Esta mañana iba de camino a un concierto cuando, de pronto, pude ver cómo un barrendero recogía un peluche. Un osito de color marrón que con sus brazos abiertos pedía ser abrazado. Lejos de corresponderle el profesional de la escoba lo empujaba hacia el recogedor como si de un desecho orgánico se tratara, con cierta repugnancia. Una vez situado el osito sobre la superficie del mismo lo ha elevado y, al alcanzar la altura correspondiente a la boca del cubo de la basura, lo ha girado y con un certero golpe de muñeca ha arrojado el peluche al interior junto al resto de residuos. Una niña de apenas cuatro o cinco años jugaba a escasos metros de la escena.
Cuando el concierto ha dado comienzo un teléfono móvil ha comenzado a hacerse notar. Apurada, la persona que había olvidado quitar el timbre o, simplemente, apagarlo durante la actuación, lo ha rescatado de su bolso, momento en el que su sonido se ha hecho más evidente para el resto de espectadores. En no menos de cuatro ocasiones se han vuelto a escuchar timbres de teléfonos móviles durante el discurrir de las interpretaciones.
Cuando el concierto ha dado comienzo un teléfono móvil ha comenzado a hacerse notar. Apurada, la persona que había olvidado quitar el timbre o, simplemente, apagarlo durante la actuación, lo ha rescatado de su bolso, momento en el que su sonido se ha hecho más evidente para el resto de espectadores. En no menos de cuatro ocasiones se han vuelto a escuchar timbres de teléfonos móviles durante el discurrir de las interpretaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario