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jueves, febrero 14, 2013

Música para Raúl (En memoria de Raúl Mao)


Raúl Mao en julio de 2012
© www.elclubdejazz.com


Resulta absurdo que todavía nos preguntemos (o nos pregunten) para qué sirve la música. La música no sirve, la música es. Ahora que nos recortan hasta las ganas de vivir, que sólo entienden necesario lo que hace la vida miserable, la música, la escritura, la pintura, el cine, la danza... son el oxígeno que permiten que el pulso no se detenga.

El pasado sábado despedimos a Raúl Mao en Madrid. Fue una ceremonia íntima en un espacio nada recogido: una capilla de considerables dimensiones y eco, demasiado iluminada para un adiós. Ocultos los símbolos religiosos (¿se hubiera levantado Mao con ellos presentes?), el féretro cerrado, y con las palabras retumbando con aire catedralicio, nos abrazamos unos minutos a su memoria. Cada uno a la suya; yo, a la de todo un caballero de clase, buen porte y elegancia, al que conocí apenas los dos últimos años de su vida y que se me hizo imprescindible.

Raúl Mao me ofreció inscribir mi firma en los Cuadernos de Jazz a finales de 2011. La revista ya no existía en papel, pero me hacía ilusión ser parte de la historia de un medio al que me acerqué de adolescente como quien se aproxima al misterio de lo sagrado. Con devoción, pero sin apenas entender nada. La incomprensión de lo que se lee o escucha es siempre un acicate para caminar hacia adelante, algo que medios como el suyo consiguieron implantar en mi ADN. Mi primera reseña fue un disco del pianista germano-ibicenco Joachim Kühn, Free Ibiza. Un cinco estrellas, ésas de las que yo siempre había renegado (como de las notas numéricas) porque nada significan y sólo sirven al lector (¿?) más perezoso. Quién me iba a decir que apenas un año después el propio Kühn iba a poner un broche de oro a mi relación con Mao.

Apenas saber que Mao había vencido su lucha contra el dolor de la enfermedad, sentí la necesidad de preparar un programa que honrara a mi fantasma del jazz -así se me presentaba Raúl por teléfono en los últimos meses, con un humor que reconforta-. Conseguí localizar en pocas horas a unos cuantos compañeros de la revista, músicos, gentes del jazz que trataron con él, hasta llegar a conformar un retrato poliédrico de su persona: silenciosa y juiciosa, de enorme carácter y personalidad en el retrato común. A todos los participantes pedí una música en su memoria, y el resultado fue tan variopinto como la propia música a la que su revista da cobertura. Hasta que llegó el turno de Joachim, el germano-ibicenco que se comunica en un inglés tan austero como la Merkel, al que no logré hacer entender mi petición. Pensó que le estaba sugiriendo que escribiera un tema dedicado a Raúl. "Todavía es pronto y no tengo nada pero ya que lo has mencionado, compondré algo para Raúl". No hubo manera. Yo quería un disco, una referencia para pinchar en mi programa, pero Joachim insistía en su compromiso. Bendita distorsión de la comprensión. Ayer recibí un mensaje de María Antonia, la admirable compañera de Mao y corresponsable de Cuadernos, que decía: "Joachim ya tiene un tema compuesto para Raúl, está buscando título".

Me siento feliz por ser el motor involuntario de ese impulso creativo. Joachim Kühn es un pianista desorbitante y estoy seguro de que la música hablará de quien es Raúl y conseguirá lo que la música de La processó de Agustí Fernández logró en la ceremonia del adiós a Mao: mostrarnos el camino hacia lo más profundo de nuestras almas, recomponer nuestras figuras hechas jirones por el vértigo que produce olvidar muchas veces quiénes somos y qué sentido tiene vivir. Las notas de El laberint de la memòria resonaron en la capilla y nos abrazaron, nos brindaron una manta de reconfortante calor emocional en pleno invierno de los sentimientos. Ese piano al que Raúl se abandonó en sus últimos días fue más que un consuelo. Fue nuestra comunión con un gentleman al que siempre recordaré con el mismo respeto y cariño con el que me trató en nuestra corta relación y del que echaré de menos su voz al otro lado del teléfono. Porque cuando llamaba, el vértigo se detenía.

© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com


Escucha aquí el programa de homenaje a Raúl Mao:

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