¿Qué tienen en común
Charlie Parker y Lady Gaga? ¿Los Yellowjackets y el hip-hop? ¿David
Sanborn y la música del sur de la India? Más allá de la conexión que
cada uno haga entre ellos (si es posible) y de mi aprecio e interés
por
unos y desinterés y abominación de otros, todos ellos son nombres y
estilos por los que el saxofonista Rudresh Mahanthappa
manifiesta admiración o reconoce inspiración en el libreto del disco.
Pero a veces incluso los productos indigestos alimentan y Mahanthappa
ha
eliminado toxinas, azúcares y grasas hasta llegar a cocinar una música
tan sabrosa y nutritiva para el alma como la que se recoge en Samdhi,
primera producción del saxofonista para el sello alemán ACT.
En los setenta y ochenta la música de la India tuvo su reflejo en el Jazz a través de grupos de fusión. Es decir, en grupos que a partir de su bagaje jazzístico (y rockero) incorporaban elementos exóticos a su cultura (tablas, sitares y solistas hindús) o se aproximaban a ella en colaboraciones de exploración y curiosidad más o menos inducida por las dinámicas de la época. Con Rudresh Mahanthappa (al igual que con el pianista Vijay Iyer) estamos asistiendo a una realidad relativamente nueva y en cierto modo inversa. Los hijos de la emigración india de los sesenta, los nacidos ya en Estados Unidos (aunque el saxofonista lo hiciera de forma coyuntural en Italia), han crecido en unas circunstancias muy diferentes a la de sus padres. Tan natural les resulta la cultura made in USA como la tradición que en sus casas y comunidades se haya podido mantener viva del pasado en otro continente. Es probable incluso que les resulte más familiar la "adoptada". Por eso la forma de aproximarse a la cultura de sus ancestros no puede ser la misma que a la que nos había acostumbrado el Jazz de fusión forjado en los setenta y ochenta. Ahora el viaje del músico no es hacia otra cultura sino un viaje interior a la propia identidad cultural, con la particularidad de que esta incluye de forma natural la del país al que sus padres emigraron.
Este largo preludio pretende dejar claro que no podemos hablar de fusión en la música de Samdhi, no al menos si esta nos lleva a incorporar este disco al imaginario de Jazz fusión en el que los elementos cohabitan como entidades diferenciadas. No es el caso. En Samdhi toda la música es una, como si la utilización de ciertos giros melódicos, endiabladas métricas o determinadas percusiones fueran los propios de la cultura que damos en llamar Jazz. Así, por ejemplo, en Playing with stones la rítmica - que puede recordar la de un continuo africano - crea una base sobre la que se dibuja una melodía de resonancia india cuyo desarrollo se interrumpe en varias ocasiones, abriendo un espacio tentativo ajeno a la tradición de trance rítmico de la música del país asiático (al menos aquella que encuentra acomodo en el imaginario occidental). Incluso Killer - vertiginoso, contundente y exuberante ejercicio de virtuosismo rítmico - resultaría difícil de entender sin una tradición iniciada por saxofonistas como el antes mencionado Charlie Parker. Es casi un bop alucinado sobre ritmos imposibles surgidos del intercambio de golpes entre batería y tabla y la guía del bajo de Rich Brown. Un tema que adquiere grado de psicodelia en partes del solo de Mahanthappa. Eso sí, la forma de improvisar es métricamente mucho más regular, sin el carácter sincopado del Jazz al uso, un chorro de notas a pre(ci)sión matemática sobre las complejas ecuaciones rítmicas de la música.
Es asombroso este Samdhi de Mahanthappa, generoso hasta la extenuación en su riqueza. En Breakfastlunchanddinner (así, tó juntico) a la exposición temática de saxo y guitarra sobre un pulso regular binario (fórmula de llamada - respuesta) responden bajo y percusión sobre unos inestables compases compuestos. Por separado resulta inteligible pero una vez acabada la exposición temática la música fluye en un tótum revolutum donde parece casi imposible lo que Mahanthappa logra: un discurso firme y regular sobre una pulsación endemoniadamente inestable. Para rematar, el tema de pronto cae a swing hasta que un brillante David Gilmore inicia solo y camina por donde antes lo hizo el saxofonista, como más tarde hará Rich Brown con el bajo. Pero no todo es vértigo en Samdhi. Parakram #2 retoma las oscuras aguas del #1 con el que se inicia disco para indagar en las posibilidades de la electrónica, con loops y un toque de psicodelia, creando capas de timbres, ritmos y efectos sobre los que va lanzando frases entrecortadas. Un extraño y sugestivo interludio entre tanta maraña métrica tras el que uno exclama un agradecido Ahhh, título de la composición que sigue, cuya aparente serenidad resulta un efecto auditivo. En los diferentes pisos rítmicos que escala el tema la cuerda se tensa progresivamente de forma casi imperceptible hasta llegar al excitado solo final de Rudresh, de nuevo con el saxo distorsionado.
Tal es el muestrario de recursos que casi resulta comprensible un final tan plácido como el que ofrece el baladístico For all the ladies, excesivamente pop y meloso para mi gusto (quizá en mente alguna de las azucaradas referencias iniciales) pero precedido por un interesante solo de Rudresh en For my lady que parece emular el sonido de alguna de las múltiples vertientes de gaita y derivados orientales. Una rúbrica de distensión después de una agotadora batalla musical que camina en muchos momentos sobre un fino alambre de equilibrista, sin perder nunca de vista lo fundamental: la capacidad de comunicar. Y no resulta fácil hacerlo sobre mimbres tan complejos y exigentes, en los que se corre el riesgo como oyente de quedar fascinado por los requiebros malabares. Por fortuna en Samdhi el ohhh asombrado tiene una doble razón: técnica y emocional.
