Hay una característica de este disco de Ronnie Lynn Patterson que me ha llamado la atención porque, a pesar de que pueda parecer casual, define perfectamente la naturaleza de esta grabación. Los diez temas que lo componen finalizan con una larga resonancia final que termina por desvanecerse. Eso nos da ya una pista sobre la inspiración musical de este pianista y sobre el sentido que ha dado a su vida. Dice que ésta nunca es estable y que permanece en continuo movimiento. Es cierto, pero parece que después de muchos e inquietantes kilómetros recorridos ahora puede caminar con la serenidad de quien puede permitirse observar la velocidad de un mundo que resulta ajeno y al que, sin embargo (me temo), nunca dejamos de pertenecer.
Que Ronnie Lynn Patterson haya grabado los primeros discos en sus cuarenta (Freedom Fighters es el cuarto y llega en sus cincuenta) hace buena la espera de quien tiene paciencia. Y es que no es hasta los veinte cuando empieza a estudiar piano (previo paso por la batería). A veces el plus de la veteranía es una ventaja (a pesar de que el mundo actual tienda a despreciar la edad) y por ello desde su primer disco (Mississippi en 2003) escuchábamos a alguien con un poso que la vehemente juventud rara vez aporta. Un poso modelado por su gran pasión musical ("es la historia de mi vida", dice) y por la influencia reconocida y reconocible de dos maestros del piano como McCoy Tyner y Keith Jarrett y de dos compositores como Sergéi Rachmaninov y Morton Feldman. Habla de ellos con pasión y con ellos ha ido creciendo hasta encontrar la manera de expresarse a través de la música. Forman parte de su imaginario musical y por eso asoman siempre, ya sea a través de discos monográficos (Palais de Mari fue dedicado a música de Feldman) o de temas incluidos en un repertorio que lleva mayoritariamente su propia firma (en Freedom Fighters hace versión de un tema de Jarrett - Mandala -, de un arreglo de éste sobre My Wild Irish Rose e incluye música de Rachmaninov en una de sus propias composiciones, Leslevret).
¿Y estamos ante un imitador? ¿Ante una copia de los originales? Me planteo esta pregunta y tengo que responder con un rotundo NO. Está bien que uno reconozca sus modelos como también que éstos sirvan para superarse. No en un sentido de competitividad musical (¿para cuándo el final de los Top 40, número de ventas y volumen de decibelios como parámetro del valor musical?) sino en la línea de encontrar el propio estar a través de donde otros estuvieron antes. Y ahí está la diferencia entre los que reproducen sin más y los que visten con alma lo aprehendido. En Patterson hay alma y sinceridad. Sólo así se puede escuchar con placer un disco de casi una hora que apenas rompe los tiempos lentos y medios y un nivel sonoro nada agresivo. La agresividad puede encubrir falta de ideas pero para eso la calma es infalible. O hay (emoción) o no hay (y se bosteza).
Siete temas propios, otro suyo con fragmentos de música de Sergéi Rachmaninov, un arreglo de Keith Jarrett y un tema original de éste componen un disco dedicado a Sojourner Truth y Harriett Tubman, sus Freedom Fighters en la lucha por la libertad de los esclavos negros en USAmérica. Un homenaje desde la sencillez, la emoción y la sinceridad donde, sin embargo, se cuela una "mentira", la de que estos tres músicos lleven tocando juntos toda una vida.
© Carlos Pérez Cruz
Comentario publicado originalmente aquí.
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