Hay ocasiones en que es mejor dejar las
cosas como están. ¿Por qué cambiar lo que funciona de forma natural? Si
algo fluye, mejor no ponerle trabas en su discurrir, por mucho que éstas
se propongan mejorar lo presente. Cuando la materia prima es de por sí
primorosa, no son necesarios los aditivos. Si acaso, conservarla.
Puede resultar anacrónico que en estos tiempos de comunicación inmediata, en los que más que nunca el baile de las alas de una mariposa agita huracanes a miles de kilómetros, alguien pueda tener en consideración el factor humano. No obstante, quizá este fervor digital ayude – por hartazgo del estrés – a revalorizar costumbres ancestrales, aunque sólo sea para ingresarlas en un polvoriento museo. ¿Tiene algún sentido práctico esperar a que el trovador llegue al pueblo a cantar las noticias? Éste sería humillado de inmediato por algún vecino portador de un teléfono “inteligente” (resulta que todavía estamos buscando si hay vida inteligente entre nosotros y los teléfonos nos tomaron la delantera), que mientras “actualiza” las (viejas) nuevas retrata al objeto de su burla para la posteridad efímera de un tweet. Recemos para que al juguete de la inmediatez le responda el poso de la reflexión que permite el canto que brota del pensamiento.
Permítaseme la divagación al calor de una música que la permite. Si algo hay en este segundo disco del senegalés Ablaye Cissoko y del alemán Volker Goetze es espacio para ella. Y es que Amanké Dionti tiene la virtud de la calma en tiempos de agitación y, en particular, la de dejar las cosas como (bien) están. De acuerdo, una expresión musical por bien hecha que esté al natural permite su manipulación pero, ¿qué pasa si se la deja tal cual? Que incluso gana. Eso hace Volker Goetze, que mete su trompeta lo justo para colorear en un universo que lo es de la kora y la voz de Cissoko. La música brilla por su natural sencillez y Goetze le proporciona ese punto jazzístico tan agradecido en una música que por su cierto estatismo armónico lo permite.
La música africana (¡qué enorme generalización geográfica y cultural!) y sus músicos han tenido que soportar la curiosidad y la voluntariosa “vuelta a los orígenes” de tantos y tantos proyectos de occidentales que lo único que hacen con sus buenos (y, por lo tanto, peligrosos) propósitos es desnaturalizar aquello por lo que hicieron el viaje. La mentalidad colonialista (más o menos consciente) se impone en muchos casos, como también en gran parte de la música africana que hemos conocido y que ha dependido (y sigue dependiendo) mucho de la metrópoli, tanto en sus rudimentos técnicos como en su centrifugado estético (por aquello de hacerla asequible al endeble oído occidental). No es que este Amanké Dionti sea radicalmente extraño a esos procederes (entre otras cosas, está grabado en París) pero al menos Volker Goetze practica el arte de la discreción y no deja de ser una suma a la expresión natural del senegalés, una voz preciosa que forma parte de la ingente y fascinante nómina de artistas del área Mali – Senegal (quizá la que mejor conocemos musicalmente de todo África) que mantiene la vocación de narradores de historias en alguna de las lenguas mandé.
Las letras de Ablaye Cissoko cumplen con la función pedagógica e informativa del griot: pedagogía del respeto a la sirvienta en el tema que da título al disco - Amanké Dionti (algo así como “ella no es tu esclava”) -, dado que muchas muchachas de áreas remotas son enviadas como sirvientas a las casas de los pudientes urbanos -; aliento de la tolerancia ante las opiniones ajenas en Togna, e incluso defensa del valor del artista en el inicial Kana Maloundi. Además de rescatar un tradicional, Miliamba, que rememora tradiciones y mitos ancestrales, y de dos instrumentales (vibrante Silo, con la colaboración del percusionista Joe Quitzke), Cissoko recuerda la catástrofe de Haití en un tema complementado en la edición CD con un video que forma parte del documental de título Griot firmado por Goetze. Y es que la relación entre el alemán y el senegalés es intensa y queda documentada hasta la fecha en dos trabajos discográficos y en ese audiovisual rodado cuando trabajaban en el anterior disco, Sira (2008).
Afirma Goetze que, cuando tocan juntos, se sienten en un estado parecido al de la meditación. Que para alcanzarlo es necesaria la paz y que una vez logrado ese estado es difícil de mantenerlo durante mucho tiempo. “Es un trabajo duro. La mente divaga”. ¡Cuánta razón! Engañémosla con discos como éste, divaguemos largo y tendido. Despistemos al tiempo presente y hagamos lo contrario de lo que la pantalla “inteligente” espera de nosotros… Perdón, ya me he puesto de nuevo a divagar.
