Televisión. Es para desconectar, afirman. Y sin embargo todo el invierno enchufado al crudo ídem. Nieve, viento, lluvia y frío; nieve, viento, lluvia y frío. Una letanía metereológica que todo lo invade. La hecatombe, la catástrofe, el techo que cae y el coche atrapado en la nieve. 24 horas de directo, un Gran Hermano pluvial, eólico, nivoso. Mira qué frío, ¡¡qué frío!! Enfoca ese termómetro, pobre reportero que por cuatro perras pillas un resfriado de autónomo en alguna de esas autonomías de la España Directo. Miro por la ventana y... ¡eureka! El termómetro de la esquina dice que hace frío, mis plantas se doblan por el viento pero... ¡un momento! ¡¡No nieva!! Mi mundo no sale en la tele, no existe, es virtual. ¡Demonios! me digo y rebusco en las tripas de mi televisor. Será que está constipado. Le duele la tripita (no es pantalla plana, tiene su buen culo) y desvaría. Y así un día y otro y otro y otro... y que nieva y aquí ni copito. Y llega el día. Y estoy tan aburrido de la nieve que cuando en mi mundo caen los copos enciendo la tele a ver qué pasa ahí fuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario