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sábado, julio 09, 2011

Cultura

Cuando el sol de la cultura está bajo en el horizonte, incluso los enanos proyectan grandes sombras.

Karl Krauss (1874 - 1936)

miércoles, mayo 18, 2011

Dans les arbres - Centro Cultural "El Matadero" Huesca 15/05/2011


Christian Wallumrød, Xavier Charles, Ingar Zach e Ivar Grydeland
(Huesca 15/05/2011)
© Jesús Moreno

En este 2011 de revueltas en el Norte de África (y en países de otras latitudes), el día 15 de mayo estaba prevista en España una jornada de concentraciones y manifestaciones de protesta contra los tejemanejes políticos y empresariales que están firmando la claudicación del Estado de Derecho frente al poder del capital. Émulos de las manifestaciones que alcanzaron su clímax mediático en la plaza de Tahrir de El Cairo, en el momento de escribir estas líneas algunos jóvenes tratan de asentar su campamento de protesta en algunas plazas españolas. El 15-M como fecha/símbolo que el tiempo dirá si es o no el inicio de una reacción social contra los abusos del poder o termina por no significar demasiado. Como ciudadano concernido me tienta participar en la concentración de mi ciudad pero vence la tentación de acudir a Huesca a la actuación de Dans les arbres. Reconozco mi aversión al grito gregario así que termino por hacer kilómetros para volver a ese santuario del buen criterio llamado 'El Matadero'. Es otra forma de protesta, más sutil si se quiere. Acudir a un concierto tan ajeno al establishment mediático-musical es un acto de rebeldía frente a la imposición; una forma de apoyar otra visión del Arte (ergo otra visión del mundo).


Ivar Grydeland
(Huesca 15/05/2011)
© Jesús Moreno

El 15-M oscense - el de 'El Matadero' - fue una propuesta de mínimos. Si en el pacto social hay unos mínimos que se defienden a capa y espada, en la propuesta del cuarteto Dans les arbres los mínimos fueron elevados a categoría de máximos. Dicho de otra manera: con muy poco se puede hacer mucho. Los mínimos del cuarteto nos remiten al vasto territorio de las sensaciones sónicas, de los espacios abiertos por bloques de aparente mínimo desarrollo que, sin embargo, se produce sin casi ser percibido. Es el territorio de lo sutil frente a la evidencia de los temas con una estructura definida o a las melodías con sujeto, verbo y predicado. Una vez generado el primer sonido no hubo pausa hasta el final. Como si, en el fondo, los cuatro emitieran un continuo al que los oyentes nos pudiéramos enganchar y desenganchar en el momento en que nos parezca oportuno; la música como campo magnético en el que entramos y salimos.


© Jesús Moreno

Asumido que el piano es un instrumento de percusión, el noruego Christian Wallumrød lo preparó para anular su sonoridad natural y hacer que cada martillo al golpear generara un sonido seco, apagado. Ivar Grydeland aprisionaba las cuerdas de la guitarra eléctrica con unas pequeñas pinzas metálicas y con leves golpes sobre ellas se convertía en una campana más de las que manejaba Ingar Zach entre su set de percusión. En ocasiones frotaba las cuerdas con un arco, igual que hizo con el banjo casi al final de la actuación extrayendo de él un sonido casi alucinado de resonancias corales. Y Zach llegó a convertir la percusión en un instrumento de viento. Sopló el filo de un plato para entrecortar el soplo; también en el pequeño agujero central del mismo para fundirse con el viento que entrecortaba las teclas del clarinete del francés Xavier Charles. Así los papeles presupuestos se intercambiaban hasta el punto de que la percusión proporcionaba los elementos más melódicos y guitarra (banjo), piano y clarinete eran meramente percusivos. Todo ello en un continuo de transiciones que gravitaban muchas veces sobre las células rítmicas (melódicas) de Ingar Zach convertidas en pulso (latido) y dirección musical. Sobre ellas el trío compuso un entramado de sonoridades que tenían tanto de mística tibetana como de ruidismo industrial. Inquietante a la par que reconfortante.


Ingar Zach
(Huesca 15/05/2011)
© Jesús Moreno

Dans les arbres hipnotiza al espectador a través de una apariencia estática que, sin embargo, está en permanente mutación. Son movimientos casi inaprensibles que dirigen la improvisación colectiva hacia nuevas ideas, hacia nuevos marcos que dividieron el concierto - de algo más de una hora - en varias secciones en las que el virtuosismo está en una contención casi zen apenas pellizcada por los sobrevuelos nerviosos del clarinete mudo de Xavier Charles. Una propuesta que cincela el paisaje muy poco a poco. Como el 15-M, una fecha para el personal recuerdo musical y, ¿quién sabe?, quizá el inicio de una apasionante improvisación colectiva.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

miércoles, mayo 04, 2011

Los Barça - Madrid como síntoma

Soy barcelonista. ¿Qué significa eso? Significa que en algún momento (que no recuerdo) nació mi simpatía por esta institución deportiva; simpatía que con el paso del tiempo (como toda relación humana) ha generado un cariño (posiblemente) irracional por este equipo que, para mi fortuna, tiene diferentes secciones que coinciden ampliamente con mis disciplinas deportivas favoritas.

Durante mi primera adolescencia viví con pasión extrema y seguimiento exhaustivo los avatares del equipo de fútbol; también del basket o el balonmano (incluso el hockey), aunque con menos intensidad. Durante mi segunda adolescencia el fútbol fue quedando en segundo plano e, inoculado el virus por un amigo, el basket pasó al primero (en el que todavía sigue). En ambos periodos de la adolescencia sentí como propias alegrías y tristezas; decisiones arbitrales justas e injustas... insultaba frente al televisor, alteraba mi sueño, compraba las colecciones de pins, utensilios de cocina varios y leía El Mundo Deportivo (por supuesto nunca lo doblaba, al menos no hasta leerlo). Por fortuna superada la etapa la educación me ayudó a poner las cosas en su sitio.

La sobredosis de enfrentamientos entre Barça y Madrid de fútbol en estas últimas semanas resulta una excelente herramienta de análisis y cuestionamiento acerca de muchos aspectos de nuestra sociedad. ¿Cómo vive el personal el deporte? ¿Sabe situarlo en su contexto o, como si de un adolescente hormonado se tratara, lo sitúa en un plano vital superior al de su propia existencia? Puedo entender que al adolescente (que fui) le cueste asumir la verdadera dimensión y relevancia de lo que tanto parece angustiarle pero, ¿es sólo cosa de personas en ese tramo vital? No parece que las gradas estén pobladas mayoritariamente por menores de edad y el comportamiento dista bastante de lo esperable en personas adultas y razonables (que se convierten en ejemplo perverso para quien está en edad de formación). Es razonable pensar que la afición deportiva sirva para purgar fantasmas internos lo mismo que la práctica deportiva nos permite purgar los excesos alcohólicos o gastronómicos de la noche anterior (o la flacidez de nuestra carne sedentaria) pero no lo es que sea a costa de denigrar la dignidad de otras personas como no insultamos al camarero por servirnos el alcohol que nosotros hemos pedido.

Al igual que relacionamos (con asombrosa pasividad) cada periódico generalista con una ideología e incluso como portavoz de un partido político (o grupo empresarial) parece asumido con naturalidad que unos periódicos deportivos son de X y otros de Y. No es, desde luego, el sentido originario del periodismo ni la mayor dignificación posible de la profesión pero a pocos parece importarle. Ahora bien, una vez que esto lo aceptamos como parte del orden natural, ¿no debería existir un límite ético entre la simpatía confesa y la entrega absoluta a las bajas pasiones? El desorbitado seguimiento de los medios de comunicación a esta serie de partidos de fútbol nos ha permitido escuchar íntegras y en directo (antes solía ser materia para la edición informativa posterior) las ruedas de prensa de ambos entrenadores (y del segundo madridista). ¿Qué resulta más patético? ¿El speech de Mourinho en el Bernabeu o las preguntas hacia él dirigidas? Sinceramente me lo parece más la segunda opción. La primera es la de un personaje en su papel; la segunda la de unos fanáticos (honrosas excepciones) en una función que no les debería corresponder.

