esa no es en sí misma una anomalía (aunque tampoco una costumbre, al menos en la dirección de festivales de Jazz). Incluso el motivo por el que se le cesa de sus funciones podría llegar a no serlo: para no caer en la rutina. Eso dice la carta que oficializa el cese. Y esa expresión es la que convierte la noticia en desagradable. O si se prefiere, en increíble. ¿De veras estaba el festival ‘Imaxina Sons’ en riego de caer en algún tipo de rutina? Resulta desagradable e increíble esa afirmación dado que si en algo se había convertido ‘Imaxina Sons’ era en una cita que desde fuera envidiábamos cada año (perdón, paso al singular, no quiero arrogarme representación alguna), que envidiaba cada año nada más conocer sus contenidos. Una cita en la que participé en una ocasión dentro de los conciertos paralelos (con mi grupo de entonces, John Pinone) y en la última edición como parte de una mesa redonda sobre Jazz e internet. Sólo en esas dos ocasiones he podido acercarme; en todas las muchas otras en que hubiera querido mi trabajo me lo impidió. Lo cual no quita para que en cada ocasión tratara de apoyar, en la medida de mis humildes posibilidades, la difusión de los contenidos de cada edición y subrayar los motivos que hacían de ‘Imaxina Sons’ un festival diferente y estimulante en un panorama, el español, tan dado al mimetismo y a la falta de un criterio coherente como el que ha demostrado Baldo en su labor estos años. ‘Imaxina Sons’ (y en esto permítaseme que hable en plural) era admirado por muchos por ofrecer lo que otros no ofrecían, por apostar por una línea de gran atractivo, diversidad y estímulo a la vez que de confianza en la inteligencia del espectador. Por contar con los de casa y por traer a los de fuera sin atender a paquetes prefabricados por las multinacionales y, por lo tanto, hacer de su programación una programación única. En fin, múltiples motivos que podría continuar glosando pero que, de momento, dejaré aquí.

Le deseo a la ciudad de Vigo y los futuros directores artísticos del festival que no caigan en la rutina. Y, tal y como también decían en la carta de cese, sigan encontrando el modo de “sorprender a los públicos”. De momento, mala sorpresa la del cese de Baldo Martínez. Mala noticia y mala argumentación.

miércoles, diciembre 08, 2010

El humor en la música: Uri Caine

Esta semana emito en el Club de Jazz una conversación con el pianista estadounidense Uri Caine (Philadelphia, 1956). Autor de transgresoras revisiones de la música de Bach, Mahler, Wagner... actúa este sábado próximo en Burgos haciendo música del compositor Antonio de Cabezón (en la celebración del quinto centenario de su nacimiento). En la extensa conversación hablamos, por ejemplo, de la ofensa que para muchos suponen este tipo de revisiones que él plantea en las que no falta sentido del humor; el mismo que él defiende tenía, por ejemplo, la música de Bach en sus 'Variaciones Goldberg' (que él afrontó en 2000):

(...) la gente piensa que nos reímos de la música, como que estamos haciendo una broma. Para empezar, ¡hay humor en la música! Hay mucho sarcasmo en Mahler. Hay humor en Bach cuando al final de las ‘Variaciones Goldberg’ pone dos canciones de bebedores juntas como si fuera una fiesta o como si fuera el final de la fiesta. Lo único que hice en realidad fue emborrachar a un coro alemán y después decirles, de acuerdo, ahora cantemos Bach. Así que es algo literal. La gente dijo: “¿cómo puedes hacerle eso a Bach?" Cuando de algún modo está conectado con su propia idea del sentido del humor (...)

Reflexiones sobre la compleja desacralización de la música. La entrevista completa se puede escuchar en la sección En Vivo de la web del programa (programa con fecha 8/12/2010). También en su versión original en inglés o incluso leer en la transcripción en castellano. Además ha sido el plato fuerte del Club de Jazz en Carne Cruda (RNE3):






Dejo aquí un video de dos de los temas de su disco Moloch: Book of Angels Vol.6 de la serie del mismo nombre editada por el sello Tzadik de John Zorn. Cassiel y Hadrial en directo en el Festival de Jazz de Marciac (Francia) en 2008:


viernes, diciembre 03, 2010

Germán Díaz - "Método Cardiofónico" (I Festival Instrumentos e Intérpretes Insólitos - Burgos 27/11/2010)

Insólito: Raro, extraño, desacostumbrado según la Real Academia Española de la Lengua. Es raro que hoy en día alguna propuesta musical con soporte público muestre músicas que se salgan de lo ya masticado por las bocas que conforman la masa social. Es extraño que algún ayuntamiento apueste por ello y es probable que el Ayuntamiento de Burgos haya promovido este Festival de Intérpretes e Instrumentos Insólitos, con la dirección artística del violinista Diego Galaz, por una cuestión coyuntural: la ciudad aspira a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016 y hay que llenar de contenidos la memoria. Esperemos que la apuesta no llegue sólo hasta donde lo haga la candidatura. Desacostumbrados los paladares más exigentes a actividades que les inciten a viajar por tierras ibéricas (raras excepciones) no podía dejar uno escapar la oportunidad de asistir al estreno de la nueva maravillosa genialidad del insólito Germán Díaz.



