Nunca olvidaré aquella sentencia lapidaria:
“Carlos, a todos nos interesa el festival; así
que nadie se va a meter con él”. Pocas frases
como aquella han quedado grabadas en mi memoria.
Es la firma de la rendición de la libertad
crítica, de la sumisión ante el interés del
“poderoso”, de la anteposición de los argumentos
pragmáticos para la supervivencia frente a la
ética profesional y la honestidad personal.
Rescato de la memoria este recuerdo amargo después de que el pasado viernes se publicara en la edición digital de ‘El Periódico de Catalunya’ la siguiente noticia: El Primavera Sound retira la acreditación a Bianciotto. Es decir, este festival barcelonés retiraba su acreditación a un periodista que lo cubría en represalia por un artículo (ciertamente inocuo, la verdad) en el que criticaba la escasez de músicos de la escena catalana en su cartel (¿De qué me suena esto?) y la mala ubicación horaria de sus actuaciones en un festival que, por otro lado, calificaba de “exquisito, detallista y erudito”. ¡Vaya! Qué piel más fina la de los organizadores. Claro, los grandes festivales, acostumbrados a la adulación permanente, se irritan como el culito de un bebé cuando alguien rasca en la superficie de sus discutibles criterios (todo es discutible desde el razonamiento). Se han habituado a que los artículos de prensa, los reportajes radiofónicos y televisivos, parezcan más publirreportajes que información y análisis. El ejercicio del crítico - cada día más reducido en el espacio que el medio ofrece - lo ejercen en muchas ocasiones personas cuyo nivel de formación musical y periodística es inversamente proporcional al grado de hooliganismo con el que acuden a estas citas, tan entusiasmados como están por la posibilidad de acceder de forma gratuita a sus ídolos. Confunden la afición con la profesión.
Rescato de la memoria este recuerdo amargo después de que el pasado viernes se publicara en la edición digital de ‘El Periódico de Catalunya’ la siguiente noticia: El Primavera Sound retira la acreditación a Bianciotto. Es decir, este festival barcelonés retiraba su acreditación a un periodista que lo cubría en represalia por un artículo (ciertamente inocuo, la verdad) en el que criticaba la escasez de músicos de la escena catalana en su cartel (¿De qué me suena esto?) y la mala ubicación horaria de sus actuaciones en un festival que, por otro lado, calificaba de “exquisito, detallista y erudito”. ¡Vaya! Qué piel más fina la de los organizadores. Claro, los grandes festivales, acostumbrados a la adulación permanente, se irritan como el culito de un bebé cuando alguien rasca en la superficie de sus discutibles criterios (todo es discutible desde el razonamiento). Se han habituado a que los artículos de prensa, los reportajes radiofónicos y televisivos, parezcan más publirreportajes que información y análisis. El ejercicio del crítico - cada día más reducido en el espacio que el medio ofrece - lo ejercen en muchas ocasiones personas cuyo nivel de formación musical y periodística es inversamente proporcional al grado de hooliganismo con el que acuden a estas citas, tan entusiasmados como están por la posibilidad de acceder de forma gratuita a sus ídolos. Confunden la afición con la profesión.
El crítico Jordi Bianciotto
Se agradece que ‘El Periódico de Catalunya’
publicara esa información, sin duda un respaldo
para el profesional represaliado. Lo que no se
entiende tanto es que esa información
desapareciera a los pocos minutos una vez se
publicó la siguiente:
El Primavera Sound devuelve la acreditación de prensa a Jordi Bianciotto.
Se puede intuir que la organización reaccionó
con celeridad para evitar más daños a su imagen
por la fuerza que este medio tiene en Catalunya.
Pero, ¿por qué desaparece el artículo donde se
informa de la retirada de la acreditación? En
internet las noticias publicadas permanecen en
archivo. ¿Acaso se eliminan las noticias sobre
una guerra cuando se firma el armisticio? ¿Es
parte de un acuerdo para devolver la
acreditación? Lo sea o no, la misteriosa
desaparición es abono para las conjeturas.
