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viernes, diciembre 31, 2010

El cante jondo de los alminares



Desde la costa del Mar Negro en el Norte hasta la frontera con Siria e Iraq en el Sur la voz del almúedano resuena en cada rincón de las grandes ciudades y de las más insignificantes aldeas turcas (y kurdas) Los alminares de las miles de mezquitas son postes repetidores de la oración y los preceptos del buen musulmán. Desde Trebisonda (en la costa del Mar Negro) hasta Mardin (junto a la frontera con Siria e Iraq) este cante jondo de la fe musulmana acompañó nuestro viaje día, noche y madrugada.

jueves, diciembre 30, 2010

El cuento de una noche de invierno en el "Club de Jazz"

'Crudo' ahogó las penas de las fiestas navideñas con una visita nocturna al Club de Jazz del señor Pérez (aka servidor) que recordó con la audiencia en la edición de Carne Cruda (RNE3) del 29 de diciembre de 2010. Una hora de recuerdos personales a través de la música de John Coltrane, Vic Chesnutt, Johnny Cash, Germán Díaz y el trío formado por Robert Wyatt, Gilad Atzmon y Ros Stephen como regalo de fin de fiesta 2010.



martes, diciembre 28, 2010

Savina Yannatou / Barry Guy "Attikos"


Los tiempos que corren lo hacen de veras. Al menos corren frenéticos los usuarios del espacio / tiempo que van de un lado para otro desorientados, llenando huecos a toda velocidad. La música no es inmune a este frenesí; es más, lo padece. Para tiempos tan caóticos, música sin freno. Da igual cómo y dónde. Música por un tubo por el que bajarla a chorro de no sé sabe muy bien dónde. Del espacio exterior, que es de donde parece que viene todo aquello que llega de internet. ¡Ya! ¡¡Rápido!! No me gusta, otra cosa. Pero, ¡si no la has escuchado! ¿Escuchar? A lo sumo oír... ¡más!

Admítaseme este preámbulo (lamento) para dejar constancia de que la música que aquí me ocupa no es música para nuestro tiempo. Sí lo es de nuestro tiempo pero no para aquellos que mayoritariamente lo entienden como un tiempo banal, como un tiempo al que una cosa le sigue otra y otra y otra. Da igual qué, para eso se inventó el icono de 'avanzar pista', ese con el que zapean los que niegan valor hoy en día a la idea de un disco completo (claro, su música no lo vale, lo malo es que arrasen con el resto en su deriva). Para ellos carece de sentido esperar que las cosas se asienten, que la relación se establezca para llegar a algún puerto. O a un ático, en el caso de este dúo entre Savina Yannatou y Barry Guy.

El valor del disco en su soporte físico depende no sólo de la música en él grabada sino de la presentación y contenido del envoltorio. Los discos de Maya Recordings son cuidadas ediciones que, en el caso de Attikos, nos permite sentir la textura de la pintura de portada del irlandés Stephen Vaughan (Aeon, su obra de 2006) así como entender mediante las palabras de Barry Guy impresas en el libreto la idea de un concierto que tuvo lugar el 27 de mayo de 2010 en el Bimhuis de Amsterdam y que ahora es disco. Barry, apasionado de la arquitectura, parte su reflexión de una idea constructiva de los arquitectos Ilya y Emilia Kabakov: un espacio operístico vertical de varias plantas. En cada planta se tocan diferentes músicas. El público asciende por una escalera espiral hasta alcanzar un ático en el que el espectáculo finaliza. En ese ascenso el espectador pasa por diferentes estados afectados por los colores de la techumbre y los sonidos de cada piso. Una ascensión que encuentra cierto paralelismo con lo que pudieron experimentar tanto Savina y Barry como el público el día del concierto.

Puedo llegar a percibir Attikos como el espacio sonoro sentido en ascensión espiral que propone Barry pero no es menos cierto que mi percepción de esta música es menos unidireccional, es más juguetona, asciende y desciende para volver a ascender, como si Savina y Barry fueran dos niños que juegan a mostrar y a esconder; chiquillos insolentes que corretean escaleras arriba y abajo. Al fin y al cabo improvisar desde la nada es un juego. Un juego de creación, de construcción musical con tan pocas herramientas en su caso (voz y contrabajo) que produce vértigo incluso desde los cimientos. Sin embargo, cuando el concierto llega a su fin (al Attikos) uno olvida los escasos pilares que sostienen semejante monumento y se deja caer por la espiral para volver a ascender tantas veces como quiera, que no se cansa uno de escucharles jugar.