Hay un gesto muy común para expresar que algo te ha llegado al corazón que consiste en llevarse la mano al pecho y golpear repetidamente allí donde sentimos que se haya oculto nuestro órgano vital. Gesto común que, sin embargo, constituye la expresión de algo que muy pocas personas, acciones o actividades despiertan en nosotros: la emoción. Germán tiene no sólo la habilidad de despertar emociones dormidas sino que además a veces llega a paralizarnos el pulso con la delicadeza emocional que expresa mediante sus instrumentos de manivela. Claro que para llevar a cabo su Método Cardiofónico necesita que éste no se detenga ya que la música ha encontrado un aliado insólito en los latidos de corazón grabados en vinilo por el doctor Iriarte, allá por los años cuarenta, con los que documentó diversas lesiones valvulares y que Germán utiliza ahora como bajo rítmico. Así la mayor parte de esta nueva propuesta del zanfonista parte del sonido (manipulado rítmicamente) de los latidos sobre los que va interpretando ya sea la caja de música (con la Nana 0013 comenzó su actuación) o la zanfona (caso, por ejemplo, del acongojante L´enfant perdu). Además el chisporroteo del vinilo le da a la música un punto de extrañeza y antigüedad que envuelve el ya de por sí evocador sonido de sus instrumentos.



La rareza en música no es a veces más que un artificio con el que llamar la atención en un mundo cada vez más dado a la pirueta del absurdo intrascendente. Se podría pensar que la utilización de sonidos cardiacos no es más que una anécdota que así como se nombra se olvida. Nada hay de ello en la música de Germán. Simplemente con escuchar cómo late el corazón en el tango Letre pour Beatrice uno es plenamente consciente de que hay un sentido musical brutal en lo que hace Díaz que demuestra que, al igual que otros son capaces de escuchar música en los sonidos de una puerta (Ramón López y su Swinging with doors), él es capaz de detectar una piedra por pulir en un disco de registro médico. Es la honestidad la que valida propuestas que pueden resultar excéntricas nominalmente y cuando uno se sumerge en el mundo (híper)creativo de Germán Díaz lo hace en la magia, porque mágicos suenan los instrumentos que maneja. Pero la magia no puede durar durante una larga sesión como la que ofreció en Burgos si detrás de ella no hay la genial capacidad de creación e improvisación de Díaz (y trabajo, ¡mucho trabajo!). Toca la zanfona como si de un guitarrista eléctrico se tratara, desliza sus dedos por el teclado con una ligereza asombrosa (por ejemplo en el enrevesado Africa del guitarrista Antonio Bravo), pellizca las cuerdas como lo haría un pianista experimental y, además, utiliza la tecnología como un medio que le permite crear capas atmosféricas o rítmicas sobre las que ir dibujando melodías, ya que él es su propia orquesta. Nunca unos loops (grabados sobre la marcha) tuvieron tanto sentido musical como el que le da el zanfonista quien, además, con un bis titulado Nimboestrato (certera explicación musical de la apatía que despierta en servidor este tipo de nubes por la insulsa e invariable luminosidad que generan) sorprendió con un solo de sierra musical (sonido de película de marcianos de 'Serie B') sobre caja de música. Antes, eso sí, cerró concierto con una sobrecogedora versión de la banda sonora de La eternidad y un día (música, ya de por sí emocionante, de Eleni Karaindrou para la película de Theo Angelopoulos) de la que rescató su esencia atmosférica y melódica (la zanfona fue básicamente un pequeño laúd que trató mediante pizzicatos que jugaron con el contrapunto de la caja de música) para construir una nueva variación que sumar a las del original. Sin tiempo para digerir tanta belleza distendió el ambiente con una circense versión de La Topolino Amaranto de Paolo Conte para órgano de barbaria y zanfona (¡toma solo heavy!).

Nunca, en todas las ocasiones en que he escuchado en concierto a Germán Díaz, he quedado indiferente. Y eso, en este momento de dictadura de la indiferencia (Josep Ramoneda dixit), es ¡insólito! Derribar la indiferencia provocando desde el ingenio creativo es hoy un ejercicio de radicalismo tan necesario (y tan raro) que conviene no perder de vista la luz de un tipo tan radicalmente necesario para la música como Germán Díaz.


© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

miércoles, diciembre 01, 2010

Balada triste de (la) trompeta (de Pérez)

El director de cine Alex de la Iglesia se ha pasado por el Club de Jazz de Carne Cruda (RNE3) para presentar su nueva película Balada triste de trompeta. A él se la tocamos además de pincharle música del trompetista (y director de cine) Mike Figgis, del pianista Ran Blake, del dúo matrimonial de pianistas Aki Takase y Alexander Von Schlippenbach y del Trío AntiManierista.





