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martes, octubre 29, 2013

Sheila Blanco, corazón negro.



Los separa, entona y no hay duda: su corazón tiene que ser como el abismo que se abre entre sus labios. Sabe vocalizar, ¡qué duda cabe!, pero lo más importante de Sheila Blanco no es lo que sabe ni el nítido perfil de cada sílaba. Lo importante, lo más hermoso, es que ese abismo bombea sin cesar. Eso sí, si ella fuera coro de ópera, no haría falta luminoso para descifrar las letras. Se le trasparentan las palabras.

Sheila Blanco es transparente Su pasión no sabe jugar al escondite. No puede ocultarse bajo el velo actoral que usa todo cantante. Actúa, claro, pero aunque tenga que defender una emoción y al minuto siguiente la contraria, no hay truco: detrás del velo es ella. Ni se percibe, es el brillo de su belleza natural. Sheila Blanco es auténtica.

Sheila Blanco es universal porque a su pasión le queda pequeña una casa. Ella canta y le llena de blues las venas al mundo, “es lo que hay”. Cambió las palabras del periodismo por letras de canciones y se dejó caer en los inhóspitos brazos de la música. Pura enajenación mental. Tranquiliza saber que no es transitoria. Sheila ha venido para quedarse. Lo suyo no tiene solución porque “es la conciencia llamando a tu puerta” la que le dijo: Sheila, “que tienes que crear, que has de aprovechar lo bien que se te da”. Y quien habla con su conciencia está perdido, through the light in the night.

“Qui-chí qui-chí qui-chí qui-chá”, gotas de notas le bailaban en la lengua. Sheila las abrazó en el albornoz de esa ‘Chica Blues’ de corazón negro y piel nieve. Cazadora blanca de historias, corazón negro capaz de bailar un tango. ¡Ah, ladrona!, cómo sabes dejarnos locos de atar.

Loco: Carlos Pérez Cruz

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