Entusiasma comprobar que dos personas de bagajes e idiomas tan diferentes se atrevan a dialogar del modo en que ellos lo hacen frente al público. De las ocho plantas de Attikos tres se cimentan a partir de planos previamente compuestos (al menos indicativos). Savina Yannatou aporta de su repertorio Sumiglia, una canción tradicional de la isla de Córcega que dio título a uno de sus discos ECM con Primavera en Salonico así como Nani nani, uno de los muchos tradicionales sefardíes que ha grabado la ateniense. Él The ancients, composición que trabajaba por aquel entonces con el pianista Agustí Fernández. Sumiglia remansa la tormenta sonora del tanteo inicial en el First Sky con una preciosa revisión que ella interpreta de manera medianamente ortodoxa y Barry Guy acompaña de forma ejemplar con preciosas líneas melódicas (¡qué calidez en su sonido!). Estremecido como se queda el corazón después de la maravilla, Savina sube un escalón hacia el Second Sky y rompe su voz en mil sonidos, pía, borbotea, declama de forma inverosímil en un idioma indescifrable y fragmentario hasta que declina para que Barry dibuje con el arco sobre las cuerdas de su contrabajo la acogedora atmósfera palaciega de The ancients. Con ella envuelve las frases más lineales de Savina hasta que sus voces se cruzan en un flirteo eléctrico que Barry descarga hacia su remanso inicial. Ya habrá tiempo en el Third Sky y Fourth Sky para romper tempos, percutir el contrabajo y dejar que Savina vaya y venga sobre todo ello en un diálogo de expresiones que contienen la reacción, más que de preguntas y respuestas. Entre medias Nani nani asoma al final de una larga improvisación. La nana en voz de Savina va penetrando en el subconsciente nervioso de Barry que sucumbe al final a la placidez del sueño. Arriba espera el Attikos, explosión de júbilo, culminación alocada y eufórica del edificio obra de dos desacomplejados arquitectos sonoros.

Nada tan aparentemente anacrónico como un disco que reclame atención de principio a fin (de abajo a arriba en este caso); nada tan demodé como dar a la música su tiempo de maduración y digestión. Nada tan necesario como que tipos como Savina Yannatou y Barry Guy puedan seguir explorando los límites de la comunicación humana y de la arquitectura sonora musical.


© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

Puedes escuchar las entrevistas con Savina Yannatou y Barry Guy emitidas en el Club de Jazz con fecha 22 de diciembre de 2010, también en su versión original en inglés.

sábado, diciembre 25, 2010

Un año sin Vic Chesnutt



Hoy se cumple un año de la muerte de Vic Chesnutt. Desde que lo descubrí apenas semanas después de su suicidio su voz se encadenó a mi vida como ninguna otra, irrumpió con toda su terriblemente hermosa crudeza para no ser capaz de olvidarla ni un sólo día.

viernes, diciembre 24, 2010

Piratería (o de cómo la costumbre genera derecho)

Hola. Soy un miembro de la 'comunidad de internautas'. Hasta donde alcanza mi entendimiento todo aquel que haga uso de la red de internet es, hasta cierto punto, integrante de esa comunidad. Hago esta aclaración de inicio porque en muchas informaciones periodísticas tiende a confundirse el todo con la parte y, en estos días de acalorado debate ibérico sobre leyes antipiratería, uno tiene la sensación de que los usuarios de la red formamos una unidad ideológica sin fisuras, una masa orgánica que se mueve al unísono, que gesticula de forma conjunta como en una de esas performances militares de Corea del Norte tan brillantes por su masiva concordancia como inquietantes por la ausencia de discordancia.

