Hay belleza que sólo ilumina la nostalgia, hija de la distancia. Hay distancias insalvables, distancias que nos salvan, océanos de distancia y mil lágrimas derramadas. Hay casas en el exilio y exilios que son como una casa. Hay kilómetros, miles de kilómetros, asfaltados con sal, con lágrimas que marcan un camino que es de ida y vuelta, de vuelta e ida, porque la distancia no es el olvido, es recuerdo en construcción. A casa siempre se vuelve y de casa siempre se va. Por tierra, por mar, por aire… por música.
Hay nostalgias febriles, enfermas de distancia. Nostalgia de luz, de mar, de olores y sabores. Hay voces y acentos que, cuanto más lejos, más propios, más íntimos, más dulces, más yo. Hay luz atlántica bajo las nubes, olas que rompen a miles de kilómetros y mecen sueños, olores que aturden, sabores que bañan de sal las mejillas, voces que despiertan anhelos, acentos que devuelven, como el eco del valle, algo de uno mismo, que siempre es más propio cuanto más lejos está.
Hay milagros de la distancia, músicas que la acortan y liberan de peso a la nostalgia. Músicas que son palabras, palabras compuestas de notas que son poemas, versos de un alma que es sincera y se sincera, que mira adentro. Ahí está la luz, hay vida, pequeñas virutas de una pureza tan sensible que Lucía Martínez vuelca y dispersa como corcheas de sal sobre el papel pautado. Y sopla el viento y la música se mueve y nos conmueve, se hace nuestra siendo tan suya. Su nostalgia tiende puentes hacia nuestra felicidad.
Carlos Pérez Cruz (texto incluido en el libreto del disco)
1 comentario:
tan bonito tu texto Carlos...
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