Transcripción literal del artículo-entrevista publicado en La Vanguardia el 24 de Diciembre de 1955 firmado por Del Arco:
Los aficionados al jazz dicen que Louis Armstrong es el número uno. Por eso, aunque era todo un personaje, fui a esperarlo al aeropuerto. Lo vi llegar y lo hizo como un triunfador, pero con aire cansadillo...
- ¿Qué le inspira? - pregunté cuando pude, pues estaba asediado por admiradores.
- Mis recuerdos de niñez en Nueva Orleans.
- ¿Los momentos tristes?
- Me sobrepongo a la tristeza; yo transmito al público alegría.
- ¿Qué dice usted de sus imitadores?
- Nadie ha podido imitarme.
- ¿Qué dice de sus seguidores?
- Los hay que lo hacen muy bien.
- ¿Usted se emociona o finge?
- Si no lo sintiera no podría interpretar.
- ¿A cuánta gente ha vuelto loca?
- A nadie.
- ¿Ha oído flamenco?
- Sí.
- ¿Hay puntos de contacto?
- Muchos; son expresiones del sentimiento.
- ¿Cuántos conciertos al año?
- Cuando estoy de jira, casi todos los días. De aquí parto mañana para Ostende. Cuando no estoy de jira hago películas.
Los coleccionistas de autógrafos me lo acaparan.
Asisto a su primera actuación. El público adicto constituye para mí el principal espectáculo. El entusiasmo de los espectadores, exaltado y delirante, me produce la sensación de que yo debo ser un ignorante. A mí la trompeta de Amstrong no me levanta del asiento. Y su voz cascada tampoco. Ya confieso que no entiendo. Cuanto más ruido y más agudos, más aplausos. El del contrabajo, un mocetón negro tristón, debe ser muy bueno a juzgar por los gritos del respetable. Terminada la función, vuelvo a verlo.
- ¿Qué le pareció el público?
- Estupendo.
- ¿Entiende?
- Mucho; en toda Europa me han entendido.
- Dijo usted que cuando improvisaba se acordaba de su niñez. ¿En qué estaba pensando hoy?
- En Nueva Orleans, de donde parte mi música.
- ¿Tuvo una niñez difícil?
- Sí; estuve en un orfanato, y ahí empecé a tocar la trompeta, en la banda del colegio.
- ¿Su trompeta tiene historia?
- Ninguna.
- ¿Es como otra cualquiera?
- Sí.
- ¿Cuánto le costó?
- Nada; me la regalaron en Alemania hace una semana.
- ¿Qué significa usted en el jazz?
- Lo tradicional.
Los labios del trompetista, encallecidos, casi sangran. Todavía le faltan dos conciertos en el mismo día. Reclama un breve descanso y otra vez a soplar.
- ¿Puedo comer una paella? - pide. Mucho arroz...
El artículo original se puede leer aquí.
Los aficionados al jazz dicen que Louis Armstrong es el número uno. Por eso, aunque era todo un personaje, fui a esperarlo al aeropuerto. Lo vi llegar y lo hizo como un triunfador, pero con aire cansadillo...
- ¿Qué le inspira? - pregunté cuando pude, pues estaba asediado por admiradores.
- Mis recuerdos de niñez en Nueva Orleans.
- ¿Los momentos tristes?
- Me sobrepongo a la tristeza; yo transmito al público alegría.
- ¿Qué dice usted de sus imitadores?
- Nadie ha podido imitarme.
- ¿Qué dice de sus seguidores?
- Los hay que lo hacen muy bien.
- ¿Usted se emociona o finge?
- Si no lo sintiera no podría interpretar.
- ¿A cuánta gente ha vuelto loca?
- A nadie.
- ¿Ha oído flamenco?
- Sí.
- ¿Hay puntos de contacto?
- Muchos; son expresiones del sentimiento.
- ¿Cuántos conciertos al año?
- Cuando estoy de jira, casi todos los días. De aquí parto mañana para Ostende. Cuando no estoy de jira hago películas.
Los coleccionistas de autógrafos me lo acaparan.
Asisto a su primera actuación. El público adicto constituye para mí el principal espectáculo. El entusiasmo de los espectadores, exaltado y delirante, me produce la sensación de que yo debo ser un ignorante. A mí la trompeta de Amstrong no me levanta del asiento. Y su voz cascada tampoco. Ya confieso que no entiendo. Cuanto más ruido y más agudos, más aplausos. El del contrabajo, un mocetón negro tristón, debe ser muy bueno a juzgar por los gritos del respetable. Terminada la función, vuelvo a verlo.
- ¿Qué le pareció el público?
- Estupendo.
- ¿Entiende?
- Mucho; en toda Europa me han entendido.
- Dijo usted que cuando improvisaba se acordaba de su niñez. ¿En qué estaba pensando hoy?
- En Nueva Orleans, de donde parte mi música.
- ¿Tuvo una niñez difícil?
- Sí; estuve en un orfanato, y ahí empecé a tocar la trompeta, en la banda del colegio.
- ¿Su trompeta tiene historia?
- Ninguna.
- ¿Es como otra cualquiera?
- Sí.
- ¿Cuánto le costó?
- Nada; me la regalaron en Alemania hace una semana.
- ¿Qué significa usted en el jazz?
- Lo tradicional.
Los labios del trompetista, encallecidos, casi sangran. Todavía le faltan dos conciertos en el mismo día. Reclama un breve descanso y otra vez a soplar.
- ¿Puedo comer una paella? - pide. Mucho arroz...
El artículo original se puede leer aquí.
2 comentarios:
jira1.
(De jirón).
1. f. Pedazo algo grande y largo que se corta o rasga de una tela.
hacer ~s y capirotes.
1. loc. verb. coloq. hacer mangas y capirotes.
jira2.
(Del fr. [bonne] chère, [buena] comida).
1. f. Banquete o merienda, especialmente campestres, entre amigos, con regocijo y bulla.
No sabía que esta palabra había sufrido un cambio... amigo de Don Juan Ramón, fijo.
Un saludo desde el sur
Yo por si acaso ya dejé claro que la transcripción era literal.
Por cierto, si vas a Barcelona aprovecha para ver la exposición "El siglo del Jazz" que está en el Centro de Cultura Contemporánea... ahí encontré esta joya de "La Vanguardia".
Achuchones nórdicos
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