Busca en "Carlos Crece"

domingo, julio 20, 2014

Mauro (En memoria del pianista Mauro Urriza)



El reconocimiento al trabajo de un músico no depende exclusivamente de su talento. Hay músicos excelentes que viven alejados de los focos y que incluso, si los ven, los evitan. Sea por una humildad extrema o por una timidez casi patológica, huyen del aplauso que merecen.

Ha fallecido Mauro Urriza, pianista navarro. Tenía cincuenta años. La noticia de su fallecimiento atravesó la noche del sábado 19 de julio como una descarga eléctrica enfundada en un guante de boxeo que nos encontró a muchos de sus amigos y compañeros con la guardia baja.

No recuerdo en qué momento conocí a Mauro, pero es probable que estuviera ligado a mis primeros pinitos como músico de jazz. Con él toqué en algunos de los grupos del saxofonista Javier Garayalde y más recientemente en la big band del Conservatorio Superior de Navarra. Allá donde hubiera jazz por estos lares es probable que estuviera Mauro, ya fuera tocando, ya fuera escuchando. Si algo hizo a Mauro quien era, más allá de sus estudios, fue su inmensa curiosidad como oyente de música… o como lector. Fiel de Vargas Llosa, su primer disco llevó por título Inconquistable, inspirado en La casa verde del autor peruano.

Mauro era oyente ocasional de mi programa. Cuando nos veíamos solía comentarme lo último que había escuchado, al músico que había descubierto o lo “marciana” que le había resultado tal o cual grabación que yo había pinchado. Claro que guardaba adjetivos semejantes para su propia música, la que recogió su primer disco hace cuatro años y la que grabó hace apenas un par de meses para el que en unos días iba a ser su segundo, Blues for Oteiza (dedicado al escultor Jorge Oteiza). Restaba valor a lo suyo porque su timidez le impedía reconocerse, pero tuvo la suficiente personalidad como para resultar original y diferente en un entorno poco dado a la diferencia como es el navarro.

Tal y como explicó en la entrevista que le hice en Club de Jazz hace cuatro años, Mauro Urriza llegó al jazz tarde, cumplidos los treinta. Ahora el jazz es más o menos frecuente en los conservatorios, pero hace veinte años un músico con esas inquietudes debía buscarse la vida como él hizo recibiendo clases particulares de Iñaki Salvador, Miguel Blanco o Iñaki Askunce. Currela incansable, tal y como lo recuerda Salvador, Mauro Urriza era en la actualidad profesor del Superior de Navarra donde, como apunta Marcelo Escrich, compañero y amigo del pianista, pocos como él han logrado de forma tan unánime el respeto y cariño de alumnos y profesores. Eso sí, el verdadero magisterio lo impartió con su incansable actividad en numerosas jam sessions y conciertos en los que participó tanto en Navarra como en Miranda de Ebro y La Rioja, que son los territorios por los que se movió fundamentalmente. Hizo casi tantos kilómetros en casa como los que hubiera merecido alcanzar su música.

Con Mauro he tenido también la ocasión de compartir ensayos en la banda de música de Pamplona, de la que formo parte y con la que él colaboraba frecuentemente. Allí coincidía con uno de sus primos, Rogelio Andueza, intérprete de tuba -otro de sus primos es el gran saxo alto Mikel Andueza, uno de los jazzman con más clase del jazz ibérico-. Pero si algo recuerdo a título personal es haber coincidido en muchas ocasiones con él en las salas casi vacías del cine en las sesiones más intempestivas de las películas menos evidentes. La curiosidad como motor de vida. Y es que detrás de lo extraño que podía resultar a primera vista, de sus reacciones y gestos algo atolondrados o de su eterna camisa blanca de rayas, se escondía una persona a la que siempre recordaré no sólo por su enorme valía profesional sino, sobre todo, por el cariño, respeto y sentido del humor con el que me trató. Mauro no arderá en la hoguera de las vanidades.

Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en la web de Club de Jazz.

martes, julio 15, 2014

Horror


La guerra es la peor de las posibilidades del ser humano. Se ha glorificado miles de veces, pero la guerra es muerte, devastación, humillación, vísceras, vidas rotas. De la barbarie y masacre de Gaza de estos días están escribiendo excelentes periodistas en estos días. Poco tengo que añadir a lo que ellos ya han dicho desde allí o incluso desde aquí. Sólo quiero agradecer que honren el periodismo con su trabajo, arriesgando su vida y dignificando una profesión denostada (muchos han hecho mucho por ello) con un trabajo riguroso y honesto en una situación tan complicada.

La guerra es un asco. Israel hace la guerra en nombre de la lucha contra el terrorismo (recordemos que son USA y Europa quienes otorgan las credenciales). Ni el ‘señor X’ de los GAL, en sus sueños más húmedos, lo hubiera imaginado: Bilbao o Donostia bombardeadas por tierra, mar y aire en nombre de la lucha antiterrorista. Israel lo hace por costumbre, sólo que en ocasiones lo hace de forma más salvaje (si cabe) y es noticia. Por lo demás, insisto, es costumbre. La principal víctima es siempre la población civil. Decir lo contrario es mentir.

La guerra es un horror y glorificarla es sencillamente inmoral. En estos días tan terribles de asedio a Gaza, se vive en las redes un combate no menos terrible. Al lado de la guerra parece una minucia, un efecto colateral de la violencia en la opinión pública, pero no dice menos que la propia guerra sobre la condición humana. En la red se combate con propaganda. No es nada nuevo, pero, además de propaganda, hay un pulso entre fanáticos, una batalla por la ceguera que produce arcadas.

