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viernes, junio 28, 2013

Entrevista con Wadada Leo Smith


Tres opciones para escuchar/leer la entrevista al trompetista y compositor Wadada Leo Smith:

Versión doblada al castellano:



Versión original en inglés:
http://www.elclubdejazz.com/vocesdejazz/wadada_leo_smith_06_2013_eng.html

Versión en texto (con fotografías de Jesús Moreno)
http://www.elclubdejazz.com/roundjazz/entrevistas/wadada_leo_smith_06_2013.html

domingo, junio 23, 2013

Entrevista a Eugenio García Gascón

Contenidos del séptimo programa de Todos los caminos están cerrados:

Eugenio García Gascón
Entrevista con el periodista barcelonés Eugenio García Gascón. Trabaja como corresponsal en Jerusalén desde principios de los 90, en la actualidad para el diario ‘Público’. Ganador en 2011 del ‘Premio Cirilo’ de periodismo como mejor corresponsal, publica este próximo lunes 24 de junio un libro en forma de dietario bajo el título de La cárcel identitaria. Fundamentalismo y nacionalismo en Israel y los países árabes (Libros del K.O.). Anotaciones y reflexiones que expresan sin censura la crudeza del conflicto palestino y que son para el lector una vía hacia la comprensión del complejo entramado integrista y fundamentalista de la región.



Puedes leer la entrevista en 'El Asombrario & Cía"

viernes, junio 21, 2013

Solsticio en Mardin

Mardin (Turquía), el 21 de junio de 2010 (Foto: Carlos Pérez Cruz)

Hoy hace tres años celebré el solsticio de verano en una terraza  de la localidad turca de Mardin, cerca de la frontera de Siria, uno de los sitios más extraños en los que he estado en mi vida. Era como pasear por un Twin Peaks a la turca (por no hablar del hotel "medieval" con un gigante más grande que Dueñas como botones guiándonos por los pasillos del... ¿castillo?). La noche del 21 de junio logramos encontrar una terraza casi clandestina (al menos, no era visible desde la calle) donde poder tomar unas cervezas mientras alucinábamos con la vista de la llanura de Mesopotamia en llamas por la quema de rastrojos. La luna, el minarete de la mezquita, la felicidad de estar en otro mundo... La terraza estaba casi vacía pero en otra mesa tocaba música un grupo de amigos. Les invitamos a unirse. Eran kurdos y, dos de ellos, percusionistas. A ellos se unió el dueño del local que nos cantó (lo que se supone que es) un tradicional kurdo. Momento que registré con la cámara. Después vendría lo más gracioso, con uno de sus amigos que era clavado al personaje del "Neng de Castefa" del programa 'Buenafuente' que me puso al teléfono con... ¡Aynur!, una de las cantantes kurdas más populares, con la que pude charlar un poco y recordar su paso por el programa 'Diálogos 3' de Ramón Trecet, en el que la conocí. De lo que el "Neng" presumía al respecto de Aynur, me lo guardaré para mí. El video de la música, lo comparto. Otro día os cuento cómo unos días después terminé en Estambul escuchando al percusionista tocar con un famoso actor turco y más tarde en un club de flamenco llamado ¡Peligro Flamenco!
 


domingo, junio 16, 2013

Promos y montajillos de 'Club de Jazz'

Haciendo limpieza de archivos, me he topado con estas cortinillas y pequeños montajes que fui haciendo durante los primeros años del programa. Una de ellas (hay premio para quien adivine cual) fue clave para que el programa fuera censurado en la emisora donde empezó a emitirse.


12 propósitos de Año Nuevo:







You know... You know now...:







Foros... versión conceptual:







In the mood... for jazz:







Los regalos de Papá Noel:







Un programa... como Dios manda:







Yo soy esa:







Razones para no perderse 'Club de Jazz':







Voces de jazz:





viernes, junio 14, 2013

Cinco años sin Esbjörn Svensson

Magnus Öström, Esbjörn Svensson y Dan Berglund (Foto: Tobias Regell)

Su música orbitaba en la ingravidez pero podía pesar como una roca cuando el bajista electrificaba su sonido, el baterista endurecía la pegada o el pianista recorría el teclado como si le fuera la vida en ello. Fue (posiblemente) el trío de jazz europeo más popular de la pasada década y un accidente de buceo nos dejó sin él. Se cumplen cinco años de la muerte del pianista sueco Esbjörn Svensson. Tenía 44 años. Con él se acabó la historia de E.S.T. (Esbjörn Svensson Trio), el inolvidable grupo que formó junto a Magnus Öström (batería) y Dan Berglund (contrabajo).