Puede resultar anacrónico que en estos tiempos de comunicación inmediata, en los que más que nunca el baile de las alas de una mariposa agita huracanes a miles de kilómetros, alguien pueda tener en consideración el factor humano. No obstante, quizá este fervor digital ayude – por hartazgo del estrés – a revalorizar costumbres ancestrales, aunque sólo sea para ingresarlas en un polvoriento museo. ¿Tiene algún sentido práctico esperar a que el trovador llegue al pueblo a cantar las noticias? Éste sería humillado de inmediato por algún vecino portador de un teléfono “inteligente” (resulta que todavía estamos buscando si hay vida inteligente entre nosotros y los teléfonos nos tomaron la delantera), que mientras “actualiza” las (viejas) nuevas retrata al objeto de su burla para la posteridad efímera de un tweet. Recemos para que al juguete de la inmediatez le responda el poso de la reflexión que permite el canto que brota del pensamiento.
Permítaseme la divagación al calor de una música que la permite. Si algo hay en este segundo disco del senegalés Ablaye Cissoko y del alemán Volker Goetze es espacio para ella. Y es que Amanké Dionti tiene la virtud de la calma en tiempos de agitación y, en particular, la de dejar las cosas como (bien) están. De acuerdo, una expresión musical por bien hecha que esté al natural permite su manipulación pero, ¿qué pasa si se la deja tal cual? Que incluso gana. Eso hace Volker Goetze, que mete su trompeta lo justo para colorear en un universo que lo es de la kora y la voz de Cissoko. La música brilla por su natural sencillez y Goetze le proporciona ese punto jazzístico tan agradecido en una música que por su cierto estatismo armónico lo permite.
La música africana (¡qué enorme generalización geográfica y cultural!) y sus músicos han tenido que soportar la curiosidad y la voluntariosa “vuelta a los orígenes” de tantos y tantos proyectos de occidentales que lo único que hacen con sus buenos (y, por lo tanto, peligrosos) propósitos es desnaturalizar aquello por lo que hicieron el viaje. La mentalidad colonialista (más o menos consciente) se impone en muchos casos, como también en gran parte de la música africana que hemos conocido y que ha dependido (y sigue dependiendo) mucho de la metrópoli, tanto en sus rudimentos técnicos como en su centrifugado estético (por aquello de hacerla asequible al endeble oído occidental). No es que este Amanké Dionti sea radicalmente extraño a esos procederes (entre otras cosas, está grabado en París) pero al menos Volker Goetze practica el arte de la discreción y no deja de ser una suma a la expresión natural del senegalés, una voz preciosa que forma parte de la ingente y fascinante nómina de artistas del área Mali – Senegal (quizá la que mejor conocemos musicalmente de todo África) que mantiene la vocación de narradores de historias en alguna de las lenguas mandé.
Las letras de Ablaye Cissoko cumplen con la función pedagógica e informativa del griot: pedagogía del respeto a la sirvienta en el tema que da título al disco - Amanké Dionti (algo así como “ella no es tu esclava”) -, dado que muchas muchachas de áreas remotas son enviadas como sirvientas a las casas de los pudientes urbanos -; aliento de la tolerancia ante las opiniones ajenas en Togna, e incluso defensa del valor del artista en el inicial Kana Maloundi. Además de rescatar un tradicional, Miliamba, que rememora tradiciones y mitos ancestrales, y de dos instrumentales (vibrante Silo, con la colaboración del percusionista Joe Quitzke), Cissoko recuerda la catástrofe de Haití en un tema complementado en la edición CD con un video que forma parte del documental de título Griot firmado por Goetze. Y es que la relación entre el alemán y el senegalés es intensa y queda documentada hasta la fecha en dos trabajos discográficos y en ese audiovisual rodado cuando trabajaban en el anterior disco, Sira (2008).
Afirma Goetze que, cuando tocan juntos, se sienten en un estado parecido al de la meditación. Que para alcanzarlo es necesaria la paz y que una vez logrado ese estado es difícil de mantenerlo durante mucho tiempo. “Es un trabajo duro. La mente divaga”. ¡Cuánta razón! Engañémosla con discos como éste, divaguemos largo y tendido. Despistemos al tiempo presente y hagamos lo contrario de lo que la pantalla “inteligente” espera de nosotros… Perdón, ya me he puesto de nuevo a divagar.
1 comentario:
Fantásticos, no tenía el gusto.
Gracias por el estupendo artículo y el descubrimiento.
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