El dúo de pianistas Takase y Von Schlippenbach se presenta el próximo lunes en el Festival de Jazz de Sigüenza junto a Dj Illvibe con un proyecto bautizado como Lok 03 que partió del trabajo de poner banda sonora a una película documental de Walter Ruttmann del año 1927 titulada Sinfonía de una gran ciudad que contiene imágenes de la ciudad de Berlín en los años 20 del siglo pasado como las que se pueden ver en este video:

domingo, noviembre 28, 2010

TriEZ en el "Club de Jazz" de "Carne Cruda"

El pasado jueves 25 de noviembre los tres TriEZ, Agustí Fernández, Baldo Martínez y Ramón López, se pasaron por el Club de Jazz de Carne Cruda (RNE3) como previo a su actuación de la noche en el Festival de Jazz de Barcelona. Así fue nuestro encuentro:






Una vez salimos del local Agustí Fernández y Ramón López hicieron una particular demostración 'movilística' de cómo funciona la libre improvisación:

viernes, noviembre 26, 2010

TriEZ (Agustí Fernández, Baldo Martínez, Ramón López) - Luz de Gas 25/11/2010 (42º Festival Jazz de Barcelona)


Agustí Fernández, Baldo Martínez y Ramón López
(Barcelona 25/11/2010)
© Vanessa Serrano

Si la costumbre crítica suele hacer notar que en España el paisaje creativo es algo yermo (parecido al de los Monegros aragoneses por los que discurre el tren en el que escribo estas letras) no menos cierto es que en el saludable ejercicio de exigencia crítico se corre el riesgo de que la percepción del público haga que en el mismo saco de las tierras de secano entren las de regadío. Porque hay músicos en este país (e incluso de este país “exiliados”) que llevan demasiado tiempo siendo maravillosos e inspirados manantiales y, sin embargo, pagan por la común fonética de sus nombres y apellidos (y por los pecados ajenos). Sin perder conciencia de la mínima repercusión social y mediática del Jazz en este país, una actuación como la de TriEZ en el Festival de Jazz de Barcelona hubiera merecido alguna que otra entrevista en prensa como las que han recibido artistas foráneos de mucho renombre, pasado glorioso y presente tibio. Pero son de casa, se apellidan Fernández, Martínez y López y así son las cosas gusten o no. Los presentes en Luz de Gas fuimos unos privilegiados y nuestros sentidos fueron mimados en una sesión de sensibilidad musical extrema, un don al alcance de no tantos creadores.


Baldo Martínez
(Barcelona 25/11/2010)
© Vanessa Serrano

Los tres apellidos ‘Ez’ que conforman TriEZ son músicos en estado de gracia y madurez. Por fortuna la madurez no es un tope y sí un punto de partida más sólido que el que se tiene al dar los primeros pasos. Tres nombres que se han instalado en el imaginario de algunos aficionados como representación máxima de la vanguardia jazzística ibérica. Es esta palabra, ‘vanguardia’, una denominación casi anacrónica de estilo que, en el fondo, son muchos. Palabra peligrosa porque pone a prueba nuestros prejuicios y deja fuera a muchos que hubieran disfrutado (o podrían disfrutar) de su música. Pero, de nuevo, esto es lo que hay. Y la música no puede esperar a que se derriben los tabúes de la ignorancia masiva. Tiene que seguir sus múltiples caminos y bifurcaciones y en ellos a veces encontrará quien quiera transitarlos y otras no. Pero es un ejercicio de libertad que no puede someterse a la dictadura de la aceptación si no es por parte de uno mismo. Y los TriEZ son libres, radical y hermosamente libres. De nuevo las palabras y sus riesgos. ‘Radical’. En tiempos de indiferencia lo radical se presenta inestable y peligroso para el statu quo social. Y, sin embargo, la radicalidad de quien es libre y desde la libertad aporta un discurso propio es hoy, y fue siempre, la única manera de crear belleza. Y TriEZ tan pronto derrama sobre nosotros belleza espasmódica como nos envuelve en una burbuja de cristal a punto de quebrar que anuda las emociones al cuello. Abrumadora música en sus extremos.


Agustí Fernández
(Barcelona 25/11/2010)
© Vanessa Serrano

El repertorio dio vida a lo registrado en estudio (temas compuestos) y creció con esas inaprensibles delicatessen que pueden surgir (y surgieron) de la improvisación libre. Con la posibilidad expansiva de un concierto los temas - como el inicial Anònim de David Mengual - ganan en profundidad. Además la música tiene en concierto el complemento visual tan simbólico de la improvisación. Uno puede cerrar los ojos y disfrutar pero si los abre puede descubrir algunas claves de la complejidad interpretativa de esta música, casi siempre al borde del precipicio. Miradas, sonrisas, gestos casi invisibles que se transmutan en in crescendos colectivos aparentemente espontáneos. Títulos como el Locura otoñal de Baldo Martínez ponen a prueba equilibrios con la lectura conjunta de piano y contrabajo del fragmentario y rítmico tema sustentado sobre esa anarquía tan reglada que es la forma de tocar la batería de Ramón López, uno de los bateristas – que yo conozca – que más se parece tocando a sí mismo y menos se parece a lo que se supone que implica tocar una batería de Jazz. Porque los supuestos están para ponerlos a prueba y Ramón, cuando hace lo contrario que la costumbre ha implantado como “normal”, demuestra que es exactamente así como había que tocar y no de la otra manera. Que en el fondo se revela como igualmente válida pero Ramón tiene esa cualidad tan valiosa y escasa de hacernos creer en el momento que no hay nada en el mundo como escucharle a él. Y eso es algo extensible el trío por igual. Cuando en un concierto los músicos consiguen el efecto auditivo de anular otras músicas posibles, de hacerte creer en ese momento que nada más que esa música podría conmoverte, es que la conexión se ha logrado y hay verdad en el escenario. Y TriEZ lo consigue. ¡Vaya si lo consigue!