Soy usuario activo de internet y gran parte de mi trabajo depende de que mi conexión no desfallezca. Un corte en la línea puede ser fatal para la feliz culminación de mis esfuerzos creativos. Mi trabajo utiliza la red para su difusión. Realizo un programa semanal de radio (anacrónica descripción esta, lo sé) que utiliza diversas formas que internet le proporciona para que los interesados en él puedan escucharlo. Se puede descargar y escuchar online por el módico precio de lo que la compañía telefónica te cobre por el acceso a internet más el gasto de electricidad que conlleva mantener el ordenador enchufado (o bien el coste que haya supuesto cargar la batería). Diez años de programas complementados por reseñas discográficas y de conciertos, además de artículos, transcripciones de entrevistas, etcétera, en la web asociada al programa. Casi diez años de trabajo sin beneficio económico alguno y con los gastos de tiempo de dedicación, inversión económica en discos, servidor para el alojamiento de audios y web, llamadas telefónicas, etcétera. La decisión de la gratuidad en el ofrecimiento de mi trabajo es producto de varias circunstancias pero, por encima de ellas, gravita una cuestión básica: la voluntariedad de que así sea. Es mi decisión y mientras pueda desarrollar este trabajo de forma gratuita lo haré. Pero, ¿qué pasaría si esas circunstancias no se dieran? ¿Qué pasaría si para poder seguir sacando adelante el programa del que cada semana se realizan miles de descargas en todo el mundo tuviera que cobrar por su disfrute? (imagino que es un disfrute para quien lo descarga, lo contrario es masoquismo). Un apunte: Curiosamente sin ser de pago algunos de mis programas figuran en una página de descargas "ilegales". No hay perjuicio económico pero sí contable para mi ego.

En este tótum revolútum que son las discusiones en España se mezclan en el asunto de la piratería tantas realidades paralelas que parecieran una única (al igual que con la llamada 'comunidad de internet'). Se habla de industria musical, libertad de expresión, prensa, modelos de negocio, propiedad intelectual, castas privilegiadas, derecho a la cultura... Aunque existen elementos comunes tengo la sensación de que esa confusión torrencial es interesada. Conozco bien a personas que mezclándolo todo consiguen que sea imposible encauzar una discusión a partir de razonamientos lógicos. Gentes que agitan la coctelera de ideas inconexas cual cóctel molotov que cuando estalla hace imposible el diálogo. Resulta agotador. Muy español, por cierto. Es imposible (al menos terriblemente agotador e inútil) desenmarañar todo ese tejido de conexiones tramposas así que no aspiro a ello en este texto. Sí le daré al zoom para mirar de cerca algunas trampas de esa tela de araña.

¿Quién podría oponerse a la libertad de expresión? Resulta inconcebible que una persona que aspire a la libertad del individuo proponga cortar las alas de la opinión ajena. Por lo tanto los argumentos que en estos días se han manejado contra la intromisión en la libertad en la red de internet son incontestables. Pero, ¿estamos realmente ante un caso de ataque contra esa libertad? ¿Constituía la ley tumbada en el parlamento un riesgo a la libertad de expresión de los ciudadanos? Seguramente la idea de un comité extrajudicial que analizara y agilizara el proceso de denuncia de páginas web no era el mecanismo más plausible y democrático pero, ¿acaso no se puede delimitar su funcionamiento para evitar excesos del poder? ¿Acaso no se puede incluso eliminar esa figura y dejar que los estamentos de la Justicia de este país hagan su trabajo a partir de leyes que delimiten qué es o no legal?

Mucho se preocupan algunas voces de la 'comunidad de internet' por esa supuesta libertad coaccionada por las leyes pero, ¿acaso es posible la libertad en este mundo de convivencia forzosa sin unas leyes que unifiquen criterios de comportamiento? ¿Acaso la red vive al margen de este imperfecto mundo de legislaciones que nos hemos dado? Sería fenomenal si esa Second life cibernética no incidiera en la vida tangible pero mucho me temo que la interconexión es de tal grado a estas alturas que es imposible desligar un mundo de otro (si es que tales mundos existen por separado). En el mundo de lo tangible entrar en una tienda de discos (¡toma nuevo anacronismo!), coger diez discos de una estantería y salir sin pagar haría saltar todas las alarmas de la tienda. En la Second Life esos mismos diez discos robados no hacen saltar alarma alguna. Esa, y no ninguna ideología de defensa de la Cultura libre, ni otras grandilocuencias miríficas y espirituales, es la realidad. La impunidad con la que uno puede hacerse con discografías, fimografías, etcétera, se ha convertido en una costumbre tan normalizada en los usos y costumbres del personal que, a base de repetirse la mentira hasta la extenuación, muchos han terminado por creer que eso forma parte de una verdad universal, o algo parecido. Como nunca ha pasado nada, como ya forma parte de mi vida diaria, de mi cotidianidad, ¿cómo va a ser eso un delito? ¡Cultura libre! proclaman.

