¡Marcello! ¡Come here! Atraídos por el canto de la sirena cientos de turistas de low coast lanzan sus monedas al agua y fotografían la imperial Fontana di Trevi. Las vacías calles de pueblo para Marcello y Anita son ahora autovías del colapso. Y no hay gatos que alimentar, ni latterias abiertas a deshoras para italianos enamorados de rubias platino. Sólo cuerpos y más cuerpos, miradas digitales, codazos y silbatos de policía en la batalla por la foto en imposible soledad. Y Neptuno mira nervioso el Dolce & Gabbana contando las horas que quedan para terminar la jornada de flashes cegadores que, sin embargo, no desvían nunca su mirada de aquel maniquí de Benetton que un día vio desnudo por cambio de temporada.
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