Esta actitud punitiva hacia la crítica profesional no es exclusiva del Primavera Sound. He vivido en primera persona situaciones como las de Bianciotto y he constatado que hay directores de festivales que interfieren (o lo intentan) en la libertad de prensa. O bien niegan la acreditación o bien negocian con el medio para que envíe a tal o cual periodista y no a otro. Pura injerencia para establecer un control informativo que garantice el aplauso general, que genere la ilusión de ejemplaridad y que ahogue en el pozo de la ignorancia los claroscuros de todo festival. Hay quien confunde la crítica legítima con el ataque personal. Qué lástima. Pero también es una lástima que muchos sigan entrando al juego. He llegado a recibir aplausos (en privado, ¡faltaría más!) de profesionales que ejercen en medios de mucho peso simplemente por poner sobre la mesa datos objetivos, ya ni siquiera opiniones. Y acto seguido han aludido, no sin cierta ironía, a las presumibles represalias por haberlo hecho. Así funciona, sumergido en un mar de hipocresía y cinismo, el insignificante mundo del periodismo musical jazzístico. Claro que no sé qué es peor: si evitar toda crítica que perjudique el sustento alimenticio (que el festival de turno me pague el alojamiento y mi diario la crónica) o rectificar y pedir genuflexa disculpa por una crítica para recuperar la acreditación retirada (como dicen los mentideros que pasó con un periodista en un festival de jazz por tierras catalanas).
Un amigo trabajó hace unos años de becario durante los meses de verano en la Cadena SER de San Sebastián. Le tocó en suerte cubrir la información del festival de jazz de esta ciudad. Sus conocimientos de jazz eran tan profundos como los míos sobre física cuántica. Tuvo el buen criterio de buscar asesoramiento en quien sabía que algo podía contarle. Sin embargo, ¿confiaría un medio serio la información sobre política internacional a cualquiera? La información cultural suele estar, la mayor parte de las veces, en manos de becarios e indocumentados. Existe una extraña confusión entre cultura y ocio, entre cultura y mero pasatiempo. Y de pasar el tiempo sabemos casi todos, así que…
Esta actitud punitiva hacia la crítica profesional no es exclusiva del Primavera Sound. He vivido en primera persona situaciones como las de Bianciotto y he constatado que hay directores de festivales que interfieren (o lo intentan) en la libertad de prensa. O bien niegan la acreditación o bien negocian con el medio para que envíe a tal o cual periodista y no a otro. Pura injerencia para establecer un control informativo que garantice el aplauso general, que genere la ilusión de ejemplaridad y que ahogue en el pozo de la ignorancia los claroscuros de todo festival. Hay quien confunde la crítica legítima con el ataque personal. Qué lástima. Pero también es una lástima que muchos sigan entrando al juego. He llegado a recibir aplausos (en privado, ¡faltaría más!) de profesionales que ejercen en medios de mucho peso simplemente por poner sobre la mesa datos objetivos, ya ni siquiera opiniones. Y acto seguido han aludido, no sin cierta ironía, a las presumibles represalias por haberlo hecho. Así funciona, sumergido en un mar de hipocresía y cinismo, el insignificante mundo del periodismo musical jazzístico. Claro que no sé qué es peor: si evitar toda crítica que perjudique el sustento alimenticio (que el festival de turno me pague el alojamiento y mi diario la crónica) o rectificar y pedir genuflexa disculpa por una crítica para recuperar la acreditación retirada (como dicen los mentideros que pasó con un periodista en un festival de jazz por tierras catalanas).
Un amigo trabajó hace unos años de becario durante los meses de verano en la Cadena SER de San Sebastián. Le tocó en suerte cubrir la información del festival de jazz de esta ciudad. Sus conocimientos de jazz eran tan profundos como los míos sobre física cuántica. Tuvo el buen criterio de buscar asesoramiento en quien sabía que algo podía contarle. Sin embargo, ¿confiaría un medio serio la información sobre política internacional a cualquiera? La información cultural suele estar, la mayor parte de las veces, en manos de becarios e indocumentados. Existe una extraña confusión entre cultura y ocio, entre cultura y mero pasatiempo. Y de pasar el tiempo sabemos casi todos, así que…
Iñaki Añua, presenta en rueda de prensa el Festival de Jazz de Vitoria - Gasteiz 2012.
No es tonto el director del Festival de Jazz de
Vitoria – Gasteiz, Iñaki Añua, cuando en la
rueda de prensa de presentación de la próxima
edición del festival vitoriano, a la exposición
de que “el programa es un programa que
consideramos que es espléndido”, añade que
“muchos colegas vuestros, especialistas en jazz,
nos lo están diciendo continuamente”. Sabe
perfectamente Añua que quienes están ahí para
cubrir su presentación no conocen, por regla
general, de qué va la cosa. Son los adecuados
para lograr que sus estudiados eslóganes
aparezcan después reflejados en los entusiastas
artículos de prensa, radio y televisión.
¿Quiénes son esos “colegas vuestros”, esos
“especialistas en jazz”, que con tanto
entusiasmo aplauden el festival? No importa,
queda dicho y como tal se reflejará en artículos
laudatorios de neófitos y becarios (atención al
video del diario ‘El Correo’, a la joven
presentadora de la pieza de video y a su Pat
Maceny,
o a las crónicas legibles en diarios como
‘El País’ – edición País Vasco - y ‘El Correo’).
Que la agencia
EFE publique una nota en la que
asegura que en Vitoria actuarán
los cuatro
mejores saxos del mundo, sin ni siquiera
entrecomillar y adjudicar la autoría de
semejante eslogan del más rancio marketing
publicitario, es lo suficientemente
significativo.
En la rueda de prensa se proporcionaron cifras que no se corresponden con la realidad, como la presencia en programa de “quince grupos españoles”. Como es crítica recurrente la ausencia o mínima presencia de nacionales (y recientemente ha pasado el trago de tener que justificarse), lanza el número y se queda tan ancho. ¿Dónde están esos quince músicos? Si uno mira la programación de las “sedes oficiales” (así descritas en la web oficial) tan sólo hay dos músicos españoles, y además comparten un único concierto (Gorka Benítez y David Xirgu en el “Konexioa” junto a Ben Monder). Ni uno más. ¿Se referirá a la programación paralela de bares y locales de la ciudad, a los que el festival tan sólo presta su logo, y donde son ellos quienes asumen los gastos de contratación? ¿A ningún periodista presente le llama la atención esa cifra que canta con tan sólo echar un vistazo al programa? ¿Dónde están? ¿Quiénes son? ¿Por qué no se habla de ellos con nombres y apellidos como se pronuncian los de Sonny Rollins, Gilberto Gil o Pat Metheny? Espero que no se dejara de preguntar porque, como me dijo un profesional del periodismo, “no vas a dudar de los datos que den en una rueda de prensa”. Les juro que todavía no se me ha borrado el ¡Ooohhh! de la cara.
En la rueda de prensa se proporcionaron cifras que no se corresponden con la realidad, como la presencia en programa de “quince grupos españoles”. Como es crítica recurrente la ausencia o mínima presencia de nacionales (y recientemente ha pasado el trago de tener que justificarse), lanza el número y se queda tan ancho. ¿Dónde están esos quince músicos? Si uno mira la programación de las “sedes oficiales” (así descritas en la web oficial) tan sólo hay dos músicos españoles, y además comparten un único concierto (Gorka Benítez y David Xirgu en el “Konexioa” junto a Ben Monder). Ni uno más. ¿Se referirá a la programación paralela de bares y locales de la ciudad, a los que el festival tan sólo presta su logo, y donde son ellos quienes asumen los gastos de contratación? ¿A ningún periodista presente le llama la atención esa cifra que canta con tan sólo echar un vistazo al programa? ¿Dónde están? ¿Quiénes son? ¿Por qué no se habla de ellos con nombres y apellidos como se pronuncian los de Sonny Rollins, Gilberto Gil o Pat Metheny? Espero que no se dejara de preguntar porque, como me dijo un profesional del periodismo, “no vas a dudar de los datos que den en una rueda de prensa”. Les juro que todavía no se me ha borrado el ¡Ooohhh! de la cara.
