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miércoles, noviembre 25, 2009

Día internacional de... Lídia Pujol


En el día internacional contra la violencia de género he dedicado mi colaboración con el programa "Más vale tarde" de Radio Vitoria (EiTB) al trabajo Els amants de Lilith de la cantante y actriz catalana Lídia Pujol. Lídia grabó en 2007 este proyecto entre el estudio y el Teatre Nacional de Catalunya (directo) que recoge algunas canciones de la transmisión oral en lengua catalana. Canciones en las que se habla de incesto, asesinatos, violencia de género, donde está muy presente la mujer ya desde el título del disco que habla de Lilith, según un mito hebreo, la primera mujer de la creación. Escuchamos música de este proyecto y escuchamos a la propia Lídia Pujol que nos explica el mito de Lilith y el origen de este proyecto. Además un cierre para la sonrisa con la versión en directo junto a Albert Pla (autor del tema) y Dolo Beltrán de El somiatruites. ¿Qué son los somiatruites? Lo puedes saber y escuchar una versión extendida de la emisión en radio aquí:






Peatón

Descripción: una calle peatonal atravesada por una vía de tráfico regulado mediante semáforo. Cuatro policías municipales se sitúan en dos grupos de dos agentes a ambos lados de la vía. Misión: disuadir a los peatones de cruzar de uno a otro lado mientras el semáforo permanezca rojo para ellos. De pronto, y aprovechando que no se aproxima coche alguno, una mujer adolescente comienza a cruzar. Uno de los policías chita (debe de ser el trato oficial indicado para la edad) y le comunica: ¡eh! Está rojo. Y con un gesto de la mano le obliga a retroceder en el momento en que se aproxima, ahora sí, un coche. Ella ya se encontraba más cerca del otro lado pero el celo por el cumplimiento de las normas de la autoridad municipal le obliga a retroceder para recolocarse en donde debía haber permanecido según la ley. El policía antepone el estricto cumplimiento normativo a la seguridad de la joven.

Esta descripción real de una situación vivida por quien esto escribe está motivada por el inicio de una campaña del ayuntamiento de la ciudad de Vitoria - Gasteiz una de cuyas aplicaciones será multar a aquellos peatones que no respeten la señalización vial. Es decir, una vez más la educación cívica se impone a través de la pena (que vendrá muy bien para las arcas públicas). Se podría dar la hipotética situación en la que sin tráfico alguno un peatón cruce de un lado al otro con el semáforo en rojo y sea multado en estricta aplicación de la ley. Es decir, se impondrá la ley sobre el sentido común de la fluidez del tránsito de personas puesto siempre al servicio del tráfico rodado en las ciudades.


jueves, noviembre 19, 2009

Radio desde la Puerta de Brandenburgo (Berlín)

Desde la Puerta de Brandenburgo de Berlín, miércoles 18 de noviembre de 2009, quien esto escribe y quien se adivina al teléfono bajo la Puerta en la foto que se encuentra sobre estas palabras, llevó a cabo su colaboración semanal con el programa "Más vale tarde" de Radio Vitoria (EiTB). Apenas unos días después de la celebración de los 20 años de la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) aprovechamos para escuchar música de la película "La vida de los otros" (año 2006) del director Florian Henckel von Donnersmarck firmada por Gabriel Yared y Stéphane Moucha, un retrato de la vida en Berlín Este. Además la música de dos jazzistas alemanes, el berlinés, saxofonista, Klaus Doldinger y el pianista Joachim Kühn, nacido en Leipzig (antigua RDA) y que escapó del Este al Oeste en 1966. También la batería de Lucía Martínez, gallega que reside en Berlín desde hace dos años. Puedes escuchar la intervención desde la Puerta de Brandenburgo aquí:






lunes, noviembre 09, 2009

Germán Díaz - "Pi" (Iglesia de Otazu - Álava 7/11/2009)


El escritor se enfrenta al folio en blanco. Es un folio de anchura ciertamente reducida pero de una longitud estimable. Cuando la idea surge desafía al blanco y lo perfora, desciende por él agujereándolo hasta alcanzar un final. Nuestro escritor no imprime letras sobre el papel, ni siquiera escribe braille. Su escritura perforada necesita de una pequeña cajita de música para ser leída. Así introduce el folio por la estrecha ranura de la caja, ésta lo retiene y comienza a girar una manivela que parece de juguete. El papel camina y atraviesa el interior de la cajita. La historia comienza a sonar y el folio que la contiene inicia su descenso por el otro lado. Lo que queda por contar asciende lentamente hacia la caja; lo ya dicho cae hacia el suelo con la misma lentitud del ascenso. La historia llega a su fin y el papel queda suspendido. Ha sido un cuento breve, una canción de cuna, un cuento de hadas. De pronto la historia vuelve a contarse pero el papel que la contiene permanece inmóvil. ¿Será cosa de un mago? Es la misma historia, sí, pero con nuevos escenarios y personajes, distinta cada vez aunque siempre la misma. Nuestro escritor, nuestro mago del sonido, apoya sobre sus piernas una zanfona, su instrumento de escritura principal, y como si de un palimpsesto se tratara reescribe. Hay dos niveles de narración: El argumento original que nos leyó la caja de música y la reescritura que realiza la zanfona. La primera permanece, la segunda nunca más volverá a ser contada así. Como si convivieran la narrativa escrita y su transmisión oral.




