Imagen de Messi en un comercio de Ramallah (Foto: Carlos Pérez Cruz) |
El buenismo puede resultar tan letal como el disparo más certero de
un francotirador. La ignorancia del poderoso (permítaseme la inocencia)
puede llegar a resultar fatal, hasta el punto de legalizar, por la vía
del gesto diplomático, una situación de violación flagrante de derechos
humanos y certificar como definitiva la ocupación y exterminio de un
pueblo por parte de otro.
Hablo de fútbol y del Barça (mi equipo) y de su iniciativa para jugar
un partido frente a un combinado de jugadores de Israel y Palestina con
el fin de aportar un granito de arena al (inexistente) proceso de paz.
¿Quién podría reprocharle al Barça la honra de su gesto? A ojos del
profano, del ciudadano medio que asume la existencia de un conflicto
entre Israel y Palestina, la iniciativa tan sólo merece elogios. Es
probable que ese ciudadano piense que cualquier oposición a este partido
sea cosa de radicales, de extremistas contrarios al reconocimiento del
otro, partidarios de la aniquilación del “enemigo”. Pueden llamarme
radical, si así lo desean, por oponerme al partido de marras. Yo, que
no quiero ni exterminios ni holocaustos para nadie.
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