Ramón López
(Barcelona 25/11/2010)
© Vanessa Serrano

Por una de estas coyunturas de la costumbre y los estereotipos el concierto tuvo lugar en una sala de baile y copas con aspecto de club de época. Es uno de los escenarios del Festival y, a pesar de ser ambiente de club, sólo los empleados del local asumieron el rol ruidoso de estos espacios. El público obvió el entorno y lo convirtió en auditorio de cámara. Los anfitriones no. En pianísimos de escándalo irrumpió la caja registradora, algunas botellas fueron arrojadas al contenedor tras verter su contenido con la misma sensibilidad, educación y delicadeza que un ‘gorila’ (con perdón, Dian Fossey) de ‘Night club’, la misma que tuvo uno de ellos en el post-concierto para expulsarnos de la sala (a Baldo Martínez incluido) cumpliendo su deber de malas maneras (ver Post Data). Fueron molestias evitables para la concentración del oyente y el respeto del profesional. Pero la fealdad de las actitudes no convenció frente a la belleza del Bhimsen Joshi o la Mbira of the spirits de Ramón López en las que el chispazo mágico se produce en el encuentro entre la kalimba africana pulsada por Ramón (con los mismos dedos con los que hace hablar la tabla india o percutir tambores y cajón), las cuerdas frotadas del piano de Agustí o el contrabajo golpeado por baquetas de Baldo. Magia que brota de la densidad de capas sonoras que conforman la mirada de TriEZ sobre el Lonely Woman de Ornette Coleman a partir de la gruesa sonoridad del contrabajo frotado con arco, la reiteración obsesiva del piano y los brotes de violenta pegada de una batería que tiene nervio propio. Ese fue el cierre oficial de la actuación de la que el público consiguió un bis más (¿el reverso oscuro de Locura otoñal?) y una salida para saludar. No quedaba tiempo para más. Había que recoger sillas, expulsar músicos y abrir la discoteca. El negocio no entiende de Arte.

© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.


Agustí Fernández, Baldo Martínez, Ramón López
(Barcelona 25/11/2010)
© Vanessa Serrano

PD: Luz de Gas es una entidad privada de cuyo espacio hace uso el Festival de Jazz de Barcelona. Desconozco si es una cesión, una contratación o de qué naturaleza es la relación que permite la utilización del local. Que este continúe tras los conciertos su actividad es natural. Que los espectadores y profesionales en función tengamos que abandonar la sala con una cierta celeridad, razonable. Que los músicos apenas puedan contener la respiración y devolver saludos corteses mientras recogen instrumentos y material y sean tratados como borrachos de madrugada en la discoteca, e instados a abandonarla inmediatamente, es lamentable. La imagen de Luz de Gas sale dañada (por ruidosa en el concierto y maleducada después) pero no deja de ser una responsabilidad de la organización del festival cuidar los detalles desde la llegada de los músicos hasta que el último de ellos sale del local. Después ya es territorio de los ‘gorilas’.

miércoles, noviembre 24, 2010

Bruno Angelini, Sébastien Texier, Ramón López - "Sweet Raws Suite Etcetera"


¿Existe una música del momento presente? ¿Creadores capaces de percibir la realidad de su entorno y explicarla en sonidos? E incluso, ¿músicos que procuren incidir en ella mediante la música? Las dos primeras preguntas seguramente requieren la perspectiva histórica del momento presente para poder concluir si existe esa música y sus creadores. Son muchos los ejemplos de músicas que hoy representan para nosotros un momento histórico y sus diferentes estilos y creadores las diferentes perspectivas de la realidad pretérita. Pero al tercero de los interrogantes se le puede dar ya respuesta en las propias palabras del autor de este disco. Dice el pianista Bruno Angelini que este proyecto nació de la indignación ante la falta de reparto de la riqueza mundial, cada vez más insoportable a mis ojos. Este sentimiento hizo que creara nuevo repertorio con el fin de intercambiar y demostrar esta indignación con otros. Además, en una entrevista previa a la grabación del disco (registrado en concierto), añade: una música que traduce una idea política, la idea de que hay que resistir frente a este sistema capitalista completamente desequilibrado. No hay duda, el proyecto de Angelini surge inspirado por lo que le ha tocado vivir, trata de construir a partir de lo vivido y reflexionado y compartirlo mediante una idea política convertida en música. Claro que uno se pregunta: ¿es posible transmitir esa idea a través de una música puramente instrumental?

