Busca en "Carlos Crece"

miércoles, noviembre 21, 2007

Recreo

A las once de la mañana las oficinas abren sus puertas al recreo. Es en ese momento cuando la calle, ocupada hasta entonces por amas de casa y jubilados con carrito y algún adolescente haciendo novillos, es invadida por un ansioso hormiguero gris y azul marino que se desparrama y desaparece por la puerta de cada una de las cafeterías de la zona. Pero ella juega con ventaja. Ella, piel de blanco porcelana, rostro impávido y gruesas cejas negras, camina cada día los diez pasos que separan la puerta de la tienda de moda en la que trabaja y la de la pequeña cafetería de la esquina. Llega antes de que suene la alarma del recreo, antes de que alguien le robe la banqueta que ocupa junto a la cristalera y en la que toma el sol los días de sol y pierde la mirada en los días de lluvia. Sólo tiene que abrir la puerta, sentarse y, sin tan siquiera pronunciar un buenos días, esperar a que le sirvan. De su chaqueta extrae un cigarro, lo enciende y lo fuma con la dedicación de a quien el médico le ha diagnosticado una última calada. Sonríe levemente cuando le sirven el café, lo sorbe, recupera su rostro perpetuo, aspira el humo, mientras su alrededor se va llenando de hombres azul marino y mujeres gris que alborotan el silencio previo, que comprimen el tiempo con sus gritos de ¡para mí con leche! ¡yo un cortado!. Y el aire se llena de humo, que fue el suyo propio al principio y el de todos ahora, y las palabras se elevan unas sobre las otras para encontrar quien las escuche mientras ella continúa ajena su ritmo de café y cigarro, con la mirada absorta en el exterior, esperando a que pase la tormenta y todo vuelva a ser como al principio, sola en la esquina y el café recién servido.

Carlos Pérez Cruz

No hay comentarios:

Free counter and web stats