El muro, en los alrededores de Belén (Fotografía: Bárbara Gras) |
El ser humano tiene la virtud de
hacer cosas maravillosas que enamoran a nuestros sentidos. Pero la bondad,
lamentablemente, brilla por contraste. El ser humano tiene la capacidad – más
que documentada y demostrada – de anular los sentidos, de perderlos, de
cegarlos. Hay en tierras palestinas un ejemplo devastador de lo peor del ser
humano: un muro que ciega, que anula, que se pierde en la inmensidad del
paisaje quebrándolo, dividiéndolo e hiriéndolo de forma casi irreversible. Lo
peor de ese muro no es que sea ilegal, es que exista.
Nos perdemos muchas veces en el
debate lingüístico de las leyes, en la letra pequeña de los artículos que
buscan encaje en un orden legislativo y nos olvidamos de que las leyes no
brotan de un orden natural, de una justicia moral inequívoca. Nos olvidamos de
que toda frontera, toda valla, muro, murete o barrera articulada contraviene la
lógica del espacio físico, pone trabas artificiosas a un paisaje que de por sí
reta nuestra capacidad de movilidad. Por eso duele ver cómo el ser humano se ha
especializado en hacer nuestra vida en este mundo más dificultosa, hasta el
punto de, incluso, hacerla imposible e insoportable.
El muro, a las puertas de casa (Fotografía: Kristina Palacios) |
Resulta insoportable imaginar que
para cruzar a la acera de enfrente tuviéramos que conducir más de un centenar
de kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, cuando nuestro objetivo está a
apenas unos pasos. Pero más insoportable que imaginarlo es vivirlo, y eso
sucede y es cotidiano para muchos palestinos que han visto cómo sus relaciones
sociales y familiares o su trabajo son segados por la afilada cuchilla de un
bloque de cemento fatal que el gobierno ocupante de Israel lleva trazando desde
2002.
El primer impacto del muro lo
recibí en la ciudad de Belén. Todavía recuerdo la sensación de atrezo
carcelario al toparnos con él en nuestro primer día en Palestina. Pero más allá
de su estética carcelaria – evidente a todas luces –, los sentidos se
sobresaltaron ante la negación de un horizonte. El espacio desaparece de pronto
y es como si el aire faltara y la vida decidiera negarse a brotar. Hay vida
porque sobre el muro lucen mensajes de optimismo y lucha, bellos murales que,
en realidad, nunca debieron existir. Pero existen, como existió el Muro de
Berlín y cayó y como caerá éste, aunque hoy siga su avance cancerígeno.
El primer impacto del muro, en la ciudad de Belén (Fotografía: Carlos Pérez Cruz) |
El aberrante muro israelí es una
camisa de fuerza que aprieta con agresiva (y teórica pasividad) el malherido
cuerpo palestino, socavado en cada uno de sus rincones por una suerte de cáncer
que se agrava conforme avanza la ocupación y crecen las colonias (esas células
enfermas que van tomando contacto unas con otras para tratar de ocupar todo el
espacio). Los motivos de seguridad que esgrime Israel son una excusa tan
peligrosa como la utilizada por el nazismo para encarcelar a judíos (y otros
“enemigos”) hasta su exterminio. No hay demagogia en estas palabras, no para
quienes hemos tenido la “suerte” de viajar a Palestina y verlo con nuestros
propios ojos. El muro está ahogando a todo un pueblo, suspira a su necrosis, a
su disecación. Se eleva y ensombrece, deja sin luz la vida de miles y miles de
personas.
El muro es la parte visible de un
entramado carcelario que juzga culpable a toda una población. Castiga de
antemano los crímenes no cometidos, como un canon preventivo de delincuencia.
El muro se franquea sólo por unos puntos muy concretos – algunos, lo dicho,
obligan a desplazamientos de cientos de kilómetros para trayectos de apenas
unos pocos metros – y para cruzarlo es obligado sufrir un proceso de
humillación irritante en el que el carcelero
utiliza tácticas que lo deshumanizan y que desmoralizan a quien las padece.
Todo ello en escenarios aterradores: verdaderas terminales a cubierto cuyo camino
de salida está trufado de puertas giratorias, escáneres y cuartos cerrados al
antojo de las “autoridades” militares y de la seguridad privada (la gran
beneficiaria de este negocio redondo que es el muro), armados ellos hasta los
dientes. Un escenario de película de horror en el que voces metalizadas y
saturadas, muchas veces ocultas tras un cristal tintado y blindado, inyectan
por megafonía un odio que rebota y envuelve el llanto de aquel bebé (imposible
borrarlo del recuerdo) hasta crear una abominable sinfonía de pavor.
Acceso al paso del muro entre Belén y Jerusalén (Fotografía: Bárbara Gras) |
Por encima de cualquier
consideración legal, el muro tiene el deber humano de ser derribado. Aunque
sólo sea para que desaparezcan esos focos que apuntan a apenas un metro de
distancia hacia la ventana del dormitorio de esa casa que sigue en pie (no
todas han tenido esa suerte) y que contemplamos atónitos en un pequeño pueblo
dividido en dos del norte de Cisjordania.
Focos dirigidos al dormitorio (Fotografía: Carlos Pérez Cruz) |
No hay nada de inocente en ese
martirio lumínico como tampoco lo hay en dejar llegar hasta el último de los
varios controles a esa mujer que procuraba alcanzar el otro lado de la mano de sus tres hijos, y a la que se le denegó
el paso de éstos después de superar un primer escáner corporal, esperar a que
se abriera una puerta giratoria, pasar por otro escáner corporal para ella y
sus pequeños, más otro para sus pertenencias, quedar encerrada en el espacio de
apenas un par de metros cuadrados mientras revisan la documentación (con la
cortina de la garita echada) y estar permanentemente vigilada por cámaras y mercenarios
armados que caminan por las pasarelas superiores. Sus lágrimas de desconsuelo y
humillación, mientras arrastraba la bicicleta de uno de sus hijos - obligados a
volver sobre sus pasos -, permanecen en mi memoria como una instantánea imborrable
que nos obliga a gritar contra Israel hasta que su muro, en vez de devolver el
eco de nuestra furia, caiga por su propio peso: el de la mala conciencia y el
horror.
© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en el blog de Todos los caminos están cerrados con motivo del Día Internacional contra el Muro del Apartheid.
Publicado originalmente en el blog de Todos los caminos están cerrados con motivo del Día Internacional contra el Muro del Apartheid.
2 comentarios:
Excelente artículo!!!
Gracias compañero, se agradece el piropo.
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