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miércoles, abril 20, 2011

Entrevista con Peter Evans

Peter Evans (Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno

(...) No pienso que sea verdad que todas las formas de tocar un instrumento acústico estén superadas; los instrumentos acústicos son simplemente herramientas que la gente utiliza. Y la gente sigue cambiando en el mundo y el mundo cambia igualmente así que es lógico que si esto sigue sucediendo tú puedas hacerlo igualmente. Estas tecnologías son sólo como espejos para que la gente mire. Así que si sigues teniendo diferentes tipos de personas, la música y el mundo cambian y la cultura cambia y todas esas cosas y, por supuesto, lo que se refleja en esos espejos va a cambiar. Lo que a mí me gusta de los instrumentos acústicos es el hecho de que la tecnología no los ha cambiado tanto con el transcurso del tiempo. O dicho de otra manera, la trompeta que toco ahora es bastante similar a la que existía cien años atrás y a pesar de eso hay un sonido diferente. (...)

(...) Existe una especie de mentalidad de escuela, quizá ahora con más fuerza, que valora definitivamente las aptitudes técnicas sobre muchas otras cosas. Creo que están algo equivocados, no creo que toda la música necesite tenerlas. Hay otras cosas más importantes, la técnica es sólo algo relativo. La técnica cambia en función de cuál sea tu meta como músico. Hay muchos ejemplos: un ejemplo clásico es Thelonious Monk frente a Art Tatum. Thelonious Monk no tocaba el piano como Art Tatum pero tenía una técnica muy específica que le permitía tocar sus ideas de un modo perfecto. Así que si la pregunta es si tenía técnica yo diría que sí, aunque no sea el mismo tipo de técnica de Wladimir Horowitz o Art Tatum. Pienso que quizá se ha mirado un poco con lupa a muchos músicos (...)

(...) Sí, me siento un poco de esa manera [fuera de todo a la vez que dentro de todo]. Lo que es raro es que los músicos han estado haciendo cosas de estas desde hace mucho tiempo. Estuve hablando con Jon Irabagon hace un año o así sobre esta cuestión y los dos pensamos que esta es una batalla que ya tuvo lugar. Tipos como John Zorn o Anthony Braxton, especialmente estos dos tipos, no hicieron negocio hasta que hicieron cosas realmente muy diferentes. Encuentro a estos dos muy inspiradores por esa razón. Están interesados en hacer música y realmente no mucho en definirse a sí mismos dentro de un estilo determinado, algo que yo tampoco encuentro de ningún interés. (...)

(...) Tienes que ser exigente, tienes que tomar decisiones sobre qué te interesa y sobre qué no. Es muy fácil para los músicos decir que estás interesado en todo pero realmente no puedes realmente ir tan lejos con ninguna forma de hacer música en particular a menos que te concentres en ella, al menos durante algún tiempo. Pienso que eso es un peligro; está bien reunir todas estas cosas para crear nuevas formas pero, al mismo tiempo, tienes que ser hacer una inversión real y profunda en los diferentes elementos o sino la música que saldrá no tendrá profundidad. Como la música de Youtube o algo así en que la gente echa un vistazo a un minuto de un montón de cosas sin ningún contexto. Creo que va a ser interesante ver cómo todas estas nuevas tecnologías afectan a los músicos. Yo realmente no crecí con Internet, no crecí con lo de Google, YouTube y todo eso. Y creo que va a tener un efecto diferente en el modo en el que la gente va a aprender la música. No quiero ser una especie de moralista sobre esto, algunas partes son increíbles y otras tienen sus pegas. Pero hasta dentro de unos años no creo que podamos saber qué va a producir. (...)

Entrevista completa con Peter Evans disponible en la edición del 20 de abril de 2011 de Club de Jazz. También se puede escuchar en su versión original en inglés o leer la transcripción.

jueves, abril 07, 2011

'Swinging with Burmese photos' (por Ramón López)

© Ramón López

El pasado mes de febrero el baterista alicantino (de residencia parisina) Ramón López pasó unos días en Rangún (Birmania - Myanmar) con motivo del cincuenta aniversario del Instituto Francés de Birmania. Allí participó en una serie de actividades que incluyeron el trabajo y concierto con músicos de este país asiático. Hijo y nieto de fotógrafos el baterista ha heredado el gusto fotográfico como nos muestra en la soberbia exposición fotográfica de Rangún que expone en la web de Club de Jazz. Con él charlamos de esta experiencia y escuchamos música birmana en la edición del 6 de abril de 2011 del programa.

viernes, abril 01, 2011

Aquéllo que llaman crisis... 'porqués' y 'cómos'

O de cómo entender rápidamente las hojas salmón del periódico del domingo o, dicho de otra manera, entrar en profunda depresión (¡y sin necesidad de Wikileaks!):


EFG (Peter Evans, Agustí Fernández, Mats Gustafsson) - "Kopros Lithos"