De acuerdo, Cultura libre. ¿Quién obliga a la libertad (¿o era gratuidad?) de la Cultura? ¿Una especie de jurado compuesto por la masa social - una forma sin rostro ni voz concreta - o el autor de la creación cultural? Me acojo a mi caso concreto: ¿quién debe determinar que mi programa, mi creación personal, mi esfuerzo y dedicación de tantos años y horas sea de disfrute gratuito? ¿El coro público o yo? Si mis circunstancias económicas me impidieran regalar mi trabajo, ¿me obligaría la sociedad a seguir ofreciéndolo a costa de mi propia supervivencia? ¿Me vería obligado a renunciar a mi dedicación porque la sociedad ha decidido que mi dedicación (profesión) no es digna de permitirme subsistir? ¿Hay acaso profesiones sin derecho a remuneración? Pero, ¿no vivimos en un sistema capitalista? Sí, si a mí tampoco me gusta pero... ¿tienen los creadores de contenidos que formar parte obligatoriamente de algún tipo de comuna para dar satisfacción al resto de la sociedad que sí, esa sí, vive bajo las normas del capitalismo que nos hemos dado? ¡Qué hipocresía! El creador obligado a ser parte de una utópica sociedad libertaria y sometido, sin embargo, a las normas del capitalismo democrático que rigen la sociedad actual. ¡¡Qué equilibrismo circense sin red!!

Si yo cobrara 1 euro por programa a cada uno de los que se lo descargan puedo asegurar que tendría una vida francamente acomodada. Un sueldo más que digno. ¿Cuántos de mis oyentes pagarían 1 euro a la semana por escucharlo? ¿Cuántos pasarían por caja si algún libertario de boquilla decidiera descargarlo y ponerlo de forma gratuita en alguna página ajena a la mía? Esa gratuidad impune es, y no otra (insisto), la verdadera razón de fondo de la costumbre que ha generado derecho en la mente de tantas y tantas personas.

Voy finiquitando mi larga perorata con una reflexión acerca de eso que algunos proponen de que, en el caso de la música, el músico obtenga sus beneficios por medio del merchandising y los conciertos, no por su música grabada. Lo primero que se me ocurre es una pregunta muy básica: ¿por qué lo uno es gratis y lo otro no? ¿No será acaso porque las camisetas no pueden ser virtuales? ¿Por qué el beneficio tiene que venir de los conciertos? ¿Porque hay un torno en la entrada que si no pagas no entras? Cuánta falta de escrúpulos y de ética hay detrás de todo este argumentario tan falaz. Qué tristeza de país.

Acabo. Yo soy libre de ofrecer mi programa de forma gratuita. Un músico es libre de ofrecer su música de forma gratuita, un escritor sus textos, un cineasta su película... ¿Es posible ser libre de elegir cobrar por ello? ¿Tan pernicioso es cobrar por el trabajo propio?

miércoles, diciembre 22, 2010

Sensibilidad anal

Desde mi posición sobre el escenario era imposible no verla. Situada en uno de los palcos del teatro su posición entraba como un chorro de obsceno realismo social en mi campo visual cada vez que levantaba la mirada para ver los gestos del director. Y de tanto mirar (soy de los que incluso echa un ojo al director para ver cómo quiere llevar la música) sus gestos se impusieron a los de la batuta, de modo que todavía no sé cómo logré llegar al último compás junto con mis compañeros. En este país se fusila poco, dice un buen amigo mío.

¡Y qué razón tiene! Durante la primera parte de la actuación lo comentó todo, TODO, absolutamente TODO. TODO es TODO. ¿Qué? No lo sé. TODO. Y, de pronto... ay de pronto... ¡de pronto respondió una llamada de teléfono móvil! ¡¡¡Por todos los celulares del mundo!!! ¡Qué alguien se lleve de aquí a este incordio con forma de mujer! Pero, ¿será consciente de que ahí abajo hay un concierto? ¿Consciente? ¡Vamos que sí es consciente que ahora es ella la que marca un número en el teléfono para hacerle escuchar a su interlocutor el concierto! Escucha dónde estoy, parecía decir. ¡Mira qué guay!