En los setenta y ochenta la música de la India tuvo su reflejo en el Jazz a través de grupos de fusión. Es decir, en grupos que a partir de su bagaje jazzístico (y rockero) incorporaban elementos exóticos a su cultura (tablas, sitares y solistas hindús) o se aproximaban a ella en colaboraciones de exploración y curiosidad más o menos inducida por las dinámicas de la época. Con Rudresh Mahanthappa (al igual que con el pianista Vijay Iyer) estamos asistiendo a una realidad relativamente nueva y en cierto modo inversa. Los hijos de la emigración india de los sesenta, los nacidos ya en Estados Unidos (aunque el saxofonista lo hiciera de forma coyuntural en Italia), han crecido en unas circunstancias muy diferentes a la de sus padres. Tan natural les resulta la cultura made in USA como la tradición que en sus casas y comunidades se haya podido mantener viva del pasado en otro continente. Es probable incluso que les resulte más familiar la "adoptada". Por eso la forma de aproximarse a la cultura de sus ancestros no puede ser la misma que a la que nos había acostumbrado el Jazz de fusión forjado en los setenta y ochenta. Ahora el viaje del músico no es hacia otra cultura sino un viaje interior a la propia identidad cultural, con la particularidad de que esta incluye de forma natural la del país al que sus padres emigraron.
Este largo preludio pretende dejar claro que no podemos hablar de fusión en la música de Samdhi, no al menos si esta nos lleva a incorporar este disco al imaginario de Jazz fusión en el que los elementos cohabitan como entidades diferenciadas. No es el caso. En Samdhi toda la música es una, como si la utilización de ciertos giros melódicos, endiabladas métricas o determinadas percusiones fueran los propios de la cultura que damos en llamar Jazz. Así, por ejemplo, en Playing with stones la rítmica - que puede recordar la de un continuo africano - crea una base sobre la que se dibuja una melodía de resonancia india cuyo desarrollo se interrumpe en varias ocasiones, abriendo un espacio tentativo ajeno a la tradición de trance rítmico de la música del país asiático (al menos aquella que encuentra acomodo en el imaginario occidental). Incluso Killer - vertiginoso, contundente y exuberante ejercicio de virtuosismo rítmico - resultaría difícil de entender sin una tradición iniciada por saxofonistas como el antes mencionado Charlie Parker. Es casi un bop alucinado sobre ritmos imposibles surgidos del intercambio de golpes entre batería y tabla y la guía del bajo de Rich Brown. Un tema que adquiere grado de psicodelia en partes del solo de Mahanthappa. Eso sí, la forma de improvisar es métricamente mucho más regular, sin el carácter sincopado del Jazz al uso, un chorro de notas a pre(ci)sión matemática sobre las complejas ecuaciones rítmicas de la música.
Es asombroso este Samdhi de Mahanthappa, generoso hasta la extenuación en su riqueza. En Breakfastlunchanddinner (así, tó juntico) a la exposición temática de saxo y guitarra sobre un pulso regular binario (fórmula de llamada - respuesta) responden bajo y percusión sobre unos inestables compases compuestos. Por separado resulta inteligible pero una vez acabada la exposición temática la música fluye en un tótum revolutum donde parece casi imposible lo que Mahanthappa logra: un discurso firme y regular sobre una pulsación endemoniadamente inestable. Para rematar, el tema de pronto cae a swing hasta que un brillante David Gilmore inicia solo y camina por donde antes lo hizo el saxofonista, como más tarde hará Rich Brown con el bajo. Pero no todo es vértigo en Samdhi. Parakram #2 retoma las oscuras aguas del #1 con el que se inicia disco para indagar en las posibilidades de la electrónica, con loops y un toque de psicodelia, creando capas de timbres, ritmos y efectos sobre los que va lanzando frases entrecortadas. Un extraño y sugestivo interludio entre tanta maraña métrica tras el que uno exclama un agradecido Ahhh, título de la composición que sigue, cuya aparente serenidad resulta un efecto auditivo. En los diferentes pisos rítmicos que escala el tema la cuerda se tensa progresivamente de forma casi imperceptible hasta llegar al excitado solo final de Rudresh, de nuevo con el saxo distorsionado.
Tal es el muestrario de recursos que casi resulta comprensible un final tan plácido como el que ofrece el baladístico For all the ladies, excesivamente pop y meloso para mi gusto (quizá en mente alguna de las azucaradas referencias iniciales) pero precedido por un interesante solo de Rudresh en For my lady que parece emular el sonido de alguna de las múltiples vertientes de gaita y derivados orientales. Una rúbrica de distensión después de una agotadora batalla musical que camina en muchos momentos sobre un fino alambre de equilibrista, sin perder nunca de vista lo fundamental: la capacidad de comunicar. Y no resulta fácil hacerlo sobre mimbres tan complejos y exigentes, en los que se corre el riesgo como oyente de quedar fascinado por los requiebros malabares. Por fortuna en Samdhi el ohhh asombrado tiene una doble razón: técnica y emocional.
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