Mito y leyenda suelen ser mucho más vistosos que la realidad. Es más literario lo sórdido que lo higiénico, es más cinematográfica la vida disoluta que la rectitud. No es lo mismo una biografía con firma de historiador que un biopic cinematográfico. De la biografía esperamos rigurosidad, fuentes que avalen lo narrado, respeto de los espacios en blanco que, de rellenarse, resultaría un ejercicio extemporáneo de imaginación del autor. Al biopic cinematográfico le suponemos manipulación, entendida como licencia creativa. Salvo que se trate de un documental (lo que tampoco es un seguro de vida de fiabilidad), la biografía cinematográfica está trufada de licencias.
Del periodismo uno espera rigor. Como suele señalar el periodista Joan Cañete, al periodismo no le hacen falta etiquetas, simplemente ejercerse. ¿Comprometido, humano, social…? No, periodismo. Me da lo mismo que el periodista sea un mal bicho y su medio un nido de fachas, rojos o verdes, lo único que exijo es rigor. Es decir, que se hable con propiedad y los datos sean precisos. Si a eso se le añade una buena gramática, puede aspirarse al Pulitzer.
A pesar de lo que pueda parecer, la sección de Cultura de un medio no es (no debería ser) el cajón de sastre para que los periodistas de la casa se explayen y rebajen tensiones hablando de sus hobbies. No, la cultura no es un hobby. No desde una perspectiva periodística. La cultura (en sus muy diversas facetas) requiere especialización, y por eso ya es de por sí una quimera ejercer de periodista cultural si se ha de abarcar pintura, música, teatro, danza, cine… La curiosidad por el mundo árabe no le convierte a uno en arabista; ni cantar en la ducha, en una eminencia del bel canto. Por eso, cuando el periodista se enfrenta con lo desconocido, o con lo que conoce vagamente, no está de más coger el teléfono, abrir un libro o incluso consultar internet.
Me ha pasado a mí y puede volver a pasarme. Recuerdo que se me encargó la necrológica de un músico al que conocía pero no controlaba, del que no era yo el más indicado para escribir. Acepté por razones que omito, por ser íntimas y por resultar irrelevantes para lo que nos ocupa. Un compañero del mismo medio se alteró por las imprecisiones y omisiones que contenía. Hizo bien. Se corrigió y añadió lo que faltaba. Por regla general, no acepto retos para los que no estoy preparado. El océano es muy grande y flotar en el agua no le convierte a uno en Mark Spitz.
“Sangre, sudor y jazz” es el título de un texto de Pedro Moral Martín publicado en ‘eldiario.es’*, con fecha 15 de enero de 2015. El medio no aclara si se trata de una crítica, de un artículo informativo o de una columna de opinión. El autor se refiere en él a la película “Whiplash”, de reciente estreno en cartelera. Dejando de lado su valoración de la película (apreciación subjetiva de la misma), el texto contiene una serie de errores objetivos y lugares comunes que dejan en mal lugar al medio que lo publica (por falta de revisión del contenido y/o comprobación de datos) y a su autor por las razones que expongo a continuación.
Para hablar de cine no es necesario ser oyentes de jazz ni conocer su historia, pero para afirmar hechos históricos y situar lugares concretos de la historia del jazz se necesita, al menos, practicar el periodismo. En un solo párrafo se condensan tal cantidad de errores que un redactor jefe iracundo podría haber sentido la tentación de arrojarle al autor un bolígrafo como si de una diana se tratase. El párrafo es el siguiente:
“En los 50, cuando estaban de moda las jam sesión en Nueva Orleans, un extraordinario batería llamado Jo Jones tiró su platillo directamente a la cabeza de Charlie Parker cuando éste había perdido el tempo de la canción. Parker se levantó y salió llorando. Un año después, Bird hizo el mejor solo de la historia”.
Para empezar, una cuestión lingüística: o las llamamos sesiones improvisadas o ‘jam session’, pero no hibridemos castellano e inglés. Por otro, no sé en qué momento han estado o dejado de estar de moda las jam session en Nueva Orleans pero, si a la que se refiere es a una en la que participaban Charlie Parker y Jo Jones, se le ha disparado la cronología ni más ni menos que dos décadas (el episodio referido tuvo lugar en 1936, no en los 50) y la ciudad que dice que la albergó queda a unas 13 horas del lugar en que aconteció (fuente: Google Maps), que fue Kansas City y no Nueva Orleans.
La anécdota del plato que Jo Jones arrojó sobre Charlie Parker asoma en el texto porque, en la película, el iracundo profesor del aspirante a Buddy Rich la utiliza como metáfora motivadora de su propio proceder académico (¿?). Lo único que pone eso de manifiesto es que el profesor de la ficción había visto otra ficción: la película ‘Bird’ de Clint Eastwood. También el autor del artículo de ‘eldiario.es’, que da por sentado algo que no es sino una manipulación de unos hechos históricos con fines dramáticos. (De fiarnos del cine podríamos terminar por asegurar que Hitler murió acribillado en un cine de París). Poco importa que Jo Jones no arrojara ningún plato de la batería sobre Charlie Parker y, por lo tanto, no pusiera en peligro la integridad física de ‘Bird’. Que dejara caer al suelo un plato no resulta tan dramático ni peligroso. Que llorara, no consta. Asegurar que un año después Parker “hizo el mejor solo de la historia”, es de una grandilocuencia gratuita. Aunque no tan gratuita como la siguiente afirmación (sí, sí, afirmación):
“El vicio es la quinta esencia del jazz, todos los músicos se metían, todos eran alcohólicos, todos se acostaban con muchas mujeres distintas y el cine lo ha recogido una y otra vez”.
Resulta tan bochornosa esta generalización, tal el patinazo sin asomo de ironía en sus palabras, que lo único que podemos intuir es que Moral Martín se había metido un chute, bebido demasiado y acostado con la primera que pasaba por allí antes de escribir. Porque eso es lo que hacemos todos los periodistas de cultura, ¿no?
*Días después, el autor corrigió el texto publicado.
1 comentario:
Vi la película en casa, y, a pesar de star bien hecha, creo que tiene más que ver con vendernos la moto americana que con el jazz en si. Es una opinión...
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