Cuánto daño ha hecho la cultura audiviosual a este país. La cultura (¿es cultura la palabra?) de la interactividad, los SMS en pantalla, el chateo mientras se le supone a uno siguiendo una serie, un programa cualquiera. Opina, opina, opina, dí lo que piensas, no te cortes, por el módico precio de nosecuantos euros más IVA. ¡¡Ahmadineyad!! Si necesitas un lugar en el que probar tus armas nucleares... ¡empieza por ese palco!

Y puedes seguir por alguna emisora que yo me sé en la que, al pinchar esa joya titulada Pequeño vals vienés con voz de Enrique Morente, música de Leonard Cohen y letra de Federico García Lorca, la presentadora exclamó: ¡Pero si parece una broma! ¡¡Parece el Príncipe Gitano ese!!

¿Se fusila poco o no?

martes, diciembre 14, 2010

Enrique Morente

Desde hacía días parecía que la muerte le iba a llegar en cualquier momento. No eran buenos presagios los que llegaban de la prensa y en este frío lunes de diciembre la fatalidad ha cumplido. Se ha muerto Enrique Morente y, ahora que no es presagio, que es certeza, un frío helador recorre mis emociones cuando recuerdo los momentos de su música que me hicieron salir de este mundo. El mundo del Flamenco - dice la muletilla periodística - se encuentra en estado de shock. Y no puede ser más inexacta la información (¡una más!) porque si algo hizo este hombre fue derribar los géneros para abrazar los otros y confluir en la Música. Y por lo tanto somos los músicos y los aficionados a la música (también los 'flamencos', claro) los que nos encontramos así. Inquietos por la certidumbre de que no habrá más mañana para él y, por lo tanto, para nosotros con él. Aunque llegue la nueva grabación, aunque se rescate su obra, inéditos, lo que fuere que quede para el olfato rastreador de los oportunismos, se acabó.

Leía en algún lugar que su familia, en las horas finales, decía que todo estaba en manos de Dios. Vaya Dios cabrón, pienso, si nos dejara tan pronto sin tanta belleza, sin esa expresión de otro mundo posible en este. Y nos hemos quedado sin él. Qué cabrón Enrique, qué cabrón por irte.

jueves, diciembre 09, 2010

Razones de una destitución: Baldo Martínez e 'Imaxina Sons'

Conocí hace unos días una noticia relacionada con el festival de Jazz ‘Imaxina Sons’ de Vigo que me sorprendió. Me refiero al cese de Baldo Martínez al frente de la dirección del festival. Una sorpresa muy desagradable.

Es lógico, hasta cierto punto, que los festivales cambien de dirección. Esa no es en sí misma una anomalía (aunque tampoco una costumbre, al menos en la dirección de festivales de Jazz). Incluso el motivo por el que se le cesa de sus funciones podría llegar a no serlo: para no caer en la rutina. Eso dice la carta que oficializa el cese. Y esa expresión es la que convierte la noticia en desagradable. O si se prefiere, en increíble. ¿De veras estaba el festival ‘Imaxina Sons’ en riego de caer en algún tipo de rutina? Resulta desagradable e increíble esa afirmación dado que si en algo se había convertido ‘Imaxina Sons’ era en una cita que desde fuera envidiábamos cada año (perdón, paso al singular, no quiero arrogarme representación alguna), que envidiaba cada año nada más conocer sus contenidos. Una cita en la que participé en una ocasión dentro de los conciertos paralelos (con mi grupo de entonces, John Pinone) y en la última edición como parte de una mesa redonda sobre Jazz e internet. Sólo en esas dos ocasiones he podido acercarme; en todas las muchas otras en que hubiera querido mi trabajo me lo impidió. Lo cual no quita para que en cada ocasión tratara de apoyar, en la medida de mis humildes posibilidades, la difusión de los contenidos de cada edición y subrayar los motivos que hacían de ‘Imaxina Sons’ un festival diferente y estimulante en un panorama, el español, tan dado al mimetismo y a la falta de un criterio coherente como el que ha demostrado Baldo en su labor estos años. ‘Imaxina Sons’ (y en esto permítaseme que hable en plural) era admirado por muchos por ofrecer lo que otros no ofrecían, por apostar por una línea de gran atractivo, diversidad y estímulo a la vez que de confianza en la inteligencia del espectador. Por contar con los de casa y por traer a los de fuera sin atender a paquetes prefabricados por las multinacionales y, por lo tanto, hacer de su programación una programación única. En fin, múltiples motivos que podría continuar glosando pero que, de momento, dejaré aquí.

