Por lo visto estaba molesta por
alguna visita no prevista a su casa: “Yo no tengo la casa para andar
enseñándosela a nadie”. Una lástima, no sabe que hay programas de televisión y
revistas con las que quizá podría hacer negocio a ese respecto. Puede que su
hijo haya aparecido con un amigo sin avisar o con la suegra… vaya usted a saber
(queda a la imaginación del lector).
Es lo último que escuchado antes
de recluirme en casa. No, en Vitoria – Gasteiz no hay Huelga General. Si acaso,
más suciedad que otros días por los papeles propagandísticos de los diferentes
sindicatos arrojados a su paso. Algún corte de tráfico, más presencia policial…
pero poco más.
Pocos, muy pocos manifestantes (apenas
ciento cincuenta, siendo generoso) a veinte minutos de la hora de convocatoria
de manifestación en el Palacio Europa por parte de los sindicatos UGT y CC.OO.
Desde que inicio mi camino hasta allí, todos los comercios abiertos. Sólo un supermercado con
las persianas bajadas momentáneamente (se adivina el paso reciente de los
piquetes). Un hombre, con la mirada dirigida hacia el lugar de la convocatoria,
sentencia: “Esos cabrones se van luego a comer todos al bar”. Un grupo de
jóvenes aprovecha el corte de la calzada para sentarse en ella. Junto a un
puesto de venta de cupones de la ONCE, se bebe alguna lata de cerveza.
Continúo, ahora hacia el centro
de la ciudad. Todo abierto, incluso el puesto de loterías (buen día para tentar
a la suerte), y lo que cierra tengo dudas de que no lo estuviera ya hace mucho
tiempo (los carteles de “En Venta” y “Alquiler” son parte del paisaje
cotidiano). Del interior de una franquicia de ropa made in China (que no un
chino, que esos siempre abren) regurgita hacia la calle la música
(¿?) con la que pastorean a sus clientes (que no hay).
Con la generosidad de decibelios
habitual de quienes hablan por teléfono por la calle, me sorprende que una
mujer sugiera a su interlocutor que especifique que “acepta cualquier tipo de
trabajo”. ¿Será de la patronal?
En la calle Dato, las tiendas
abren aunque algunos escaparates luzcan pegatinas en las que se puede leer “Cerrado
por Huelga General” (un farmacéutico se empeña en arrancarla del cristal). A
mitad de la calle se adivinan las luces urgentes de las furgonas policiales. Me
acerco. Los comercios más próximos cierran. Motivo: el paso de una
manifestación con banderas de CGT, CNT, etc. Me sumo a ella durante unos minutos
y después regreso sobre mis pasos. Las persianas se han vuelto a alzar. He
dejado atrás apenas a unos doscientos manifestantes.
Regreso a casa. Ni cierran las tiendas ni hay aparente
huelga de consumo. Un matrimonio ya veterano camina con las bolsas de la compra
repletas, de ellas sobresalen sendas barras de pan. ¿Será miedo lo que sienten
para no secundar la huelga? (es una teoría que se ha manejado con frecuencia
estos días). En Euskadi y Navarra la división sindical (los sindicatos “nacionalistas”
mayoritarios no la secundan) es una razón de peso. Le preguntaría qué piensa a
ese hombre recio y en chándal que sale del bar con una botella de cerveza en la
mano y que apoya ahora su codo en una mesa para
fumadores. Podría entablar conversación con él pero temo enredarme y acabar
alcoholizado (motivos…). O lo que es peor, temo acabar formando parte de una
estampa más propia de Los lunes al sol
que de Los miércoles de huelga general (también
con y - en su caso - al sol).
© Carlos Pérez Cruz
© Carlos Pérez Cruz
4 comentarios:
Carlos, el sino de los tiempos que corren de este lado del mundo es ese que viste ayer y que reflejas con tanta agudeza en estos párrafos que acabo de leer.
Mucha gente (muchas más de las que nos imaginamos y quisiéramos) está ahogada desde hace rato y, aún así, prefiere dárselas de Roberto Benigni y actuar como si no ocurriera nada, como si todo fuera normal, como si los desahucios, el desempleo y demás, fueran parte natural de la vida.
«No, hombre. No pasa nada. Esto siempre ha sido así. Vamos a tomar cerveza» (es que los oigo, Carlos. Los oigo).
De ese trágico juego que sustituye ciudadanos por avestruces, tengo yo visiones y ejemplos a diario en mi ciudad y en mi país. Por eso me cuesta tanto hablar sobre estos asuntos.
Sea como sea, quiero que sepas que me solidarizo con tu lucha, que aunque las avestruces escondan sus cabezas en placebos y masajes de todo tipo, la pelea por la seriedad y la decencia continúan, aún a costa de las propias víctimas, que curiosamente ponen cara de Roberto Benigni.
Un abrazo.
aún a costa o a pesar de las propias víctimas...
Gracias Roberto, te agradezco mucho tu comentario y reflexión.
Es curioso. Las avestruces tienen un cuello largo que les permite curiosear qué se esconde bajo sus pies más allá de lo que nosotros podríamos... Pero, ¿qué ven nuestras propias avestruces? ¿Tan hermosa es la vista para quien no quiere ver?
Un abrazo,
Carlos
Leí esta entrada antes de tu recomendación..., Ufff.
Cuando parece que ya no existe en nosotros aquella capacidad para sorprendernos como cuando éramos críos, nos encontramos con relatos como este, sobre una realidad que desgraciadamente se repite demasiado...
Sobre avestruces prefiero hablarte la próxima vez que nos veamos.
Un abrazo!!
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