La Plaza de España de Sevilla de noche
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“¿Suena bien la guitarra?”, pregunta Javier al
ver que me acerco. Es noche cerrada en Sevilla,
húmeda aunque no hace frío, y casi no hay un
alma en la Plaza de España. Pasaba por ahí y
aprovecho para hacer algunas fotografías
nocturnas y grabar una entradilla para mi
próximo programa. Me acuerdo de
cuando intervine
en directo desde la Puerta de Brandeburgo de
Berlín, y éste me parece tan buen lugar como el
histórico berlinés para saludar a mis oyentes.
Un capricho radiofónico que me concedo. Me
acerco hasta la fuente que ocupa el centro de la
plaza y empiezo mi grabación. Mientras saludo a
unos oyentes todavía imaginarios, veo a un hombre
que surge de la nada oscura de la plaza con una
guitarra al aire y canturreando. Decido
seguirle. Se gira, me ve y me pregunta: ¿Suena
bien la guitarra?
La guitarra de Javier suena lo bien que puede sonar una guitarra casi tan castigada como él. Dice que tiene 58 años, “pronto 59”, y me recuerda a Chet Baker, tan prematuramente envejecido. Me cuenta que está aprendiendo a tocarla, una mentirijilla que desmiente su gracia. “¿Te gusta el flamenco? Pues mira, esto no lo va a escuchar en directo nadie aquí como tú”, anuncia coqueto. Y se pone flamenco con su guitarra hasta que ve pasar una familia y se arranca a cantarles: “Feliz Navidades. ¿Cómo habéis acabao en el colegio?”. La canción se detiene en un calderón de espera y silencio hasta que la madre responde: “Bien, bien”. “Pues yo me alegro mucho”. Y Volando voy, volando vengo, cantamos a dúo.
Toca y se interrumpe. Nos cruzamos con una adolescente oculta dentro de su abrigo rosa y Javier dibuja con la guitarra las notas de la Pantera Rosa de Mancini. Cada vez que pasa alguien lo saluda como si se tratara de un vecino de toda la vida. No sé si vive en la Plaza de España o si ésta es su oficina. Hacen footing algunos sevillanos a estas horas del final de la tarde y él les felicita la Navidad o se gira al paso de las chicas guapas “que hay en Sevilla”, a las que piropea en su cante improvisado. Porque “yo compongo de tó” aunque, como no esperaba mi grabadora, “improvisar sí que te puedo improvisar”.
“Sevilla es maravilla” y él nació en el Barrio de Triana, “donde la luna se posa”, canta, de madre gitana y padre payo, o eso le entiendo. La guitarra es un “hobby” que tiene desde muy pequeño; que quien se crea que “cuando tenga ya los cincuenta años” va a poder ponerse a estudiarla… “no va a saber ni cogerla”. Y canta a los mayas, hoy chanza mundial con su Apocalipsis fallido: “La tierra, la tierra se abre, se va a esmayar”. “¡Esa es buena!”, se gira un joven. Y cuando le pido una foto posa sin dudarlo un instante: “estoy muy malamente peinao y sin dientes”. Y toca y canta y felicita a todo el mundo y me acompaña hasta que algo lo distrae.
La guitarra de Javier suena lo bien que puede sonar una guitarra casi tan castigada como él. Dice que tiene 58 años, “pronto 59”, y me recuerda a Chet Baker, tan prematuramente envejecido. Me cuenta que está aprendiendo a tocarla, una mentirijilla que desmiente su gracia. “¿Te gusta el flamenco? Pues mira, esto no lo va a escuchar en directo nadie aquí como tú”, anuncia coqueto. Y se pone flamenco con su guitarra hasta que ve pasar una familia y se arranca a cantarles: “Feliz Navidades. ¿Cómo habéis acabao en el colegio?”. La canción se detiene en un calderón de espera y silencio hasta que la madre responde: “Bien, bien”. “Pues yo me alegro mucho”. Y Volando voy, volando vengo, cantamos a dúo.
Toca y se interrumpe. Nos cruzamos con una adolescente oculta dentro de su abrigo rosa y Javier dibuja con la guitarra las notas de la Pantera Rosa de Mancini. Cada vez que pasa alguien lo saluda como si se tratara de un vecino de toda la vida. No sé si vive en la Plaza de España o si ésta es su oficina. Hacen footing algunos sevillanos a estas horas del final de la tarde y él les felicita la Navidad o se gira al paso de las chicas guapas “que hay en Sevilla”, a las que piropea en su cante improvisado. Porque “yo compongo de tó” aunque, como no esperaba mi grabadora, “improvisar sí que te puedo improvisar”.
“Sevilla es maravilla” y él nació en el Barrio de Triana, “donde la luna se posa”, canta, de madre gitana y padre payo, o eso le entiendo. La guitarra es un “hobby” que tiene desde muy pequeño; que quien se crea que “cuando tenga ya los cincuenta años” va a poder ponerse a estudiarla… “no va a saber ni cogerla”. Y canta a los mayas, hoy chanza mundial con su Apocalipsis fallido: “La tierra, la tierra se abre, se va a esmayar”. “¡Esa es buena!”, se gira un joven. Y cuando le pido una foto posa sin dudarlo un instante: “estoy muy malamente peinao y sin dientes”. Y toca y canta y felicita a todo el mundo y me acompaña hasta que algo lo distrae.
Javier, el guitarrista de la Plaza de España
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Sigo
mi camino, me alejo por el Parque de María Luisa, del que
Javier me cuenta que esta noche se está despidiendo.
Que se va a Nueva York, me confiesa, que tiene un
cáncer y lo van a operar allá. Y se le
encoge el corazón y la voz se le quiebra al
imaginar que vuela sobre el río y se marcha de
Sevilla. “Volando voy, cuidarse, cuidarse”. Y su
voz se va apagando.
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