Que asociemos los medios de comunicación con determinados partidos o intereses no es más que la constatación a gran escala de una anomalía, de un fraude profesional y ético. No significa que los órganos de dirección de un medio deban carecer de ideología, simplemente que la información no puede jerarquizarse ni manipularse en función de otros criterios que no sean los meramente periodísticos.
Puede que determinadas prácticas muy extendidas hayan inducido a engaño, pero un periodista no es un activista, al igual que un periodista deportivo no debería ser nunca hooligan de un equipo. Un periodista no defiende las causas de nadie con el ejercicio de su profesión, tan sólo defiende las propias del periodista. En su vida privada tiene derecho a defender lo indefendible e incluso insultar al árbitro.
Un periodista ha de preguntar. Que la respuesta pueda ser utilizada a posteriori como arma arrojadiza sobre un proyecto político o causa con la que simpatice no es de su incumbencia. No se miden las posibles consecuencias de una respuesta, se fundamentan los cimientos de la pregunta.
Que un político se declare públicamente “como en casa” en un medio puede ser a) una ironía; b) una clara señal de alerta roja. La segunda posibilidad se resuelve haciéndole bajar los pies de la mesa con preguntas que nunca le harían en su casa o con las que se liaría una buena.
No existen periodistas progresistas ni periodistas conservadores, ni fachas, ni rojos, existen periodistas. Apelativos como éstos se refieren a profesionales de otra cosa que muy poco tiene que ver con el periodismo (aunque infinitamente más lucrativa y llamativa socialmente).
Estimado lector, oyente, telespectador… Un periodista no es “el mejor” por el hecho de que lo creamos afín a nuestra ideología y a unos fines compartidos, así como un crítico no es bueno cuando sirve a los fines publicitarios de nuestro trabajo y malo (además de un “hijo de puta”) porque le pone algún pero. Así como al crítico se le habrá de juzgar por el criterio y fundamentación de los argumentos esbozados, así también al periodista “afín”.
En caso de decepción con el otrora admirado, hágase, al menos, dos preguntas: ¿Cree que se ha omitido alguna pregunta o dato fundamental? ¿Por qué cree que determinadas preguntas o datos se deberían haber omitido? De la respuesta usted sabrá si lo que busca es activismo o periodismo.
Carlos Pérez Cruz