Wadada Leo Smith durante la prueba de sonido en Huesca
© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Cuenta Wadada Leo Smith que una de las prácticas habituales en
la AACM (Asociación para el Avance de la Música Creativa) es
dejar al músico solo en el escenario y no regresar hasta que
éste no logre decir algo propio con su instrumento. A él se lo
hicieron (“les escuchaba hablar mientras tocaba”) y, aparte del
lógico mal trago, le pareció una buena experiencia. Empezó a
tocar su solo, el resto de músicos abandonó poco a poco el
escenario y, cuando le dieron el beneplácito, regresaron. Todo
músico, con independencia de que toque o no un instrumento
armónico, debería tocar en solitario: “es una manera de
descubrir quién eres”.
¿Tiene lógica un concierto de trompeta sola? Parecería una pregunta absurda si el instrumento fuera un piano, un órgano o cualquier instrumento armónico, pero la duda acecha cuando hablamos de una trompeta, una flauta, un trombón o un saxo (entre otros muchos instrumentos monódicos). La costumbre nos ha hecho asumir que la música es una asociación de diferentes sonidos y la forma en que éstos se relacionan entre sí la que le otorga sentido a nuestros oídos. Probablemente debamos combatir la costumbre, tan acomodaticia ella, para abrirnos a otras muchas lógicas posibles. Si lo que llamamos un canto a capela (una nana cantada al bebé para que duerma) nos parece de una lógica incontestable, ¿no debería ser igualmente lógico el canto individual de los instrumentos?
¿Tiene lógica un concierto de trompeta sola? Parecería una pregunta absurda si el instrumento fuera un piano, un órgano o cualquier instrumento armónico, pero la duda acecha cuando hablamos de una trompeta, una flauta, un trombón o un saxo (entre otros muchos instrumentos monódicos). La costumbre nos ha hecho asumir que la música es una asociación de diferentes sonidos y la forma en que éstos se relacionan entre sí la que le otorga sentido a nuestros oídos. Probablemente debamos combatir la costumbre, tan acomodaticia ella, para abrirnos a otras muchas lógicas posibles. Si lo que llamamos un canto a capela (una nana cantada al bebé para que duerma) nos parece de una lógica incontestable, ¿no debería ser igualmente lógico el canto individual de los instrumentos?
Wadada Leo Smith durante el concierto
© Jesús Moreno
Al
igual que la AACM testaba la voz propia del músico dejándolo a
solas sobre el escenario, sería un ejercicio verdaderamente
interesante que el espectador quedara a solas frente al músico
en un concierto como el de Wadada Leo Smith en Huesca.
Lamentablemente (¡qué alegría!) eran tantas las personas en la
sala que el ejercicio hubiera resultado eterno. ¿Cuál hubiera
sido la vivencia de la música cara a cara con el músico?
La socialización de la duda y del desconcierto genera una
tensión ambiental que, sin dejar de tener valor sociológico,
puede llegar a dificultar la necesaria concentración del oyente
(descubrir la inquietud del vecino nos anima a colectivizar la
duda). Desconozco las razones que llevaron a 130 personas a
pagar 10 euros por una entrada para ver a un trompetista en
solitario (los misterios del boca a boca son inescrutables) pero
resulta evidente que una parte importante de espectadores no
tenía la menor idea de qué iba a escuchar. ¡Bien por ellos! La
curiosidad es el motor de la propia evolución y en Huesca tienen
un técnico de cultura, Luis Lles, que la instiga
permanentemente. Sólo tres espectadores abandonaron antes de
tiempo la sala y del resto se desprende (con las lógicas
diferencias de opinión) la satisfacción por vivir lo insólito a
pesar de la cruda austeridad de la propuesta. La prolongación
del solo con varios bises muestra que, al menos, no había prisa
por marchar.
