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domingo, agosto 30, 2009

No es Ficción

Minutos antes de las seis de la tarde ocupábamos dos asientos en la sala de cine donde se iba a proyectar V.O.S., última película del director Cesc Gay. Nos situamos en la penúltima fila de butacas, junto al pasillo. Una señora de una cierta edad sorbía su refresco situada en la misma fila, al otro lado del pasillo. Consciente de nuestra presencia se alejó. Éramos, junto a un orondo caballero de una cierta edad situado unas filas más adelante, los únicos en la sala poco antes del inicio de la proyección. De pronto dos niñas, de unos diez y ocho años respectivamente, accedían a la sala y se situaban en dos asientos inmediatamente detrás de los nuestros. Nos miramos atónitos. ¿Qué sentido tenía que dos niñas, ni tan siquiera adolescentes, hubieran venido al cine para ver una película de un director con tan poca vocación de entretenimiento infantil? Convenimos que debía de tratarse de un error. Seguramente ellas querían ver Up, la única película con cierto aspecto infantil de la cartelera. Después de situarse en sus localidades y permanecer en ellas unos segundos se levantaron y corrieron hacia la puerta de salida. Dejaron algunas cosas sobre sus butacas, así que volverían, seguramente iban juntas al servicio. Volvieron. Mientras tanto un señor de una cierta edad, que sujetaba su caminar en un bastón, se situó ladeado en primera fila.

- ¿Nos ponemos más adelante? -, me sugirió.

Teníamos experiencia en detectar focos de conversación. Sabíamos que una reunión de mujeres de una cierta edad - no solitarias como la que estaba unos asientos más allá - suele tener problemas de contención verbal, también jóvenes parejas de novios o… bueno, por experiencia sabíamos que salvo los solitarios – y no siempre – todo el mundo acompañado se ha convertido hoy en el cine en una potencial cotorra. ¿Guardarían silencio dos niñas en una película “para mayores”?. Nos adelantamos cuatro filas. Se inició la proyección.

V.O.S., título de la película, siglas de Versión Original Subtitulada. Un anhelo como espectador de cine que, irónicamente, también se vio esta vez traicionado por un doblaje absurdo que nos evitaba la ensalada lingüística de la película en la que catalán, euskera y castellano se entrelazan no por capricho del director sino por la identidad de los personajes y la realidad del entorno de la acción: Barcelona. La España Plural una vez más utópica cuando las lenguas de su geografía no tienen posibilidad de ser escuchadas. Los subtítulos son una solución magnífica ya sugerida por el título del filme. Aunque, en honor a la verdad, subtítulos sí los había, desde el segundo cero, sólo que verbales. Las niñas no defraudaron nuestras expectativas. Lo iban a comentar todo. No en susurros – esa forma de hablar que algunos entienden inaudible para el resto pero, en el fondo, molesta doblemente: no entiendes qué dicen, luego no puedes cotillear, y no logras distraerte del entorno y pensar que la película es tu vida en ese instante – sino en un tono natural de conversación. Cinco minutos de película y se abre de nuevo la puerta de la sala. ¡¡Dos niñas más!! Quizás doce y trece años. Nos miramos. ¿Es hoy el día del niño? Que hubiera una pareja de infantes resultaba chocante pero entraba dentro de los márgenes del porcentaje de surrealismo; que hubiera dos parejas rompía todas las estadísticas y nuestra capacidad de comprensión lógica. Se situaron justo detrás de nosotros. Nos miramos con terror.


El terror estaba justificado. Aquellas dos nuevas inquilinas de la sala vivían el cine como quien ve el fútbol o un programa de televisión, interactuaban con la película y comentaban todo aquello que se les pasaba por la cabeza. No entendían muchos de los detalles más “adultos”, se reían a destiempo – quizá el nuestro era el destiempo, ¿quién sabe? –, abrían sin discreción alguna las bolsas de chucherías y, lo que es peor, susurraban. Tan cerca nuestra estaban que incluso se les podía entender. Mientras las dos niñas pioneras seguían con una animada charla que mi llamada de atención no logró detener - después fui advertido de que mi advertencia no fue lo suficientemente sonora como para hacerse presente -. Resultaba imposible concentrarse en la película. Además en una de sus escenas una de las parejas protagonistas acudía al cine y en ella se les veía señalar la pantalla e incluso conversar animadamente - ¿sería producto de mi imaginación? -. ¿Cómo convencer a los espectadores de que la actitud apropiada es la del silencio si dos actores muestran la actitud contraria? Después nos acordaríamos de que una cadena de cines se anunciaba antes de cada película con un grupo de espectadores con evidente ánimo interactivo. La derrota del espectador educado fomentada por los propios exhibidores.


¿Y el resto de espectadores? La señora de una cierta edad que sorbía un refresco antes de la proyección reía cuando las menores no lo hacían. El señor de una cierta edad y bastón situado en primera espetó un sonoro ¡joder! como reacción a la reacción de uno de los personajes. Lo cual podía tener su justificación ya que la película es un juego de metaficción en el que los personajes parecen vivir una realidad que en el fondo es el rodaje de una película y viceversa. Es probable que el señor de la primera fila fuera una ficción con aspecto de espectador… o viceversa. Y el señor orondo de una cierta edad que al principio quedaba unas filas por delante y ahora ocupaba un asiento vecino al otro lado del pasillo profería sonoros bostezos de tanto en tanto.