La historia de E.S.T. se remonta a la amistad de infancia entre Svensson y Öström. Jugaban como lo haría cualquier niño, pero también con la música. “Ni él ni yo teníamos un profesor, así que hacíamos sesiones de ensayo-error en el salón de la casa de Esbjörn, donde su madre tenía un piano”, recuerda Öström. Con apenas once años ya escribían sus primeras canciones. Svensson se lo tomaba muy en serio (“hacía las cosas, como mínimo, al 100%”), hasta el punto de que en una ocasión, en la que Magnus prefirió quedarse en casa jugando con su coche teledirigido en vez de ir al ensayo, el pianista le despidió del grupo: “Por fortuna no pudo encontrar un baterista mejor, así que tuve que volver después de una semana”, recuerda Öström entre risas.


Y escucha el especial Club de Jazz con las entrevistas completas a Magnus Öström y Dan Berglund.


lunes, junio 10, 2013

'Inch' Allah' y la inmolación de los estereotipos árabes


Dice Anaïs Barbeau-Lavalette que “el mundo árabe se describe a menudo de forma muy superficial, como una cultura monolítica. Los árabes nos asustan”. Cuánta razón tiene y qué importante es mostrar sus mundos sin caer en tentaciones paternalistas ni en estereotipos deformadores. Pero la barrera que los medios y el ocio más frívolo han creado es quizá más alta que el muro con el que Israel construye la cárcel palestina en Gaza y Cisjordania. Si los rusos hablaban como Tarzán en el doblaje de las películas USAmericanas con trasfondo de la Guerra Fría, los árabes no sólo hablan de forma incomprensible sino que parecen sacados directamente del Medievo. Y desde el 11-S, terroristas por naturaleza.

Desconozco cómo serán los árabes en otras regiones del mundo, pero conozco algo de cómo son los que viven en Territorios Ocupados. En general, son personas. Incluso te invitan a té. Y sí, fanáticos del fútbol, tal y como muestra Barbeau-Lavalette en una de las escenas más conmovedoras de Inch’ Allah. Personas, con sus bondades y sus miserias, con sus aspiraciones y sus decepciones. Hace falta, casi tanto como el aire, que los artistas occidentales (ni qué decir tiene, los medios de comunicación) compensen el daño hecho, tanta simplificación simiesca de quienes ni siquiera nos hemos preocupado por conocer ni estrechar la mano: “No les entendemos y tampoco nos esforzamos en hacerlo”, reflexiona la directora de Quebec.

viernes, junio 07, 2013

Wadada Leo Smith - CC. 'El Matadero', Huesca 5/06/2013


Wadada Leo Smith durante la prueba de sonido en Huesca
©  Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)

Cuenta Wadada Leo Smith que una de las prácticas habituales en la AACM (Asociación para el Avance de la Música Creativa) es dejar al músico solo en el escenario y no regresar hasta que éste no logre decir algo propio con su instrumento. A él se lo hicieron (“les escuchaba hablar mientras tocaba”) y, aparte del lógico mal trago, le pareció una buena experiencia. Empezó a tocar su solo, el resto de músicos abandonó poco a poco el escenario y, cuando le dieron el beneplácito, regresaron. Todo músico, con independencia de que toque o no un instrumento armónico, debería tocar en solitario: “es una manera de descubrir quién eres”.

