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viernes, julio 20, 2012

Michel Portal 'Spécial Itxassou', Hirualde - Errobiko Festibala, Itxassou (19/07/2012)


Sede del Errobiko Festibala, a las afueras de Itxassou
(19/07/2012)
© www.elclubdejazz.com

Existen mundos civilizados, pero se encuentran al otro lado de los Pirineos. Son una barrera geográfica, pero también mental. Ahora somos los “reyes” del deporte, pero de la educación, la cultura, el respeto… somos párvulos en vías de (de)formación. Uno viene de donde viene y se emociona al encontrar a un director de festival que camina por entre la gente y se acerca cariñoso a saludar; le asombra que no haya seguratas que hagan que aquello parezca un estado de sitio en vez de una celebración; que el público comparta mesa y mantel en la cena previa al concierto; que los niños correteen libremente (¿berrean menos los franceses que los ibéricos?); que los músicos estén por ahí, se mezclen y sean uno más (porque no dejan de ser uno más)… En fin, que suceda todo eso que nos hace parecer personas, seres normales, corrientes y gloriosamente molientes, en vez de que la escenografía establezca jerarquías VIP, turista y escoria. Que viajar es cosa buena, que siempre se puede uno dar cuenta de que un pueblo perdido entre valles no es sinónimo de palurdismo. Que al que ordeña las vacas le puede gustar la improvisación de altos vuelos tanto como al gafapasta que se bebe la soja. Se llama educación y cultura. Simplemente. Palurdos y gafapastas compartieron tres horas de generoso triple programa inaugural del Errobiko Festibala. Allá, en Itxassou, un pueblo perdido en los Pirineos Atlánticos, en la Aquitania francesa.


Exteriores del Atharri, antes del concierto
© www.elclubdejazz.com

El director que saluda es Beñat Achiary, otro de esos locos maravillosos que brotan felizmente en los ámbitos de la música libre improvisada. Aquí organiza cada año este encuentro con la música en estado de libre albedrío (incluye otras actividades, además de musicales) en un entorno paisajístico reconciliador y en el que las carreteras ejercen la selección natural de asistentes. Para llegar, hay que querer ir. Y en la primera jornada de las cuatro programadas, el frontón que acoge las actuaciones se adecuó para convertir aquello en lo más parecido a un anfiteatro abarrotado de fieles en contacto casi físico con la música. Por la oscuridad de la espera, la disposición de gradas, los telares negros que marcan el espacio de actuación, la austera escenografía (por no decir inexistente), imaginaba que pronto aparecería Raimon o daría inicio algún mitin clandestino. La llamada inicial de la txalaparta… pero no, eran cosas de la sugestión escénica. Un breve e hipnótico aperitivo con tan primitivo instrumento a cargo de dos txalapartaris (en homenaje a Jesús Artze) como llamada a escena de un proyecto liderado por el hijo del propio de Beñat, Julen Achiary. Un festival de cuarto de estar.


Hirualde durante la actuación
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Hirualde es el nombre de un proyecto de música y danza en el que Julen Achiary determina con las congas la intensidad y el mantra de un viaje imaginario de lo vasco a lo universal, con melodías del folclore vasco, referencias a ancestrales cantos afrocubanos e improvisación abierta de evocación, por momentos, ayleriana y coltraniana (especialmente en los modos y maneras del saxofonista Matthieu Lebrun). Jóvenes músicos que interaccionan con el baile del congoleño Chrysogone Diangouaya, cuya espasmódica danza es un atractivo que logra compensar los momentos más tentativos de la música de Hirualde. Quizá se abusa en exceso del estatismo rítmico, del riff de bajo y percusión sobre el que Lebrun desarrolla sus solos - especialmente afortunado con el sopranino - donde intuí en el algún momento citas al Spiritual de John Coltrane, al menos su espíritu lo rondaba. Poderoso en la pegada (Achiary se coordinó perfectamente con la batería de Yann Renaud), el proyecto alcanzó su cénit con una versión del Banako de la Ezpata Dantza (Danza de la espada), potenciada por esa conjunción de batería y percusiones y por la exultante y visceral improvisación de Lebrun, que alternaba con referencias directas a la melodía, para referencia emocional del personal. (Nota: Escúchese la versión que Beñat Achiary grabó en 2007 con Ramón López y Philippe de Ezcurra en el disco Avril). En el tema de cierre fue donde Julen - que compaginó la percusión con el canto durante todo el concierto - encontró la expresividad vocal de su padre. Esa forma de operística desgarrada con la que las melodías adquieren una flexibilidad y una potencia inusuales. Hay relevo para el padre.


