Netanyahu y Peres saludan a los jugadores del Barça (Foto: F.C. Barcelona) |
Produce verdaderos escalofríos ver a los jugadores del Barça dar la mano a Netanyahu y Peres; profunda tristeza el mensaje que el Barcelona deja al mundo con su visita en trato de iguales (¿?) a Israel y Palestina. Por razones que se me escapan, el equipo presidido por Sandro Rosell ha considerado una buena inversión organizar el mal llamado 'Peace Tour'. Y digo inversión, porque no se me ocurre otro fin para semejante despropósito que el rédito comercial de la jugada. ¿Qué si no podía lograr el Barça en Oriente Medio? ¿Aportar un granito desinteresado para la paz? ¿Qué paz?
Enviar al mundo el mensaje de la necesaria concordia entre ambos "bandos" es obviar el detalle (nada menor) de que es uno de ellos el que establece todas las normas allende sus fronteras legales, el que determina dónde está su principio y su final -pasándose por el forro de sus siones las resoluciones de la ONU-, el que maneja a su antojo las vidas de cientos de miles de personas sometidas a un régimen de apartheid denunciado incluso por quienes en su día lo padecieron en Sudáfrica, el que día a día araña tierras con las malditas colonias, el que levanta un muro que divide pueblos y que sólo se franquea a voluntad del promotor, el que expolia recursos hídricos, el que detiene a niños de cinco años en Hebrón, el que... ¿Es de verdad un problema de paz?
Las razones por las que este 'Peace Tour' me parece un despropósito ya las desglosé en un artículo para 'El Asombrario & Cía'. Otras voces mejor documentadas, como la de Joan Cañete, las han expuesto igualmente. No quiero repetirme. Con modificaciones sobre los planes inicialmente propuestos (aquel sinsentido del partido contra un combinado israelo-palestino), la mini gira ha tenido lugar y deja a Israel como el vencedor indiscutible de la misma. En los amistosos no gana nadie, se dice. Falso en este caso. Nada mejor para la política de Israel que refrendar la idea de conflicto que evoca dos enemigos enfrentados. Los conflictos se pueden ganar (sobre todo cuando tus armas y escudos de última generación compiten frente a piedras y, en el peor de los casos, cohetes de fabricación casera); los regímenes de colonización y apartheid tienen peor venta en el mercado de la opinión mundial. Si el Barça se hubiera inclinado por la realidad, si hubiera sopesado su propuesta desde la óptica de un compromiso con la verdad y la ética, si hubiera tenido la misma valentía de un Stephen Hawking en su rechazo a ser cómplice de Israel, ¡qué gran impacto hubiera logrado en la opinión pública mundial! Por muy famoso y reputado que sea, Hawking no despierta las pasiones que un equipo de fútbol del calibre del Barça y un artículo científico no implica a tantos en su debate como un partido de fútbol, del que discuten eruditos y profanos. Dicho de otra manera: en un Telediario en España del Barça se hablará a diario; de ciencia...
Mientras la población general siga percibiendo mayoritariamente la situación en Israel - Palestina como la de un conflicto territorial con bandos enfrentados, esa paz por la que dice jugar el Barça seguirá muy lejos. Mientras la denuncia del régimen colonial y de apartheid quede en manos de las mismas incansables asociaciones y oenegés, que se desgañitan a diario con sus escasos medios, y no del conjunto mayoritario de la sociedad, la política y los medios, Israel seguirá ganando milímetro a milímetro, casa a casa, terreno a terreno, la batalla de su propio delirio.
No nos engañemos. Para el ciudadano medio no tiene el mismo crédito la denuncia de asociaciones o movimientos minúsculos -a los que con facilidad se desacredita desde (y con) los poderosos medios del establishment (la radicalidad tiene muy mala prensa)-, que si ésta llega desde un club deportivo de la dimensión social del Barça o desde los medios de comunicación tradicionales, con (todavía) fuerte tirón en la conformación de la opinión pública. El día en que una mayoría se atreva a llamar a las cosas por su nombre y no se midan gestos y palabras en función de los propios intereses, como ha hecho el Barça, estaremos entonces cerca de algo más justo y noble que la paz: la justicia.
© Carlos Pérez Cruz
PD: Gana Israel, pierde la justicia, disfrutan los niños. La felicidad que los niños (y no tan niños) de la castigada Dura han sentido por ver de cerca a quienes sólo imaginan de lejos es la única victoria palestina. Como me decía esta mañana Quique, gran tipo, periodista y conocedor de la realidad en la región: "el alma necesita un alegron para poder seguir nadando".
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