Le deseo a la ciudad de Vigo y los futuros directores artísticos del festival que no caigan en la rutina. Y, tal y como también decían en la carta de cese, sigan encontrando el modo de “sorprender a los públicos”. De momento, mala sorpresa la del cese de Baldo Martínez. Mala noticia y mala argumentación.

miércoles, diciembre 08, 2010

El humor en la música: Uri Caine

Esta semana emito en el Club de Jazz una conversación con el pianista estadounidense Uri Caine (Philadelphia, 1956). Autor de transgresoras revisiones de la música de Bach, Mahler, Wagner... actúa este sábado próximo en Burgos haciendo música del compositor Antonio de Cabezón (en la celebración del quinto centenario de su nacimiento). En la extensa conversación hablamos, por ejemplo, de la ofensa que para muchos suponen este tipo de revisiones que él plantea en las que no falta sentido del humor; el mismo que él defiende tenía, por ejemplo, la música de Bach en sus 'Variaciones Goldberg' (que él afrontó en 2000):

(...) la gente piensa que nos reímos de la música, como que estamos haciendo una broma. Para empezar, ¡hay humor en la música! Hay mucho sarcasmo en Mahler. Hay humor en Bach cuando al final de las ‘Variaciones Goldberg’ pone dos canciones de bebedores juntas como si fuera una fiesta o como si fuera el final de la fiesta. Lo único que hice en realidad fue emborrachar a un coro alemán y después decirles, de acuerdo, ahora cantemos Bach. Así que es algo literal. La gente dijo: “¿cómo puedes hacerle eso a Bach?" Cuando de algún modo está conectado con su propia idea del sentido del humor (...)

Reflexiones sobre la compleja desacralización de la música. La entrevista completa se puede escuchar en la sección En Vivo de la web del programa (programa con fecha 8/12/2010). También en su versión original en inglés o incluso leer en la transcripción en castellano. Además ha sido el plato fuerte del Club de Jazz en Carne Cruda (RNE3):






Dejo aquí un video de dos de los temas de su disco Moloch: Book of Angels Vol.6 de la serie del mismo nombre editada por el sello Tzadik de John Zorn. Cassiel y Hadrial en directo en el Festival de Jazz de Marciac (Francia) en 2008:


viernes, diciembre 03, 2010

Germán Díaz - "Método Cardiofónico" (I Festival Instrumentos e Intérpretes Insólitos - Burgos 27/11/2010)

Insólito: Raro, extraño, desacostumbrado según la Real Academia Española de la Lengua. Es raro que hoy en día alguna propuesta musical con soporte público muestre músicas que se salgan de lo ya masticado por las bocas que conforman la masa social. Es extraño que algún ayuntamiento apueste por ello y es probable que el Ayuntamiento de Burgos haya promovido este Festival de Intérpretes e Instrumentos Insólitos, con la dirección artística del violinista Diego Galaz, por una cuestión coyuntural: la ciudad aspira a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016 y hay que llenar de contenidos la memoria. Esperemos que la apuesta no llegue sólo hasta donde lo haga la candidatura. Desacostumbrados los paladares más exigentes a actividades que les inciten a viajar por tierras ibéricas (raras excepciones) no podía dejar uno escapar la oportunidad de asistir al estreno de la nueva maravillosa genialidad del insólito Germán Díaz.



Hay un gesto muy común para expresar que algo te ha llegado al corazón que consiste en llevarse la mano al pecho y golpear repetidamente allí donde sentimos que se haya oculto nuestro órgano vital. Gesto común que, sin embargo, constituye la expresión de algo que muy pocas personas, acciones o actividades despiertan en nosotros: la emoción. Germán tiene no sólo la habilidad de despertar emociones dormidas sino que además a veces llega a paralizarnos el pulso con la delicadeza emocional que expresa mediante sus instrumentos de manivela. Claro que para llevar a cabo su Método Cardiofónico necesita que éste no se detenga ya que la música ha encontrado un aliado insólito en los latidos de corazón grabados en vinilo por el doctor Iriarte, allá por los años cuarenta, con los que documentó diversas lesiones valvulares y que Germán utiliza ahora como bajo rítmico. Así la mayor parte de esta nueva propuesta del zanfonista parte del sonido (manipulado rítmicamente) de los latidos sobre los que va interpretando ya sea la caja de música (con la Nana 0013 comenzó su actuación) o la zanfona (caso, por ejemplo, del acongojante L´enfant perdu). Además el chisporroteo del vinilo le da a la música un punto de extrañeza y antigüedad que envuelve el ya de por sí evocador sonido de sus instrumentos.



