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domingo, julio 22, 2012

Enrico Rava 'Tribe' - 47 Festival de Jazz de Donostia - San Sebastián (22/07/2012)


Enrico Rava 'Tribe' (Foto: www.elclubdejazz.com)

¿Se ha hecho usted la pregunta de por qué le gusta el jazz? Si es así, responda: porque existen tipos como Enrico Rava. Así de sencillo. Si atraviesa una crisis de fe, nada mejor que encontrarse de sopetón con lo que el trompetista y su Tribe han ofrecido en uno de los nuevos escenarios de esta edición del Jazzaldia donostiarra: el Basque Culinary Center (¿Quién habló de batalla entre el castellano y el euskera?). Insisto. En festivales así, lo de menos es la música. Enrico Rava ha estado a medio centímetro de ser amenización para las hambrientas y sedientas huestes que se han acercado esta mañana a esta universidad de la sartén. Ha sido empezar a soplar Rava y el personal se ha puesto a correr de un lado para otro a por el comercio y el bebercio, que a caballo regalado… ya se sabe. Así la cosa, uno ha estado a medio centímetro de salir de allí por patas. Por fortuna, una vez saciada la gula, el personal se ha dedicado a lo que se supone: a escuchar. Una actitud, una forma de ser, una anomalía.

Si algo caracteriza a Rava es su sonido: cálido, redondo, flexible. Esta última cualidad me parece esencial para explicar cómo su soplo se instala como un manto; una fina capa que recubre toda la música, su forma ascendente y descendente, su accelerando y su ritardando. La libertad (y habilidad) para manejar los tiempos se traslada a un concepto de composición abierta, donde no se sabe dónde empieza un solo y termina el otro, donde las voces se superponen en un juego de diálogos que enriquecen en todo momento una música, en esencia, vibrante. Se teje sobre unos materiales que no dejan de ser estructuralmente convencionales. El plus está en que consigue que todo aquello se multiplique y crezca con una actividad incesante de acompañamientos improvisados de los unos a los otros y con melodías que se diluyen en solos y solos que se diluyen en melodías. Jazz que parece liberado de estructuras, cuando está plenamente dentro de ellas.

Enrico Rava 'Tribe' (Foto: www.elclubdejazz.com)

La tribu de Rava es la de la juventud. A excepción de Fabrizio Sferra (1959), el resto de la banda está en su treintena o en la veintena. Músicos en su adolescencia profesional para alguien que supera la edad de jubilación (incluso con el incremento de edad de la reforma laboral). Por fortuna, Rava mantiene sus constantes intactas (o mejora, desde luego respecto a su paso el año pasado por el festival en aquel ‘Tea for 3’ junto a Dave Douglas y Avishai Cohen). La calidad de su sonido es indudable e intransferible. Admirable su facilidad para manejarse en todas las tesituras y acceder a ellas con su característico legato (su columna de aire viaja con la misma soltura hacia la estrechez de los agudos y a la amplitud de los graves). Juega permanentemente con el excelente trombonista Gianluca Petrella, cuya expresividad me recuerda mucho a la de Glenn Ferris dentro de los proyectos del francés Henri Texier. Incluso la música en su conjunto me recuerda a algunos proyectos del contrabajista, especialmente en temas como Choctaw, una composición de Rava que camina por terrenos modales sobre el impulso sostenido del plato de la batería y con una melodía – a dúo entre trompetista y trombonista – con giros melódicos de reminiscencia oriental. Todo ello complementado por quien ha sido todo un descubrimiento para servidor: el pianista Giovanni Guidi.

La concepción musical de Guidi (1985) es ciertamente particular. En ningún momento acompaña de forma ortodoxa, siempre fragmentaria, al igual que sus solos. Lo mismo calla, que sostiene la tensión insistiendo sobre los graves, que recorre el teclado de forma percusiva, que lo trabaja con el mismo lirismo y toque delicado que hace unos días su compatriota Stefano Bollani en Vitoria. La suya ha sido una aportación ciertamente particular, tan libre y personal como lo es la música de Rava. Un solista cuyos silencios daban tanta información como sus torrenciales barridos del teclado.

Si es verdad aquella sentencia ellingtoniana de que It don´t mean a thing (If it ain´t got that swing), Rava y Petrella han dado una lección en escena haciendo caminar a pelo y de forma asombrosa el Art Deco de Don Cherry (¡Atención The Cherry Thing, os han puesto el listón altísimo para mañana!). Y han compensado la intensidad rítmica – más activa que en la versión discográfica de ECM - y la incitación al baile (incluido un bis algo descafeinado pero resultón con el Quizás, quizás, quizás de Osvaldo Farrés) con baladas de cine negro como Tears for Neda.

Si en el Basque Culinary Center se investiga sobre la cocina y se aprende a gestionar la hostelería, hoy el maestro Rava ha dado una lección de profesionalidad (el recinto no era el digno de su historia) y de gestión de su inmensa sabiduría musical. Recetas de jazz con firma de autor para esta modernidad (¿3.0?), sin necesidad de someter la creación a la (tan fashion) deconstrucción de materiales. Jazz en ebullición que le deja a uno en estado de liviana felicidad, como tras un buen chupito de grappa o - por adecuarnos al folclorismo - un buen vaso de txakoli.

© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

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