Al igual que en la prensa 'seria' se ha colado la podredumbre de la prensa del corazón, el fanatismo deportivo (y político, todo hay que decirlo) se ha colado en las interminable cobertura de este acontecimiento futbolístico por parte de medios de todo tipo y condición. Se sitúa un juego - un ejercicio de ocio pasivo para el aficionado - en la cumbre de las relevancias informativas de modo que se incide en la idea de información como entretenimiento que ha conquistado la sociedad de la velocidad global. Un partido recibe tratamiento de noticia de estado implicando con ello elementos ideológicos que desde la noche de los tiempos se les han adjudicado (y ellos han acogido con gusto) a sendas instituciones deportivas. Así al enfrentamiento meramente deportivo se le suma (con mayor importancia si cabe) una lucha de identidades políticas que dan por buena la idea de que las guerras del siglo XXI se han trasladado (al menos en Europa) al terreno deportivo. Las bajas pasiones, la catalanidad y la españolidad marcan paquete testicular a partir de unos goles o de unas quejas arbitrales. Todo eso sazonado con horas de gritos ante el micrófono (y las cámaras), artículos escritos con los bajos y una población que mantiene las formas la mayor parte de las veces en la relación cotidiana y que desfoga odios con forma de SMS o foros de internet.

Por fortuna dentro del infernal ruido de intereses todavía asoman ejemplos de cordura. Cronistas que mantienen la dignidad del plumilla incluso en entornos hostiles para la inteligencia; aficionados que ejercen como tales en la acepción más saludable de la palabra; ciudadanos que son capaces de ignorar voluntariamente una opción de ocio que más bien parece una obligación (como lo fuera el servicio militar para los hombres). Pero siempre quedará el lamento por leer y escuchar a hombres y mujeres aparentemente hechos y derechos caer en la sarta de manipulaciones y odios infundidos, entrar al trapo de las provocaciones barriobajeras y dar coba a actitudes racistas e intolerantes. ¡Qué lástima! ¡¡Qué aburrimiento!!

miércoles, abril 20, 2011

Entrevista con Peter Evans

Peter Evans (Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno

(...) No pienso que sea verdad que todas las formas de tocar un instrumento acústico estén superadas; los instrumentos acústicos son simplemente herramientas que la gente utiliza. Y la gente sigue cambiando en el mundo y el mundo cambia igualmente así que es lógico que si esto sigue sucediendo tú puedas hacerlo igualmente. Estas tecnologías son sólo como espejos para que la gente mire. Así que si sigues teniendo diferentes tipos de personas, la música y el mundo cambian y la cultura cambia y todas esas cosas y, por supuesto, lo que se refleja en esos espejos va a cambiar. Lo que a mí me gusta de los instrumentos acústicos es el hecho de que la tecnología no los ha cambiado tanto con el transcurso del tiempo. O dicho de otra manera, la trompeta que toco ahora es bastante similar a la que existía cien años atrás y a pesar de eso hay un sonido diferente. (...)

(...) Existe una especie de mentalidad de escuela, quizá ahora con más fuerza, que valora definitivamente las aptitudes técnicas sobre muchas otras cosas. Creo que están algo equivocados, no creo que toda la música necesite tenerlas. Hay otras cosas más importantes, la técnica es sólo algo relativo. La técnica cambia en función de cuál sea tu meta como músico. Hay muchos ejemplos: un ejemplo clásico es Thelonious Monk frente a Art Tatum. Thelonious Monk no tocaba el piano como Art Tatum pero tenía una técnica muy específica que le permitía tocar sus ideas de un modo perfecto. Así que si la pregunta es si tenía técnica yo diría que sí, aunque no sea el mismo tipo de técnica de Wladimir Horowitz o Art Tatum. Pienso que quizá se ha mirado un poco con lupa a muchos músicos (...)

(...) Sí, me siento un poco de esa manera [fuera de todo a la vez que dentro de todo]. Lo que es raro es que los músicos han estado haciendo cosas de estas desde hace mucho tiempo. Estuve hablando con Jon Irabagon hace un año o así sobre esta cuestión y los dos pensamos que esta es una batalla que ya tuvo lugar. Tipos como John Zorn o Anthony Braxton, especialmente estos dos tipos, no hicieron negocio hasta que hicieron cosas realmente muy diferentes. Encuentro a estos dos muy inspiradores por esa razón. Están interesados en hacer música y realmente no mucho en definirse a sí mismos dentro de un estilo determinado, algo que yo tampoco encuentro de ningún interés. (...)

(...) Tienes que ser exigente, tienes que tomar decisiones sobre qué te interesa y sobre qué no. Es muy fácil para los músicos decir que estás interesado en todo pero realmente no puedes realmente ir tan lejos con ninguna forma de hacer música en particular a menos que te concentres en ella, al menos durante algún tiempo. Pienso que eso es un peligro; está bien reunir todas estas cosas para crear nuevas formas pero, al mismo tiempo, tienes que ser hacer una inversión real y profunda en los diferentes elementos o sino la música que saldrá no tendrá profundidad. Como la música de Youtube o algo así en que la gente echa un vistazo a un minuto de un montón de cosas sin ningún contexto. Creo que va a ser interesante ver cómo todas estas nuevas tecnologías afectan a los músicos. Yo realmente no crecí con Internet, no crecí con lo de Google, YouTube y todo eso. Y creo que va a tener un efecto diferente en el modo en el que la gente va a aprender la música. No quiero ser una especie de moralista sobre esto, algunas partes son increíbles y otras tienen sus pegas. Pero hasta dentro de unos años no creo que podamos saber qué va a producir. (...)

Entrevista completa con Peter Evans disponible en la edición del 20 de abril de 2011 de Club de Jazz. También se puede escuchar en su versión original en inglés o leer la transcripción.

jueves, abril 07, 2011

'Swinging with Burmese photos' (por Ramón López)

© Ramón López

El pasado mes de febrero el baterista alicantino (de residencia parisina) Ramón López pasó unos días en Rangún (Birmania - Myanmar) con motivo del cincuenta aniversario del Instituto Francés de Birmania. Allí participó en una serie de actividades que incluyeron el trabajo y concierto con músicos de este país asiático. Hijo y nieto de fotógrafos el baterista ha heredado el gusto fotográfico como nos muestra en la soberbia exposición fotográfica de Rangún que expone en la web de Club de Jazz. Con él charlamos de esta experiencia y escuchamos música birmana en la edición del 6 de abril de 2011 del programa.

viernes, abril 01, 2011

Aquéllo que llaman crisis... 'porqués' y 'cómos'

O de cómo entender rápidamente las hojas salmón del periódico del domingo o, dicho de otra manera, entrar en profunda depresión (¡y sin necesidad de Wikileaks!):


EFG (Peter Evans, Agustí Fernández, Mats Gustafsson) - "Kopros Lithos"


¡Vaya mierda! Si alguien les deseó aquello de mucha mierda antes de la actuación, Evans, Fernández y Gustafsson respondieron con abundante en el Dragon Club de Poznan (Polonia) donde tuvo lugar el 9 de diciembre de 2009 el concierto contenido ahora en un fósil discográfico. Las excreciones sonoras del trío han quedado condensadas para la eternidad y puede que en un futuro (en el que el hombre quizá vuelva a caminar sobre sus cuatro patas) alguien recoja este coprolito audible y se asombre por el aspecto amorfo de la música de sus antepasados. O puede que no, quizá para entonces sea asunto común la disparidad de formas y no esté en permanente discusión. Como si de aquella escena de Blue in the face (Wayne Wang y Paul Auster) en la que discuten sobre las diferentes formas del excremento (de la mierda, vamos) se tratara, vivimos en un permanente debate sobre el aspecto formal cuando tan válida es la perfecta redondez como la indescifrable figura llena de aristas. Desconozco si el coprolito de la colección de la familia Gustafsson (que ilustra la edición física de la grabación) fue inspiración previa o posterior a la actuación pero mierda y música comparten textura. Es dura (pues está fosilizada... la caca, claro) y a su vez tiene forma indefinida (la música es un constante fluir de libertad estructural y expresiva) a la vez que tiende a una cierta redondez compacta y reconfortante (todo el mundo sabe a qué me refiero, ¿no?). En definitiva, ¡una mierda! Exclamación que espero entiendan Evans, Fernández y Gustafsson como un piropo cuando de un disco titulado Kopros Lithos hablamos.