¿Tiene lógica un concierto de trompeta sola? Parecería una pregunta absurda si el instrumento fuera un piano, un órgano o cualquier instrumento armónico, pero la duda acecha cuando hablamos de una trompeta, una flauta, un trombón o un saxo (entre otros muchos instrumentos monódicos). La costumbre nos ha hecho asumir que la música es una asociación de diferentes sonidos y la forma en que éstos se relacionan entre sí la que le otorga sentido a nuestros oídos. Probablemente debamos combatir la costumbre, tan acomodaticia ella, para abrirnos a otras muchas lógicas posibles. Si lo que llamamos un canto a capela (una nana cantada al bebé para que duerma) nos parece de una lógica incontestable, ¿no debería ser igualmente lógico el canto individual de los instrumentos?


Wadada Leo Smith durante el concierto
© Jesús Moreno

Al igual que la AACM testaba la voz propia del músico dejándolo a solas sobre el escenario, sería un ejercicio verdaderamente interesante que el espectador quedara a solas frente al músico en un concierto como el de Wadada Leo Smith en Huesca. Lamentablemente (¡qué alegría!) eran tantas las personas en la sala que el ejercicio hubiera resultado eterno. ¿Cuál hubiera sido la vivencia de la música cara a cara con el músico? La socialización de la duda y del desconcierto genera una tensión ambiental que, sin dejar de tener valor sociológico, puede llegar a dificultar la necesaria concentración del oyente (descubrir la inquietud del vecino nos anima a colectivizar la duda). Desconozco las razones que llevaron a 130 personas a pagar 10 euros por una entrada para ver a un trompetista en solitario (los misterios del boca a boca son inescrutables) pero resulta evidente que una parte importante de espectadores no tenía la menor idea de qué iba a escuchar. ¡Bien por ellos! La curiosidad es el motor de la propia evolución y en Huesca tienen un técnico de cultura, Luis Lles, que la instiga permanentemente. Sólo tres espectadores abandonaron antes de tiempo la sala y del resto se desprende (con las lógicas diferencias de opinión) la satisfacción por vivir lo insólito a pesar de la cruda austeridad de la propuesta. La prolongación del solo con varios bises muestra que, al menos, no había prisa por marchar.


¿Una más? Wadada Leo Smith en Huesca
© Jesús Moreno

En comparación con Peter Evans -cuyo solo en el Festival de Jazz de San Sebastián del año pasado fue una abrumadora demostración de técnica e hiperactividad del joven trompetista-, la expresión de Wadada Leo Smith resulta más bruta, infinitamente menos técnica y, quizá por ello, más humana. Su toque viola la precisión de conservatorio y, por ello, escucharle resulta una experiencia interesante. Su sonido tiene una pegada que noquea, estremecedora, y a sus 71 años sigue manejando de forma meritoria las diferentes tesituras del instrumento. Todo ello testado en escena sin ningún aditivo (tan sólo el uso de una sordina). Un único micrófono con una inapreciable reverberación (no siempre su trompeta apuntaba hacia él por lo que escuchamos la trompeta sin intermediación) y una sala de acústica severa (de esas de las que algunos músicos bromean con pasar después la escoba para recoger las notas caídas sobre el tablado). No hubo aditivo a pesar de que en determinados momentos proyectara sobre una pantalla imágenes espectrales que procedían de los proyectos con su grupo Organic. ¿Por qué las imágenes? En ningún momento parecía que tuvieran una relación directa con lo que Wadada tocaba. Podría pensarse que proyectaba para relajar la experiencia de cara al público, aunque él me explicó, en una entrevista previa al concierto, que las proyectaba para generar una especie de conflicto en el espectador, para que tuviera que elegir entre una cosa o la otra. Me inclino por pensar que relajaron la experiencia, si bien no dejaban de resultar un extraño elemento decorativo.

Wadada Leo Smith fue intercalando en escena creaciones en el momento con algunas referencias a motivos melódicos (es una forma de decirlo) de composiciones para otros proyectos como su descomunal Ten Freedom Summers, por el que llegó a Huesca en calidad de finalista del último Premio Pulitzer de música. De él hizo referencia a su Rosa Parks and the Montgomery Bus Boycott y a las partes 1 y 2 de America (que anteriormente formó parte de un disco a dúo con Jack DeJohnette), así como a otras grabaciones con referencias a Miles Star (de sus colaboraciones con Henry Kaiser en Yo Miles!) y a Song of Humanity (del disco homónimo de 1976 con su grupo New Dalta Ahkri). Tan sólo interrumpió su discurso con el instrumento para ofrecer un breve interludio electrónico jugando con su iPad, como si se tratara de un punto de fuga a la tensión inherente al discurso (necesariamente) fragmentario de su trompeta. Un vuelo cósmico antes de volver a tierra firme.


