Dimite el ministro Mariano Bermejo en España después de ser acosado por participar en una cacería en Jaén que a) realizó sin la licencia pertinente y b) la hizo junto al juez Baltasar Garzón, con toda la obscenidad que ello implica. Expresión hecha fácil para el caso: cazador cazado. A Bermejo habrá que agradecer que haya puesto en la órbita pública el debate ético de la caza-trofeo-taxidermia. Que un ministro de justicia mate por placer a un ser vivo dice poco de su concepción de la justicia. ¿Qué decir del juez en este caso? (como ilustraba El Roto, "tras un certero disparo, el Sr. Juez procedió al levantamiento del cadáver..."). Pero, por supuesto, no olvidemos que nosotros somos el ser vivo racional y superior y que el resto lo puso nuestro Señor para que disfrutáramos del tiempo libre.
El (ex)ministro Bermejo pertenece a esa rama de la humanidad del hago lo que me sale de los cojones (son poquitos, ¿verdad?). De aquellos que te pueden soltar a la cara algo así como: siempre que me propongo algo lo consigo. Que como lema de superación está bien pero que como leitmotiv ético tiene un tufillo de superioridad y chulería que no hay quien lo aguante (los hay, los hay). En esa actitud de aparente confianza en las propias posibilidades se parte de un imposible: la negación de la imposibilidad. Y es que lo que no puede ser no puede ser, por mucho que uno oponga resistencia a aceptar los hechos. Es bueno reconocer las propias imposibilidades (ergo limitaciones) porque evita frustraciones y es un primer paso para caminar con humildad por la vida (que no debe de ser algo tan malo). Pero para una persona así el mundo se divide entre los fuertes y los débiles (dicho de otra manera, los que valen y los que no) y en la batalla por la supervivencia no se pueden mostrar flaquezas. Así que es mejor mostrarse indestructible, duro de roer como una roca y, ¿por qué no?, brindar toreramente de cara a la galería. Que al fin y al cabo los taurinos (practicantes y disfrutantes) no conocen límites a su poder. Si pueden decidir sobre la vida de un ser vivo, ¿qué no podrían conseguir?
El (ex)ministro Bermejo pertenece a esa rama de la humanidad del hago lo que me sale de los cojones (son poquitos, ¿verdad?). De aquellos que te pueden soltar a la cara algo así como: siempre que me propongo algo lo consigo. Que como lema de superación está bien pero que como leitmotiv ético tiene un tufillo de superioridad y chulería que no hay quien lo aguante (los hay, los hay). En esa actitud de aparente confianza en las propias posibilidades se parte de un imposible: la negación de la imposibilidad. Y es que lo que no puede ser no puede ser, por mucho que uno oponga resistencia a aceptar los hechos. Es bueno reconocer las propias imposibilidades (ergo limitaciones) porque evita frustraciones y es un primer paso para caminar con humildad por la vida (que no debe de ser algo tan malo). Pero para una persona así el mundo se divide entre los fuertes y los débiles (dicho de otra manera, los que valen y los que no) y en la batalla por la supervivencia no se pueden mostrar flaquezas. Así que es mejor mostrarse indestructible, duro de roer como una roca y, ¿por qué no?, brindar toreramente de cara a la galería. Que al fin y al cabo los taurinos (practicantes y disfrutantes) no conocen límites a su poder. Si pueden decidir sobre la vida de un ser vivo, ¿qué no podrían conseguir?
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