La descripción del párrafo anterior (contraviniendo las normas que indican que no se debe utilizar una crítica para hacer “poesía”) tiene su justificación al hablar de un músico como Germán Díaz. Zanfonista, sí, pero también contador de historias. Las cuenta con la zanfona pero también con otros instrumentos de manivela, esos que necesitan de una para sonar porque de otra manera no sabrían. En la iglesia de Otazu (Álava), muy cerquita de Vitoria-Gasteiz - aunque la ciudad no se dejara ver rodeado como estaba el pueblo por la noche -, nos convocó Díaz para contar las historias que antes pudimos escuchar en su Pi – Música para manivelas. Historias propias y ajenas, las que narraron en su día autores como Anouar Brahem, Valentin Clastrier o Richard Galliano. Son cuentos hipnóticos, capaces de hacernos olvidar que el ambiente helador del interior sacro apenas se diferenciaba de la gélida noche de otoño que azotaba fuera. Estábamos todos tan ensimismados que sólo fuimos conscientes del frío cuando Germán nos convenció de que había terminado (nadie se movió después del bis y de que Díaz hubiera abandonado el altar-escenario; tuvo que salir para comunicarlo). Pero mientras las ganas de escuchar pudieron con cualquier inconveniente. Y fue generoso en la narración, dadas las circunstancias.


Germán Díaz es una voz singular con un sonido plural. Con un poco de ayuda electrónica (la magia siempre es magia) hace sonar la caja de música o el órgano de barbaria (éste también lee cartones perforados) y los registra mientras para que después, con un golpe de pedal, vuelvan a sonar sin necesidad de girar sus respectivas manivelas. Así primero escuchamos los cimientos de una historia que crece después con la improvisación que desarrolla con la zanfona. Pero no siempre es así, en ocasiones es la propia zanfona la que suena, graba y reproduce los sonidos sobre los que improvisa. Y son cuentos que tienen siempre, pese a su modernidad, un halo de antigüedad que es parte de la magia del instrumento. Si la caja de música nos retrotrae a la infancia (¡aunque yo no tuviera ninguna!) o el órgano de barbaria nos recuerda a un acordeón (no obstante su mecanismo es en parte semejante), la zanfona consigue barnizar de Historia las notas que el intérprete recrea con ella. Su sonido pertenece al de esa serie de instrumentos que, como la nyckelharpa o la alboka, llevan consigo de manera inevitable la imaginación a otros tiempos quizá imaginados. Pero aunque eso sea así no quita para que Germán sea capaz de expresarse con la zanfona como quiera y en el contexto que él quiera. Ya le hemos escuchado con jazzistas como Antonio Bravo (Músicas populares de la Guerra Civil) o Baldo Martínez (Cuarteto acústico o el Projecto Miño) y eso quiere decir que el límite del instrumento no está en el instrumento mismo sino en la mentalidad del intérprete. Y la de Germán Díaz es una mentalidad abierta que podría asemejarse a la de un jazzista (¡ojo! ¡¡Músico de Jazz y mentalidad abierta no son conceptos unívocos!!) aunque más que un género le define un concepto: creatividad. Es capaz de generar música de los elementos más insignificantes y la desarrolla con una facilidad pasmosa. Es de los que hace parecer muy fácil aquello que toca, aunque en esa facilidad se escondan horas de trabajo y de escucha (quizá la parte más obviada con frecuencia en la formación de un músico). Parte de ritmos tradicionales, busca las sonoridades extremas del instrumento, lo percute, crea loops y sobre ellos improvisa (bajos, ritmos…). Está facultado para emocionar y hacer contener la respiración con lo que crea. Es capaz de mantener en vilo al oyente hasta la última resonancia de la última nota de cada composición/improvisación. Recorre el teclado de su zanfona con la musicalidad de un Keith Jarrett en el piano, trabaja las cuerdas para obtener los efectos que, por ejemplo, un Baldo Martínez con el contrabajo (frotación de las cuerdas) o que un Pat Metheny con la guitarra cuando esta suena a pequeña arpa (pulsando las cuerdas de su zanfona). Su mundo musical es tan amplio que no merece la pena reducirlo a una estética concreta. Es mejor dejar que su música siga escribiendo una historia propia al margen de lo que se supone que debería ser. El siguiente folio en blanco espera para ser perforado. Y promete, como la buena literatura... aunque lo suyo no sea un best seller.