Wadada Leo Smith en Huesca © Jesús Moreno

El silencio fue la respuesta a cada una de sus “interpretaciones”. Cuando se pierden las referencias tradicionales cuesta delimitar dónde empieza y termina algo. Pero el silencio también juega en el discurso musical y adquiere más importancia si cabe en este formato en solitario. En él, el espectador tiene tiempo para mascar una frase mientras se gesta la siguiente. También puede devanarse los sesos preguntándose qué sentido tiene lo que está escuchando si nada rellena los sonidos que emite el trompetista (claro que puede imaginarlos él mismo y, por lo tanto, alcanzar la tan ansiada interacción con el artista). Sobre el silencio fue dibujando su discurso Leo Smith, con virulentos brochazos y con delicadas caricias de escobilla. Suspendidos en el espacio (es un decir, la acústica de ‘El Matadero’ no suspende, es puro peso de la fuerza de gravedad) quedaron sencillos motivos melódicos y saltos imposibles; largas emisiones en expansión junto a otras cortantes como puñetazos; tímbricas impolutas frente a sonoridades en continua mutación. Y la sensación de haber sido testigos de una sesión de música casi primitiva en tiempos de una modernidad sobreexcitada que altera la naturaleza de lo que somos. Aquella a la que Wadada Leo Smith invocó con su soplo desgarrado.

© Carlos Pérez Cruz
 
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

sábado, junio 01, 2013

Javier López Jaso & Marcelo Escrich Quartet - 'Jazz en la Calle', Iruñea-Pamplona 31/05/2013


Luis Giménez, Marcelo Escrich, Javier López Jaso y Juanma Urriza
©  Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)

Pamplona es una ciudad hostil con el jazz. No parece que sea por falta de afición –cada vez que se organiza algo bajo ese epígrafe, el personal acude- sino por falta de consideración de su entidad, con un bucle de actividades que ciñen su presencia a dos o tres momentos muy concretos del año y en circunstancias muy poco favorables para su disfrute. Ni por presupuesto, ni por criterio, ni por espacio escénico, la riquísima diversidad de esta expresión musical encuentra acomodo en la ciudad. Los escenarios más favorables por acústica y recogimiento (Teatro Gayarre o Auditorio Baluarte) le dan la espalda. La naturaleza conservadora de la capital navarra es inversamente proporcional a la transgresión que se le supone al jazz (léase esta frase entre muchísimas comillas y asteriscos) y, quizá por ello, la oferta, además de muy local y escasa, tiende a ser conservadora. Pamplona pretende conciertos “para todos los públicos” y eso tiende a ser sinónimo de inanidad. Nada hay más inútil en arte que lo que se pretende de gusto general.

Por incompatibilidad laboral, hacía años que no acudía al errante ciclo de ‘Jazz en la calle’, ahora recogido en el recinto de la Ciudadela. La suerte de invierno perpetuo que nos ha regalado la climatología este año impidió que el concierto de Javier López Jaso & Marcelo Escrich Quartet tuviera lugar al aire libre. En su lugar se hizo uso del interior de la Sala de Armas, un espacio de acústica catedralicia y, por lo tanto, de difícil sonorización. Pero una cosa es la dificultad y otra la negligencia profesional de los técnicos de sonido. Si un instrumento suena saturado nada tiene que ver con la acústica del local. El acordeón de López Jaso sonó así durante muchos momentos del concierto (se pierde definición, matiz, timbre…) y el contrabajo de Escrich en otro plano. En ningún momento se logró domar la acústica de la sala ni pareció hacerse demasiado por lograrlo. Eso dificulta la concentración del músico y el disfrute del oyente. Marcelo fue muy generoso en su alocución cuando pidió un aplauso para los técnicos y el público premió con ellos un trabajo ciertamente mejorable. Quizá sin ellos hubieran despertado de su letargo.