¿Una más? Wadada Leo Smith en Huesca
© Jesús Moreno
En comparación con Peter Evans -cuyo solo en el Festival de Jazz
de San Sebastián del año pasado fue una abrumadora demostración
de técnica e hiperactividad del joven trompetista-, la expresión
de Wadada Leo Smith resulta más bruta, infinitamente menos
técnica y, quizá por ello, más humana. Su toque viola la
precisión de conservatorio y, por ello, escucharle resulta una
experiencia interesante. Su sonido tiene una pegada que noquea,
estremecedora, y a sus 71 años sigue manejando de forma
meritoria las diferentes tesituras del instrumento. Todo ello
testado en escena sin ningún aditivo (tan sólo el uso de una
sordina). Un único micrófono con una
inapreciable reverberación (no siempre su trompeta apuntaba
hacia él por lo que escuchamos la trompeta sin intermediación) y
una sala de acústica severa (de esas de las que algunos músicos
bromean con pasar después la escoba para recoger las notas
caídas sobre el tablado). No hubo aditivo a pesar de que en
determinados momentos proyectara sobre una pantalla imágenes
espectrales que procedían de los proyectos con su grupo Organic.
¿Por qué las imágenes? En ningún momento parecía que tuvieran
una relación directa con lo que Wadada tocaba. Podría pensarse
que proyectaba para relajar la experiencia de cara al público,
aunque él me explicó, en una entrevista previa al concierto, que
las proyectaba para generar una especie de conflicto en el
espectador, para que tuviera que elegir entre una cosa o la
otra. Me inclino por pensar que relajaron la experiencia, si
bien no dejaban de resultar un extraño elemento decorativo.
Wadada Leo Smith fue intercalando en escena creaciones en el momento con algunas referencias a motivos melódicos (es una forma de decirlo) de composiciones para otros proyectos como su descomunal Ten Freedom Summers, por el que llegó a Huesca en calidad de finalista del último Premio Pulitzer de música. De él hizo referencia a su Rosa Parks and the Montgomery Bus Boycott y a las partes 1 y 2 de America (que anteriormente formó parte de un disco a dúo con Jack DeJohnette), así como a otras grabaciones con referencias a Miles Star (de sus colaboraciones con Henry Kaiser en Yo Miles!) y a Song of Humanity (del disco homónimo de 1976 con su grupo New Dalta Ahkri). Tan sólo interrumpió su discurso con el instrumento para ofrecer un breve interludio electrónico jugando con su iPad, como si se tratara de un punto de fuga a la tensión inherente al discurso (necesariamente) fragmentario de su trompeta. Un vuelo cósmico antes de volver a tierra firme.
Wadada Leo Smith fue intercalando en escena creaciones en el momento con algunas referencias a motivos melódicos (es una forma de decirlo) de composiciones para otros proyectos como su descomunal Ten Freedom Summers, por el que llegó a Huesca en calidad de finalista del último Premio Pulitzer de música. De él hizo referencia a su Rosa Parks and the Montgomery Bus Boycott y a las partes 1 y 2 de America (que anteriormente formó parte de un disco a dúo con Jack DeJohnette), así como a otras grabaciones con referencias a Miles Star (de sus colaboraciones con Henry Kaiser en Yo Miles!) y a Song of Humanity (del disco homónimo de 1976 con su grupo New Dalta Ahkri). Tan sólo interrumpió su discurso con el instrumento para ofrecer un breve interludio electrónico jugando con su iPad, como si se tratara de un punto de fuga a la tensión inherente al discurso (necesariamente) fragmentario de su trompeta. Un vuelo cósmico antes de volver a tierra firme.
El silencio fue la respuesta a cada una de sus
“interpretaciones”. Cuando se pierden las referencias
tradicionales cuesta delimitar dónde empieza y termina algo.
Pero el silencio también juega en el discurso musical y adquiere
más importancia si cabe en este formato en solitario. En él, el
espectador tiene tiempo para mascar una frase mientras se gesta
la siguiente. También puede devanarse los sesos preguntándose
qué sentido tiene lo que está escuchando si nada rellena los
sonidos que emite el trompetista (claro que puede imaginarlos él
mismo y, por lo tanto, alcanzar la tan ansiada interacción con
el artista). Sobre el silencio fue dibujando su discurso Leo
Smith, con virulentos brochazos y con delicadas caricias de
escobilla. Suspendidos en el espacio (es un decir, la acústica
de ‘El Matadero’ no suspende, es puro peso de la fuerza de
gravedad) quedaron sencillos motivos melódicos y saltos
imposibles; largas emisiones en expansión junto a otras
cortantes como puñetazos; tímbricas impolutas frente a
sonoridades en continua mutación. Y la sensación de haber sido
testigos de una sesión de música casi primitiva en tiempos de
una modernidad sobreexcitada que altera la naturaleza de lo que
somos. Aquella a la que Wadada Leo Smith invocó con su soplo
desgarrado.
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