Los argumentos del debate sobre el papel de los profesores, la función de los centros educativos, el contenido de las materias, el comportamiento de los alumnos, la integración de los mismos, etcétera, se construyen en una mayoría de ocasiones sin contar con el quid de la cuestión. Mucho se habla de lo que se debe enseñar, de dónde están los límites disciplinarios del profesor, la autonomía y comportamiento del alumno pero pocos pueden saber qué pasa en las aulas (he aquí el quid infranqueable para una mayoría). Es decir, qué pasa "Entre les Murs" (y no en "La Clase", tal y como La voz en off (del cine francés doblado al castellano) se empeña en hacernos creer en una de esas absurdas arbitrariedades de la traducción de títulos). Qué pasa dentro de esos muros que habitan profesores y alumnos es lo que nos propone el director Laurent Cantet a partir de las experiencias del profesor de instituto François Bégaudeau recogidas en un libro de mismo título (el original, claro) publicado en 2006.
Para tal propósito Cantet presenta una película con ánimo casi documental. El profesor principal es el propio François Bégaudeau y sus alumnos son verdaderos alumnos. Sin embargo no estamos ante el desarrollo y registro de una clase real durante un curso sino que los alumnos que participan en el film lo hacen a sabiendas, asumiendo ciertos roles y líneas más o menos establecidas de antemano a partir de un taller en el que participaron voluntariamente. Y aunque no podamos ser mirones sin ser descubiertos este ejercicio de cine descriptivo nos puede dar una aproximación a diversas cuestiones que nos afectan. Cuestiones que tienen que ver con la calidad educativa, con la convivencia de personas de diferentes países (ergo costumbres, rasgos físicos, idioma...), la disciplina y sus límites, la esperanza y la desesperanza... cuestiones que atañen a la escuela en algunos casos pero que son también espejo de una realidad más amplia llamada sociedad. Lo que sucede "Entre les Murs" no es sino un reflejo de lo que pasa fuera de ellos.
Algunos apuntes que como espectador llevo conmigo:
En esta clase conviven franceses, africanos de diverso origen (Marruecos, Malí...), chinos... En su convivencia brotan insultos racistas, desprecio por el origen, el color de piel y, sin embargo, tengo la sensación de que se trata de una convivencia más cívica de lo que pueda parecer. Como si el desprecio al otro no fuera más que una muletilla, un insulto sin mayor carga que el propio malsonar de la palabra. Un insulto que no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que no se aprende en la escuela.
El profesor está sometido continuamente al reto de unos alumnos que a partir de cada propuesta de éste reaccionan tratando de dilatar su cumplimiento. El profesor se enfrenta a un aluvión de quejas, comentarios y preguntas que nada tienen que ver con lo inicialmente presupuestado por él. Sin embargo François siempre busca la manera de sacar partido de cada una de las reacciones. Un alumno le pregunta si es homosexual. Pregunta improcedente dentro del contenido que se está tratando en la clase. Podría reprenderle, castigarle incluso, y sin embargo François aprovecha para que el alumno se confronte consigo mismo, para que razone sobre el porqué de su pregunta, sobre si esta atiende a prejuicios y para, en caso de haberlos, desarmarlos. Aplaudo al profesor pero me desasosiega ver cómo el debate intelectual que el profesor plantea se ve enmarañado continuamente por un ruido de voces que a través de la confusión y de asumir sus propios códigos como verdad absoluta (por supuesto nunca puesta en duda) terminan por desarbolar cualquier argumentación. Es la respuesta del caos, la pereza frente al razonamiento, los códigos tribales frente a la ética y la educación. Es el riesgo que el profesor asume de tratar de situarse en el mismo plano que sus alumnos. Un riesgo plausible pero desesperante en el que muchos encontrarían razones para implementar políticas educativas mucho más impositivas (¿quizá brazos abiertos, enciclopedia en tomos y reglazo?).