La falta de la letra de una canción - que fuera más o menos explícita - la sustituye aquí un programa de mano que se reparte en las actuaciones del trío y que, de igual manera, propone el disco con los títulos de las composiciones. En ese programa (y en los títulos) seguimos los pasos de un personaje de ficción, Raws (anagrama de guerras - Wars – en inglés), desde los albores de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. De la defensa de los valores de libertad, la reconstrucción y la implicación en una sociedad justa y libre, pasando por los cantos de sirena del capitalismo y sus promesas de futuro, hasta una arenga final que le pide a Raws (debe de tener ya una edad considerable este hombre) que resista.
Resist Raws! Resist!, titulan. Así una grabación que en su escucha sin información podría pasar por un buen trabajo de música próxima al Free Jazz en algunos momentos y de un emocionante lirismo melódico y etéreo en otros se convierte de pronto en música programática. Hay un contenido explicitado que trata de guiar al oyente por el entramado sonoro. ¿Viable sin explicación? Seguramente sólo (¿sólo?) como música pura pero, por si quedan dudas al respecto, la apuesta de los tres músicos por una música así ya es viable como actitud ideológica ante la vida. No requiere explicación que sonidos como los que emanan de este trío no pertenecen a una actitud conformista, además de que Angelini, autor de las composiciones (He has a dream lleva también la firma de Ramón López) ha tenido a bien concebirla como una música grupal en la que incluso su piano calla en muchos momentos a beneficio de Texier y López. No hay jefe y asalariados en Sweet Raws Suite Etcetera, hay un equilibrado ejercicio de responsabilidad compartida.

Un tipo de música programática ejemplar (no confundir con modélica) es la música cinematográfica o televisiva. Música que acompaña desarrollos narrativos, que subraya emociones de todo tipo. Las hay más sutiles que otras pero abundan en las producciones más populares (¿a su vez las más capitalistas?) los excesos melosos (en romance) o vertiginosos (en acción violenta). Y sí, la música que en este disco se refiere a la guerra o al capitalismo (
Wars, Neo Capitalism: Happy tomorrows for Raws?...) es la que opta por una sonoridad más áspera mientras que la que habla del desencanto de Raws (Faded Raws) o de su bonhomía (Sweet Raws song) se abre a sonidos más melódicos y contenidos, siempre abiertos en todo caso. Pero si una virtud tiene este trabajo, además del notable equilibrio entre composición e improvisación (estructura e implicación personal), es que la descripción musical de conceptos ideológicos o de situaciones y emociones no llega a extremos paródicos sino que hay siempre matices contrastantes. Lo bello no lo es desde una perspectiva puramente formal así como lo desagradable, lo violento, no deja de exhibir belleza. La opulencia (Opulence) no se manifiesta desde la exuberancia musical; al contrario, el piano de Angelini reitera una línea melódica muy intimista sobre la que trabaja con pequeñas variaciones y desarrollos mientras por debajo Ramón López mantiene un pulso abierto, inquieto pero contenido, fundamentalmente con las escobillas. El hambre (Starvation) llega, en todo caso, por inanición del tema que termina desvaneciéndose. Hay sensación de inquietud en los casi cuatro minutos de este tema, no gloria y descenso a los infiernos. Evita la caricatura de los extremos y la música expresa la incertidumbre en la que se basa el sistema capitalista. Incluso cuando el capitalismo llega con la promesa de Happy tomorrows para Raws la música lejos de la pirotecnia de las promesas se sustenta sobre un ritmo insistente y percusivo del piano y la batería al que se suma el saxo alto de Texier que, conforme avanza la música, termina por construir un solo que delira sobre la estructura rítmica. ¿Acaso no son delirantes las promesas del sistema?

Vuelvo a las preguntas iniciales y concluyo, sin esperar al juicio de la historia, que la música de
Sweet Raws Suite Etcetera consigue, desde sus postulados estéticos, comprender bien el momento de incertidumbre presente, de crisis permanente que aquí cabalga sobre una música que prescinde de la base sólida del contrabajo y prefiere caminar por superficies mucho más flexibles e inestables, abiertas a la aportación sin más atadura que algunas consideraciones melódicas y atmosféricas (la forma, donde está prefijada, no oprime). Si el resultado final de este concierto (disco) no dependiera de unas premisas ideológicas concretas ni de un programa de mano estaríamos ante música tan excitante como inquietante, tan cálida como punzante. Música con muchos registros de la mano de tres músicos que prescinden de protagonismos para crear conjunto y en la que Texier demuestra un sentido melódico tan acentuado como el de su padre (el gran contrabajista Henri Texier), López fascina una vez más con las múltiples sonoridades de la batería (¡qué bien escucha entre líneas la música el alicantino! ¡¡cómo golpea – y con qué sentido - donde menos espera la ortodoxia!!) y Angelini da muestra de un compromiso social que es igualmente musical. Su piano entra y sale, nutre y se nutre, habla para el grupo y se dedica a colocar las tablas y el decorado del escenario sobre el que actúan Texier y López. ¿Cambia algo su música la realidad de su entorno? Obviamente no a grandes rasgos, seguramente tampoco en el entorno más próximo, pero nunca está de más que todavía haya quien proponga desde la música la purga de nuestras propias miserias. Que además de oír nos incite a escuchar y, de paso, pensar.

© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

lunes, noviembre 22, 2010

De fondo

Trabajo con mi ordenador. Desde el salón me llega el sonido del informativo del primer canal de la televisión pública española. En él una de las noticias que se cuela entre el teclear de mis dedos es la del trigésimo quinto aniversario de la proclamación de Juan Carlos como rey de España. Presto curiosidad a las palabras del locutor durante el reportaje. En él todo son loas al papel de su mandato, a su intermediación y preocupación por las cuestiones ciudadanas. Se habla de su crucial intervención en el golpe de estado del 23 F. Se le escucha hablar contra el terrorismo de ETA. Incluso se permiten rescatar su interrupción al presidente de Venezuela, el famoso "¿por qué no te callas?". Todo es elogio y descripción aséptica en los minutos del Telediario. ¿Acaso no hay un solo pero, una mínima crítica? ¿Todo es aceptación de su función en este país? ¿Nada malo ha hecho en 35 años?

Cuando nos llama la atención el papel acrítico y el elogio incondicional a sus líderes de muchos medios de comunicación en otros países (más o menos democráticos), ¿somos conscientes de que en España también existe el periodismo genuflexo? ¿El panfletismo de la inviolabilidad monárquica?

miércoles, noviembre 17, 2010

Youn Sun Nah - "Same Girl"


¿Vivimos tiempos de revival? En una reciente conversación con buenos amigos y mejores melómanos (¿o era al revés?) pareció concluirse que la música, de algún modo, había llegado a un punto evolutivo de bloqueo y que se estaba echando la mirada atrás, tanto en la música que se hace como en el (re)descubrimiento de glorias pasadas (Johnny Cash, por ejemplo... o los inevitables Beatles, que pareciera que sacan disco cada día). No lo sé, puede que nos falte perspectiva histórica sobre el momento presente pero discos como este de la cantante Youn Sun Nah parecen afirmar tal diagnóstico. La selección de versiones parece, en cierto modo, un ejercicio de nostalgia musical puesta al día. También la expresión de gustos variopintos de la cantante.

De tanto decirlo se ha convertido en una muletilla personal: el Jazz vocal está en crisis. Es la voz quizá el instrumento que más determinado está por el peso de las históricas. Pocas voces destacan por su originalidad, por quitarse el lastre de a lo que los estereotipos obligan y menos todavía las que improvisan. Desde esta perspectiva la voz de Youn Sun Nah tiene la suficiente credibilidad como para no ser una más de esas mujeres (me concentro en la voz femenina) que aparecen y desaparecen tal cual llegan, productos pastiche, de laboratorio discográfico, que no pasan de cantantes pop vestidas con elegante Jazz de ascensor. Sun Nah tiene un chorro de voz que incluso en ocasiones (Breakfast in Baghdad o Enter Sandman) se permite jugar a ser soprano, quizá como respuesta al amigo que en su día le dijo que era tarde para ser cantante clásica pero no jazzística (no entiendo muy bien la contraindicación de estilos por edad, pero en fin). Y es que la llegada al mundo de la música de esta mujer nacida en Seúl (Corea) en 1969 se produjo a sus veintitantos después de dejar su anterior trabajo en la industria de la moda. En 1995 se trasladó a París para estudiar Jazz (según tiene declarado no sabía qué era aquello del Jazz cuando le sugirieron ser cantante del género) atraída igualmente por la chançon francesa.

No es Youn Sun Nah una improvisadora (no al menos especialmente en registro discográfico) pero hace tiempo que uno asumió que no todas las voces del Jazz improvisan. ¿Devalúa esto su papel como jazzista? No tengo una respuesta clara aunque, en honor a la verdad, hay pinceladas de improvisación en su música y, sobre todo, la forma de hacer suyas las canciones de otros requiere una implicación personal que, sin ser exclusiva del Jazz, es totalmente necesaria para crear el discurso propio que a todo músico de Jazz que se precie cabría exigir. Y eso que sus versiones no difieren estructuralmente demasiado de los originales pero su voz tiene un punto de encantamiento que le deja a a uno ensimismado. Y ella, como buena maga, abre disco engatusándonos con una soñadora versión de My favorite things en la que se acompaña del sonido de la kalimba africana. El mismo ejercicio de ensoñación que procura con el tema que da título al disco, Same girl, original de Randy Newman que mejora con su voz (lo siento Randy, no se puede tener todo en esta vida) y con la ayuda de una caja de música. También gana con su voz el Moondog que el baterista Terry Cox dedicara con su banda Pentangle al excéntrico y genial compositor Louis Thomas Hardin, conocido como 'Moondog', al que Sun Nah le da un sentido de Blues y flexibilidad rítmica que en el original está delimitado por un pulso percusivo constante con el que el propio Cox se acompaña. Casi al final del tema la cantante colorea su solo utilizando un kazoo (el carnavalesco mirlitón), un instrumento (casi) de juguete que convierte la voz de Sun Nah en un híbrido sonoro de trompeta y trombón con acento humano. Quizá un guiño a los inventos del propio 'Moondog'.