Por si hubiera alguna duda, de lo que hablo es de un entusiasmo; el mío, despierto gracias a esta joya de coleccionista (la reducida edición de este tipo de grabaciones la convierte de inmediato en tal). Una alegría que constata que los resistentes de la música, los inconformistas (quizá revolucionarios) se buscan y se encuentran allá donde les dejen. No hay muchos lugares donde se permita hoy que tres músicos suban al escenario sin papel alguno y descarguen toda su furia creativa sin edulcorantes, sin premeditada condescendencia. Por eso este tipo de música es la minoritaria entre las minoritarias, porque pocos logran (intentan) asimilar una expresión musical rara vez limitada de antemano por normas (escritas), por formas y argumentos reiterados que, por insistencia, construyen en nuestro inconsciente lugares comunes que brotan sin el más mínimo esfuerzo. Esta música llena de ruidos, onomatopeyas, masas sonoras, disonancias, ritmos rotos, efectos... nos recuerda quizá demasiado a la vida diaria (¡tan caótica!) y preferimos refugiarnos de ella como quien prefiere una película de ocio hollywoodiense a un drama realista del más crudo cine europeo. Aunque puede que nada de lo dicho tenga sentido porque la música de este Kopros Lithos es ciertamente divertida, tiene una evidente esencia lúdica; porque sólo desde la desinhibición más absoluta y el sentido del humor se puede hacer música tan seria. Seria y compleja: partir del vacío es complejo para el compositor sobre un papel pero más serio es el reto cuando tienes ya un público delante y todo por componer. Se me podrá objetar que de tanto lanzarse al vacío hay un mundo de clichés al alcance de la mano, un salvoconducto para hacer frente a problemas de inspiración tan reiterado como las formas que componen esos lugares comunes antes mencionados. De acuerdo pero, precisamente por eso, tiene para mí más valor esta grabación de ruido acústico (así está descrita en el CD, no como música) en la que las ideas fluyen con tal ingenio y precisión; en la que los silencios forman parte natural de una expresión musical que a veces parece olvidarlos; en la que se logran asombrosos empastes sonoros gracias al dominio de todas las formas inimaginables de tocar un instrumento. Y fluye, fluyen las ideas en un continuo sin que la intensidad (creativa) decaiga. Una densa y compacta masa sonora mantenida en el tiempo se va desgajando hasta caer en la reiteración obsesiva y circular de Peter Evans y Agustí Fernández sobre la que el saxo barítono de Mats Gustafsson mantiene un sereno discurso de notas largas (My ears were ringing!); la genial puesta en marcha de My fingers were glue es el paradigma del valor del silencio como materia sonora que va siendo arañada como si sobre ella se fuera esculpiendo un cuadro de pinceladas inicialmente tentativas y después firmes, desatadas y alocadas. De la insólita trompeta theremín (¿eres tú, Peter?) al estallido delirante de las cuerdas del piano bajo el bombardeo de Agustí pasando por el hombre saxofón (lo de Gustafsson no es un humano tocando un saxo, es un organismo integral) cada uno de los tres aporta lucidez, ingenio y virtuosismo a una resultante febril y exuberante.

Me decía un pianista días antes de escribir estas líneas que para escuchar este tipo de música hay que estar predispuesto y que, además, desde la improvisación libre es muy complicado mantener el nivel para que en todo momento la música sea increíble. Estoy de acuerdo con él siempre y cuando concluyamos que es algo común a todas las músicas; que uno necesita estar predispuesto para escuchar (no hablo de oír) cualquier cosa y que el nivel de excelencia continuo rara vez se produce. Pero me temo que su opinión no iba por ahí sino que es reflejo del estigma que todavía padece (incluso entre los profesionales) una forma de hacer música ajena a la reproducción mediante la lectura de notas o la definición de un marco delimitador de la forma y la estructura; como si sólo se nos hiciera comprensible la naturaleza enjaulada. Y aunque pueda ser agradable un paseo por el zoo de todos es sabido que un animal brilla con todo su esplendor en su propio hábitat.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

jueves, marzo 31, 2011

Música bélica a partir de 'El buen soldado'


El pasado sábado 26 de marzo La2 de Televisión Española emitió en su programa Documentos TV el documental El buen soldado de Lexy Lovell y Michael Uys en el que muestran el tormento de la guerra a través del testimonio de varios combatientes estadounidenses de las guerras de Iraq, Vietnam y la II Guerra Mundial. La diferente motivación de cada uno de ellos en su aproximación inicial a la guerra cambia radicalmente después de la experiencia de la misma. Con esa excusa en la sección musical del programa Más vale tarde escuchamos la música de cantante JJ Grey y su banda Mofro incluida en la película así como hicimos un recorrido por películas y series que han retratado estos conflicto bélicos. Escuchamos música de Generation Kill (con Johnny Cash), La chaqueta metálica (el Hello Vietnam de Johnny Wright) y de la serie The Pacific (la partitura con firma de tres autores):






En el verano de 2009 realicé una serie de programas para Radio Vitoria sobre música de cine. Aprovecho para recuperar este dedicado a la música de las películas sobre la guerra de Vietnam:


lunes, marzo 28, 2011

Sueños barridos en Irak

No creo en casualidades sino en el cúmulo de causas que derivan en lo que denominamos casualidad. Y son esas causas las que me llevaron el pasado viernes hasta el Cine de Isaba (pequeña localidad navarra del pirenaico Valle del Roncal) para ver el documental Sueños barridos en Irak. No es que, de pronto, el culto pueblo de Amanece, que no es poco y su reconocida afición por Faulkner hayan marcado tendencia en poblaciones de apenas cientos de habitantes como Isaba sino que Karlos Zurutuza, periodista freelance y guionista de este documental, pasa en el valle unos meses como profesor de esquí (y es que muchos trabajos vocacionales no dan de comer por sí mismos pese a su enorme valía). Así que como vecino ocasional del valle (causalidades) el donostiarra Zurutuza encontró esta pantalla para mostrar su trabajo, para mi alegría y sorpresa.

Sueños barridos en Irak nos traslada hasta una localidad del Kurdistán iraquí. Nada más lejos de las tradicionales historias bélicas, este documento nos muestra una realidad poco conocida e ignorada (¡tantas!) de la esclavitud humana del siglo XXI. Sometidos a engaño decenas de trabajadores bengalíes terminan en la localidad de Dohuk trabajando como barrenderos. La compañía kurda Artosh se queda con sus pasaportes hasta que se cumplen los años de contrato por lo que, sin él, ni pueden salir del país ni tampoco trasladarse entre poblaciones del territorio, ya que hay controles de carretera entre cada población. Con salarios miserables, sin posibilidad apenas de descanso y sin libertad viven su pesadilla con asombrosa resignación. Esclavitud en una región que, castigada por Saddam Hussein, es quizá la región iraquí con mayor estabilidad económica y social en este momento, en la que la gran riqueza del petroleo les permite el lujo de la explotación de mano de obra barata. Pasen y vean:



jueves, marzo 24, 2011

Conocer o no conocer...

No es una cuestión de datos, es sencillamente que mucha gente prefiere no saber cuál es la realidad sobre algo para poder mantener su pensamiento. El conocimiento te obliga a modificar tus hábitos. Josep Espluga, sociólogo. ('La Vanguardia', 23/03/2011).

'Muerte en Persia' - Annemarie Schwarzenbach


(...) Pues la ausencia de esperanza, la terrible vanidad de toda sublevación descrita en estas páginas, no tiene ya nada en común con la señal de Caín, con la huida que pudo existir al principio. No, en este caso pierden validez nuestros parámetros y explicaciones; lo que aquí se cuenta es, sencillamente, el caso de un ser humano que ha llegado al límite de sus fuerzas... (...)

Para nosotros, la muerte no es un hecho natural; nos llena de desconcierto. Los asiáticos, en cambio, la han integrado en sus religiones como la nada, como la existencia verdadera, como la verdadera fuerza. La aguardan sin tensión; nuestra vida, por contra, es inimaginable sin la tensión, que es su misma esencia. Arrancados de nuestra esfera, de nuestros consuelos habituales - un rostro que respira, un corazón que palpita, parajes plácidos y cambiantes -, no de las alturas que hacen trizas nuestras últimas esperanzas. ¿Hacia dónde orientarse entonces? En derredor nuestro solo hay desnudez, graderías rocosas teñidas de gris basáltico, desiertos amarillos con la cara de un leproso, inertes valles lunares, arroyos de creta y ríos de plata con peces muertes flotando a la deriva. ¿Hacia dónde orientarse, pues? ¡Oh desconcierto, ala entumecida del alma! (...)

Aunque uno de vez en cuando se aferre todavía al dolor, a la amarga nostalgia del hogar y al amargo arrepentimiento, no se acuerda ya de la propia culpa; en vano tratamos de rememorar el principio (<<¿Quién me ha traído a estos páramos?>>). ¡Quien pudiera volver a acusar, volver a apelar a otro ser humano, volver a amar! (...)