Terminó la película. En primer lugar abandonó la sala el señor de la primera fila que poco antes había protagonizado su segundo momento cuando una claqueta anunciaba en pantalla la última escena. Al golpe de ¡clack! se levantó de inmediato, permaneció en pie unos segundos y volvió a sentarse. Es probable que pensara que la película había llegado a su fin, aunque también es probable que en ese instante le correspondiera hacerse la foto con el resto del equipo de rodaje y actores – que en pantalla se reunía en una playa de Barcelona para hacérsela – y que renunciara a ello por pereza o por cualquier motivo que escapa a mi metacomprensión. Después de él abandonaron la sala las dos parejas de niñas preadolescentes, la señora del refresco y el señor de los bostezos. Los últimos fuimos nosotros. Salimos tensos por haber padecido nuestra enésima tortura como espectadores educados en el silencio, incapaces de saber si nos había gustado o no la película; sin comprender qué sentido tenía la presencia de aquellas niñas en la sala – que además habían dejado plagada de palomitas y desechos varios – y con la frustración de comprobar una vez más que - da igual la película, el horario, y el día -, el silencio y el respeto está en peligro de extinción. Para colmo, ¿por qué doblan una película titulada V.O.S.?


viernes, agosto 28, 2009

Cada castillo y todas las sombras (Baltasar Porcel)


Dos fragmentos de la novela Cada castell i totes les ombres (Cada castillo y todas las sombras ) del escritor Baltasar Porcel (1937 - 2009):

(...) - Los hechos pertenecen a un universo distinto, y por suerte apartado, y si no los acercamos con palabras, allí se quedan como animalitos enjaulados. Así tengo a mi perrita. En contra de lo que se dice, no son los hechos sino las palabras lo que engaña. Mira la Iglesia y Franco, que siempre que podían hablar semejaban el esplendor máximo. Un difunto no habla y por eso ya no es nada; mientras su cadáver, un hecho, queda allí tirado. Los muertos sólo subsisten si se habla de ellos o se piensa en ellos, la charlatanería como sustancia. (...)

(...) Y el mar nocturno, gran masa amenazante y fundida con el cielo, una vacuidad llena, invadida de improviso por el inmenso baluarte de luminosa oscuridad de un petrolero. Un volumen que parecía a punto de precipitársele encima y aniquilar el yate, pero que al fin pasaba omnipotente e impávido. Los grandes barcos solos en medio del mar parecían también una mecanización del miedo inmenso y ancestral que erraba a lo largo y ancho del planeta... (...)

jueves, agosto 27, 2009

Rutina

Hoy le he ganado a la rutina. He tomado otro camino para llegar a la panadería. Una vez allí el pan era mucho más pequeño que el de otros días y la dependienta me ha cobrado menos por ello. Al salir de allí he seguido el curso habitual de mis pasos y en la aseguradora de la esquina un trabajador leía el periódico, como todos los días. Mañana probaré a cambiar el camino de vuelta.

martes, agosto 25, 2009

KOJ & Louis Sclavis - "Piffkaneiro"


Tres años después de finalizada la Primera Guerra Mundial el director de cine alemán Ernst Lubistch (El bazar de las sorpresas - 1940 -, Ser o no ser - 1942) firmó la película Die Bergkatze (1921), una comedia antibelicista. Ochenta y tres años después, en 2004, el grupo suizo entonces llamado nadelohr (ahora KOJ) recibió el encargo del Jazz Club Moods de Zürich y de la filmoteca de la ciudad de poner banda sonora a esta película de cine mudo. Producto de este encargo nace el proyecto Piffkaneiro, título que procede a su vez de la propia película, nombre de una ciudad imaginaria citada en la misma.

Plano a plano, secuencia a secuencia, el cuarteto KOJ (antes nadelohr) firmó la música de esta banda sonora imaginada para la película de Lubistch, material a partir del cual desarrollaron el proyecto discográfico con la compañía invitada de una de las grandes figuras del Jazz Europeo, el francés Louis Sclavis que, curiosamente, ya había pasado por una experiencia semejante en el año 2002 cuando, por encargo de Bertrand Tavernier, firmó la música para Dans la nuit, película de Charles Vanel del año 1929.