¡Vaya mierda! Si alguien les deseó aquello de mucha mierda antes de la actuación, Evans, Fernández y Gustafsson respondieron con abundante en el Dragon Club de Poznan (Polonia) donde tuvo lugar el 9 de diciembre de 2009 el concierto contenido ahora en un fósil discográfico. Las excreciones sonoras del trío han quedado condensadas para la eternidad y puede que en un futuro (en el que el hombre quizá vuelva a caminar sobre sus cuatro patas) alguien recoja este coprolito audible y se asombre por el aspecto amorfo de la música de sus antepasados. O puede que no, quizá para entonces sea asunto común la disparidad de formas y no esté en permanente discusión. Como si de aquella escena de Blue in the face (Wayne Wang y Paul Auster) en la que discuten sobre las diferentes formas del excremento (de la mierda, vamos) se tratara, vivimos en un permanente debate sobre el aspecto formal cuando tan válida es la perfecta redondez como la indescifrable figura llena de aristas. Desconozco si el coprolito de la colección de la familia Gustafsson (que ilustra la edición física de la grabación) fue inspiración previa o posterior a la actuación pero mierda y música comparten textura. Es dura (pues está fosilizada... la caca, claro) y a su vez tiene forma indefinida (la música es un constante fluir de libertad estructural y expresiva) a la vez que tiende a una cierta redondez compacta y reconfortante (todo el mundo sabe a qué me refiero, ¿no?). En definitiva, ¡una mierda! Exclamación que espero entiendan Evans, Fernández y Gustafsson como un piropo cuando de un disco titulado Kopros Lithos hablamos.

Por si hubiera alguna duda, de lo que hablo es de un entusiasmo; el mío, despierto gracias a esta joya de coleccionista (la reducida edición de este tipo de grabaciones la convierte de inmediato en tal). Una alegría que constata que los resistentes de la música, los inconformistas (quizá revolucionarios) se buscan y se encuentran allá donde les dejen. No hay muchos lugares donde se permita hoy que tres músicos suban al escenario sin papel alguno y descarguen toda su furia creativa sin edulcorantes, sin premeditada condescendencia. Por eso este tipo de música es la minoritaria entre las minoritarias, porque pocos logran (intentan) asimilar una expresión musical rara vez limitada de antemano por normas (escritas), por formas y argumentos reiterados que, por insistencia, construyen en nuestro inconsciente lugares comunes que brotan sin el más mínimo esfuerzo. Esta música llena de ruidos, onomatopeyas, masas sonoras, disonancias, ritmos rotos, efectos... nos recuerda quizá demasiado a la vida diaria (¡tan caótica!) y preferimos refugiarnos de ella como quien prefiere una película de ocio hollywoodiense a un drama realista del más crudo cine europeo. Aunque puede que nada de lo dicho tenga sentido porque la música de este Kopros Lithos es ciertamente divertida, tiene una evidente esencia lúdica; porque sólo desde la desinhibición más absoluta y el sentido del humor se puede hacer música tan seria. Seria y compleja: partir del vacío es complejo para el compositor sobre un papel pero más serio es el reto cuando tienes ya un público delante y todo por componer. Se me podrá objetar que de tanto lanzarse al vacío hay un mundo de clichés al alcance de la mano, un salvoconducto para hacer frente a problemas de inspiración tan reiterado como las formas que componen esos lugares comunes antes mencionados. De acuerdo pero, precisamente por eso, tiene para mí más valor esta grabación de ruido acústico (así está descrita en el CD, no como música) en la que las ideas fluyen con tal ingenio y precisión; en la que los silencios forman parte natural de una expresión musical que a veces parece olvidarlos; en la que se logran asombrosos empastes sonoros gracias al dominio de todas las formas inimaginables de tocar un instrumento. Y fluye, fluyen las ideas en un continuo sin que la intensidad (creativa) decaiga. Una densa y compacta masa sonora mantenida en el tiempo se va desgajando hasta caer en la reiteración obsesiva y circular de Peter Evans y Agustí Fernández sobre la que el saxo barítono de Mats Gustafsson mantiene un sereno discurso de notas largas (My ears were ringing!); la genial puesta en marcha de My fingers were glue es el paradigma del valor del silencio como materia sonora que va siendo arañada como si sobre ella se fuera esculpiendo un cuadro de pinceladas inicialmente tentativas y después firmes, desatadas y alocadas. De la insólita trompeta theremín (¿eres tú, Peter?) al estallido delirante de las cuerdas del piano bajo el bombardeo de Agustí pasando por el hombre saxofón (lo de Gustafsson no es un humano tocando un saxo, es un organismo integral) cada uno de los tres aporta lucidez, ingenio y virtuosismo a una resultante febril y exuberante.

Me decía un pianista días antes de escribir estas líneas que para escuchar este tipo de música hay que estar predispuesto y que, además, desde la improvisación libre es muy complicado mantener el nivel para que en todo momento la música sea increíble. Estoy de acuerdo con él siempre y cuando concluyamos que es algo común a todas las músicas; que uno necesita estar predispuesto para escuchar (no hablo de oír) cualquier cosa y que el nivel de excelencia continuo rara vez se produce. Pero me temo que su opinión no iba por ahí sino que es reflejo del estigma que todavía padece (incluso entre los profesionales) una forma de hacer música ajena a la reproducción mediante la lectura de notas o la definición de un marco delimitador de la forma y la estructura; como si sólo se nos hiciera comprensible la naturaleza enjaulada. Y aunque pueda ser agradable un paseo por el zoo de todos es sabido que un animal brilla con todo su esplendor en su propio hábitat.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

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