(...) huida hacia lo inalcanzable [...], que nos obliga a asumir la incomodidad y la soledad y a interrumpir arbitrariamente la vida que estamos acostumbrados a llevar en un lugar determinado, sin necesidad de justificarla con motivos racionales. *

Estas regiones lejanas están hechas precisamente para hacernos temblar ante todo lo que solo intuimos y que sin embargo nos concierne.**

Annemarie Schwarzenbach Muerte en Persia (1936) Editorial Minúscula.

* Winter in Vorderasien. Tagebuch einer Reise, Zurich, 1934. Recogido en el posfacio de la edicion de Muerte en Persia publicada por Editorial Minúscula.

**Carta a Erich Maria Remarque, del 7 de noviembre de 1933 reseñada en el posfacio de la edición de Muerte en Persia publicada por Editorial Minúscula.


miércoles, marzo 23, 2011

Entrevista con Vijay Iyer

© Prashant Bhargava

Pianista USAmericano, Vijay Iyer nació en 1971 después de que sus padres emigraran de la India en la década de los sesenta. Asentado en Nueva York se ha convertido en uno de los músicos más creativos del Jazz actual a través de sus trabajos a solo, trío o colaboraciones con músicos tan dispares como Roscoe Mitchell, Mike Ladd o Rudresh Mahanthappa. Esta semana actúa a piano solo en Terrassa y Madrid (24 y 25 de marzo, respectívamente) y además acaba de presentar su última grabación, Tirtha, junto a Prasanna y Nitin Mitta.

Sobre que se subraye constantemente su origen en la India como definición personal:
Lo que yo trato es de simplemente hacer un buen trabajo en el que creo, que puedo respaldar, y que es una reflexión auténtica sobre quién soy que ojalá conforme pase el tiempo elimine esos supuestos y esos peligros y, en cierto modo, se convierta en una realidad en sí misma que pueda equilibrar esas fuerzas. Honestamente es lo único que puedo hacer. De algún modo ser un artista y contribuir en la cultura de esta forma en particular es probablemente la mejor manera de cambiar la percepción de la gente y la forma en que la gente presupone las cosas. Porque realmente no lo puedes hacer hablando con ellos. Normalmente lo que tienes que hacer es alentar una nueva realidad de la forma más imaginativa posible. Así es como lo han hecho también los afroamericanos. Es por ello por lo que, de hecho, existe el Jazz. Como una lucha, una forma de saltar y superar las diferencias y superar igualmente este tipo de fuerzas a las que les gustaría imponer y mantener las diferencias.

Músico de la resistencia: Aprendí de tipos como Steve Coleman, Roscoe Mitchell, Wadada Leo Smith, Amiri Baraka, Butch Morris, George Lewis, todas personas inclasificables, muy influyentes, brillantes y genios de la forma de pensar la música moderna. Los veo a todos ellos como parte de una tradición de resistencia, gente que resiste a las categorizaciones, a las etiquetas, a la autoridad y todas ellas son personas que piensan de forma individual muy profundamente, que tienen a su vez una conciencia nacional en términos de conexión con sus comunidades. No se trata de pensar creativamente de forma diferente como si se vieran a si mismo escapándose de su negritud o algo así. (Risas) De hecho sus proyectos suelen tener un mayor compromiso con la música y cultura afroamericanas de una forma muy creativa, imaginativa y poderosa. Eso es lo que me inspira a mí.

La música como expresión ideológica: Para mí hay un cierto grado en el que mi música tiene que ver con comentar esta realidad que existe y, de algún modo, con una utilidad para intervenir sobre la cultura desde los márgenes. Hay un tipo de sentido de urgencia, supongo, y un cierto sentido de invención que requiere hacer eso. (...) Y eso puede implicar turbulencias, puede haber oposición dentro de la música. Tienes que tener oposición en la música. Has de tener un rango de expresión que refleje más la realidad. Hay una cierta cantidad de resistencia que quiero toparme como oyente antes que entrar en algo que esté más resuelto.

Las matemáticas en la música: La prioridad no era resolver una ecuación matemática. La prioridad era investigar el sentimiento de un tipo de asimetría particular. Así que es algo que tiene que ver realmente con el sentimiento en sí mismo; pero luego sobre cómo puedes analizar rigurosamente este sentimiento. Esa era la verdadera pregunta. La pregunta no era, ¿puede la música reflejar las matemáticas? Era más una cuestión de si las matemáticas pueden ayudar a entender mejor la música. Esa era la prioridad para mí. No se trata de las matemáticas en sí mismas sino que se trata de que las matemáticas nos proporcionan, con más rigor y más precisión, una aproximación analítica a los ingredientes de la música. Eso es todo. No soy alguien que pone las matemáticas en un pedestal. Lo dice alguien que pasó muchos años estudiándolas. (Risas) Yo no las mitifico. Para mí resulta más misteriosa la variedad de sensaciones y sentimientos y respuestas que puede crear la música. Y yo quiero estudiar eso lo más profundamente que pueda.

La entrevista completa con Vijay Iyer se puede escuchar en la edición de Club de Jazz del 23 de marzo. También en su versión original en inglés o leer en la transcripción al castellano.

jueves, marzo 17, 2011

Rafa Berrio - "1971"

Todo un descubrimiento personal (dado que años de carrera ya tiene) el donostiarra Rafa Berrio. El pasado martes presenté su último trabajo en la sección musical del programa Más vale tarde de Radio Vitoria (EiTB). Una grabación soberbia con letras punzantes del propio Berrio y excepcionales arreglos (teniendo en cuenta los medios) de Joserra Senperena bajo el título de 1971. Una fecha simbólica para alguien nacido en 1963 desencantado con el tiempo presente y que, sin embargo, teme su paso desaprovechado en temas como Simulacro. Alguien que conozco me lo describió como el Franco Battiato ibérico. Si lo hubiera firmado el italiano quizá todos aplaudiríamos con las orejas.







Como complemento de la música programada en la sección dejo este video de su Las mujeres de este mundo:

miércoles, marzo 16, 2011

Entrevistados

Sidsel Endresen: (...) Siempre me ha preocupado la palabra ‘nuevo’ porque nunca sé si algo es realmente nuevo. Pienso que son desarrollos diferentes y lo que debería ser nuevo es tu propio uso de algunos elementos musicales que están mucho más presentes hoy. Así que esta es probablemente la parte original de lo que es nuevo. (...)

(...) Ha cambiado, sí. Por supuesto. He trabajado durante treinta años y al principio gran parte del trabajo que hice estaba conectado con los ideales que yo tenía en ese momento, con mis héroes y mis heroínas y, por supuesto, está ese deseo de, de algún modo, tratar de emular algo de lo que hicieron que yo sentía que era tan fantástico (risas). Pero es un proyecto que dejé hace mucho tiempo y pienso que ahora miro… ¡quizá soy cada vez más egocéntrica! (risas). Ahora miro más lo que estoy haciendo yo misma. Pero ahí están, para siempre, gente como Joni Mitchell, Billie Holiday, Chet Baker, ya sabes, mis primeros héroes están ahí todavía. (...)

Puedes escuchar la entrevista completa en la edición del 16 de marzo de Club de Jazz, también en versión original en inglés o leer la transcripción.

Joachim Kühn: (...) Los sesenta fueron un tiempo muy importante para el Jazz porque gente como Cecil Taylor u Ornette Coleman liberaron la estructura, el esquema del Hard Bop de repetición, de cambios de acordes, sobre todo 32 compases, ya sabes, repitiendo sin fin. Eso no podía ser la vida. Yo pensaba lo mismo de forma natural pero no lo supe hasta que conocí a gente como Ornette y Cecil Taylor y salté inmediatamente a eso porque sentí que ahí podías expresarte a ti mismo personalmente de la mejor manera. Puedes escribir tu propia música de un modo más libre especialmente viviendo en Alemania del Este donde no había libertad para nada en la vida diaria pero en la música podías encontrar la libertad y era una forma también de escapar de la vida dura en ese momento en Alemania del Este. (...)