En los pocos (pero larguísimos) días que llevamos de ‘Operación Margen Protector’ (manda huevos), he visto la imagen de un crío palestino al que le faltaba medio cráneo y al que su padre llamaba entre gritos de devastada desesperación, cadáveres de menores entre escombros, supervivientes aterrorizados de un centro de atención a minusválidos, las tumbas de 18 personas de una misma familia, y un largo etcétera cuya descripción e ilustración les ahorro. ¿Quién es capaz de aceptar algo así? ¿Cómo alguien puede justificar que un gobierno haga eso en su nombre? Lamentablemente, más de los que uno es capaz de imaginar. El fanatismo ciega (como bien ilustraba una enorme viñeta de El Roto: “¡Al fin veo!”, gritaba con los ojos cegados por una venda que llevaba inscrita la palabra “Fanatismo”) y el odio ofrece visiones tan distorsionadas que uno creería producto de sustancias psicotrópicas. Hay personas (sí, lamentablemente también son personas) que prefieren ignorar el pequeño detalle de que a un bebé le falta media cabeza y afirmar que lo que se pretende con esa imagen es “dar pena”.

Hemos visto numerosos videos de lo que Israel considera un aviso preventivo (¿humanitario?) antes de la voladura con misiles de las viviendas de Gaza. Sin entrar ahora en mayores consideraciones sobre lo que implícitamente nos está diciendo Israel al “avisar” de antemano a sus víctimas, he comprobado cómo se justifica y otorga valor moral superior a ese crimen injustificable contra la población civil. “Encima que avisamos”, vienen a decir. Hay quien ha visto por primera vez uno de esos videos y pensó que el “aviso” era el misil. No sabe lo que va a llegar 57 segundos después. Me resulta imposible imaginar qué pasa por el interior de alguien que considera que ese “aviso” es ejemplo de la superioridad moral de su país. Los calificativos se los dejo al lector.

Un último detalle (habría miles): Otras imágenes que hemos visto en estos días, fuera del campo de batalla, nos han mostrado a israelíes apostados en un alto que les permitía disfrutar de una buena panorámica de la Franja de Gaza. Asistían alborozados al impacto de los misiles de su ejército en Gaza. Festejaban la barbarie. Quizá alguno de sus gritos de alborozo y aplausos de celebración acompañaron el estallido del misil que voló la cabeza de ese niño o sepultó la vida  de 18 personas. 

Al otro lado, en la ocupada Hebrón, paradigma de la terrible ocupación israelí de Palestina, decenas de ciudadanos se subían a una colina para tratar de asistir en la distancia al bombardeo inmisericorde que Hamás había anunciado sobre Tel-Aviv  (pura propaganda). En la televisión de Hamás se llegó a colocar un reloj de cuenta atrás. Con tristeza vi quien celebraba aquello como si esa fuera la cuenta atrás para la celebración de Año Nuevo. El reloj no señalaba el tiempo para el bombardeo de Tel-Aviv. Descontaba la distancia entre ocupantes y ocupados, agresores y agredidos. Los igualaba en fanatismo. Puro veneno

Carlos Pérez Cruz

viernes, julio 11, 2014

Cobertura inmoral*


Escribo ya no sorprendido, sí indignado, por la desafortunada portada de su medio en la edición del día 10 de julio de 2014, en concreto por el titular (acompañado de fotografía) en el que se puede leer “Israel y Hamás intercambian cohetes en plena escalada militar”. Resulta cuando menos asombroso que, dado que el propio cronista desde Gaza, Juan Gómez, certifica “al menos 40 muertos palestinos, entre los que hay numerosos niños”, el titular se refiera a un teórico intercambio de “cohetes”. El titular es profundamente desafortunado porque a) Israel no ataca Gaza precisamente con “cohetes”; b) Los palestinos muertos, la mayoría civiles (incluidos niños), se cuentan por decenas y por cientos los heridos; c) No hay constancia de heridos ni muertos israelíes (y espero que siga siendo así) hasta el momento de la publicación de esta información; d) No puede haber “escalada militar”, salvo que sea unilateral, dado que Palestina carece de ejército, mientras Israel es una de las mayores potencias militares del mundo. 


El enfoque informativo del medio sobre lo que está aconteciendo en Israel y Palestina resulta doloroso, sobre todo cuando al pasar página uno certifica que lo más relevante para ‘El País’ es el alcance de los cohetes lanzados desde Gaza (“Hamás amplía el alcance de sus cohetes hasta el norte de Israel”) y no el bombardeo indiscriminado sobre la población de la Franja, la muerte de decenas de civiles, entre ellos varios menores, en un espacio de tierra minúsculo que, conviene recordar, está muy densamente poblado. Hablamos de más de un millón y medio de personas atrapadas en 360 kilómetros cuadrados que no tienen escapatoria (ni refugios antiaéreos a los que acudir), dado que la Franja está aislada por tierra y controlada por mar por los buques de guerra israelíes. El desequilibrio de fuerzas y las consecuencias de lo que su medio considera un “intercambio” son tan abrumadoramente dispares que el tratamiento me parece no sólo poco ético periodísticamente, también inmoral.

Carlos Pérez Cruz

*Enviado al defensor del lector del diario 'El País' y la sección 'Cartas al director' el día 10 de julio de 2014.
Free counter and web stats