Se cumplen dos años de la muerte
de Vic Chesnutt. El 25 de diciembre de 2009 se suicidó. No sé si en la fecha
hay un motivo de causa – efecto; es decir, que le resultara francamente
insufrible la hipocresía que supura tal impostura. Probablemente no sea más que
esa cosa tan evanescente que llamamos azar. No lo sé, y no lo puedo saber. Pero
ya que puso fin a su vida, y que no creo en la casualidad de su decisión (sí en
la causalidad), parece una fecha francamente incómoda, una tocada de bolas, una
mancha de sangre en la blancura del paisaje imaginario del día de Navidad. Vic
Chestnutt es al 25 de diciembre lo que un rastafari a la mesa de Nochebuena de
una familia de bien; lo que un librepensador a un coro de aduladores. Vamos, un incordio. No creo a nadie se le vayan a
atragantar los turrones de la Nochebuena por el recuerdo de su muerte, pero que
al menos alguien brinde por su vida, que por su muerte ya brindó el sistema.
En su día ya relaté los avatares médicos de Chesnutt, también cómo conocí su existencia después de muerto. Lo primero fue consecuencia de una sociedad que ha asumido (sí, a pesar de algunas molestas ocupaciones del espacio público, la sociedad ha asumido) que así es la vida, que el que tiene la suerte de que la bolita le toque, bien por él, y que el resto allá se las apañe. Que antes está el juego que los jugadores (voluntarios e involuntarios) de ese gran Monopoly que no tiene ni puta gracia. Lo segundo fue una (mala) suerte que debo al gran Jem Cohen (que me lo presentó en su bellísima e inteligente Evening´s civil twilight in empires of tin) y que me acercó más que cualquier día de todos los santos al cementerio de los caídos en la batalla de la verdad. Mi relación con él empezó con él muerto, sin más posibilidad que la de invocar su espíritu musical (no hay güija que valga, ni merece que le jodan el sueño eterno). No hay mes del año en que no lo escuche en alguna ocasión, como ahora que escribo, con su acongojante North Star Deserter desvastándome.
En su día ya relaté los avatares médicos de Chesnutt, también cómo conocí su existencia después de muerto. Lo primero fue consecuencia de una sociedad que ha asumido (sí, a pesar de algunas molestas ocupaciones del espacio público, la sociedad ha asumido) que así es la vida, que el que tiene la suerte de que la bolita le toque, bien por él, y que el resto allá se las apañe. Que antes está el juego que los jugadores (voluntarios e involuntarios) de ese gran Monopoly que no tiene ni puta gracia. Lo segundo fue una (mala) suerte que debo al gran Jem Cohen (que me lo presentó en su bellísima e inteligente Evening´s civil twilight in empires of tin) y que me acercó más que cualquier día de todos los santos al cementerio de los caídos en la batalla de la verdad. Mi relación con él empezó con él muerto, sin más posibilidad que la de invocar su espíritu musical (no hay güija que valga, ni merece que le jodan el sueño eterno). No hay mes del año en que no lo escuche en alguna ocasión, como ahora que escribo, con su acongojante North Star Deserter desvastándome.
No quería faltar a mi cita anual (y voluntaria) con el recuerdo fatal de su muerte, con la evocación del músico que más ha quebrado la arquitectura de mi alma. No hay otro homenaje posible al músico desaparecido que la invocación de su música, que la reactivación de las frecuencias abrasivas de su lírica hiriente. Y en ello estoy. Ajeno a la estupidez institucionalizada, ajeno a la farándula y a los aplausos de regidor, ajeno a los supuestos que dirigen nuestros pasos allá donde no quieren estar. Camino con mis zapatos de domingo puestos hacia el único portal de adoración que hoy me importa: el de la verdad. Por dolorosa que esta sea. Gracias, Vic. Los que van a morir, te saludan.
MARATHON*
tareas pendientes apuntadas en un bloc de notas amarillo
nudos de corbata Windsor azul enmarcada por un negro básico
mesas resplandecientes
enormes bosques de platos desechables
soportando el peso del mundo
mina poco a poco tu fuerza.
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de domingo puestos
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de vestir puestos.
pero todos tus sueños recurrentes
irán a más y después se consumirán y terminarán
las lagrimas se evaporan
pero oh, tan lentamente como el pis en el inodoro.
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de domingo puestos
preparándote para correr una maratón
millas y millas y millas
con tus zapatos de vestir puestos.
con tus zapatos de vestir puestos.
PD: Hay que tener menos sensibilidad que la mano de un pelotari, menos alma que Merkozy. Hace falta ser gilipollas de espíritu para cotorrear mientras te roban el alma con un tema así. Cuánta estupidez con aspecto humano, ¡pardiez!
* La traducción del tema es de cosecha propia. Pido disculpas por los posibles errores.
2 comentarios:
Reconozco que me nutro con cierta frecuencia de tus escritos; en correspondencia, quiero
compartir contigo la película "Media luna", del director iraní Bahman Ghobadi,(recién descubierta por mí, aunque es del 2006) y que como amante de la música y del cine creo que te gustará.
Espero que la disfrutes.
Hola Anónimo,
tomo nota de tu sugerencia. A ver si tengo ocasión de verla.
Un saludo,
Carlos
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