(...) Era un movimiento que estaba teniendo lugar por toda Europa. Quizá no demasiado en España porque España estaba viviendo el franquismo y quizá no era el momento para tener la evolución del Free jazz. Pero en Europa central hubo mucho. Quiero decir que hicimos de aquello nuestra forma de vida. No éramos muy ricos pero podíamos hacer nuestra vida, teníamos suficientes conciertos en festivales así que podíamos hacer de ello un modo de vida, de tocar sólo Free Jazz. Al cabo de cinco años me dije que finalmente tenía que volver a cierta armonía, volver a la melodía. Todo es música y no quería ser etiquetado como un músico de Free Jazz porque no es suficiente, sólo es una pequeña parte de toda la música. (...)

Puedes escuchar la entrevista completa en la edición del 2 de marzo de Club de Jazz, también en versión original en inglés o leer la transcripción.

Majid Bekkas: (...) La música gnawa es la música negra que existe en Marruecos y viene de África occidental. Muchos africanos negros vinieron a Marruecos en el siglo XVI y la música gnawa es la cultura que ellos nos trajeron, la que aprendimos de los africanos. Esta música tiene el mismo dolor que el Blues en América. Las características de esta música es que tenemos el guembri, que es el bajo, un bajo tradicional, y es el instrumento principal. A menudo se toca junto a la percusión, esta percusión se llama karkabou, es como las castañuelas en España. ¡Hay muchas similitudes también con el flamenco en esta música! (...)

(...) Como Youssou N´Dour. Lo que él hace en Senegal no es como lo que hace en Europa, incluso musicalmente. Lo entiendo porque si hiciera en Europa lo que hace en Senegal no tendría mucho éxito. El éxito de Youssou N´Dour en Senegal es con el Mbalakh. Si no hiciera Mbalakh no tendría éxito con los senegaleses. Yo tengo el mismo problema en Marruecos. Tengo que hacer mucha música comercial aquí, música de baile, si quiero tener éxito. La diferencia en Europa es que a la gente le gustan las cosas rítmicas pero también les gusta escuchar la música. En Marruecos tienes que bailar. Tienes que hacer todo el tiempo música para que bailen. A veces ni siquiera te escuchan. (...)

Puedes escuchar la entrevista completa en la edición del 2 de marzo de Club de Jazz, también en versión original en inglés o leer la transcripción.

miércoles, marzo 09, 2011

Marilyn Crispell & David Rothenberg - "One dark night I left my silent house"


¿Cómo se forman los estereotipos? Si uno menciona el concepto 'libre improvisación' en la música tiende (creo que esto no es exclusivo por mi parte) a asociarlo a una música de natural árida, disonante y tendente a un cierto ruidismo. Y, sin embargo, ¿es esto necesariamente así? No, claro. Si uno empieza a hacer repaso a su memoria musical se puede encontrar con múltiples ejemplos que resultan acogedores, cálidos, consonantes... ¿Por qué entonces se perpetúan los estereotipos? (dejo abierta la pregunta para quien quiera apuntar respuestas). Es verdad que en One dark night I left my silent house hay disonancia (un transcripción melódica y armónica de la música lo mostraría sin lugar a dudas); habrá quien incluso considere árida la exclusiva instrumentación de piano y clarinete (más pequeñas percusiones en algunos casos) y perciba un cierto punto ruidista (aunque sea el del pico del pájaro carpintero en Still life with Woodpeckers). La música del dúo Crispell / Rothenberg es improvisada de principio a fin (dice Rothenberg que a la pianista no es muy amiga de ensayos, que prefiere la improvisación en un primer encuentro) y el regusto y digestión de su encuentro es sumamente agradable e íntimo; hace honor al título.

El título de este disco ECM (que lo es a todos los efectos) está tomado de una novela del austriaco Peter Handke (guionista en la referencial El cielo sobre Berlín de Wim Wenders) que en España se tradujo como En una noche oscura salí de mi casa sosegada (asumo esa como la traducción, aunque prefiera 'silenciosa' en vez de 'sosegada'). Y ya que la noche era oscura y la casa sosegada (¡silenciosa!) la música de este dúo se interna en ese espacio de serenidad e intimidad en el que el discurso musical flirtea en ocasiones con los límites de la sonoridad del propio instrumento (el clarinete bajo de Rothenberg es en ocasiones - Companion: Silence - sólo aire) y juega con la capacidad de hipnosis de las reiteraciones melódicas y rítmicas (el halcón Rothenberg trata de someter al inquieto ratón Crispell a base de vuelos circulares en The hawk and the mouse). ¡Qué hermoso sonido el del clarinete bajo! No falla, siempre que lo escucho acude a mi memoria el de Eric Dolphy en las sesiones del Village Vanguard junto a John Coltrane (hay otros, por supuesto, como el de Louis Sclavis). Aunque también interpreta el clarinete, brilla Rothenberg con el bajo ya que su sonoridad brumosa envuelve y se deja envolver por la noche del piano de Marilyn Crispell. Eso sí, cuando amanece, el clarinete vuela y revolotea en What birds sing de forma tan graciosa que hasta el sonido de las clavijas del instrumento parece el aleteo de un pájaro. Un canto aviar especialidad de la casa.

Además de músico el señor Rothenberg es filósofo y naturalista. Estudioso de cantos aviares o incluso de cetáceos tiene dedicados libros al estudio de su música y con ella ha realizado grabaciones como Whale music (Música de ballena) o Why birds sing (Por qué los pájaros cantan) que, contra lo que se pueda intuir (estereotipos), nada tienen que ver con esas infusiones musicales destinadas a desatascar almas urbanas en pena sino que Rothenberg toca y su banda son pájaros y ballenas (el resultado, en ocasiones, de sorprendente naturalidad). Algo de ese vuelo libre se percibe en improvisaciones como Grosbeak (picogordo) con el clarinete o en la ya mencionada What birds sing, al igual que se intuye cierto grado de inmersión oceánica en las reverberaciones del bajo en la inicial Invocation.

Con los condicionantes de un instrumento monofónico como compañero el piano de Marilyn Crispell es quizá el que más se amolda a la propuesta del otro. No es, por supuesto, un planteamiento de pianista acompañante de un solista pero, por su condición polifónica, sirve muchas veces marcos ambientales para Rothenberg. Un piano casi espectral que sólo en ocasiones se permite un discurso hilado en los tiempos lentos (Owl moon) y que en la mayoría de ellos sirve de arpa con las cuerdas (Tsering) o de color armónico (Stay, stray). Además Crispell trabaja la pequeña percusión (dejando de lado incluso el piano) para emular el repiqueteo del pájaro carpintero o, con un tamboril, invocar en una especie de danza ritual (Still life with Woodpeckers). Una muestra de la amplitud de registros de esta pianista capaz de hilar los discursos percusivos, fragmentarios y torrenciales de la improvisación más radical y extrema (algo de ello hay en, por ejemplo, Motmot) o de jugar con el silencio, los espacios y la administración de recursos del Jazz atmosférico (Invocation) sin olvidar la exploración de diferentes tipos de digitación y percusión de las cuerdas del piano (The Way Of The Pure Sound).

Con la Evocation final (un espiritual en toda regla) se cierra un trabajo de matices y sutilezas; feliz improvisación libre de espíritu nocturno y energías renovadas en sus incursiones al alba.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.


viernes, marzo 04, 2011

La diferencia

Nada hay más difícil que materializar la propia diferencia.

Melania Mazzuco - Ella, tan amada (Lei così amata) 2000

miércoles, marzo 02, 2011

Punto de Vista 2011

Una rápida consulta al diccionario en línea de la Real Academia Española de la Lengua nos desvela que la palabra 'festival' tiene una primera acepción (considerada 'adjetivo anticuado') que se refiere a ella como "festivo". La segunda la define como "fiesta, especialmente musical" y la tercera como "conjunto de representaciones dedicadas a un artista o a un arte". Nada dice, sin embargo, de las consecuencias de su uso práctico. No es competencia de la RAE pero todos sabemos que la "fiesta" y sus diferentes "representaciones" pueden tener efectos adversos en el día después y estos los resume una palabra que también tiene sus diversas acepciones en el diccionario: resaca. No hace falta acudir a ellas para hacerse una idea de sus contraindicaciones.


Dado que el Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, Punto de Vista, es una "fiesta" - al tratarse de un "conjunto de representaciones dedicadas" tanto a "un artista" (varios, de hecho) como a "un arte" - y esta fiesta se ha acabado hace tan sólo unos días (el pasado domingo 27 de febrero) estamos ahora en el momento de la inevitable resaca, que suele ser un estado en el que la euforia se rebaja o directamente se hunde en el fango. Es lo que tienen los festivales, que de tan concentrados le hacen a uno creer que vive en una realidad que después descubre que no es la suya. O visto de otra manera, la realidad se hace más patente cuando el tsunami festivo desaparece y deja a la vista la escombrera. Es entonces, en el momento en que las aguas se retiran, cuando se hace patente el naufragio. ¿Dónde están todos los que estaban? ¿Dónde han ido a parar tantas horas de estímulo desde una pantalla o en una charla posterior? ¿Hay alguien ahí? El eco devuelve silencio.

