Un sólo golpe bastará… para acallarlos. Directo de baqueta a la caja
y - después del susto de algunos espectadores todavía a lo suyo -
silencio en la sala. Han Bennink o de cómo ser y sentirse un chiquillo
en escena pero con el control de la veteranía, que en su caso es de
pedigrí. Pionero de la improvisación europea (aunque rechace con desdén
tal calificativo), el baterista holandés apenas necesitó unos minutos
para deshacer lo que el equipo técnico de ‘El Matadero’ le tenía
preparado (¡fuera micros!) y apenas treinta y cinco de actuación para
quedarse con el respetable. En pequeñas dosis, sin grandes aspavientos
aunque con contundencia.
Al primer golpe seco y directo a la yugular auditiva le siguieron
unos cuantos más. Entre unos y otros fue hilando pequeñas historias a
las que puso hilo melódico: en algún caso con su silbido (Cherokee), a gritos (Salt peanuts! Salt peanuts!)
o canturreando (sin identificar por mi disco duro mental). Es probable
que en su cabeza sonara una banda subida a lomos de su batería, aunque
para el espectador es suficiente con la pegada. Lo que a priori puede
parecer una presencia coja (la falta de referentes melódicos y
armónicos) se convierte en manos de Bennink en una incitación al
despertar de la imaginación (qué mayor interacción que esa, hoy que
tanto parece denostarse la pasividad tradicional de la figura del oyente
y en que todo ha de ser interactivo) y en un admirable ejercicio de
sutilezas técnicas (la baqueta golpeando otra baqueta, mientras el
rebote de ésta sobre la caja genera contrapunto rítmico) y de ingenio
(golpea una baqueta
introducida parcialmente dentro de la boca que, al variar su gesto,
produce diferentes resonancias).
Setenta años y una figura inmensa que Han Bennink flexiona como si
tal cosa. Lo mismo eleva un pie y lo apoya en la caja (como elemento de
presión del parche) que se sienta en el suelo con las piernas abiertas.
Todo es percutible (su currículo así lo defiende). Aunque su actuación
oscense fue comedida en presumibles heterodoxias, demostró cómo hasta
los zapatos pueden recibir con gracia los golpes de baqueta y cómo el
cuerpo se acciona por completo para crear un todo rítmico que combina la
habilidad tradicional del baterista con la peculiaridad de unos pies
que en su movimiento generan pulso, contratiempo y riqueza tímbrica en
su golpeo del suelo.
La actuación de Han Bennink abrió sesión triple en la programación vespertina del Festival Periferias, edición dedicada este año a la Nueva Comedia. Aunque no es un comediante, Bennink pertenece a esa escena holandesa de improvisación surgida en los años sesenta no exenta de (buen) humor. ¿Es humorística su acción sobre el escenario? No lo creo. Y sin embargo al espectador se le dibuja una sonrisa y, en ocasiones, se le despierta la risa. Simplemente porque Bennink carece de complejos y su desinhibición abate los nuestros. El holandés mantiene activo ese juego que debería ser la vida: lleno de curiosidad para probar, errar y, a veces, acertar. Como el que le llevó a intentar hacer rebotar baquetas en el suelo para cazarlas al vuelo. No era una excentricidad, sino un complemento para llevar al terreno de lo visual el juego rítmico de la música.
© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com
La actuación de Han Bennink abrió sesión triple en la programación vespertina del Festival Periferias, edición dedicada este año a la Nueva Comedia. Aunque no es un comediante, Bennink pertenece a esa escena holandesa de improvisación surgida en los años sesenta no exenta de (buen) humor. ¿Es humorística su acción sobre el escenario? No lo creo. Y sin embargo al espectador se le dibuja una sonrisa y, en ocasiones, se le despierta la risa. Simplemente porque Bennink carece de complejos y su desinhibición abate los nuestros. El holandés mantiene activo ese juego que debería ser la vida: lleno de curiosidad para probar, errar y, a veces, acertar. Como el que le llevó a intentar hacer rebotar baquetas en el suelo para cazarlas al vuelo. No era una excentricidad, sino un complemento para llevar al terreno de lo visual el juego rítmico de la música.
© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com
Han Bennink y Jesús Moreno
© Carlos Pérez Cruz
2 comentarios:
Me ha gustado mucho la entrada, como detallas todo lo habido y por haber...
De lo mejor: la foto de Han y Jesús sobre el escenario...jejej (con la poca gracia que le hace aparecer en ellas).
Queda pendiente un encuentro improvisatorio; haber lo que decide el colega.
Un fuerte abrazo!!
.
Hombre, gracias. Lástima que Han no viera las posibilidades percusivas de Jesús... seguro que tiene muy buena resonancia.
Pendiente y espero que no por mucho tiempo.
Un abrazo, Carlos.
Publicar un comentario