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lunes, julio 02, 2012

Jejej

Titulo con una risa onomatopéyica porque, de todo lo leído, ninguna expresión explica mejor que ésta la frivolidad y simpatía con la que algunos asumen la coacción verbal como algo natural, lícito, divertido incluso (jejej), para conseguir enterrar una opinión si ésta no se adecúa a su parecer, o si -se haya leído o no- se refiere a una persona a la que se admira o con la que se tiene algún tipo de amistad o afinidad (el tradicional tribalismo y paternalismo mal entendido de este país).

Viene esto a resultas de la calurosa acogida de una crítica firmada por servidor en este medio, de la que dio buena cuenta en estas páginas digitales Chema García Martínez. No deja de sorprenderme la atención tan prolongada en el tiempo que están dispensando al asunto (ahí siguen) ni, por supuesto, el tono general de las intervenciones, muy alejado del de la crítica en cuestión. Tampoco la capacidad de algunos para leer lo que no se ha escrito, para interpretar con clarividencia lo que ni siquiera yo sabía que pensaba, ni para detectar en mí desviaciones que desconocía padecer. Como se preguntó en su día un colega (y suscribo palabra por palabra): “¿Cuándo aprenderemos a leer lo que ha dicho el autor y no lo que creemos que dice o lo que nos gustaría que hubiera dicho para justificar lo que tenemos ganas de decir?”.
 
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