No quiero pecar de excesos pesimistas pero recuerdo, en mi defensa, que estoy en plena resaca así que perdóneseme la negrura. Durante seis días viví creyendo que aquí se pensaba, se dialogaba, se reflexionaba a partir de los muy diferentes puntos de vista de tipos venidos de todas partes. Pensé que vivía en una ciudad en la que era posible admirar lo insólito en una pantalla, compungirme ante miserias ajenas sin el edulcorante buenista de las majors del cine o sonreír (¡incluso!) ante historias con alzheimer como logró Alan Berliner con su fascinante Translating Edwin Honig: A Poet´s Alzheimer, retrato de la degradación de la memoria con la complicidad (consciente primero, inconsciente más tarde) del poeta Edwin Honig. Berliner logra dignificar la rítmica y rima del olvido de un hombre que jugó con el ritmo de las palabras y que ahora lo hace con los sonidos guturales. Un derechazo directo a las emociones de tan sólo 19 minutos. ¡19 minutos! ¿Qué sala de proyecciones se permite un pase de tan sólo 19 minutos? (No vendría mal una reflexión sobre el papel de las salas de cine que, con pérdida de espectadores, siguen ancladas en el largometraje de ficción).

Edwin Honig

Los mismos 19 minutos de Berliner son los que utilizó Jeanne Liotta para mostrar en Crosswalk los ritos procesionales de sus vecinos católicos en un barrio de Nueva York durante la Semana Santa. Más allá del contraste del entorno de la gran urbe por excelencia con la manifestación callejera de ritos que pertenecen a un pasado de superstición (y el anacronismo del que dan constancia las imágenes y el sonido) Liotta no va mucho más allá del mero registro de ese acto religioso que lo mismo puede servir para que sus participantes guarden recuerdo como para que servidor constate que ni Nueva York se libra de los Cristos yacentes. ¡Qué cruz! Claro que el peso de la misma se triplicó con el Erie de Kevin J. Everson que nos sometió a una sesión de resistencia nerviosa con su retrato (viaje Sur - Norte) de la población negra de los Estados Unidos. Contemplar durante once minutos ininterrumpidos a una niña mirar fijamente una vela, a dos hombres compitiendo en esgrima o a un señor tratando de abrir su coche con alambre y destornillador no impulsó en mi inconsciente una reflexión sobre la vida del ciudadano negro en los Estados Unidos sino la curiosidad malévola de saber si la niña se consumió antes que la vela, el anhelo de unas espadas de filo cortante o la pregunta directa al director acerca de si ese pobre hombre había obtenido premio a su tenacidad (algo que, por cierto, no llegó a aclararme). ¿No era el cine estadounidense paradigma del ritmo? Everson lo puso a prueba y logró que la representación neoyorquina de la Pasión de Cristo resultara una divertida película gore.

¿Qué se consumió antes? ¿La niña o la vela?

Ritmo, ritmo, ritmo. Sin prisas, pero con aprecio por la agilidad, de Estados Unidos llegaba igualmente Foreing parts, trabajo conjunto de Véréna Paravel y J.P. Sniadecki sobre una realidad que como la de Liotta se circunscribe a un minúsculo espacio de Nueva York. Un solar inmundo lleno de talleres de reparación de coches con los que sobreviven un grupo de ciudadanos (hispanos en su mayoría) a través del ingenio y la prolongación vital de la chatarra (o lo que tendemos a condenar de antemano como chatarra). Un lugar degradado (sin asfalto, luz, etcétera) amenazado por futuros proyectos inmobiliarios (esto me suena de algo) en el que la lucha por la vida dignifica a unos personajes que Paravel y Sniadecki retratan en sus gozos y miserias como dignos representantes de una ciudadanía amenazada por (¿utilizo el genérico? ¡Venga! ¡¡Sí!!) los mercados. Premiado como mejor largometraje en esta edición de Punto de Vista no sería mala proyección para los Callejeros de nuestras televisiones patrias. La miseria puede ser interesante (sí, entretener) sin ser espectáculo. Sus "actores" son personas, no bufones.

Esto también es Nueva York

Entretiene, informa y emociona la Nostalgia de la luz del chileno Patricio Guzmán, documental que logra establecer una conexión insospechada entre la astronomía y la búsqueda de familiares desaparecidos por la dictadura militar de Pinochet. Todo ello con el magnífico escenario del desierto de Atacama. Entretiene, informa y emociona el experimento de cartas audiovisuales entre José Luis Guerin y Jonas Mekas (Correspondencia Jonas Mekas - J.L. Guerin) todavía en proceso de realización (work in progress que decimos los pedantes) y que, por lo montado hasta el momento, desvela la actitud lúdica con la que Mekas se ha tomado este juego en contraste con la mayor gravedad de Guerin quien - además de clavarnos el doloroso puñal del asesinato de la joven crítica eslovena Nika Bohinc (29 años) en Filipinas junto a su pareja, el también crítico filipino Alexis Tioseco - dejó constancia de su obsesión por la belleza femenina (¿o el obseso era yo?).

El cielo y la tierra de Patricio Guzmán

¿Cómo es el verdadero amor? Además de las opciones principescas del cine de una tarde de domingo el verdadero amor es el de cada cual y el True Love de Ion de Sosa es fragmentario, lascivo (¡como debe ser!), rutinario, quebrado, colectivo, resistente... la vida misma. A algunos les debió parecer que la vida de Ion de Sosa puede ser ofensiva si nos atenemos a la advertencia en taquilla de película con "imágenes explícitas" que "pueden herir su sensibilidad". ¿De quién partió tan absurda iniciativa? ¿Hiere un desnudo? ¿Una gastroscopia? ¿No hiere acaso la miseria que retrata Foreing parts? Tales advertencias parecen tan fuera de lugar y anacrónicas como el Cristo neoyorquino de Crosswalk. De Sosa fotografió sorprendido la nota con su teléfono móvil. Como sorprenden, para bien, los 90 minutos de fascinación visual de Vrindavana, retrato de una población del norte de la India (la India una vez más como polo de fascinación para el Arte) del argentino Ernesto Baca. Sin palabras, sin subrayados pedagógicos, con el poder de los sonidos que informan tanto como las coloristas ceremonias acerca de la indescifrable (para estos ojos y oídos occidentales) comunión humana de la devoción religiosa hindú.

Comunión de seres en Vrindavana

Como punto de vista personal que supone casi toda acción humana el documental no lo es menos y el resorte creador del documentalista salta muchas veces de forma insospechada. Sus motivaciones son personales pero se le supone capacidad de trascendencia de lo personal a lo global. La libertad de interpretación es uno de los derechos del espectador pero en ocasiones la pantalla es críptica. Veo una familia viviendo en precario junto a unas obras; a un relojero ejerciendo el oficio en un pequeño kiosco callejero; una partida de ajedrez; las quejas salariales de una empleada de filmoteca; la asignación laboral de un puesto de traductor en un ministerio; el amargor desquiciado de una mujer que acusa al Estado de haber hecho de ella una indigente... Sabemos de antemano que la película se desarrolla en Ereván (la capital de Armenia). ¿Es un retrato de la ciudad y sus gentes? Según Comes Chahbazian su Ici-Bas no lo pretende. ¿Por qué esos personajes y retratos? ¿Qué se muestra con ellos? No hay respuesta, el director devuelve la pregunta en forma de boomerang durante la conferencia de prensa. No hay mensaje, yo no lanzo mensajes, confiesa después en conversación personal.

La memoria del anciano es - mientras sea posible acceder a ella - la forma más valiosa de acceso a la memoria histórica. Noëlle Pujol nos cuenta la de Jean Dougnac en Histoire racontée par Jean Dougnac, un documental que carece de planificación previa. Cámara fija en el dormitorio de Jean que permanece en cama y apoya su espalda sobre el cabezal. Una realidad íntima confesada que concierne a la directora (la historia de su propia familia) y que, sin embargo, está llena de retazos de la moral social de una época y un lugar. Una historia contada como siempre se ha hecho: por transmisión oral (aquí con la cámara como micrófono). Sencillez de la que carece la hiperbólica historia de amor entre Leonard y Mary contada por Brent Green en Gravity was everywhere back then. Película de inmensa labor artesana - donde hay tanto animación como movimiento en stop-motion de actores y elementos de un escenario creado por el director en el patio trasero de su casa - para dar cuenta de la insólita historia de amor entre una pajarera y un empleado de almacen que se conocen por accidente (y en un accidente) y la posterior tragedia desatada por la enfermedad y muerte de ella. La cargante narración en off (de excesos melodramáticos) lastra la digestión de un planteamiento visual del que se agradece el detallismo e innegable complejidad e ingenio.