El desliz. El profesor asediado por sus dos alumnas (representantes en el consejo educativo del centro) que han chivado a sus compañeros algunos comentarios de este en la reunión. François parece sentirse traicionado. ¿Cómo explicar a toda una clase que aquel comentario sobre la valía como alumno de uno de ellos que ellas filtran no debe sacarse de contexto y que, además, equivocado o no, procuraba salvaguardar a este de una posible penalización? Por supuesto la frase desligada de su contexto es contundente, sobre todo para un alumnado que va a entenderla como desprecio. Cualquier explicación sería para ellos una simple excusa. François evita explicarse y asediado cataloga como "de golfas" la actitud de las dos alumnas en el consejo. Tremendo error. Golfa significa prostituta en el código verbal adolescente. Da igual que no sea lo mismo ser una golfa que haberse comportado como tal. No importa que el diccionario recoja "deshonesto" u "holgazán" como acepciones de esa palabra (durante la reunión ellas reían, comían, cuchicheaban...). En su código no existe el matiz, la diferencia, las cosas son o no son. Y el profesor las llamó putas. Punto y final. No está la vida para exquisiteces verbales.
La expulsión. El alumno agraviado por el comentario en el consejo del centro termina por reaccionar violentamente. Insulta a unos y a otros, se encara con el profesor, decide levantarse y largarse de la clase, forcejea con François y termina hiriendo a una alumna de manera involuntaria (colateral) con su mochila. Es su sentencia de expulsión del centro. El consejo disciplinario lo decide. Una vez expulsado en el más breve plazo de tiempo será trasladado a otro centro. Podría ser un mensaje claro y rotundo al resto de alumnos pero cada año se deciden varios despidos, luego no resulta como medida disuasoria. La sensación es que el centro se quita el problema de encima y lo traslada a otro. Así un grupo de alumnos podría estar en un permanente carrusel de institutos sin que ello consiga corregir el comportamiento de estos.
¿Y después? La película cierra con el final del curso. Qué ha aprendido o no cada alumno en ese año. Hay respuestas de todo tipo, hasta sorpresas (una alumna dice haber leído "La República" de Platón porque lo tenía su hermana mayor y que le ha gustado). Sin embargo la última alumna en abandonar la clase gime ante el profesor que ella no ha aprendido nada y que no quiere hacer FP. Lo repite continuamente para desolación del profesor. Tranquila, todavía no es el momento de decidir eso, le viene a decir. Dependerá de tus notas más adelante. Pero ella lo único que sabe es que no quiere hacer FP. Y la pregunta que yo me hago es a más largo plazo: ¿y qué podrán hacer ella y los demás?
Para tal propósito Cantet presenta una película con ánimo casi documental. El profesor principal es el propio François Bégaudeau y sus alumnos son verdaderos alumnos. Sin embargo no estamos ante el desarrollo y registro de una clase real durante un curso sino que los alumnos que participan en el film lo hacen a sabiendas, asumiendo ciertos roles y líneas más o menos establecidas de antemano a partir de un taller en el que participaron voluntariamente. Y aunque no podamos ser mirones sin ser descubiertos este ejercicio de cine descriptivo nos puede dar una aproximación a diversas cuestiones que nos afectan. Cuestiones que tienen que ver con la calidad educativa, con la convivencia de personas de diferentes países (ergo costumbres, rasgos físicos, idioma...), la disciplina y sus límites, la esperanza y la desesperanza... cuestiones que atañen a la escuela en algunos casos pero que son también espejo de una realidad más amplia llamada sociedad. Lo que sucede "Entre les Murs" no es sino un reflejo de lo que pasa fuera de ellos.
Algunos apuntes que como espectador llevo conmigo:
En esta clase conviven franceses, africanos de diverso origen (Marruecos, Malí...), chinos... En su convivencia brotan insultos racistas, desprecio por el origen, el color de piel y, sin embargo, tengo la sensación de que se trata de una convivencia más cívica de lo que pueda parecer. Como si el desprecio al otro no fuera más que una muletilla, un insulto sin mayor carga que el propio malsonar de la palabra. Un insulto que no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que no se aprende en la escuela.