Si uno se abstrae de prejuicios, de normas demasiado severas sobre qué es o no es un estilo determinado, este disco es para disfrutarlo por muchos motivos. Uno de ellos es la propia voz de You Sun Nah que administra muy bien sus recursos (o que esconde muy bien sus limitaciones, que todo puede ser), que ha encontrado en los suecos Ulf Wakenius y Lars Danielsson dos cómplices que generan la atmósfera necesaria para cada tema. En Song of no regrets (Sergio Mendes y Lani Hall) el pizzicato del chelo sirve un ritmo de vals sobre el que se balancean la voz y el propio chelo con arco mientras la guitarra sirve el inquietante mundo sonoro del Uncertain weather de la propia Sun Nah. Tras el no menos inquietante título de Breakfast in Baghdad (firmado por Wakenius) se esconde el más vibrante de los temas y posiblemente la canción con una mayor labor de producción en el estudio. Guitarra, chelo y contrabajo se multiplican para generar un obsesivo y denso acompañamiento sostenido por la percusión de Desandre-Navarre. El ritmo reiterativo del chelo y el contrabajo punteado de Danielsson permiten a Wakenius (brillante su solo con la guitarra acústica) dibujar una melodía - compartida con Sun Nah en un ejercicio de impecable scat - con un sutil toque oriental para después (entiendo que es él con la guitarra y no el chelo electrificado) generar sonidos que me recuerdan a algún tipo de gaita (¿balcánica?). El propio Wakenius se encarga de arreglar y acompañar a Youn Sun Nah en el precioso y delicado tema que mira a su país de origen, Kangwondo Arirang, así como en el Enter Sandman de Metallica sobre el que Sun Nah se retuerce hasta llevar la voz a extremos agudos que ahoga para caer en la susurrante oración final y retomar el estribillo. En su Pancake juguetea rítmicamente con los nombres de sus comidas favoritas (algunas completamente fuera de la 'dieta mediterránea', todo hay que decirlo) en un divertido ejercicio que pone de relieve la propia poesía (ergo rítmica) de las palabras.



Por si todo esto fuera poco la versión de My name is Carnival me ha permitido conocer la figura de su malogrado autor, el folkie Jackson C. Frank y La chanson d´Hélène (compuesta por Philippe Sarde para la película Les choses de la vie de Claude Sautet en 1969) reduce la melaza instrumental del original cantado por la actriz Romy Schneider y recitado por Michel Piccoli (aquí recita Roland Brival) para poner un final con guiño a la chançon francesa que la coreana decía admirar antes de viajar a París.


© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

Y así hemos presentado el disco en Carne Cruda (Radio 3 - RNE):




domingo, noviembre 14, 2010

Libertad / Seguridad

Publica el diario La Vanguardia en su edición del domingo 14 de noviembre una entrevista con Alicia Sánchez-Chamacho, candidata por el Partido Popular en las elecciones a la Generalitat de Catalunya. Las preguntas las firman los escritores Quim Monzó y Sergi Pàmies. La última de ellas dice: Si la seguridad y la libertad entraran en conflicto, ¿cuál de las dos debería prevalecer? A lo que Sánchez-Camacho responde: La seguridad es la manera de garantizar nuestra libertad. Si hay inseguridad, no hay libertad.

Y yo me pregunto: ¿Acaso la libertad no implica riesgo? ¿Acaso la libertad no implica que, en ocasiones, pongamos en riesgo nuestra propia seguridad? ¿Existe la libertad sobre seguro? ¿Es garante la seguridad de nuestra libertad?

miércoles, noviembre 10, 2010

Gilad Atzmon & The Orient House Ensemble - "The tide has changed" // Robert Wyatt, Gilad Atzmon & Ros Stephen - "For the ghosts within"

Escribo esta reseña doble porque los dos discos, que comparten la presencia de Gilad Atzmon, forman parte para mí de una unidad indisociable. Ambos se han publicado en las mismas fechas y ambos los he ido escuchando día sí, día también, saltando del uno al otro y del otro al uno. Reconozco que me ha robado más tiempo (y el corazón) For the ghosts within pero eso tiene una fácil explicación. En The tide has changed el Jazz es más convencional (¡ojo! Esto es pura y miserable simplificación para quienes sólo quieran leer el primer párrafo de la reseña) mientras que en el disco junto a Wyatt y Stephen hay un gran margen para la experimentación y la confluencia de estilos varios. Eso sí, los dos están llenos de música vibrante, vital, energía y pasión, a pesar de que tienen una profunda y dura mirada social y política hacia el conflicto Israel - Palestina.


Y ahora que nos hemos dejado a unos cuantos lectores en el primer párrafo profundicemos. ¿Me ha robado el corazón (y el tiempo) un disco que contiene versiones de What a wonderful world, In a sentimental mood o Laura?

¡Alarma! ¡¡Carlos ha bajado la guardia!!

¡Eh! Calma queridos lectores. Sé que os debo una explicación y como alcalde de esta página que soy os la voy a dar. Primera pregunta: ¿habéis escuchado la voz de Robert Wyatt en alguna ocasión? Si es que sí saltad al siguiente párrafo, si no continuad leyendo... ¡¡Santo cielo!! ¡¡¡Deja ahora mismo de leer y búscate un disco de Wyatt!!! No puedes perderte la voz más hermosamente triste del orbe. Da igual que cante a Laura o que proclame que At last I am free. Si no consigue dejarte planchado con la preciosa nana Lullaby for Irena renuncia y salta unos párrafos, a ver si te convence The tide has changed.