Pesca animada en Gravity was everywhere back then

Como quien bebe alcohol al amanecer de la borrachera con el propósito de neutralizar el dolor de cabeza (¿?) recuerdo hoy mi particular Punto de Vista. Visión de una pequeña parte del gran todo que ofreció y que resulta inabarcable salvo para el todopoderoso (que debe de andar preparándose ya para el martirio neoyorquino de cada año). Amigo de la dispersión y continuidad en el calendario de propuestas inteligentes me agarro al concentrado formato de festival como el sediento a la botella (o el resacoso, ya que estamos). ¡Larga vida a Punto de Vista! Un cóctel molotov de inteligencia reflexiva de explosión anual. Lo más parecido a la kale borroka contra la indiferencia y el sopor que servidor haya visto en esta autoproclamada tierra de diversidad navarra. Un efecto óptico insólito para el que no hacen falta gafas en tres dimensiones sino algo mucho más prosaico: la curiosidad.

© Carlos Pérez Cruz

Joachim Kühn - Majid Bekkas - Ramón López - "Chalaba"


Como encantadores de serpientes, como flautistas de Hamelín, Joachim Kühn, Majid Bekkas y Ramón López nos convocan de nuevo a una conjura musical hipnótica llena de vitalidad. La fórmula no se ha agotado porque la fórmula no es tal. Nada tiene que ver la pervivencia de este trío con el hallazgo de una pócima mágica sino con la constancia de una conversación policultural que ha ido estrechando sus lazos hasta dar forma a un espacio lingüístico propio. Esa es para mí una de las grandezas de este trío que ha hecho de la diferencia semejanza y asimilación. El diferente bagaje formativo y profesional de los tres ha confluido en un idioma común que suena fluido, lógico, natural. No hay 'Fusión' en este proyecto, no es Jazz con música árabe ni africana, no hay un estilo que predomine o dos estéticas que mantengan estáticas sus formas propias y empasten. Todo resulta mucho más natural. Han logrado el milagro del sonido propio.

No hay en Chalaba (ni en las dos grabaciones anteriores: Kalimba y Out of the desert) la condescendencia que se puede percibir en otras intentonas occidentales de hacerse con la magia africana. No hay desembarco de tropas en busca del punto exótico sino el cruce de tres seres humanos de desbordante ingenio musical que al cruzarse han hallado una ideología común: la Música. No se rebajan instintos sino que éstos se acentúan y así Joachim Kühn puede volar sobre el teclado sin restricción (y balancear la cabeza en su tradicional éxtasis), Ramón López ser el baterista con el oído más afinado para la respuesta más insospechada y genial (escúchese la ingeniosa sutileza en The second egg y su capacidad de reacción inmediata) y Majid Bekkas demostrar que una tradición ancestral no es inevitablemente de cera, se puede exponer (sí) pero también seguir y diversificar sus propios caminos. Puede asombrar el encaje de cantos rituales de Soon in June con las líneas melódicas de cierta ortodoxia jazzística de Kühn con el saxo (y el posterior estallido vocal durante la parte más rítmica de la pieza) pero mientras uno escucha es incapaz de percibir lo que de oficio y estudio puede haber en ello. Simplemente se produce ese estado de ensoñación que la música de tonalidad africana (¡qué generalización! Lo sé) despierta en los oídos occidentales y uno queda a merced del encantamiento; de la fascinación de ver sustituido el grave sonido del contrabajo de tradición 'jazzera' por la sonoridad más reverberante y rústica del guembri (el bajo de la tradición musical gnawa) en un tema tan jazzísticamente etéreo y deshilachado como Back to normal en el que Bekkas proporciona una especie de bajo continuo obsesivo que, a su vez, asienta el tempo lento sobre el que hace un solo fragmentario Kühn. Entre ellos López juguetea con las escobillas respondiendo a las digresiones del piano tanto como reforzando la constancia rítmica de Bekkas (recomiendo una escucha centrada en la batería de Ramón para ser conscientes de la riqueza de algo tan discreto). Un tema que retoma la "normalidad" de un Jazz más reconcentrado, música menos bailarina, previo a la sorpresa del disco: Play golf in the fresh air.

No me imagino a Joachim Kühn, Majid Bekkas y Ramón López echando unos hoyos entre concierto y concierto pero menos podía imaginar encontrarme con un tema tan vacilón, surfero, rockero y digno de una persecución de coches fílmica como éste en el que no puedo dejar de visualizarlos sobre una tabla de surf oteando el horizonte y bailando sobre las olas (¿ibicencas?). Vertiginoso y divertido cambio de registro el de un tema cuyo título es un secreto entre los músicos, según Kühn. Al menos sabemos que ninguno de ellos juega al golf porque son demasiado jóvenes para ello. Esta travesura con firma de Joachim Kühn preludia al tema que da nombre al disco, Chalaba. Majid canta y se acompaña con el guembri hasta que con éste y con los tambores de Ramón se establece el ritmo (el guembri permanece entonces como bajo ostinato) al que más tarde se suma Joachim con el piano. Voz y guembri son el color africano (tradición musical gnawa) con sabor de Blues primigenio (según Majid la tradición gnawa expresa el mismo 'dolor' que el Blues americano). Después de caminar por un plácido pulso de trance el tempo se dobla y la música se convierte en una ceremonia circular y trascendente acompañada por las "palmas" del delirio colectivo en la batería de Ramón López. En Hamdouchia Bekkas es quien aprovecha el ostinato rítmico que es el tema en sí mismo para improvisar con el oud (las posibilidades del estudio le permiten grabar el bajo del guembri) y, en la línea de Back to normal, el trío retoma con The second egg el Jazz más abierto y evanescente en el que el guembri es lo más parecido a un contrabajo en estas lides, dejando de lado el sustento rítmico de la mayoría de las ocasiones.

¡Cuánta música en un solo disco! Si lo reseñado fuera poco no dejan de sorprender las reminiscencias indias de Asmaa, que suena a la India no se sabe si más por la tabla que percute Ramón López o por la propia melodía en el oud de Majid Bekkas. Asombra la facilidad con la que Joachim Kühn arroja miles de notas sobre los ritmos trotantes del tradicional Mimoun Saadiyamou o la estimulante puesta en escena de Enjoy que, en ocasiones, parece un reggae playero (¿Ibiza otra vez?). Y, sobre todo, me admira la habilidad que los tres han tenido para, después de años sembrando, haber logrado que de tan natural esta música parezca un estilo; pero el estilo es suyo. Una verdadera obra de Arte surgida de la curiosidad, el trabajo y el diálogo creativo.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

jueves, febrero 24, 2011

La piratería y el futuro de la música grabada según Moppa Elliott (MOPDTK)


(...) El hecho de que muchas cosas sean descargadas está haciendo mucho por desmontar y destruir la cultura empresarial del capitalismo musical – supongo que es la manera de decirlo – pero para ciertas personas utilizar las grabaciones como una manera de hacer piezas de arte que después vendes a otra persona – y cuando compras una grabación estás comprando una pieza de arte – será siempre viable sólo que en una escala mucho más pequeña. Así que esta idea de finales del siglo XX de imprimir un millón de copias de una grabación y venderlas a un millón de personas pienso que se ha acabado porque la gran mayoría de esa gente compraría una grabación de Michael Jackson y escucharía una canción una y otra vez y luego la dejarían en el estante y no la volvería a tocar. Tienen una muy efímera y fugaz relación temporal con la música (es como una especie de banda sonora de sus vidas) mientras que la gente que está interesada en la música como algo artístico (que pienso que constituye la mayor parte de la audiencia del tipo de música que hacemos nosotros y otros grupos como nosotros) siempre va a estar dispuesta a pagar dinero por una pieza de arte. No importa la forma que sea, ya sea una descarga digital o un objeto real como un CD o un disco o lo que sea. Y esa experiencia de adquirir una pieza de arte que te habla será siempre viable sólo que no en el modo en que las compañías discográficas pueden coger a un tipo al azar y vender millones de copias de melodías pop absolutamente genéricas. (...) Sí, nos estamos alejando de la era de los múltiples discos de platino del pop pero no pienso que eso sea necesariamente malo. E igualmente no pienso que necesariamente nada esté cambiando de forma drástica en el mundo. Sigues teniendo una gran mayoría de gente que escucha los ‘Cuarenta Principales’ y cada mes es una canción diferente y realmente no importa lo que sea así que, a quién le importa. ¡Ese no es el tipo de gente que va a venir a este concierto! (...)

