La guerra es la peor de las posibilidades del ser humano. Se ha glorificado
miles de veces, pero la guerra es muerte, devastación, humillación, vísceras,
vidas rotas. De la barbarie y masacre de Gaza de estos días están escribiendo
excelentes periodistas en estos días. Poco tengo que añadir a lo que ellos ya
han dicho desde allí o incluso desde aquí. Sólo quiero agradecer que honren el
periodismo con su trabajo, arriesgando su vida y dignificando una profesión
denostada (muchos han hecho mucho por ello) con un trabajo riguroso y honesto
en una situación tan complicada.
La guerra es un asco. Israel hace la guerra en nombre de la lucha contra el
terrorismo (recordemos que son USA y Europa quienes otorgan las credenciales). Ni
el ‘señor X’ de los GAL, en sus sueños
más húmedos, lo hubiera imaginado: Bilbao o Donostia bombardeadas por
tierra, mar y aire en nombre de la lucha antiterrorista. Israel lo hace por
costumbre, sólo que en ocasiones lo hace de forma más salvaje (si cabe) y es
noticia. Por lo demás, insisto, es costumbre. La principal víctima es siempre
la población civil. Decir lo contrario es mentir.
La guerra es un horror y glorificarla es sencillamente inmoral. En estos
días tan terribles de asedio a Gaza, se vive en las redes un combate no menos terrible.
Al lado de la guerra parece una minucia, un efecto colateral de la violencia en
la opinión pública, pero no dice menos que la propia guerra sobre la condición
humana. En la red se combate con propaganda. No es nada nuevo, pero, además de
propaganda, hay un pulso entre fanáticos, una batalla por la ceguera que produce
arcadas.
En los pocos (pero larguísimos) días que llevamos de ‘Operación Margen
Protector’ (manda huevos), he visto la imagen de un crío palestino al que le faltaba
medio cráneo y al que su padre llamaba entre gritos de devastada desesperación,
cadáveres de menores entre escombros, supervivientes aterrorizados de un centro
de atención a minusválidos, las tumbas de 18 personas de una misma familia, y
un largo etcétera cuya descripción e ilustración les ahorro. ¿Quién es capaz de
aceptar algo así? ¿Cómo alguien puede justificar que un gobierno haga eso en su nombre? Lamentablemente, más de
los que uno es capaz de imaginar. El fanatismo ciega (como bien ilustraba una
enorme viñeta de El Roto: “¡Al fin veo!”, gritaba con los ojos cegados por una
venda que llevaba inscrita la palabra “Fanatismo”) y el odio ofrece visiones
tan distorsionadas que uno creería producto de sustancias psicotrópicas. Hay
personas (sí, lamentablemente también son personas) que prefieren ignorar el
pequeño detalle de que a un bebé le falta media cabeza y afirmar que lo que se
pretende con esa imagen es “dar pena”.
Hemos visto numerosos videos de lo que Israel considera un aviso preventivo (¿humanitario?)
antes de la voladura con misiles de las viviendas de Gaza. Sin entrar ahora en
mayores consideraciones sobre lo que implícitamente nos está diciendo Israel al
“avisar” de antemano a sus víctimas, he comprobado cómo se justifica y otorga valor
moral superior a ese crimen injustificable contra la población civil. “Encima
que avisamos”, vienen a decir. Hay quien ha visto por primera vez uno de esos
videos y pensó que el “aviso” era el misil. No sabe lo que va a llegar 57
segundos después. Me resulta imposible imaginar qué pasa por el interior de
alguien que considera que ese “aviso” es ejemplo de la superioridad moral de su país. Los calificativos se los dejo al
lector.
Un último detalle (habría miles): Otras imágenes que hemos visto en estos
días, fuera del campo de batalla, nos
han mostrado a israelíes apostados en un alto que les permitía disfrutar de una buena panorámica de la
Franja de Gaza. Asistían alborozados al impacto de los misiles de su
ejército en Gaza. Festejaban la barbarie. Quizá alguno de sus gritos de
alborozo y aplausos de celebración acompañaron el estallido del misil que voló
la cabeza de ese niño o sepultó la vida
de 18 personas.
Al otro lado, en la ocupada Hebrón, paradigma de la terrible ocupación
israelí de Palestina, decenas de ciudadanos se subían a una colina para tratar
de asistir en la distancia al bombardeo inmisericorde que Hamás había anunciado
sobre Tel-Aviv (pura propaganda). En la
televisión de Hamás se llegó a colocar un reloj de cuenta atrás. Con tristeza
vi quien celebraba aquello como si esa fuera la cuenta atrás para la
celebración de Año Nuevo. El reloj no señalaba el tiempo para el bombardeo de
Tel-Aviv. Descontaba la distancia entre ocupantes y ocupados, agresores y
agredidos. Los igualaba en fanatismo. Puro veneno
Carlos Pérez Cruz
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