Al llegar al control de seguridad del aeropuerto cogió una bandeja. Se quitó el cinturón y lo depositó convenientemente en ésta. Lo mismo hizo con los zapatos. En ella dejó también el reloj, las llaves y la calderilla, incluso el abrigo que antes dobló cuidadosamente. Desbordada como estaba cogió una segunda bandeja en la que depositó su ética e incluso las ideas pasajeras. Al avanzar la cinta saltaron todas las alarmas. Los miembros de la seguridad del aeropuerto le dieron dos únicas opciones: o se quedaba en tierra con sus ideas o las depositaba en la basura antes de acceder al avión.
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