Extracto de la entrevista con Moppa Elliott (bajista de 'Mostly Other People Do The Killing') emitida en la edición del 23 de febrero de 2011 de Club de Jazz, disponible en versión original en inglés y transcrita en castellano aquí. La conversación tuvo lugar antes de su actuación en Huesca el pasado 15 de febrero de 2011.


miércoles, febrero 16, 2011

Mostly Other People Do The Killing - Centro Cultural "El Matadero" Huesca 15/02/2011


Kevin Shea, Peter Evans, Moppa Elliott y Jon Irabagon
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno

No recuerdo mucho de la película de Kenneth Branagh Peter´s friends (Los amigos de Peter) pero mi memoria la rescata mientras trata de reconstruir con palabras un concierto como el que el cuarteto Mostly Other People Do The Killing (algo así como 'mayormente son otros los que matan') ofreció en Huesca; me la sugiere como título para la reseña, como frase de aparente ingenio y enganche para el lector, pero titular es el arte de la concreción y como tal tiene implícito el riesgo de confundir una parte con la totalidad. Lo pienso mientras conduzco de vuelta a casa pero, aunque me obligue a ello como crítico, no logro dejar de pensar en esa parte llamada Peter Evans dentro del todo de MOPDTK (acrónimo que poco simplifica, por cierto). Que mientras reflexiono sobre ello suene el Live in Lisbon del Peter Evans Quartet tampoco invita a la abstracción. La realidad se impone: estoy impresionado con el trompetista.

Quede dicho de antemano que quien esto escribe es trompetista pero, hasta hoy, el instrumento ha quedado en segundo plano en el momento de hacer valoración de la música ajena. Si hay trompetista en un concierto me fijo, obviamente, en particularidades técnicas que me pueden interesar por cuestión de oficio pero tiendo a concentrarme en la música como expresión colectiva. Sin embargo durante la actuación oscense del cuarteto mis orejas dirigieron la mirada a un objetivo casi exclusivo por una cuestión de asombro. Lo que es capaz de hacer Peter Evans no se lo había escuchado a ningún trompetista en mi vida. No por sus extraordinarios agudos, registro medio y graves (incluidas notas pedales), ultrasónico doble picado, flexibilidad, vertiginosos saltos interválicos, inagotable resistencia (respiración continua incluida) o velocidad de fraseo sino porque todo ello son virtudes de un mismo tipo que, además, van complementadas por un sonido acogedor y redondo incluso en los agudos más extremos y, lo que es más importante, por un sentido de la improvisación absolutamente vibrante y creativo. Tiene tan sobradas facultades que cualquier cosa que se le ocurra la puede lograr. ¿Qué velocidad melódica habría alcanzado el Be Bop de haber compartido escenario en su fundación con Charlie Parker?


Peter Evans y Kevin Shea
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno

No con 'Bird' pero sí con otro buen saxofonista, con Jon Irabagon, comparte soplidos Peter Evans. Si el trompetista es músico de múltiples registros estéticos (escúchesele interpretando el Primer movimiento el Concierto de Brandenburgo nº2 de Bach, prueba del algodón de estilo y resistencia) Irabagon demuestra igualmente capacidad de adaptación a las exigencias del guión. Capaz de arrollar con una grabación como Foxy (que suena inmediatamente después de la de Evans en el viaje de vuelta), y su más de hora y cuarto de visceral soplo ininterrumpido (¡¡!!), en la noche de Huesca se mostró mucho más comedido. Un saxofonismo elegante, pulcro e impoluto (a tono con la trajeada pose del grupo vestido para la noche del baile de graduación) que de vez en cuando rompía en humoradas efectistas (en todo baile de graduación llega el momento de hacer de la corbata cinta de pelo) o de citas (como la del inicio del Primer movimiento de la 5ª Sinfonía de Mahler... de trompeta en el original). Irabagon y Evans llevan el peso evidente del reparto de solos que incluso se solapan en el momento en que uno de los dos recoge al vuelo una idea expresada por el otro; se construye así una doble línea improvisadora con identidad diferenciada que, sin embargo, pareciera hecha para el acompañamiento el uno del otro. La capacidad de caer conjuntamente a las pocas guías temáticas que dan rienda suelta o asoman en cada bloque musical (más que temas son bloques de improvisación a partir de unas pocas células rítmicas y melódicas) es de una precisión milimétrica; su conjunción tiene lo mejor del trabajo académico y de la libertad que se le supone a esta música. En ese sentido la música de MOPDTK (es imposible no pronunciar el nombre completo para poder escribir el acrónimo) sigue unos patrones muy básicos, muy propios del Be Bop, en el sentido de que la melodía es la excusa para improvisar. De hecho muchas de las melodías leídas eran pura ortodoxia bebopera aunque con el aditivo de mil y un colorantes estéticos en su exposición y desarrollo.


Moppa Elliott y Jon Irabagon
(Huesca 15/02/2011)
© Jesús Moreno

Se convierte así el cuarteto en un grupo revisionista porque trabaja a partir de formas del Jazz straight-ahead y, sin embargo, lo hace con tal vitalidad, personalidad y sentido del humor que poco o nada tienen que ver con otras formas institucionales de evocación del pasado musical. No replican sino que añaden a los condimentos esenciales especias picantes que sazonan con sus exuberantes capacidades técnicas, referencias rockeras, rítmicas desatadas o pequeños apuntes de electrónica y pregrabados (lanzados por el baterista Kevin Shea) que se plantean más como diversión que como concepto sonoro o estilístico. Es tal la "irrelevancia" de la exposición temática que unos temas se funden con otros hasta el punto de que, como dijo el bajista Moppa Elliott, hemos empezado por 'Evans city' y luego no recuerdo qué hemos tocado. Es más, uno tiene la sensación de que muchas veces no existen tales temas y que simplemente cumplen con el protocolo de presentación al público inventando títulos con nombres de localidades de Pensilvania (Elliott nació en ese Estado). Presentada una de esas ciudades Peter Evans le respondió: ¿Y es una ciudad feliz? No lo sabemos pero sí que esa ciudad sonaba a 'Sol menor' por indicación de Moppa.

Moppa Elliott es quien impulsó la creación de este grupo allá por 2003. Él es quien firma las composiciones, quien habla por el grupo y, sin embargo, quien ejerce la más discreta de las funciones en el escenario. Muchas veces calla (podrían funcionar perfectamente como trío de vientos y batería), otras refuerza golpes rítmicos de la batería de Shea y en otras digita un efectivo y tradicional walking. Su trabajo es de cohesión de un grupo donde dos solistas se imponen de forma muy evidente y, sin embargo, donde sin él ni Kevin Shea no habría sonido MOPDTK (¡se me resiste!). Aunque Peter y Jon apabullen con su virtuosismo (rara vez gratuito) los dos de atrás (por posición escénica) no quedan en meros sideman intercambiables sino que tejen la red y provocan. Kevin Shea - que inició concierto con un solo de irónica sobreabundancia golpeadora - es el loco perfecto que toca una batería que es de Jazz tanto como de Rock como también espasmódica (¿género en sí mismo?). Su cara de niño travieso, ausente e imperturbable con traje y recién levantado de la cama hacen el resto en su papel de cómico, bien documentado en videos por la red de internet o en su solo de gestos sin pegar un solo golpe a la batería en el concierto. Momentos de humor que aportan un plus lúdico al Jazz arrollador y descarado del grupo que, además, demuestra la cada vez mayor permeabilidad de las nuevas generaciones de jazzistas para incorporar formas de expresión musical hasta hace no tanto aparentemente irreconciliables.

Carlos Pérez Cruz

PD: ¿Atraigo a los incontinentes verbales? ¿Llevo encima un cartel invisible para mí que invita a que se sienten a mi lado en los conciertos? ¿Soy yo el equivocado y la conversación continua y competidora del volumen musical es lo educado? ¡Qué cruz!

© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

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