No comparto el entusiasmo por Barack Obama. Con tantos intereses de por medio resulta insólito pensar que una utopía se cuele hasta alcanzar la cima de la pirámide (¡y qué pirámide la de los grandes partidos!). Antes de pronunciarlos sus discursos ya eran históricos. Y nada ha dicho que pueda ser considerado como tal. Si es por lo simbólico del color de su piel (¡a estas alturas!) bienvenido sea el entusiasmo. Si es por lo que no ha hecho todavía concedámosle, como mucho, el beneficio de la duda.
Son las nueve de la mañana. En un bar un señor de unos sesenta y tantos años discute en la barra con un joven de veintitantos que bebe una cerveza. Un amigo del joven juega mientras a la máquina tragaperras. El señor se queja de la pérdida de oficios, de que los “de fuera” vienen porque “los de aquí” no quieren trabajar. Asume su responsabilidad: “no hemos sabido educaros”. Resumen: os lo hemos dado todo sin que supierais lo que cuestan las cosas y a los jóvenes de hoy os falta educación. El joven conversador y bebedor matinal de cerveza zanja: “La educación no sirve para nada”.
Aeropuerto de Barajas (Madrid). Una joven madre de dos niños (de meses uno, de apenas dos años y medio el otro) vuelve a su país de residencia (Estados Unidos). Le acompaña su padre (abuelo de los niños). Lleva una doble silleta y equipaje de mano con las cosas necesarias para atender durante el vuelo las necesidades de los niños (pañales, por ejemplo). Solicita que su padre (el abuelo) pueda acompañarle hasta el avión para facilitarle el embarque con los dos niños, la silleta doble y el equipaje de mano. En el viaje de ida, asegura, le permitieron a su marido hacerlo (en Washington). En Madrid NO. La seguridad del embarque se confiesa: “Esto es según les dé. Unos días pasa cualquiera, otros nadie”. Antes le cobraron 50 euros por exceso de equipaje de una única maleta para tres (para ella y los dos pequeños). Si cada uno de ellos hubiera dispuesto de maleta propia (mismo peso repartido) no habría pagado sobrepeso.
Son las nueve de la mañana. En un bar un señor de unos sesenta y tantos años discute en la barra con un joven de veintitantos que bebe una cerveza. Un amigo del joven juega mientras a la máquina tragaperras. El señor se queja de la pérdida de oficios, de que los “de fuera” vienen porque “los de aquí” no quieren trabajar. Asume su responsabilidad: “no hemos sabido educaros”. Resumen: os lo hemos dado todo sin que supierais lo que cuestan las cosas y a los jóvenes de hoy os falta educación. El joven conversador y bebedor matinal de cerveza zanja: “La educación no sirve para nada”.
Aeropuerto de Barajas (Madrid). Una joven madre de dos niños (de meses uno, de apenas dos años y medio el otro) vuelve a su país de residencia (Estados Unidos). Le acompaña su padre (abuelo de los niños). Lleva una doble silleta y equipaje de mano con las cosas necesarias para atender durante el vuelo las necesidades de los niños (pañales, por ejemplo). Solicita que su padre (el abuelo) pueda acompañarle hasta el avión para facilitarle el embarque con los dos niños, la silleta doble y el equipaje de mano. En el viaje de ida, asegura, le permitieron a su marido hacerlo (en Washington). En Madrid NO. La seguridad del embarque se confiesa: “Esto es según les dé. Unos días pasa cualquiera, otros nadie”. Antes le cobraron 50 euros por exceso de equipaje de una única maleta para tres (para ella y los dos pequeños). Si cada uno de ellos hubiera dispuesto de maleta propia (mismo peso repartido) no habría pagado sobrepeso.
1 comentario:
pobre moza, no? Que valiente!
Publicar un comentario