Miguel Martín, director del Jazzaldia de San Sebastián, y el cartel de este año.
En casos como estos, los medios de comunicación
terminan por ser meros portavoces de los
intereses privados, altavoces de mentiras o
medias verdades. Así el Festival de Jazz de
Donostia – San Sebastián anuncia que
Más de
treinta grupos vascos de jazz tomarán parte en
el 47 Heineken Jazzaldia y como tal se
replica sin filtro en periódicos como ‘El Diario
Vasco’ o ‘El País’. Aunque como “grupos vascos
de jazz” tengamos que aceptar a la orquesta de
cámara Et Incarnatus (que acompañará al afamado
grupo de jazz Antony & The Johnsons), a los
txalapartaris Oreka TX, a La Prima Janis (grupo
que hace versiones de Janis Joplin) o a hasta
cuatro DJs. O que, incluso aunque eviten el
adjetivo jazzístico en el redactado informativo
– como hace el ‘Diario de Noticias de Gipuzkoa’
–, entren en la “trampa” de resaltar que los músicos locales estarán presentes en todos los escenarios
del Festival, incluidos el Auditorio del Kursaal,
la Plaza de la Trinidad, el Teatro Victoria
Eugenia y el Museo de San Telmo,
y tanto en conciertos gratuitos como de pago,
obviando que en el caso de la Plaza de la
Trinidad es tan sólo un grupo vasco el que
participa y que en el Auditorio Kursaal los
únicos que pisarán el escenario son los músicos
de Et Incarnatus, apunte colorista para la
música de Antony & The Johnsons, no como
protagonistas de un proyecto propio.
Con medios y periodistas así, ¿quién necesita periodismo? Retirar o negar una acreditación no es la única manera de desacreditar al periodista.
Con medios y periodistas así, ¿quién necesita periodismo? Retirar o negar una acreditación no es la única manera de desacreditar al periodista.
4 comentarios:
Menos mal que los que amamos el jazz sabemos distinguir entre unos artículos y otros, cómo por ejemplo éste que acabo de disfrutar.
Gracias
Gracias Gatopardo, ojalá estés en lo cierto sobre la capacidad del aficionado para distinguir churras, merinas, peras y manzanas...
Jo, qué post más completo y exhaustivo! Enhorabuena.
Como aficionado al jazz (a la música en general) y periodista creo que hay mucho corporativismo, mucha palmadita en la espalda y mucho 'mamoneo' como suele decirse en el argot... Además no ocurre sólo con la música o los festivales, pasa en todos los ámbitos lamentablemente.
De todos modos, de los muchos temas que tratas en el post, que dan para amplios debates, en lo único que discrepo es en un tema tangencial: la presencia de grupos locales en los festivales. Yo cuando voy a un festival, sea del estilo que sea, lo que me importa es ver buena música (o que me guste a mí, por lo menos) me da igual que se haga en Barcelona, en Getxo, en Pakistán o en Nueva Orleans. Es más, muchos festivales se llenan la boca diciendo que programan a grupos locales pero luego los ponen a horarios intempestvos a los que es imposible que vaya gente a verlos, en escenarios diferentes y con unas condiciones acústicas considerablemente menores que los grupos 'grandes'. Yo como músico, francamente, prefiero no tocar así... Creo que me explico...
Un saludo
Manu, sobre el tema "tangencial". En este artículo no estoy hablando ni a favor ni en contra de la programación de músicos nacionales. Estoy exponiendo unos datos a partir de unas declaraciones. En todo caso, estando de acuerdo en que a mi me da igual si vienen de Kuala Lumpur o de Tauste, hay un rechazo en programar grupos nacionales por regla general que hace mucho que no se justifica por cuestiones de nivel. Si jugamos a la hermosa utopía de sólo me importa la buena música, venga de donde venga, juguemos todos con las mismas cartas.
Un saludo, Carlos.
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