El profesor está sometido continuamente al reto de unos alumnos que a partir de cada propuesta de éste reaccionan tratando de dilatar su cumplimiento. El profesor se enfrenta a un aluvión de quejas, comentarios y preguntas que nada tienen que ver con lo inicialmente presupuestado por él. Sin embargo François siempre busca la manera de sacar partido de cada una de las reacciones. Un alumno le pregunta si es homosexual. Pregunta improcedente dentro del contenido que se está tratando en la clase. Podría reprenderle, castigarle incluso, y sin embargo François aprovecha para que el alumno se confronte consigo mismo, para que razone sobre el porqué de su pregunta, sobre si esta atiende a prejuicios y para, en caso de haberlos, desarmarlos. Aplaudo al profesor pero me desasosiega ver cómo el debate intelectual que el profesor plantea se ve enmarañado continuamente por un ruido de voces que a través de la confusión y de asumir sus propios códigos como verdad absoluta (por supuesto nunca puesta en duda) terminan por desarbolar cualquier argumentación. Es la respuesta del caos, la pereza frente al razonamiento, los códigos tribales frente a la ética y la educación. Es el riesgo que el profesor asume de tratar de situarse en el mismo plano que sus alumnos. Un riesgo plausible pero desesperante en el que muchos encontrarían razones para implementar políticas educativas mucho más impositivas (¿quizá brazos abiertos, enciclopedia en tomos y reglazo?).
El desliz. El profesor asediado por sus dos alumnas (representantes en el consejo educativo del centro) que han chivado a sus compañeros algunos comentarios de este en la reunión. François parece sentirse traicionado. ¿Cómo explicar a toda una clase que aquel comentario sobre la valía como alumno de uno de ellos que ellas filtran no debe sacarse de contexto y que, además, equivocado o no, procuraba salvaguardar a este de una posible penalización? Por supuesto la frase desligada de su contexto es contundente, sobre todo para un alumnado que va a entenderla como desprecio. Cualquier explicación sería para ellos una simple excusa. François evita explicarse y asediado cataloga como "de golfas" la actitud de las dos alumnas en el consejo. Tremendo error. Golfa significa prostituta en el código verbal adolescente. Da igual que no sea lo mismo ser una golfa que haberse comportado como tal. No importa que el diccionario recoja "deshonesto" u "holgazán" como acepciones de esa palabra (durante la reunión ellas reían, comían, cuchicheaban...). En su código no existe el matiz, la diferencia, las cosas son o no son. Y el profesor las llamó putas. Punto y final. No está la vida para exquisiteces verbales.
La expulsión. El alumno agraviado por el comentario en el consejo del centro termina por reaccionar violentamente. Insulta a unos y a otros, se encara con el profesor, decide levantarse y largarse de la clase, forcejea con François y termina hiriendo a una alumna de manera involuntaria (colateral) con su mochila. Es su sentencia de expulsión del centro. El consejo disciplinario lo decide. Una vez expulsado en el más breve plazo de tiempo será trasladado a otro centro. Podría ser un mensaje claro y rotundo al resto de alumnos pero cada año se deciden varios despidos, luego no resulta como medida disuasoria. La sensación es que el centro se quita el problema de encima y lo traslada a otro. Así un grupo de alumnos podría estar en un permanente carrusel de institutos sin que ello consiga corregir el comportamiento de estos.
¿Y después? La película cierra con el final del curso. Qué ha aprendido o no cada alumno en ese año. Hay respuestas de todo tipo, hasta sorpresas (una alumna dice haber leído "La República" de Platón porque lo tenía su hermana mayor y que le ha gustado). Sin embargo la última alumna en abandonar la clase gime ante el profesor que ella no ha aprendido nada y que no quiere hacer FP. Lo repite continuamente para desolación del profesor. Tranquila, todavía no es el momento de decidir eso, le viene a decir. Dependerá de tus notas más adelante. Pero ella lo único que sabe es que no quiere hacer FP. Y la pregunta que yo me hago es a más largo plazo: ¿y qué podrán hacer ella y los demás?
2 comentarios:
Muy buen aporte sobre la pelicula muchisimas gracias
Muy agradecido por el comentario y la lectura. Un abrazo.
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