Cuando un tipo tan referencialmente heterodoxo como Wyatt se reúne con alguien tan díscolo con el mainstream jazzístico como Gilad Atzmon no hay nada que temer. O todo (según se mire). A la voz de Wyatt se suma la expresividad tan oriental de la forma de tocar el clarinete y el saxo de este israelí (azote de su "ex-país", según propia declaración). Lo mismo que reparte leña ideológica acaricia los sentimientos con su sonido (su irrupción con el clarinete en In a sentimental mood es lo más parecido al lloro que uno pueda imaginar con este instrumento, lo mismo que sucede con el saxo soprano en The ghosts within). En su forma de soplar saxos y clarinetes se percibe la tradición árabe y balcánica así como un profundo conocimiento del lenguaje de Jazz. A todo ello suma la producción musical en la que incorpora pequeños apuntes de electrónica que tanto en el tema que titula el disco como en Lullaby for Irena o en At last I am free aportan el punto justo de extrañeza a la música. En este último caso la composición de los arreglos de cuerda por parte del tercer elemento nominal del disco, la violinista Ros Stephen, ponen el contrapunto preciosista y de elegancia clásica (el arranque de la grabación con Laura es ejemplar en este sentido).

Mención aparte merece la versión de
Where are they now? (antes conocida en un castellano dondestan) en el que más presente está el drama palestino (reflejado igualmente en The ghosts within con una letra que comienza diciendo: Seguimos aquí bajo los olivos. ¿Cuándo os daréis cuenta de que es e lugar al que pertenecemos?). Para esta versión, que juega con los ritmos y las sonoridades en un puro divertimento muy logrado, cuentan con dos raperos de origen palestino: Shadia Mansour y Stormtrap (el nombre artístico de Abboud Hashem del grupo Ramallah Underground). Una elección más que evidente en su intención y que denuncia en sus letras la situación de sed y hambre de unos palestinos que viven en un buen país con horribles políticos. ¿Cuál es el valor de una opinión si no te permiten expresar tus ideas?, se termina preguntando. Todo ello sin perder de vista el sentido del humor en el planteamiento musical que recorre épocas por estilos (de la música de baile de salón con sonido de grabación antigua a los ritmos más bailables que acompañan el rapeo). Y es que sentido del humor, a pesar de la crudeza temática, no le falta a Gilad Atzmon.

Sentido del humor ya desde la presentación de The tide has changed (título que busca transmitir la idea de que la marea de la opinión pública internacional ha cambiado y denuncia el sufrimiento palestino y, por ende, la brutalidad israelí). Un maestro de ceremonias, uno de sus compañeros en el grupo The Blockheads, Dereck Hussey, presenta nominalmente de forma cabaretera y circense al grupo que, después, acomete un trabajo muy serio en sus contenidos. El disco con el que el Orient House Ensemble celebra su décimo aniversario adquiere tono circunspecto, como si asumiera con la música la responsabilidad de afrontar un tema tan grave como el que inunda con anotaciones el libreto del disco. No es en ese sentido un disco tan descriptivo de su ideología sociopolítica como puede ser For the ghosts within (ya no sólo por las letras sino por su parte de música casi programática) pero sí parece prescindir, por momentos, del tono irónico que puede percibirse en grabaciones anteriores del grupo como Musik / re-arrangin the 20th century o, por supuesto, de la hilarante propuesta del alter ego de Gilad, el líder de la Promised Band, Artie Fishel que hacía de la continua parodia un espectáculo crítico - musical. Aquí hay más ortodoxia, rota por el modo en que Gilad interpreta sus instrumentos.

Predominan los tiempos medios - lentos en temas como
And so have we (donde las intervenciones de Atzmon con el clarinete salvan la mezcla excesivamente dulzona - para mi gusto, claro - de acordeón y el tarareo de Tali Atzmon), o In the back seat of a yellow cab; baila una especie de vals lento con tono de película de cine negro en We lament y se desboca de manera coltreniana en London to Gaza o pasea a Charlie Parker por oriente en The tide has changed. Hay incluso una versión del Bolero de Maurice Ravel, aquí titulada Bolero at sunrise, que sobre un ritmo de caja mucho menos exigente que el de la orquestación original y con un tempo mucho más pausado permite a Atzmon desarrollar un largo solo, a partir de la lectura del tema, donde los pequeños giros melódicos de inspiración oriental y su tremenda capacidad expresiva y de fraseo permiten que no se venga abajo durante los casi nueve minutos que mantienen una esencia respecto del original: la reiteración y constancia rítmica, no el in crescendo en este caso. Y, por supuesto, se divierte (que el humor no podía faltar de nuevo) con el viaje balcánico de All the way to Montenegro, una demostración de música gitana que borda para terminar cerrando de nuevo en el cabaret con We laugh.

Cuando uno trata de conocer a Gilad Atzmon (especialmente si busca por la red) corre el riesgo de que la abundante literatura política que escribe (en particular sus pensamientos muy críticos y ácidos sobre su país de origen) le aleje de un músico que, además de decir lo que piensa, habla maravillosa música.

© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

Escucha la entrevista con Gilad Atzmon emitida en el "Club de Jazz" del 10 de noviembre de 2010.

Aquí en su versión original en inglés:

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