Hay algo de cine negro en la sonoridad de la música, algo también de música cabaretera, drama y divertimento y, sobre todo, mucho ingenio para articular con absoluta naturalidad estéticas que son tanto del Jazz como de la música Libre Improvisada, tanto del Folclore como de la Música de Cámara Contemporánea. O dicho de otra manera, la música de Piffkaneiro se mueve en los parámetros a los que algunos músicos del centro de Europa nos tienen acostumbrados; el siglo XX musical forma un todo en el que las partes no habitan en compartimentos estancos sino que son una misma realidad. De ahí que aunque podamos dedicar tiempo a extraer las influencias perceptibles en cada composición lo interesante no está tanto en ello como en que hay unas herramientas que los músicos utilizan con naturalidad e intercambian sin plantearse a qué ámbito de la expresión musical pertenecen. De esa manera KOJ y Louis Sclavis consiguen una banda sonora imaginaria densa, llena de contrastes donde predomina cierto expresionismo no exento de un humor casi circense y donde improvisación y composición forman, al igual que la estética, un todo en ocasiones indistinguible.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

miércoles, agosto 12, 2009

Cara a Cara (Louis Armstrong)

Transcripción literal del artículo-entrevista publicado en La Vanguardia el 24 de Diciembre de 1955 firmado por Del Arco:

Los aficionados al jazz dicen que Louis Armstrong es el número uno. Por eso, aunque era todo un personaje, fui a esperarlo al aeropuerto. Lo vi llegar y lo hizo como un triunfador, pero con aire cansadillo...

- ¿Qué le inspira? - pregunté cuando pude, pues estaba asediado por admiradores.
- Mis recuerdos de niñez en Nueva Orleans.
- ¿Los momentos tristes?
- Me sobrepongo a la tristeza; yo transmito al público alegría.
- ¿Qué dice usted de sus imitadores?
- Nadie ha podido imitarme.
- ¿Qué dice de sus seguidores?
- Los hay que lo hacen muy bien.
- ¿Usted se emociona o finge?
- Si no lo sintiera no podría interpretar.
- ¿A cuánta gente ha vuelto loca?
- A nadie.
- ¿Ha oído flamenco?
- Sí.
- ¿Hay puntos de contacto?
- Muchos; son expresiones del sentimiento.
- ¿Cuántos conciertos al año?
- Cuando estoy de jira, casi todos los días. De aquí parto mañana para Ostende. Cuando no estoy de jira hago películas.

Los coleccionistas de autógrafos me lo acaparan.

Asisto a su primera actuación. El público adicto constituye para mí el principal espectáculo. El entusiasmo de los espectadores, exaltado y delirante, me produce la sensación de que yo debo ser un ignorante. A mí la trompeta de Amstrong no me levanta del asiento. Y su voz cascada tampoco. Ya confieso que no entiendo. Cuanto más ruido y más agudos, más aplausos. El del contrabajo, un mocetón negro tristón, debe ser muy bueno a juzgar por los gritos del respetable. Terminada la función, vuelvo a verlo.

- ¿Qué le pareció el público?
- Estupendo.
- ¿Entiende?
- Mucho; en toda Europa me han entendido.
- Dijo usted que cuando improvisaba se acordaba de su niñez. ¿En qué estaba pensando hoy?
- En Nueva Orleans, de donde parte mi música.
- ¿Tuvo una niñez difícil?
- Sí; estuve en un orfanato, y ahí empecé a tocar la trompeta, en la banda del colegio.
- ¿Su trompeta tiene historia?
- Ninguna.
- ¿Es como otra cualquiera?
- Sí.
- ¿Cuánto le costó?
- Nada; me la regalaron en Alemania hace una semana.
- ¿Qué significa usted en el jazz?
- Lo tradicional.

Los labios del trompetista, encallecidos, casi sangran. Todavía le faltan dos conciertos en el mismo día. Reclama un breve descanso y otra vez a soplar.

- ¿Puedo comer una paella? - pide. Mucho arroz...

El artículo original se puede leer aquí.

viernes, agosto 07, 2009

Este mundo es muy extraño

Esta mañana iba de camino a un concierto cuando, de pronto, pude ver cómo un barrendero recogía un peluche. Un osito de color marrón que con sus brazos abiertos pedía ser abrazado. Lejos de corresponderle el profesional de la escoba lo empujaba hacia el recogedor como si de un desecho orgánico se tratara, con cierta repugnancia. Una vez situado el osito sobre la superficie del mismo lo ha elevado y, al alcanzar la altura correspondiente a la boca del cubo de la basura, lo ha girado y con un certero golpe de muñeca ha arrojado el peluche al interior junto al resto de residuos. Una niña de apenas cuatro o cinco años jugaba a escasos metros de la escena.

Cuando el concierto ha dado comienzo un teléfono móvil ha comenzado a hacerse notar. Apurada, la persona que había olvidado quitar el timbre o, simplemente, apagarlo durante la actuación, lo ha rescatado de su bolso, momento en el que su sonido se ha hecho más evidente para el resto de espectadores. En no menos de cuatro ocasiones se han vuelto a escuchar timbres de teléfonos móviles durante el discurrir de las interpretaciones.

martes, agosto 04, 2009

El café de Theo Angelopoulos

(...) Yo bebo el café a la oriental, muy lentamente, gota a gota. Un italiano toma un espresso. Es decir, se lo bebe de un trago. Y me preguntó: Theo, ¿por qué eres tan lento bebiendo café? Y le contesté: vosotros bebéis el café, yo lo saboreo. Vosotros os bebéis el tiempo, yo lo saboreo. Por eso hago películas lentas. Para saborear el tiempo.

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