© Carlos Pérez Cruz (texto y fotografías)

Publicado originalmente aquí.

miércoles, noviembre 04, 2009

Vijay Iyer Trio - "Historicity"


El punto de partida de cualquier elaboración crítica es la toma de conciencia de lo que uno es realmente: es decir, la premisa "conócete a ti mismo" en tanto que producto de un proceso histórico concreto que ha dejado en ti infinidad de huellas sin, a la vez, dejar un inventario de ellas.

Las palabras del escritor Antonio Gramsci escritas en la cárcel durante la dictadura de Benito Mussolini y recogidas en sus Cuadernos de la cárcel presiden las notas del libreto de este trabajo de Vijay Iyer. Son una declaración de intenciones acerca de la naturaleza de este proyecto, un conócete a ti mismo de Vijay Iyer a través de la música que forma parte de su historicidad, una búsqueda de esas huellas que nadie inventarió para él y necesarias para encontrar su punto de partida en la elaboración musical. Pero, ¿a qué se refiere Iyer con historicidad? De las posibles definiciones del término que reseña en el libreto el pianista se queda con la que dice: la condición de estar situado en una corriente de la historia; también el resultado de dicha situación. Así afirma que el pasado nos pone en movimiento.

En la búsqueda de esas huellas Iyer se ha encontrado con la música de uno de sus mentores: el pianista Andrew Hill y su proyecto de 1963 Smoke stack (una de cuyas peculiaridades residía en el uso de dos contrabajistas, uno en funciones rítmicas y otro más libre); además con Stevie Wonder y su Big brother, con los inicios del saxofonista Julius Hemphill en Dogon A.D., con el teclista Ronnie Foster (colaborador habitual de George Benson así como del propio Stevie Wonder), con el Somewhere de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim para West Side Story y con una referencia mucho más próxima, la de la rapera M.I.A. (Mathangi Arulpragasam) y su Galang (en la línea de música de discoteca con toques asiáticos tan frecuente en Londres en los últimos tiempos). En resumen, en esta mirada a su propia historicidad aparece la música de dos vanguardistas del Jazz (Hill y Hemphill), un teclista funky (Foster), una canción de musical (Somewhere) y dos voces: la de un soulman como Stevie Wonder y la de una rapera como M.I.A.. Imagino que serán muchos más los nombres que la conforman pero se puede percibir una cierta atracción por lo que Iyer denomina insurgentes, es decir, artistas rompedores en su momento pero también por la canción de compromiso o por las músicas más "jóvenes". Además aprovecha la ocasión para revisitar dos temas propios ya grabados con anterioridad: Trident y Sentiment.

Tengo sensaciones contradictorias con Historicity. Es indudable el nivel musical de los tres instrumentistas (ritmos imposibles, armonías complejas) y sus virtudes para sonar como un conjunto sólido. Sin embargo el resultado final es, por un lado, abrumador (no hay tregua, no hay espacios, no hay pausa en la información musical) y, por el otro, carente de emoción. Quizá la formación de Iyer como físico y matemático tenga su peso en la concepción de la música, como si se expresara a través de un profuso tratado metódico de composición, arreglos e improvisación olvidándose de un cierto grado de humanismo imprescindible para conectar con la audiencia. Existe la virtud conceptual en este trabajo pero falta la emoción que haga de su escucha una experiencia más allá de la admiración acrobática (no tanto por pirotécnico sino por habilidoso). Están todos los elementos para una gran obra presentes, todas las herramientas dispuestas, pero falta la comunicación con el oyente (con el que esto firma, claro). Y está todo tan dominado por esas premisas que las versiones de músicos tan diferentes como Andrew Hill, Stevie Wonder o M.I.A. resultan en la memoria demasiado parecidas entre sí y tan sólo los motivos melódicos o ciertos apuntes estéticos y rítmicos diferencian unas de otras. Dicho todo lo cual hay momentos en Historicity que adjetivan "emocional" su inteligencia, momentos para la fe de quienes somos de letras puras y nos cuesta apreciar el valor "matemático" de la música. Los suficientes como para vivir en la contradicción entre la admiración por este disco y el lamento por una falta de mayor empatía.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

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