Michel Portal 'Spécial Itxassou'
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Beñat se dio el placer de formar un cuarteto alrededor de una figura legendaria: la del saxofonista y clarinetista Michel Portal. En su currículo figuran gran parte de las culpas de la modernidad europea y de su figura de 76 años emana la energía de un joven airado. Había fascinación en el ambiente (su natal Bayona está a poco más de veinte kilómetros de Itxassou) y él respondió con el inconformismo que hace grandes a los muy grandes. Exigió al cuarteto con una vehemencia que hubiera aplastado la moral de un debutante. Mirada penetrante, gestos ostensibles para determinar qué y cuándo, cómo y por qué. Ahora calla que voy yo, ahora más piano porque mi cuerpo me lo pide. Una prueba de acción y reacción continua frente a la responsabilidad de sacar adelante un repertorio nada complaciente, complejo en estructuras y tempos, de casi imposible primera vista. A su derecha el fantástico pianista Bojan Z, frecuente compañero de Portal en los últimos tiempos. Él tenía ventaja, pero no por ello “perdón” del jefe.

Beñat Achiary se convirtió en sombra de Portal. Su voz se adhirió a la exposición temática del soplador, ya fuera para sumar timbre, ya fuera para crear un fondo en sí mismo (cuando se deshace, la voz de Beñat es más efectiva que un fondo ambiental electrónico). Si su hijo contaba con bailarín para dar expresión visual a la música, él fue la contorsión de los giros y contragiros de la música de Portal que, al menos en parte, era cosecha de su reciente Bailador. Música estructurada a conciencia y, sin embargo, de vuelo libre y espacios abiertos. Siempre viva para que Portal pueda cautivar con uno de los sonidos más hermosos de clarinete bajo. Composiciones con un fuerte sentido melódico –  comparte con otro legendario francés, el contrabajista Henri Texier, la habilidad para darles ese toque sentido – pero sustentadas en las bases ferozmente rítmicas (¿bulería, incluso?) de Bojan Z y del siempre vitaminado acompañamiento de Ramón López (¡jamás permitirá que el swing sea sólo ese chin ti chín básico!). Su sólo abierto en Cuba Si, Cuba No dibujó la más amplia sonrisa en el pianista y en el propio Portal… y el delirio colectivo. Ramón es un hombre batería. Como él se mueve, suena. Lo que los pedantes llamamos música orgánica, es él.


Michel Portal 'Spécial Itxassou'
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Se las sabe todas Portal y sabe cómo compensar con su gestualidad y aullidos las carencias de la falta de ensayo. Que no lo hubo se percibió en algún desajuste rítmico y en dudas en la estructura. Por algo era el Spécial Itxassou, un encuentro único y (quizá) irrepetible. Pero cuando falta el rodaje también hay ese no se qué que mantiene despiertos todos los sentidos de los músicos, lejos de la rutina de una noche más. Y ya fuera por eso o por la admirable concentración y entrega del respetable (seguramente por la suma de ambos factores), hubo duende y comunión. La felicidad era esto. Y estaba al otro lado de la muga.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

2 comentarios:

jesus dijo...

me alegras hayas descubierto este festival (no estrictamente jazz). la primera vez que estuve (el siglo pasado!!!!) vi precisamente a portal. tambien vi alli por primera vez el proyecto de ramon lopez con los temas de la guerra civil antes de traerlo a huesca. y coincido con tu apreciacion, en este tipo de festivales (mi tipo de festival) tan importantes son las propuestas como el ambiente. son fiestas del jazz/musica y no macro espectaculos.

Apatico 2005 dijo...

Dice Yahvé en su crítica para Gara de los Soul Rebels en Vitoria que los seguratas impedían a la gente bailar en los pasillos. Igualito que en Itxassou.

Ya te contaré lo de Peter Evans ayer y aquello de los festivales como un continuo rodaje publicitario. Peter estaba alucinado con dónde y cómo tenía que actuar. Eso sí, cuando arrancó la moto...

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