Durante un tiempo aquel hombre caminó con el sol de espaldas, erguido, con paso despacioso y firme, orgulloso de la alargada sombra de su figura que siempre llegaba a cualquier lugar tres metros antes que él. ‘Hermosa sombra que camina frente a mí, fiel retrato que anuncia mi llegada inminente. ¡Abrid paso!’. Mientras el sol permaneció a su espalda la gente se apartaba a su paso. ‘Pobres gentes, humildes labradores de mi fortuna. Contemplad la belleza de mi alargada sombra que todo lo abarca’.
Algo cambió una mañana en la que, sin saber cómo, aquel hombre se encontró con el sol de frente. Una vez superada la ceguera inicial de tan luminoso impacto consiguió adecuar la vista a su nuevo paisaje. Para ello debía mantener los ojos casi cerrados e intuir lo que se avecinaba con la mirada dirigida hacia el suelo. Por un instante decidió girar la vista atrás. Vio su sombra. Seguía siendo hermosa aunque algo había cambiado. La sombra que antes anunciaba su inminente llegada era ahora apenas un fugaz recuerdo de su presencia. Al mirar de nuevo al frente se vio sorprendido por un mar de alargadas sombras que se le aproximaban. Alzó la vista pero apenas consiguió distinguir el perfil de decenas de cuerpos sin rostro. Aterrorizado dio la vuelta y empezó a correr. Corrió y corrió durante horas y días pero nunca consiguió dar alcance a su propia sombra.
© Carlos Pérez Cruz
Algo cambió una mañana en la que, sin saber cómo, aquel hombre se encontró con el sol de frente. Una vez superada la ceguera inicial de tan luminoso impacto consiguió adecuar la vista a su nuevo paisaje. Para ello debía mantener los ojos casi cerrados e intuir lo que se avecinaba con la mirada dirigida hacia el suelo. Por un instante decidió girar la vista atrás. Vio su sombra. Seguía siendo hermosa aunque algo había cambiado. La sombra que antes anunciaba su inminente llegada era ahora apenas un fugaz recuerdo de su presencia. Al mirar de nuevo al frente se vio sorprendido por un mar de alargadas sombras que se le aproximaban. Alzó la vista pero apenas consiguió distinguir el perfil de decenas de cuerpos sin rostro. Aterrorizado dio la vuelta y empezó a correr. Corrió y corrió durante horas y días pero nunca consiguió dar alcance a su propia sombra.
© Carlos Pérez Cruz
2 comentarios:
Ola, que Bonita "imagem".
Gracias Dilgo
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