La rareza en música no es a veces más que un artificio con el que llamar la atención en un mundo cada vez más dado a la pirueta del absurdo intrascendente. Se podría pensar que la utilización de sonidos cardiacos no es más que una anécdota que así como se nombra se olvida. Nada hay de ello en la música de Germán. Simplemente con escuchar cómo late el corazón en el tango Letre pour Beatrice uno es plenamente consciente de que hay un sentido musical brutal en lo que hace Díaz que demuestra que, al igual que otros son capaces de escuchar música en los sonidos de una puerta (Ramón López y su Swinging with doors), él es capaz de detectar una piedra por pulir en un disco de registro médico. Es la honestidad la que valida propuestas que pueden resultar excéntricas nominalmente y cuando uno se sumerge en el mundo (híper)creativo de Germán Díaz lo hace en la magia, porque mágicos suenan los instrumentos que maneja. Pero la magia no puede durar durante una larga sesión como la que ofreció en Burgos si detrás de ella no hay la genial capacidad de creación e improvisación de Díaz (y trabajo, ¡mucho trabajo!). Toca la zanfona como si de un guitarrista eléctrico se tratara, desliza sus dedos por el teclado con una ligereza asombrosa (por ejemplo en el enrevesado Africa del guitarrista Antonio Bravo), pellizca las cuerdas como lo haría un pianista experimental y, además, utiliza la tecnología como un medio que le permite crear capas atmosféricas o rítmicas sobre las que ir dibujando melodías, ya que él es su propia orquesta. Nunca unos loops (grabados sobre la marcha) tuvieron tanto sentido musical como el que le da el zanfonista quien, además, con un bis titulado Nimboestrato (certera explicación musical de la apatía que despierta en servidor este tipo de nubes por la insulsa e invariable luminosidad que generan) sorprendió con un solo de sierra musical (sonido de película de marcianos de 'Serie B') sobre caja de música. Antes, eso sí, cerró concierto con una sobrecogedora versión de la banda sonora de La eternidad y un día (música, ya de por sí emocionante, de Eleni Karaindrou para la película de Theo Angelopoulos) de la que rescató su esencia atmosférica y melódica (la zanfona fue básicamente un pequeño laúd que trató mediante pizzicatos que jugaron con el contrapunto de la caja de música) para construir una nueva variación que sumar a las del original. Sin tiempo para digerir tanta belleza distendió el ambiente con una circense versión de La Topolino Amaranto de Paolo Conte para órgano de barbaria y zanfona (¡toma solo heavy!).

Nunca, en todas las ocasiones en que he escuchado en concierto a Germán Díaz, he quedado indiferente. Y eso, en este momento de dictadura de la indiferencia (Josep Ramoneda dixit), es ¡insólito! Derribar la indiferencia provocando desde el ingenio creativo es hoy un ejercicio de radicalismo tan necesario (y tan raro) que conviene no perder de vista la luz de un tipo tan radicalmente necesario para la música como Germán Díaz.


© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

miércoles, diciembre 01, 2010

Balada triste de (la) trompeta (de Pérez)

El director de cine Alex de la Iglesia se ha pasado por el Club de Jazz de Carne Cruda (RNE3) para presentar su nueva película Balada triste de trompeta. A él se la tocamos además de pincharle música del trompetista (y director de cine) Mike Figgis, del pianista Ran Blake, del dúo matrimonial de pianistas Aki Takase y Alexander Von Schlippenbach y del Trío AntiManierista.





El dúo de pianistas Takase y Von Schlippenbach se presenta el próximo lunes en el Festival de Jazz de Sigüenza junto a Dj Illvibe con un proyecto bautizado como Lok 03 que partió del trabajo de poner banda sonora a una película documental de Walter Ruttmann del año 1927 titulada Sinfonía de una gran ciudad que contiene imágenes de la ciudad de Berlín en los años 20 del siglo pasado como las que se pueden ver en este video:

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