Ayer mismo lo discutíamos en el blog Mil matices de gris de Jorge al respecto de las (auto)biografías de creadores (escritores, músicos...). Nos preguntábamos: ¿Tiene interés conocer los entresijos de la vida personal de un artista al que admiramos, aborrecemos e, incluso, nos deja indiferentes? Hoy, mientras deglutía unas tristes judías verdes*, estaba escuchando en Radio 3 el programa Carne Cruda (en el que colaboro) que ahora en agosto repite programas de su primera temporada. Hoy se recuperaba una de los dos programas que Javier Gallego realizó con el promotor de Jazz Julio Martí, el primero en traer a España a algunos de los más grandes músicos de la historia del género. En la media hora que hoy he vuelto a escuchar me he enterado de la combinación de droga que se metía el pianista Bill Evans, la cantidad de alcohol en vena del saxofonista Dexter Gordon y de cómo su mujer lo llevó a México donde le metieron un "depurativo" que hizo que saliera mierda de su cuerpo "hasta por las orejas"; también cuál era su bebida alcohólica favorita cuando venía a España. Y cómo no, lo yonqui que era Miles Davis y el tipo de anfetaminas que Julio le suministró en dos ocasiones (dexedrina 10 miligramos un año, de 5 miligramos al siguiente).
¿Es necesario todo esto? Me aburre particularmente esa constante apología de las drogas, el alcohol y la degeneración asociadas al Jazz pero, más allá del género y de mi filia personal por él, me da la sensación de que todo ese chismorreo derivado de la relación privada que Julio mantuvo con algunos músicos desacredita la amistad (o relación puntual) que pudiera haber tenido con ellos. No encuentro razonable que porque alguien - por su profesión o aunque fuere por motivos extraprofesionales - tenga relación con figuras ilustres esté autorizado a contar las interioridades, miserias o alegrías íntimas de nadie. Hay en ello falta de respeto a la intimidad de las personas. O, cuando menos, no parece elegante explicar con precisión el tipo de droga suministrada o describir la gráfica imagen de la mierda saliendo por las orejas. Que estas anécdotas (vivimos en el siglo de lo anecdótico) las protagonicen artistas, creadores de indiscutible prestigio, no las hacen menos vulgares que los impresentables testimonios de bajos fondos que ocupan horas y horas en los medios de comunicación (especialmente en programas televisivos; evolución involutiva de las revistas rosas y amarillistas). Siguen siendo cotilleo y pueden llegar a interferir en lo que realmente nos debería interesar: su creación. Lo demás es lo accesorio... aunque pueda parecer lo fundamental.
* ¿acaso importaba qué hacía mientras escuchaba el programa? Pues eso, lo accesorio.
- ¡Oiga! Pero, ¿por qué el adjetivo "triste" asociado a "judías verdes?
- ¡Uyyyy! Si yo te contara...
¿Es necesario todo esto? Me aburre particularmente esa constante apología de las drogas, el alcohol y la degeneración asociadas al Jazz pero, más allá del género y de mi filia personal por él, me da la sensación de que todo ese chismorreo derivado de la relación privada que Julio mantuvo con algunos músicos desacredita la amistad (o relación puntual) que pudiera haber tenido con ellos. No encuentro razonable que porque alguien - por su profesión o aunque fuere por motivos extraprofesionales - tenga relación con figuras ilustres esté autorizado a contar las interioridades, miserias o alegrías íntimas de nadie. Hay en ello falta de respeto a la intimidad de las personas. O, cuando menos, no parece elegante explicar con precisión el tipo de droga suministrada o describir la gráfica imagen de la mierda saliendo por las orejas. Que estas anécdotas (vivimos en el siglo de lo anecdótico) las protagonicen artistas, creadores de indiscutible prestigio, no las hacen menos vulgares que los impresentables testimonios de bajos fondos que ocupan horas y horas en los medios de comunicación (especialmente en programas televisivos; evolución involutiva de las revistas rosas y amarillistas). Siguen siendo cotilleo y pueden llegar a interferir en lo que realmente nos debería interesar: su creación. Lo demás es lo accesorio... aunque pueda parecer lo fundamental.
* ¿acaso importaba qué hacía mientras escuchaba el programa? Pues eso, lo accesorio.
- ¡Oiga! Pero, ¿por qué el adjetivo "triste" asociado a "judías verdes?
- ¡Uyyyy! Si yo te contara...
2 comentarios:
De acuerdo contigo que el objeto de chismorreo es el mismo cuando se habla de la exconcursante de tal reality o de tal artista. Con una leve diferencia. Los programas rosas no ocultan de lo que van a hablar: hoy tal tía explicará como tiene el rabo tal tío. Vamos a cotillear. En los programas referidos a grandes artistas son hipócricas, dicen que hablan de la obra y hablan de la vida y cuando se les hace ver, responden que es para componer el retrato poliédrico y contradicctorio del artista (habitualmente muerto).
¿Es necesario? No. ¿Por qué no contentarnos con las respectivas obras? Porque somos una panda de cotillas. ¿Qué me aporta a la obra de Miles Davis saber que se metía dexedrina?
El cotilleo despista de la obra y llega a casos como el de decir, yo a este no lo escucho porque era drogadicto, o machista, o etc. (casos reales). Supongo que necesitamos saber las miserias de los que admiramos para sentirnos mejor (él sería un genio, pero al menos yo no me drogo). Suerte que no estoy dentro de este grupo.
Por cierto, también me irrita lo de drogas/violencia/jazz.
Bueno Jorge, tú no sabes qué significa de pronto descubrir por qué nunca has logrado ser un gran músico de Jazz... bueno, un gran músico a secas... ¡la dexedrina!
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