Pamplona es tierra dura,
tan autocomplaciente con su tradicionalismo como hostil a lo
contemporáneo. Saca pecho y marca paquete, pero se desinfla a nada
que uno vea mundo. Se vive bien, se come bien, pero se escucha poco y
mal. Hace ya muchos años que el oxígeno me llega de otras
latitudes. Como en todo, hay excepciones. Honrosas y laboriosas
excepciones. Inconscientes que tratan de despertar(nos) la conciencia
del mundo a través del arte.
Anoche se produjo un
pequeño milagro, una de esos preciosos pellizcos al letargo: el
Festival de Música de Contemporánea de Navarra, NAK, que desarrolla
en estos días su voluntariosa segunda edición, se trajo de Sevilla
al Proyecto OCNOS. Tres creadores en escena, un puñado de
espectadores en la grada. Como fuente de inspiración, la Guerra
Civil Española. Sí, otra película sobre la Guerra Civil. Sólo que
ésta discurre en los oídos, la trama es la reflexión íntima a la que invita la música. Una película sensorial cuyo guión firman
jóvenes compositores españoles, a los que la incultura sepulta en
el más absoluto anonimato, y a cuyos personajes y escenarios dan
vida dos excelentes músicos: el guitarrista Pedro Rojas Ogáyar y el
clarinetista Gustavo A. Domínguez.
Durante prácticamente
una hora, Pedro y Gustavo, junto con el compositor Luis Román, autor
de una de las obras y encargado de la parte electrónica y
proyecciones, exhumaron los restos de una memoria tan ninguneada como
políticamente manoseada. Plantaron ante nuestros oidos un arsenal de
resonancias bélicas, con ecos del llanto y el dolor más colosal de
la violencia entre hermanos. Transforman cantos y marchas de los
diferentes bandos -esos ejercicios de aliento varonil, hormonados y
enajenados-, para en su mutación llegar a desnudar el horror del
vacío existencial sobre el que se construyen.
Con el título genérico
de Espadaña ("a medio
camino entre España, espada y guadaña"), cuatro
composiciones de cuatro autores enlazadas mediante la lectura de
bandos de guerra y notas de prensa de la época. Música de gran
exigencia para la interpretación, con momentos de muy lograda y
envolvente emulación de los sonidos de la guerra; tensión narrativa
in crescendo que captura al oído y revuelve las emociones,
que del horror hablamos. Virtuosa en la ejecución, compleja en su
concepción, una propuesta que activa oído, cerebro y alma. Disparos
de ingenio creativo. Excepciones.
Carlos Pérez Cruz