Ethan Iverson, Joshua Redman, Reid Anderson y David
King
(Vitoria - Gasteiz 18/07/2012)
© Jose Horna
(Vitoria - Gasteiz 18/07/2012)
© Jose Horna
Los misterios de la música son inescrutables.
Quizá por contradecir las leyes de la mercadotecnia, “el trío
más ruidoso jamás visto” se plantó en escena llevando al límite
las condiciones acústicas del polideportivo vitoriano: un
sobrecogedor pianísimo del trío con
Love is the answer (de
su primerísimo disco,
Motel) para dar la bienvenida al invitado Joshua Redman. El
quid de la cuestión estaba en ver cómo se amoldaban los unos al
otro (y viceversa). Son once años de trabajo conjunto del trío y
la segunda vez que se abre a una aportación externa (en
For all I care sumaron
la voz de Wendy Lewis). ¿Qué podía añadir Redman a la maquinaria
de The Bad Plus? ¿Se desnaturalizaría el trío para amoldarse al
discurso del saxofonista?
De lo inescrutable en la música. El trío que, además de por “ruidoso”, se ha caracterizado por su disección rítmica, locura estructural y por la (maldita palabra) deconstrucción temática, logró lo más difícil con el más sencillo de sus temas: la absoluta conexión con la audiencia. Despertó emociones de tal manera que puso en pie a gran parte del público, que aplaudió durante más de un minuto - en glorioso delirio colectivo - una balada de estructura limpia y corte y confección pop-rock como People like you (al igual que el primer tema, firma del bajista Reid Anderson). Es la demostración de que de música no se sabe, se habla. Servidor todavía no da crédito a semejante euforia colectiva, aunque la celebra. De que muchos rozaran la felicidad con la punta de sus emociones, me congratulo. De que lo hicieran con la más sencilla (estructuralmente hablando) de las composiciones, nada que objetar. En la sencillez está (la más de las veces) la virtud de la gran música. Lo confieso: a mí también se me pusieron los pelos como escarpias, pero fue por la insólita afinación de Redman.
De lo inescrutable en la música. El trío que, además de por “ruidoso”, se ha caracterizado por su disección rítmica, locura estructural y por la (maldita palabra) deconstrucción temática, logró lo más difícil con el más sencillo de sus temas: la absoluta conexión con la audiencia. Despertó emociones de tal manera que puso en pie a gran parte del público, que aplaudió durante más de un minuto - en glorioso delirio colectivo - una balada de estructura limpia y corte y confección pop-rock como People like you (al igual que el primer tema, firma del bajista Reid Anderson). Es la demostración de que de música no se sabe, se habla. Servidor todavía no da crédito a semejante euforia colectiva, aunque la celebra. De que muchos rozaran la felicidad con la punta de sus emociones, me congratulo. De que lo hicieran con la más sencilla (estructuralmente hablando) de las composiciones, nada que objetar. En la sencillez está (la más de las veces) la virtud de la gran música. Lo confieso: a mí también se me pusieron los pelos como escarpias, pero fue por la insólita afinación de Redman.
Joshua Redman y Reid Anderson
© Jose Horna
Fue
Joshua Redman - que hace dos años pisó este escenario con su
doble trío - quien se amoldó a The Bad Plus. Y fue The Bad Plus
quien perdió (léase entre muchas comillas) con la incorporación
de Redman. Once años de trabajo generan un estilo y ese estilo a
su vez se compone de unas rutinas que un externo puede intuir,
pero no tener interiorizadas. Dado que el grupo se acogió a su
repertorio y añadió a Redman, el saxofonista se dedicó a poner
timbre de saxo a melodías - que en otro caso hubieran sido de
piano - y a sumar solos. No hubo, en ese sentido, aportación
extra a la rutina del trío más allá de su (innegable) entrega y
del aditivo tímbrico del saxo (y de su admirable capacidad de
memorización del repertorio). Su presencia es la de un invitado
ocasional (a no ser que en el futuro…) y, por lo tanto, no hubo
“deconstrucción” del trío. Iverson, Anderson y King siguieron a
lo suyo, y Redman a lo de ellos.
Ethan Iverson, Joshua Redman, Reid Anderson y David King
© Jose Horna
The Bad
Plus hace buena la idea de que el conjunto está por encima de
las individualidades y de que en la potenciación de las virtudes
y el control de los defectos está el equilibrio para que
funcione. David King no es el baterista más sutil del mundo,
pero es el batería idóneo para el sustrato ruidista del grupo.
(Nota: a mayor intensidad sonora de un baterista, mayor
admiración del oyente. Tema para estudio.).
Reid Anderson es la pareja de hecho de King en las
relaciones rítmicas del trío (Ethan Iverson va por otro lado) y
es, además, el compositor de (visto lo visto) los
greatest hits de la
formación. Juntos, King y Anderson son el rugido de una moto sin
filtro, el motor de combustión de The Bad Plus. Ethan Iverson,
sin grandes alharacas, es el músico “inteligente”. Su capacidad
de disociación es doble. Por un lado, genera un universo musical
rítmico, melódico y armónico paralelo. Por el otro, lo que su
mano derecha hace, no lo sabe la izquierda. Posee además un
enorme talento para la manipulación de la tensión emocional, que
crece o disminuye a su antojo, ya sea a base de insistentes
arpegios de corte minimalista, o mediante secuencias de acordes
(incluso simples escalas) que recorren el teclado de graves a
agudos. Si la idea es ir creciendo (no sólo en volumen, también
en actividad), Iverson mide ese proceso con más equilibrio que
Joshua Redman, cuyos solos llegan muchas veces al clímax con
anticipación, con riesgo de quedar suspendido a una altura de la
que ya no se puede descender (riesgo de bluf emocional) y
difícilmente ascender más. El saxofonista tuvo, sin embargo, un
aliado en el pianista. Casi cada uno de sus solos lo fue de trío
sin piano, y sólo muy al final Iverson añadía textura y cierta
grandilocuencia (característica innegable en el sentido épico de
la música de The Bad Plus) para rematar la faena.
Ethan Iverson
© Jose Horna
Los misterios de la música son inescrutables.
Y el cliente, ya se sabe, tiene la razón. Así que si la mayor de
las ovaciones fue para Redman, por algo será. Quizá porque en
Vitoria son mucho de los suyos, y en este festival hay una
nómina de músicos que repiten tanto que se hacen simpáticos por
insistencia. De ellos sabemos hasta lo que comen (“una
ensalada”), el deporte que hacen (“ha ido a correr un poco”) y
lo bien que descansan (“ha dormido divinamente”). 18 horas
después de informados, la saludable vida de Joshua Redman
“gusta” a 13 personas. Los romanos se lo hubieran pasado pipa en
estos tiempos. Aunque algunos nos sintamos como cristianos en
los suyos.
© Carlos Pérez Cruz
Nota: Gracias a Jose Horna por su gentileza en la cesión de las imágenes que ilustran este texto.
Nota: Gracias a Jose Horna por su gentileza en la cesión de las imágenes que ilustran este texto.
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com
2 comentarios:
Gracias nuevamente por el excelente artículo, yo opino también que en la música, jazz incluído, no todo es ruido, velocidad ni virtuosismo.
Gracias Gatopardo. De acuerdo en la apreciación.
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