Javier López Jaso y Juanma Urriza
©  Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)

El contrabajista Marcelo Escrich (“tengo acento argentino porque me da la gana”, bromeó quien lleva toda una vida por aquí) y el acordeonista Javier López Jaso presentaban en casa su Pagoda, proyecto discográfico recién publicado por el animoso sello vasco Errabal. Escrich siempre ha sido un seguro sobre el escenario, uno de esos músicos que resuelven papeletas de última hora. Un don preciado que Marcelo apuntala con un preciosista sentido melódico que casa a la perfección con la querencia piazzolliana de López Jaso, un músico cuya inquietud e interés le han permitido trazar un camino profesional poco común entre acordeonistas. Su mentalidad abierta, su curiosidad y permeabilidad, le han llevado a ser un notable improvisador sin ser, propiamente, un músico de formación jazzística. No importa. Muchas veces la falta de una formación específica o de una vocación unidireccional en la música da a luz los músicos más interesantes. Así, por ejemplo, su expresividad y ligereza en el fraseo de sus solos (que no ligereza en la densidad del lenguaje) comunica mucho más que la pulcritud del guitarrista Luis Giménez, cuya irreprochabilidad académica al improvisar carece de aristas que pellizquen el alma (si bien su sonoridad, de una definición meridiana, dio calidez al conjunto). Todo lo contrario que López Jaso, que dibuja la gran expresividad de sus melodías a centímetros del tiempo, como en el caso de Casimiro, una composición de tempo medio que Escrich abre en solitario (Marcelo siempre me despierta en la memoria a Charlie Haden), sobre la que Jaso crece y a la que Juanma Urriza aporta interesantes detalles con las escobillas. Urriza estuvo siempre discreto, consciente de su rol como actor secundario en el proyecto y sobresaliente en su contención durante el solo de Envero, siempre en el tempo y ajeno a florituras exhibicionistas (a pesar de que la acústica no ayudaba a contener su sonoridad).


Luis Giménez, Marcelo Escrich, Javier López Jaso y Juanma Urriza
©  Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)

El cuarteto presentó todos los temas del disco (en orden casi riguroso respecto de la grabación) y cerró, a modo de bis, con el siempre vibrante Libertango de Astor Piazzolla, el genio al que López Jaso dedica el tema con el que abrieron concierto, Un paseo con Astor, y que sobrevuela permanentemente en la sonoridad del acordeón. Entre la devoción de Jaso por el argentino y el origen argentino de Escrich, el material que maneja el cuarteto (todo él de Jaso y Escrich, a excepción, obviamente, del bis) tiene un retrogusto folclórico que suena a milonga en el Pagoda que titula disco o a baile regional en el Vals 20-16 (tema del acordeonista dedicado a Pamplona e imagino a su –lógicamente- frustrado proyecto de capitalidad cultural de 2016). Retrogusto de naturaleza etílica en 5 grados Brix y en Envero (evocación tanguera de la música de Piazzolla) y que dejó sensación de vértigo en los complejos Cambios de pulso sobre los que navegó el cuarteto con cierta inestabilidad (solventada con el discurrir del tema). Como cierre de concierto (antes del bis), el cuarteto presentó una composición de López Jaso titulada Bebe 7-7, juego de contrastes entre una sonoridad modernista del tango (me recordó a algunas de las ideas de Gotan Project) -con la efectiva sonoridad industrial y mecánica de la batería de Juanma Urriza como estímulo-, enfrentada al sonido añejo del vals de musette francés. Un juego que pareció un tanto forzado en su expresión inicial –de corta y pega- pero que fue ganando en fluidez a medida que le dieron forma y que el oído se prevenía ante el cambio. Un oído que agradeció la inteligente combinación tímbrica de guitarra y acordeón en la exposición de algunos de los temas, especialmente lograda en Casimiro.

El mencionado Libertango (para el que Giménez eligió una sonoridad de dudoso gusto con su pedalera) puso el cierre a la satisfacción de un público entregado a un cuarteto que se ganó el aplauso tanto por luchar contra las circunstancias acústicas como por la entidad de una propuesta con una infrecuente, por estos lares, vocación de proyecto. Que vaya a más.

© Carlos Pérez Cruz
 
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com
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